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de de Priego, al duque de Monteleon, al de Béjar, y otros varios señores con sus respectivos mayordomos y pages; asi como varios caballeros franceses de su servidumbre, cuyo gefe era el marqués de Louville; entre todas ciento doce personas, sin contar los sirvientes. Hizo felizmente su navegacion, y luego que hubo desembarcado salieron á recibirle el marqués de Villena, nuevo virey de Nápoles, el arzobispo de la ciudad cardenal Cantelmo, y muchos nobles napolitanos en lujosas carrozas, con cuyo séquito hizo su entrada en aquella hermosa capital (16 de abril), en medio de la muchedumbre que obstruia las calles, y las aclamaciones de las tropas españolas, que á su paso abatian las banderas y gritaban: «¡Viva Felipe V.!»

Aunque causó una agradable impresion en el pueblo napolitano la presencia de su nuevo monarca, y todos los funcionarios y corporaciones acudieron á besarle respetuosamente la mano, no produjo en verdad aquel entusiasmo que es la espresion del verdadero amor y cariño. Un incidente, de aquellos á que el vulgo da en ocasiones gran significacion, vino á bacer formar estraños juicios y cálculos á las gentes crépulas y sencillas. El dia que S. M. fué á visitar la capilla de la catedral llamada el Tesoro, donde se conserva con gran veneracion la sangre del santo mártir y patrono popular de Nápoles San Genaro, el arzobispo y cabildo quisieron hacer ver al rey el milagro de licuarse la preciosa sangre de la santa ampolla. Pero

aquel dia no se liquidó como otras veces la sangre á la aproximacion del relicario que encierra la cabeza del santo, y Felipe salió del templo con el desconsuelo de no haber visto aquel tan celebrado prodigio. La sangre se licuó después; apresuradamente salieron algunos á dar aviso al rey, que ya iba camino de palacio, y volvió mas tarde á ver el milagro. Mas ya no faltó en el pueblo quien comentára el suceso como una señal visible de que no le habia de asistir la proteccion del cielo (").

Hizo no obstante cuando pudo Felipe para captarse el aprecio de aquellas gentes: indultó á los com‐ prometidos en la pasada conspiracion: rebajó impuestos, perdonó deudas atrasadas, suprimió gabelas; remuneró largamente á los que se habian conducido bien en el motin de 23 de setiembre de 1701; confirió á muchos nobles napolitanos la grandeza de España, haciéndolos cubrir á su presencia; recibió cortés y afablemente á los legados de Roma, y á los que iban á besarle la mano y rendirle homenage á nombre de los principes y de las repúblicas de Italia; presentá – base con frecuencia y con cierta franca dignidad en los sitios y en las diversiones públicas; juró solemnemente los fueros y privilegios otorgados á aquel reino por sus antecesores; halagó al clero y al pue

(4) Journal du voyage d' Italie, de l'invincible et glorieux monarque Philippe V., roy d' Es

pagne et de Naples: par Antoine. Bulifon.

blo, obteniendo una bula de S. S. en que se declaraba á San Genaro patron de España como el apóstol Santiago; oía misa diariamente, y daba ejemplo de devocion y de piedad; en las fiestas públicas le ensalzaban y prodigaban alabanzas, y le consagraban multitud de honrosas inscripciones. Y sin embargo no cesaban de susurrarse tramas, ni dejaba de hablarse de conspiraciones, que probaban no ser del todo sinceras aquellas exteriores demostraciones de afecto; algunas personas fueron desterradas, y otras eran vigiladas por sospechosas (").

Deseaba ya Felipe V. pasar á Milan para ponerse al frente del ejército de Lombardía, donde los imperiales conducidos por el príncipe Eugenio hacian la guerra á españoles y franceses, á intento de arrebatar á Felipe la posesion del Milanesado. Habia tratado Eugenio de sorprender á Mantua y á Cremona, y aun

(1) Botta, Storia d'Italia.Dochez, Ojeada sobre los destinos de los Estados italianos de 4700 á 4765.-Belan 'o, Historia civil de de España, Part. II., c. 6 y 7.Rebelion de Nápoles en 4701: Archivo de Salazar, us. 56 y 65.

Entre los manuscritos de la Real Academia de la Historia se encuentra tambien copia en italia

Rey don Rodrigo..........
Ataulfo, primer ministro...
El obispo Oppas.........
Florinda, (a) la Cava........
Conde don Julian............
El general Tarif..............
Muza....

no de un bando puesto por los
conjurados à nombre de Carlo VI.
Re di Napoli; unos versos caste-
llanos felicitando al rey por la se-
paracion de Medinaceli, y una co-
media festiva y satirica, en tres
jornadas, titulida : La pérdida de
España renovada en Nápoles, cu-
yos papeles se distribuian de la
manera siguiente:

Duque de Medinaceli.
Príncipe Ottaiano.
Monseñor Noriega (el confesor).
La Giorgina.

Principe de Machia.

Don Carlos de Sangro (el que degollaron).
El príncipe de Caserta, etc.

que no logró su propósito, hizo prisionero al mariscal francés Villeroy, que fué reemplazado por el intrépido Vendôme. Un ejército de cincuenta mil franceses, enviado por Luis XIV., habia penetrado en Italia, obligado al príncipe imperial á levantar los sitios de Mantua y de Goito, y á concentrar sus fuerzas entre Mantua y el Pó. A apoderarse del pais que domina el Pó y á arrojar á los alemanes de Italia dirigía sus miras y sus movimientos el general francés. En tal estado salió Felipe de Nápoles (2 de junio, 1702); fué visitando las plazas y guarniciones españolas de la costa de Toscana, recibió felicitaciones de la república de Génova, y el 11 desembarcó en Finale, donde le esperaba el gobernador de Milan príncipe de Vaudemont con gran cortejo de damas y caballeros, y donde hizo multitud de mercedes de grandezas y títulos, y dió libertad á algunos oficiales alemanes prisioneros que le fueron presentados, diciéndoles: «ld >>al ejército imperial, y decid á mi primo el príncipe Eugenio que pronto me verá al frente de mis tro>>pas.>> Prosiguiendo su viage á Milan, salióle al encuentro cerca de Alejandría el nuncio de S. S., aquel mismo de quien dijimos en el primer capítulo que habia venido á España á tratar de la paz á nombre del pontífice, , y que habia encontrado á la reina en Monserrate. Alli acudierón tambien á saludarle los duques de Saboya, padres de su esposa la reina de España, y despues de mútuos agasajos y de algunas conferen

cias volviéronse aquellos á Turin, y el rey continuó su jornada á Milan, donde llegó el 18 (junio, 1702), é hizo su entrada á caballo, y recorrió las calles en medio de las mas vivas aclamacioces de los milaneses (1).

Todo era en Milan festejos y regocijos; mostrá'ronsele tan de corazon adictos aquellos naturales, que á diferencia de los catalanes, aragoneses y napolitanos, ni siquiera le indicaron que les jurára sus fueros; adhesion á que el rey correspondió tambien por su parte; pero las fiestas y agasajos no le impidieron pensar en los aprestos de guerra para salir á campaña, como lo verificó el 1.° de julio (1702), despues de dejar ordenadas las cosas del gobierno (2). En Cremona, donde se reunieron los generales y se celebró gran consejo, determinó el rey mandar en persona un cuerpo de treinta mil hombres, con el duque de Vendôme, y el conde de Aguilar, general de la caballería estrangera otro de veinte mil habia de mandar el príncipe de Vaudemont, con el marqués de Aytona, maestre de campo general; y distribuidas convenientemente las demas fuerzas, se puso en mar

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