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y alentado los proyectos del pretendiente al trono de Inglaterra (1).

Tan cierto era esto último, como que Alberoni habia enviado agentes á las córtes de Suecia y Rusia para ver de reconciliar á los dos soberanos Cárlos XII. y el czar Pedro I., que ambos tenian resentimientos con Inglaterra y querian restablecer en el trono de aquella nacion á Jacobo III., ofreciendo para ello la ayuda de España. Y tan adelante fué esta negociacion, que ademas de haber casado una hija del czar

(4) «Hallándonos empeñados con diversos tratados (comenzaba el Manifiesto) á mantener la neutralidad de Italia, y á defender á nuestro buen hermano el emperador de Alemania en la posesión de los reinos, provincias y derechos que gozaba en Europa, y deseando ardentísimamente establecer la paz y la tranquilidad de la cristiandad sobre los fundamentos mas justos y duraderos que nos fuesen posibles, hemos á este fin comunicado de cuando en cuando nuestros pensamientos y nuestras intenciones pacificas al rey de España por medio de sus ministros, y teniamos concebida la esperanza que habian de tener su aproba

cion.

»Y como el dicho rey de España tenia invadida con hostilidad y de una manera injusta la isla y reino de Sicilia, le hemos hecho proponer amigables representa ciones sobre este punto; mas haПlándonos obligados á mantener y esforzar nuestras instancias con un armamento naval, enviamos en el verano pasado nuestra flota al Mediterráneo, con una llana y sin

cera intencion de no servirnos de su presencia en aquel mar sino para sostener la negociacion de paz, á fin de reconciliar las partes que estaban en guerra, y prevenir con aquel medio las calamidades que deberian seguirse.....»

Continúa esponiendo, en el sentido que le convenia, los demas pasos dados con el rey don Felipe brindándole con la paz, la negativa de éste, las secas y desabridas respuestas dadas á sus embajadores, la confiscacion do los navíos ingleses decretada por el monarca español, atribuyéndole la violacion de los tratados de Utrecht y de Baden, etc., y concluye: «Por estos motivos, ponien»do nuestra mayor confianza en la ayuda de Dios Todopoderoso, »que conoce las intenciones bue

nas y pacíficas que siempre he» mos tenido, bemos juzgado apro»>pósito declararle la guerra al di»cho rey de España, y efectiva»mente la declaramos con las pre>>sentes..... etc.-Dada en nuestra >> córte de San James á los 27 de »diciembre de 1748, en el año »quinto de nuestro reinado.>>

con un hijo del pretendiente de Inglaterra, llegó á convenirse que entre ambas potencias aprestarian una armada de ciento cincuenta navíos de línea con treinta mil hombres mandados por el mismo Cárlos XII. de Suecia, la cual desembarcaria en Escocia, donde iria tambien la primera espedicion que aprontaria la España: y que para divertir las fuerzas del emperador, entraria el czar Pedro en Alemania con ciento cincuenta mil hombres, y España en su espedicion llevaria al rey Jacobo á Inglaterra, no saliendo de alli hasta dejarle sentado en el trono. Que después las fuerzas de los aliados pasarian á las costas de Bretaña en Francia para apoyar al rey Católico en su proyecto de derribar al duque de Orleans, y dar el gobierno de aquel reino á una persona que afianzára la corona en la cabeza de Luis XV., desvaneciendo los temores que todos tenian de perderle. Pero Alberoni, que tan reservado era en sus planes, tuvo la flaqueza de revelar la clave de estos al baron de Waclet, y éste lo descubrió todo á los enemigos de España (1).

Si de este modo intrigaba Alberoni contra Inglaterra, no se meneaba menos para derribar de la regencia de Francia al duque de Orleans; para lo cual no dejaba de brindarle el estado interior de aquel reino, y el gran número de descontentos del gobierno del regente que en él habia, entre ellos personas de

(1) Belando, Hist. Civil, P. IV. cap. 34.

tanto valer y tan elevada esfera como el mariscal de Villars, el de Uxelles, el duque y la duquesa del Maine, contándose tambien no escaso partido en favor de la regencia del monarca español. El mismo conde de San Simon, tan amigo del de Orleans, asegura que llegó á decirle: «Si el rey de España entrase desarmado en Francia, y confiándose nada mas que á la nacion, y pidiese la regencia para sí, confieso que á pesar del sincero afecto que os profeso me apartaria de vos con lágrimas en los ojos, y le reconoceria por legítimo regente. Y si yo que tanto os amo desde que existo pienso así, ¿qué podeis esperar de los demas (1)?>>

Sea de esta asercion lo que quiera, el de Orleans con su desarreglada conducta habia ido perdiendo todo el favor y todo el respeto que en los principios de su gobierno le habian grangeado su buen talento y sus maneras agradables, y culpábanle ya hasta de los males y desórdenes que no consistian en él. La duquesa del Maine entabló correspondencia con la reina de España por medio de nuestro embajador en París Cellamare. Seguiala tambien el famoso jesuita Tournemine con el padre Daubenton, confesor de Felipe, que era de su misma órden. Se halagó á los oficiales franceses ofreciéndoles ascensos para que se alistáran en las filas españolas, especialmente en Bre

(1) San Simon, Memorias, vol. VII.

taña, donde habia muchos descontentos. Y tanto creció la conspiracion, que se meditaba ya apoderarse de la persona del regente, y convocar los Estados generales para sancionar el nuevo gobierno, siendo el cardenal de Polignac uno de los que mas en esto trabajaban.

Pero las imprudencias de Cellamare fueron causa de que se recelára y de que llegára á denunciarse al regente una tan bien urdida conspiracion (). Fió la conduccion á España de unos pliegos importantes al jóven don Vicente Portocarrero, sobrino del cardenal, creyendo que llamaria menos la atencion que un correo ordinario. Mas sucedió que el dia que habia de partir el jóven, en union con su amigo Monteleon, hijo del embajador, uno de los secretarios de Cellamare tenia cita en la casa de una célebre muger de París, llamada la Tillon, famosa zurcidora de voluntades, y muy conocida del ministro Dubois: y como llegase tarde y se disculpase con haber estado despachando los pliegos que debian traer los dos jóvenes, apresuróse la Tillon á dar cuenta de ello á Dubois, el cual destacó inmediatamente emisarios que se apoderáran de los viajeros. Fueron estos sorprendidos en Poitiers, cogidos y sellados los papeles, y conducidos á París (8

(4) Atribúyese á este ministro falta de circunspeccion y de tacto en la eleccion de personas para la ejecucion de los proyectos, y cierto aire misterioso que mas excitaba que desvanecia la curiosidad y

la sospecha. Parece que en sus expediciones nocturnas se servia del carruage del marqués de Pompadour, haciendo de cochero el conde de Laval.

de diciembre, 1718); se los sometió á un consejo, y se publicó un relato de la conspiracion en carta circular á todos los ministros estrangeros ("). Portocarrero fué arrestado, y mandado después salir del reino.

Habia, en efecto, mediado larga correspondencia secreta entre los reyes y ministros de España y Francia. Felipe escribió algunas cartas á Luis XV., su sobrino (setiembre, 1718), advirtiéndole la poca consideracion del regente en ligarse con los enemigos de la corona de España. Habíase dirigido á los parlamentos, excitándolos á que convocáran los Estados generales como único remedio para impedir los males de la política del regente. Envió además un mensage á los tres Estados de Francia, quejándose amargamente del ilimitado poder del duque de Orleans, y de la injusticia de la cuadruple alianza: y los Estados le contestaron con un escrito que comenzaba: «Señor.-Todos >> los Ordenes del reino de Francia vienen á ponerse á >> los pies de V. M. para implorar su socorro en el es>>tado á que los reduce el presente gobierno. V. M. no >>ignora sus desdichas, pero no las conoce en toda su >estension. El respeto que profesan á la autoridad >real..... no les permite idear otro medio para salir >de ellas, sino por el de los socorros que de derecho >>esperan de la bondad de V. M.»-Y entre otros pár

(4) San Simon, Memorias, to- rios, tom. II.-Memorias de Staal mo VII.-San Felipe, Comenta- ó Anécdotas de la regencia.

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