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de Abril de 1814, las ha publicado, anunciando, desde lo alto de su trono, que tomaba las armas para restablecer la autoridad legítima en España. Pero la impunidad y aun los premios concedidos á los grandes delitos políticos desde 1814, y la apología de la rebeldía (asi que de todas sus consecuencias con respecto á los monarcas ), hecha este año mismo por los ministros de Inglaterra, han dejado una impresion mas fuerte que no las declaraciones y las palabras de los reyes. La capital de España ha ofrecido un ejemplo horroroso de esta verdad. Que Zayas haya mandado fusilar y acuchillar al pueblo de Madrid á 20 de mayo de 1823, es una cosa natural de parte de un revolucionario: Murat al frente de un ejército italiano, polaco y transrenano mas que frances, hizo otro tanto el dia 2 de mayo de 1808. Pero Zayas ha sido obedecido por unos españoles la mitad de los cuales tenian sus casas y haciendas en el pais ocupado por el ejército frances: la certeza de la impunidad ha hecho sola que pudiese hallar un número suficiente de hombres desalmados para asesinar á seis cientos ancianos, mugeres y niños. La misma seguridad en el crímen ha acompañado á esos monstruos á Sevilla, donde han cometido el horrible atentado que hace estremecer á toda la Europa.

Cuando Cromwel se apoderó de la persona de Cárlos I, mandaba á un ejército victorioso; cuando la convencion consumó su horrendo regicidio, acababa de vencer á todas las potencias del continente la convencion española rodeada de algunas gavillas de viles asesinos, solo ha cobrado alguna energía para el crímen por la impunidad proclamada en 1814 por los soberanos aliados.

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Es necesario pues subir á la política de Henrique IV, padre de nuestros reyes, y que por tanto tiempo fue el dechado

de la Europa, si, con la práctica de la pretendida filosofía moderna, no se quiere echar cada dia mas en olvido el sagrado caracter de la magestad real, y abandonar á los pueblos á todos los crímenes de las revoluciones у á sus desgracias.

CAPÍTULO XIV.

Sobre los primeros actos de la Regencia de España.

LA regencia de España ha sido instituida con toda la so

lemnidad que pueden prescribir las leyes políticas. Estando presos todos los individuos de la familia real, los dos grandes tribunales que ejercen su jurisdiccion en todo el reino y sus colonias han designado los miembros que debian componerla. S. A. R. el señor duque de Angulemá la ha reconocido en nombre del rey de Francia; todos los soberanos del continente han mandado á sus ministros cerca de ella; por fin la han reconocido los grandes y todas las ciudades y pueblos de España que no estan oprimidos bajo el yujo de los ejércitos revolucionarios. No se puede dar una autoridad mas legal puede esta, y debe ejercer toda la autoridad real durante el cautiverio de S. M. C.

Su acto primero ha sido el restablecimiento de todas las justicias y magistraturas, cuales existian cuando el rey perdió la libertad; confiando los empleos importantes á unos hombres que han manifestado la mayor fidelidad, zelo, y capacidad, antes y despues del cautiverio del rey. Ha tomado las providencias mas sabias para impedir que los enemigos públicos vuelvan á añudar sus tramas. Ha confiado la administracion general de la policía del reino á un sugeto venerado por sus virtudes y por la persecucion que

le acarreó su inalterable fidelidad. Los escritores liberales (49) han hablado de este decreto de la regencia y de la eleccion de aquel magistrado, como de una providencia que атепаzaba hacer mayores y mas crueles los males de la España, esto es, hacer mas cierta la destruccion de la faccion, y mantener el buen orden y la seguridad pública. Este decreto y esta eleccion no necesitan mas elogios.

La regencia se ha portado segun los consejos de M. Burke hacia los autores de los crímenes revolucionarios; mandando que aquellos que hayan contribuido á las desgracias del pueblo de Madrid, del 22 de mayo, serán perseguidos y juzgados segun las leyes este acto de la regencia hace ver que imitará al parlamento de Paris en la restriccion que puso á la amnistía de Henrique IV, con respecto á los hombres viles que habian asesinado á unos hombres indefensos; entregará en manos de la justicia á aquellos que usaron el puñal y el martillo sacrificando sus víctimas en las cárceles. Los hombres rectos y sabios que componen el gobierno de España, saben que la palabra reaccion no se conoció sino en un tiempo y en un pais, donde ya no habia recurso contra el crímen: y preservarán á la España de las venganzas particulares, vigilando á que los magistrados á quienes está confiada la vindicta pública, cumplan religiosamente con sus deberes.

Con restablecer los diezmos, ha hecho la regencia el mas bello elogio del pueblo español, cuyo espíritu conoce perfectamente. El diezmo seguirá en España llenando su triple destino, de adornar á los altares, de alimentar á los pobres y hacer los ministros de la religion independientes del erario público, Estas sabias disposiciones del gobierno harán que el labrador no se halle agoviado por el pago de esta prestacion en frutos, exonerándole de aquellas contri

buciones insólitas, en numerario, que las cortes le habian impuesto.

En fin, una determinacion de la regencia, igualmente grande, justa y política, reorganizando el sistema de hacienda en España, inutiliza para siempre el gran movil de las revoluciones. Desde la deliberacion de la cámara francesa de 1815, que pronunció el estrañamiento de los regicidas, no ha habido en Europa otro acto de legislacion en que se haya rendido un obsequio mas importante á los gobiernos legítimos, que el decreto de la regencia de España que anula la deuda contractada por las pretendidas cortes, reunidas á pesar de una proclama solemne del rey y por un acto de rebelion.

Ninguna familia hay en Europa que no deba el mayor agradecimiento á los estadistas que han dado este grande ejemplo. Ya se dejarán de ver los especuladores prestando sus caudales á unos hombres que no pueden pagarlos sino cometiendo los crímenes mas espantosos, derribando los tronos, y sujetando á los pueblos á la mas horrible tiranía. El tratado de paz mas grande que haya mentado la historia, es, á mi parecer, dice Montesquieu, el que hizo » Gelon con los Cartaginenses; exigiendo que aboliesen la » costumbre de inmolar víctimas humanas, estipulaba á favor » del género humano. La regencia de España haciendo tambien que no se sacrificara mas la sangre de los hombres á la codicia del oro, ha estipulado á favor del género

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humano.

Observaciones particulares sobre la pretendida validez de la deuda contraida por las Cortes.

Es de notar que han llenado el empréstito de las cortes unos capitalistas que por una obligacion de cien francos han dado trienta. De este modo han comprado por mil francos una renta que sobre los fondos de Francia les hubiera costado tres mil. Es lo mismo que si hubieran apostado tres contra uno que no se les pagaria: esta suerte, que ellos mismos han creido tan probable, es la que ha venido; ¿ de quien tienen que quejarse? ¿quien debe reembolsarles lo que han perdido á este juego? Por cierto que no será Fernando VII, ó la Regencia que le representa.

Si estos jugadores insistiesen para lograr tan estraña indemnidad, fuera obvia la contestacion de los fieles vasallos de Fernando VII: ¿Y que, ત que, podrian decirles, habeis suministrado dinero para pagar la rebelion de la isla de Leon , para sobornar al ejército, para remunerar á los carceleros del Rey y de su real familia, saciarle de ultrajes y encerrarle por fin en Cádiz; y pretendeis que os paguen el rey y la nacion española !!! Si los asentistas de la revolucion en la que habeis tomado acciones hubiesen logrado corromper al pueblo y hacer que hubiese degollado á sus sacerdotes en vez de seguir su doctrina, que se hubiese armado en Sevilla y en Vitoria en vez de salir al encuentro á su libertador, entonces hubierais podido esperar el ganar vuestra apuesta, y hubierais tenido cien francos por treinta pero no se han asesinado bastantes eclesiásticos; el martillo no ha herido á bastantes víctimas; el primer cañonazo ha ahuyentado á vuestros aliados carbonarios, liberales, radicales; ha sido una desgra cia para vosotros estamos en ello en ello, pero á buen seguro

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