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⚫ del pueblo. Estas juntas dieron á luz las proclamas mas enérgicas, y en todas partes era el grito de guerra por » nuestra santa Religion, nuestro Rey y la independencia de nuestra Patria....... La junta central de Sevilla adoptó este intento, y lo manifestó aun mas positiva» mente, dirigiéndose al pueblo con una proclama en que se espresa en estos términos: »¡ Españoles! todo os llama » á uniros, y á precaver tan atroces designios. No que» remos revolucion en España; nuestro único objeto es › defender lo mas sagrado que tenemos, contra aquel que, encubriéndose con el velo de una alianza, queria quitarnos nuestras Leyes, nuestro Monarca, y nuestra Religion. Españoles! vuestro pais, vuestras propieda» des, vuestras leyes, vuestra libertad, vuestro Rey, » vuestra Religion, vuestras esperanzas en otra mejor vida, que solo esta religion puede ofrecer á vosotros á » vuestros descendientes, todo eso está comprometido, y amenazado del mayor y mas inminente peligro.

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El obispo de Orense, prelado cuya virtud era el » ornamento de la Iglesia, se dirigia al pueblo en los propios términos, y producia el efecto mas eficaz. El era quien mas habia contribuido á excitar y dirigir la >> resistencia de los habitantes de Galicia en la parte de aquella provincia que dependia de su diocesis, y su » caracter, su influjo y su patriotismo eran tan conocidos, que se tuvo el mayor empeño en nombrarle miembro » de la Regencia.

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Los boletines del sitio de Zaragoza que se leen en el Monitor, corren perfectamente acordes con el autor ingles En ellos se atribuye al solo influjo de los eclesiásticos aquel valor mas que heroico de los habitantes de aquella ciudad, los cuales, en defecto de murallas, se defendieron, por

muchos meses, de casa en casa, causaron una pérdida inmensa al ejército del usurpador, y le enseñaron que nunca sujetaria un pueblo decidido á sacrificarse por su religion y sus antiguas leyes. Bonaparte se vengó con los frailes, los declaró prisioneros de guerra en todos los pueblos que llegó á dominar, y los envió á Francia á millares.

CAPÍTULO II.

De la opinion de la Nacion Española sobre la revolucion desde la reunion de las Cortes de Cadiz hasta el regreso de FERNANDO VII á España.

EN 1812, mientras que los frailes excitaban al pueblo

>> contra los Franceses, declarándolos hereges, las Cortes destruian á los frailes y los frailes y el pueblo callaban. «<

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He citado en mi discurso esta frase del compañero del conde de Toreno otro de los miembros de las Cortes de Cadiz. Asi es que las Cortes y Bonaparte tratan al mismo tiempo, á unos mismos hombres, como á enemigos; insultan á los frailes y al pueblo en quienes reconocen los mismos sentimientos. ¿Cuales son pues estos nuevos tiranos de España? Esto es lo que conviene esplicar.

Asi como en el siglo décimo sesto algunos sectarios de Lutero lograron hacer ardientes prosélitos en los pueblos de Europa mas adictos á la fe católica, y formar en medio de estos pueblos partidos acérrimos, y por consiguiente muy temibles y poderosos; del mismo modo la filosofía de Rousseau У de Diderot penetró en España despues de su funesto tratado de alianza con la Francia, tratado que estableció relaciones

continuas entre los dos paises: y asi como en el siglo décimo. sesto las novedades traidas de Alemania á Francia pervertieron primeramente á los jóvenes que frecuentaban la universidad de Paris, del mismo modo tambien la filosofía francesa cundió en la universidad de Salamanca y demas de España; los libros de aquellos filósofos se esparcieron y fueron leidos con afan en toda la península (3). Estos nuevos sectarios del materialismo, ya no se hallaron dispuestos á renunciar á las delicias de la vida para morir, como los habitantes de Zaragoza al rededor de sus iglesias. Se escapaban los que podian á las provincias que no eran todavía el teatro de la guerra; la colonia filosófica reunida de todos los puntos de España se halló de este modo empujada hasta la península inespugnable de Cadiz. Allá incorporada con los Americanos y estrangeros de varias naciones que abundaban en aquel pueblo, se halló con fuerzas mayores; mientras que los cristianos viejos de España combatian heroicamente por su altar y sus hogares, los discípulos de Rousseau disertaban sobre el contrato social, y últimamente proclamaron toda su doctrina bajo el título de Constitucion española.

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El escritor ingles, ya citado, confirma lo que yo he dicho en la tribuna * Que unos hombres sin mision habian compuesto en Cadiz la constitucion republicana de 1812,

« Estando ocupada casi toda la España por las tropas de Napoleon, cuando se formaron las Cortes estraordinarias, fueron pocos los vocales nombrados como les correspondia » serlo por las ciudades y provincias de la antigua España, › que se suponian representadas por ellos. Entre los vocales » que ocupaban los bancos como diputados de las colonias, » eran aun ́menos los que hubiesen sido nombrados por un

* Discurso de M. Clausel de Coussergues, pronunciado á 31 de Diciembre de 1822, p. 54.

» cuerpo de electores constituidos regularmente. Se hallaban » á la sazon en Cadiz muchísimos sugetos que la guerra « habia obligado á salir de las provincias. La situacion de » los negocios tambien habia reunido muchos negociantes » de la América meridional, naturales ó no de aquellas » tierras. Se encontraron pues fácilmente hombres que de un » modo ú otro pertenecian á los varios reinos, ciudades, villas » y provincias de España, del antiguo y del nuevo mundo. » Estos fueron hechos sus representantes ostensibles ».

Cuando los verdaderos españoles, aquellos que habian defendido sus hogares en vez de huir á Cadiz, hubieron hechado á José Bonaparte de Madrid, y sucesivamente de toda la península, los filósofos de Cadiz salieron de su guarida con su obra constitucional, y trataron de poner á su patria bajo su dominio. Sobre este particular dejaremos hablar á los sesenta y nueve diputados de las provincias de España que dirigieron sus famosas representaciones, redigidas principalmente por el Marques de Mataflorida, á FERNANDO VII, cuando llegó á Valencia : Rompióse la

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» barrera que separaba á Cadiz de las provincias, y en el lenguage de los que salian de aquella, y de las órdenes » que se les comunicaban, (sin dejar otro arbitrio que la ciega obediencia ó el castigo), principiamos á notar un enigma no fácil de entender sin entrar en el arcano de sus » autores. Hablábase de nuevo sistema, y de una transfor» macion general hasta en los nombres, que nunca habian influido en la sustancia, y que no concordaban con el definido. Un grupo de leyes hechas sin examen, sin con

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»sultar el interes y costumbres del pueblo para quien se hacian, y las mas respirando la propia táctica francesa que > tanto odio les habia causado, fue lo primero que se presentó á la vista. Vimos emigrados y espatriados los obispos, como en las mas amargas persecuciones de la

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Iglesia, con pretestos que no sabemos disculpar; vimos los regularesvirtualmente estinguidos, lo que habia sido uno de >> los primeros cuidados de Napoleon; vimos abandonado el » cuidado de los ejércitos cuando mas se necesitaba la fuerza » para acabar de lanzar al enemigo, y poner una barrera > impenetrable sobre los Pirineos: vimos que hasta el sistema » de hacienda se habia desconcertado y hecho odioso, » cuando mas se necesitaba de auxilios; y en fin nuestros ojos cansados de llorar desgracias, vieron que aun no » habian acabado este oficio.

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Principiamos á leer los trabajos de las Cortes de Cadiz, y el origen que habian tenido, y observamos que, olvidado el decreto de la Junta central *, y las leyes, fueros y >> costumbres de España, los mas de los que se decian » representantes de las provincias, habian asistido al congreso » sin poder especial ni general de ellas; por consiguiente >> no habian merecido la confianza del pueblo en cuyo nombre hablaban ».

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El escritor ingles confirma cuanto dicen los sesenta y nueve diputados españoles **.

» Cuando las Cortes de Cadiz empezaron á hacer una « constitucion, en la que desde luego se reconoció una » tendencia democrática, y una grande semejanza con la > constitucion francesa de 1791. La oposicion, el descon>> tento y la desunion empezaron á manifestarse por toda España.

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Aquellos mismos que mas habian contribuido á excitar » y mantener la resistencia á los Franceses, abandonaron la >> causa, cuando advirtieron que el gobierno obraba con >> tanto desprecio del objeto popular de la guerra. El obispo de Orense se retiró de la regencia, cuando vió que ya no

* Hablaremos mas adelante de este decreto de la Junta central, ** Pág. 56 y 573.

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