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dueño de una gran parte del territorio, hubo de retirarse por absoluta falta de subsistencias, se vieron libres los portugueses, y satisfechos los ingleses del éxito de la campaña, en mal hora emprendida por la España, la que no solo sufrió este revés en Portugal, sino que en Ultramar perdia á Cuba y Manila, si bien tomando en desquite la colonia del Sacramento, devolviéndose despues las dos naciones recíprocamente cada cual lo suyo, en virtud del tratado de paz firmado y ratificado en Fontaineblau el 10 de febrero de 1763.

Los sucesos anteriores á la paz de Fontaineblau debieron manifestar al buen juicio y prudencia de Cárlos III, y á la de varios hombres de Estado muy distinguidos, que cuentan los anales de este reinado, singularmente al conde de Floridablanca, quien subió al ministerio algunos años despues de verificada la paz de Fontaineblau, que las verdaderas conveniencias de España se hallaban mas bien promoviendo sus intereses en el interior del reino que en las aventuras guerreras, á que la arrastraban otras potencias, particularmente en las que la habia lanzado, y lanzaria á menudo la rivalidad permanente, y casi nunca interrumpida, de la Inglaterra y la Francia, sobre todo desde que el pacto de familia habia ligado su suerte á la de la nacion vecina. Convencidos de esta verdad los hombres de estado que dirigian los negocios públicos, limitáronse en una larga época á fomentar y promover el bien público en el interior del reino, presenciando como meros espectadores la

gran peripecia política que en el Norte de la Europa se actuaba, invadiendo y partiendo el antiguo reino de Polonia entre la Rusia, Prusia y Austria, alterando en cierto modo por esta particion del territorio polaco el anterior equilibrio europeo.

Ojalá que Cárlos III hubiese conservado tan prudente reserva en otros sucesos que ocurrieron mas tarde, contentándose con sostener en el nuevo mundo la importancia del pabellon español, afianzando con ella la seguridad de sus posesiones ultramarinas, para lo cual tenia sobrados medios. Mas no la guardó por cierto en un asunto importantísimo, y tanto, que puede decirse que él fué la clave del trastorno del mundo, que la revolucion de Francia consumó unos años despues. Hablo del gran suceso de la emancipacion de las antiguas colonias inglesas en el Norte América, convertidas en aquella época, despues de grandes esfuerzos, en paises independientes llamados de la Union Americana, ó Estados Unidos de la América. Ojalá, repito, que Cárlos III hubiese conservado en esta cuestion una neutralidad siempre armada, ostentando su fuerza que tenia muy efectiva,

pero

sin hacer uso material de ella; mas no lo hizo así, lanzándose en las peligrosas consecuencias de la indiscretísima proteccion dada por la Francia á los insurgentes Estados de la Union, para que triunfasen de su metrópoli. Natural y aun justo era que provocada por tan inmerecida agresion de la Francia, la Inglaterra se mostrase quejosa y resentida, y tomara desquite, persiguiendo y apresando,

sin haber precedido declaracion de guerra, las naves francesas donde quiera que las encontrase. Rotas ya de hecho las hostilidades entre Inglaterra y Francia, esta potencia reclamaba naturalmente la cooperacion de la España al tenor del derecho que la daba el pacto de familia. Uníase ademas la irresistible tentacion de Cárlos III de aprovechar esta coyuntura, que parecia favorable, de reconquistar á Mahon que se hallaba en poder de los ingleses, y lanzarlos de Gibraltar, cuya posesion era en verdad una humillacion permanente para Castilla. Mas no obstante, tal debia ser el convencimiento que el gobierno español tenia de los inconvenientes de un sistema guerrero, que se ofreció mediador entre Inglaterra y Francia. Pero mientras se seguian estas negociaciones, sea el acaloramiento que en la Inglaterra excitaba la guerra de sus colonias ya emancipadas, sea la exaltacion que hubo de causarle la indiscretísima proteccion que las prestara la Francia, los tratos de mediacion fueron inútiles; y las faltas graves y graves y demasías que los ingleses cometieron contra el pabellon español, invadiendo ademas algunas posesiones nuestras de Ultramar, produjeron un rompimiento, y la España mandó retirar de Lóndres á su embajador, y publicar un manifiesto para justificar su conducta.

Aprestáronse fuerzas marítimas combinadas con las de Francia en número de 52 navíos de línea, muchas fragatas, y no pocos buques menores de guerra, decididas ambas naciones á un desembarco

en Inglaterra para obligarla á pedir la paz; pero estos proyectos gigantescos que no pasaron del bloqueo de Plimouth, no fueron coronados de éxito, teniendo las escuadras combinadas que abandonar su empresa no muy bien paradas. Mas afortunadas fueron las armas españolas en América donde obtuvieron ventajas notables sobre los ingleses, reuniendo á los dominios españoles extensas posesiones sobre el Misisipi. Ya empeñada la guerra, no podia dejar Cárlos III de dirijir sus mas empeñados esfuerzos á su objeto principal de Gibraltar y Mahon; pero varia la suerte de las armas, tan inútiles fueron todos los grandes medios empleados dos veces para tomar á Gibraltar, como coronados de éxito completo los dirijidos á reconquistar á Mahon, que se rindió á las armas españolas al mando del Duque de Crillon despues de una gloriosa defensa hecha por los ingleses en el fuerte de San Felipe, donde entregaron las armas tomando posesion de la isla los españoles en 1782.

La paz de Versalles en 20 de enero de 1783 puso término á tan larga y sangrienta guerra, asegurándose en ella para España, Menorca y las Floridas, restituyéndose recíprocamente las partes beligerantes lo demas que durante la lucha habia perdido cada una; y no habria sido imposible recuperar á Gibraltar, si hubiesen sido mejor conducidas las negociaciones, haciendo algun sacrificio que hubiera tenido harta compensacion con la readquisicion de tan importante punto. Rusia y Austria en esta ocasion prestaron una mediacion oficiosa poco necesaria,

pues la paz se hizo fácil, ya por el cansancio general de tan continuada contienda, ya por la variacion ministerial en Inglaterra, reemplazando el sistema pacifico del tory marques de Buckingham al del guerrero del whig Pitt. Esta paz que se generalizó hasta Constantinopla, y que fué acojida con gran contento y alegría de España, no fué interrumpida hasta la muerte del gran Rey Cárlos III, acaecida en diciembre de 1788, dejando en nuestra historia claro y eterno renombre, y á la nacion colocada ante la Europa en la respetable situacion de un pais poderoso, libre é independiente, con un tesoro público sino floreciente, bastante á cubrir sus necesidades, sobre todo poseyendo las ricas minas de Méjico y del Perú, con un ejército lleno de recuerdos de gloria, y con 76 navíos de linea, 51 fragatas, y 167 buques menores, ó sean 294 buques de guerra en el mar.

Tal era la situacion de España al concluir el año de 1788, sucediendo al Rey Cárlos III su hijo mayor Cárlos IV.

Apenas muerto aquel monarca, se reunieron las Córtes para jurar como Príncipe de Asturias, heredero á la corona, al Señor D. Fernando VII, hijo mayor del nuevo soberano; y en ellas se verificó, en uso del derecho incontestable del Rey con el Reino, congregado de una manera tan solemne, como resulta de sus actas, la revocacion del auto acordado

de mayo de 1713 que varió la antigua ley de Partida sobre sucesion á la corona, restituyendo á la ley

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