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caractéres fundidos expresamente en Leipzig, que han costado 8,000 francos. Estos caractéres se hallan tan hábilmente imitados, que parecen tomados del original por medio del dibujo.

IDEAS GENERALES SOBRE EL ORIGEN Y DESARROLLO DE LA IMPRENTA.

Al Sr. D. Carlos Maria de Castro...

I.

La imprenta ha llegado á ser uno de los más poderosos elementos de la civilizacion moderna. Ningun descubrimiento ha causado una revolucion tan profunda, tan importante, porque ninguno ha comunicado tanta actividad, ni dado tanto estímulo á la inteligencia del hombre. La imprenta ha cambiado el carácter de las nuevas sociedades, ha introducido en ellas multitud de elementos históricos que dan á nuestra civilizacion una fisonomía particular; ha sido quizá la principal causa del progreso de todas las ciencias, de todas las artes, y ha levantado el espíritu humano á las más altas regiones del pensamiento, emancipándole de las trabas con que le sujetaban los abusos del principio de autoridad, y los recelos de una implacable supersticion. Y así como no hay ciencia que no deba á la imprenta sus grandes progresos, así tambien no hay clase en la sociedad que no le sea deudora de su emancipacion.

Desde que la imprenta apareció, todos los privilegios quedaron heridos de muerte, todas las malas causas temblaron ante aquel nuevo poder que se levantaba ya formidable, porque comprendieron, que desde aquel momento, debian sostener una lucha encarnizada, sin tregua, con los principios del derecho y de la justicia, y estos en la historia del mundo, siempre, tarde á temprano, han salido vencedores. Así, al derecho divino de los reyes, la imprenta sustituyó el voto de los pueblos; á los privilegios feudales que ultrajaban la dignidad del hombre, el principio de la igualdad ante la ley; á los recelos del fanatismo, á las crueldades de aquellos tribunales que encendian hogueras para reducir á cenizas los sectarios de otra religion, la imprenta ha sustituido el respeto á la conciencia humana, y á lanopro biosa esclavitud del antiguo siervo, cuya vida pertenecia de derecho á su señor y cuyo trabajo no encontraba jámás una digna recompensa, la imprenta ha sustituido el respeto á la personalidad humana y los derechos individuales. La revolucion ha sido profunda, trascendental como ninguna. Todo ha variado, pero la variacion aqui ha sido el progreso, ha sido la destruccion de un abuso y el triunfo de una verdad.

**Así debia ser para que los resultados correspondiesen á la grandeza del descubrimiento. Y hénos aquí ya al principio de la materia, que es el objeto de nuestro propósito. Queremos, no dar á conocer la importancia de la imprenta, ni las trasformaciones que ha obrado en nuestra moderna civilizacion, sino reseñar el origen de este arte, exponer las circunstancias que concurrieron á su descubrimiento, y seguirle después, paso a paso, en las variaciones que ha sufrido y en las mejoras que ha expérimentado. La materia no es nueva: ha sido tratada por muchos y aventajados talentos, y nosotros, que carecemos de él, no podrémos decir nada

Varios procedimientos se emplearon en un principio para la fabricacion del papel de algodon; y á pesar de que por la abundancia de la primera materia de que se compone se esperaban grandes ventajas para lo porvenir, pasó, no obstante, algun tiempo sin que se hallase medio de hacerlo apto para la escritura.

Bien pronto el éxito más lisongero coronó el empeño con que se habian dedicado á facilitar este trabajo. Multitud de operarios se ocuparon en las máquinas llamadas de mano que fueron las primeras que se usaron, cuyos resultados, aunque lentos, eran inmensamente mayores que los obtenidos de las hojas y corteza de los árboles.

El procedimiento que se empleaba, consistia en colocar en una especie de cuba grande, una cantidad de trapos mojados anteriormente, y dejados en el pudridero por quince ó veinte dias. Estos trapos eran golpeados en las cubas con unos batanes, procurando que les entrara continuamente un chorro de agua, para que de este modo saliera por su fondo una parte de la suciedad que tuviesen. Despues, con el fin de purificarlos más, los pasaban á otra cuba en donde habia una clase de batanes, que á la vez que los golpeaban, los trituraban perfectamente hasta formar una masa que ponian en otra vasija grande: aquí se agitaba con agua caliente, y despues, colocando esta pasta en moldes á propósito, se prensaba muy bien, y se formaba el pliego á que se daba un poco de cloruro para que quedara más blanco.

Sobre este papel se escribia ya con bastante facilidad, siendo los gastos de su confeccion mucho menores que los del anterior. Los instrumentos de que en esta época se servian para la escritura, eran unos juncos que se criaban en ciertos puntos de Egipto, huecos por dentro y muy ligos por fuera. Estos juncos los prepaban para darles mayor consistencia, enterrándolos por espacio de algunos dias en un monton de estiércol; y cortándolos despues como nuestras plumas, escribian con la facilidad y prontitud que lo hacemos hoy.

Los romanos usaron tambien en un principio de las planchas de metal y de madera para la escritura, y su uso lo conservaron hasta el siglo xiv. De él nos habla el poeta Chaucer en su Cuento del Sumpner, cuando nos dice que anotaban sobre dos hojas de marfil pulido, los nombres de sus muchos bienhechores. Más recientemente hallamos que, á fines de la Edad media, escribian algunos jóvenes en tablitas cuadradas unidas con un alambre por uno de sus lados en forma de libro; y las cuentas de gastos de Felipe el Hermoso, se conservan en la biblioteca de San Víctor en París, escritas en tablitas enceradas.

Tambien usaron los romanos de las hojas de los árboles, que aun hoy se emplean en varios puntos del Oriente: despues las sustituyeron por la corteza interior del árbol de la lima, á que llamaban liber, y de aqui nuestra palabra libro. Todos estos medios, lo mismo que el libri lintei, empleado por ser de lienzo para aquellos escritos cuya larga duracion se deseaba, cayeron así en completo desuso con el invento del papel de algodon de que ya hemos hablado, 2;

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Menos costoso este, y más pronta su fabricación, se establecieron en todas partes multitud de fábricas que sucesivamente se fueron perfeccionando.

Dos eran los mayores inconvenientes que habia en estas máquinas: los muchos brazos que se necesitaban para formar esa pasta de que se hacia el papel y la poca consistencia de este; resultando de lo primero, ser necesario un gran número de obreros para convertir en masa aquellos trapos á fuerza de golpes, y además un gasto considerable de dinero y tiempo para las demás operaciones de cortar el papel, secarlo, doblarlo, etc.; y de lo segundo, que siendo de muy poca duracion y

nada compacta, la tinta se corria al fijarse en él y las letras aparecian casi completamente borradas.

Este último inconveniente se salvó en el siglo x con el descubrimiento del papel de hilo, que satisfizo todas las necesidades de la escritura, por lo compacto, por su duracion y flexibilidad. No tenemos datos fijos acerca de la época y del país en que se inventó. Créese, sin embargo, que á principios del siglo xm se conoció ya en España, puesto que en 1238 encontramos en Valencia un escrito en papel de hilo. Las demás naciones nos han disputado la prioridad de este descubrimiento; péro no existiendo en ninguna escritos anteriores á esta fecha, puesto que en Francia aparecen los primeros en 1270, en Alemania en 1312 y en Inglaterra en 1320, nos atrevemos á conceder á nuestra patria la gloria de esta invencion.

Dos inconvenientes decíamos que presentaban las máquinas de mano para la elaboracion del papel; el ser los trapos de algodon y lo costoso de su fabricacion. El primero desapareció con el uso de los trapos de hilo, y el segundo desapareció tambien en Esona á fines del siglo pasado, sustituyendo á la fuerza de brazos el sistema mecánico.

Consiste este procedimiento en remojar los trapos en legía, y pasarlos después á una gran pila con varios departamentos, que tienen en cada uno diversas clases de cilindros provistos de paletas de acero, y movidos todos por la fuerza del agua. Estos cilindros están colocados de tal manera, que sus paletas forman una especie de tijeras; y pasando por entre ellas los trapos ya remojados, los cortan y desmenuzan completamente. Pasan estos después á otra pila destinada á dejarlos en pedacitos aun más pequeños, por el mayor número de paletas que tienen sus cilindros, y cuando en esta se han triturado perfectamente y lavado por el agua y legía que les entra sin cesar, queda formada una masa compacta que se coloca después en unas cubas que están en contínuo movimiento. Aquí la masa queda purificada de la parte mugrienta que le quedaba, y pasa á un rodillo provisto de dos telas metálicas sobrepuestas, las cuales, cogiendo dentro una parte de esta masa, la prensan muy bien y le dan gran consistencia. Esta operacion se repite en otros muchos aparatos destinados al mismo efecto, y concluyen por prensarla tanto, que queda formado un cuerpo tan delgado y tan compacto como es el papel, al cual para dar blancura ponen, durante estas operaciones, un poco de cloruro que se mezcla con la masa en una pila á propósito. La misma máquina que da movimiento para hacer todo esto, corta tambien el papel, forma la resma y lo deja en disposicion de que pase ya á manos del comprador, siguiéndose de todo esto un ahorro considerable de gastos y de tiempo, y sobre todo, de aquel crecido número de hombres que antes eran necesarios, unos para cortar el pliego, otros para doblarlo, otros para formar las resmas, etc.),

El uso de estas máquinas se hizo bien pronto general, y hoy la fabricacion del papel es tan fácil, y tan cortos los gastos que en ella se invierten, que en todas las naciones este importante artículo, además de reunir todas las condiciones que pueden descarse, se vende á un precio que por infimo admira, mucho más á los que, como nosotros, estamos acostumbrados á comprarlo bastante malo para ser tan 414

caro..

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Hemos visto, al reseñar brevemente la historia del papel, el perfeccionamiento á que este ha llegado en nuestros dias. Tenemos ahora, siguiendo nuestro propósito,

BIBLIOGRÁFICO ESPAÑOL,

POR

D. MANUEL FERNANDEZ HIDALGO.

TOMO VIII.

1867.

;

MADRID.

IMPRENTA DE J. LIMIA Y G. UROSA.

Calle de Embajadores, núm. 47.

1868.

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