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HISTORIA GENERAL

DE ESPAÑA

DESDE LOS TIEMPOS PRIMITIVOS HASTA LA MUERTE DE FERNANDO VII

POR

DON MODESTO LAFUENTE

CONTINUADA DESDE DICHA EPOCA HASTA NUESTROS DIAS POR

DON JUAN VALERA

CON LA COLABORACIÓN DE D. ANDRÉS BORREGO Y D. ANTONIO PIRALA

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HARVARD

CARLLEGE LIBRARY

SEP. S 1913

CAMBRIDGE, MASS,

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LIBRO CUARTO

DOMINACIÓN GODA (1)

CAPÍTULO PRIMERO

DESDE ATAULFO HASTA EURICO.-DE 414 Á 466

Procedencia de las tribus bárbaras que se apoderaron de nuestro suelo.-De los alanos.De los vándalos.-De los suevos.-De los godos.-Primeros reyes godos que vinieron á España.-Ataulfo.-Sigerico.-Walia.-Combate Walia á los vándalos y alanos, y los vence.-Cédele Honorio la Segunda Aquitania, y fija su corte en Tolosa.-Teodoredo.-Guerras entre los vándalos y los suevos de Galicia.-Correrías destructoras de los vándalos.-Trasmigran á Africa y fundan allí un reino.-Conquistas de los suevos en Galicia.-Rechiario, primer rey suevo cristiano.-Guerras de los godos con los romanos en la Galia.-Sitios de Arlés y Narbona.-Triunfo de Teodoredo.Paz con Aecio.-Famosa irrupción de los hunos.-Atila. - Célebre batalla de los campos Catalaunicos.-Atila es vencido.-Muere Teodoredo en la batalla.-Proclamación de Torismundo.-Breve reinado de este godo.-Sucédele Teodorico.-Derrota á los suevos de Galicia.-Saqueo de Braga y de Astorga.-Confusión y desorden en el imperio romano.-Extensión que adquiere el reino gótico en las Galias.— Muerte de Teodorico.

Cuando se derriba y desmorona un viejo edificio para reconstruirlo sobre nuevos cimientos y darle una nueva planta y forma, sin dejar de aprovechar los materiales útiles del que se destruye, mézclanse en el principio y se revuelven los antiguos y los nuevos elementos, hasta que la mano

(1) Comprendemos, como observará el lector, este período en la edad antigua. Ni se ha fijado bien ni es fácil determinar con exactitud el principio, el término, la duración precisa de la edad media. Algunos abarcan bajo esta dominación el espacio de cerca de diez siglos que medió entre la destrucción del imperio romano en Occidente hasta la destrucción del mismo en Oriente. Otros hacen comenzar la edad media en la época de la grande irrupción de las naciones germánicas, esto es, en 406. Otros la difieren hasta la ocupación de Roma por Odoacro. La misma variedad en cuanto á su terminación; fijándola unos en el descubrimiento del Nuevo Mundo, otros en la reforma de Lutero, otros en la toma de Constantinopla, etc. Suelen los franceses en sentido estricto contar su edad media desde el reinado de Carlomagno. En España creemos estar en un caso excepcional respecto á las demás naciones de Europa en este punto. Pues aunque aquí como en las demás partes iniciaron los hombres del Norte una edad nueva, su completa desaparición en el principio del siglo VIII nos hace mirar aquel período como una época de transición, y la verdadera y rigurosa edad media comprende desde la irrupción de los árabes hasta su completa expulsión, ó sea, si se quiere, hasta el fin del reinado de los Reyes Católicos y principio del de Carlos V. Por eso, y por no poder constituir la dominación de los godos una edad aparte por sí sola, hemos creído deber incorporarle con 'más razón á la edad antigua que á la edad media. Permítasenos la frase que vamos á usar. La dominación goda fué para España al mismo tiempo el apéndice de la edad antigua, y el prólogo de la edad media.

hábil del artífice va dando á cada uno la conveniente colocación y asentándolos en el lugar que á cada cual corresponde, según el plan que lleva ideado en su mente. Así al irse desmoronando el antiguo imperio romano, mézclanse y se revuelven confundidos sus fragmentos con los nuevos materiales que han de entrar en la reconstrucción del edificio social. Los hemos vistos, y aun los veremos más, unirse, separarse, descomponerse, luchar entre sí, sin que se sepa todavía, aunque algo se deje traslucir, cuál sea el elemento que ha de dominar sobre los otros; hasta que esa ley secreta y providencial que rige las sociedades y las lleva al través de las revueltas y de las convulsiones al fin á que están destinadas por el que gobierna el universo, vaya dando á cada cual la conveniente colocación con arreglo al plan que ha sido trazado por el grande artífice.

Multitud de tribus bárbaras han invadido el imperio y se han desparramado por sus regiones, y aun no ha acabado el Septentrión de brotar hordas salvajes. Algunas de ellas han franqueado la barrera de los Pirineos y lanzádose sobre España. Se han repartido entre sí sus provincias. España ni es ya romana, ni ha dejado todavía de serlo: ni es vándala, ni alana, ni sueva, ni goda. Cada uno de estos pueblos ocupa una parte de la Península. Pero ¿cuáles son sus respectivos límites? Ni los puede fijar el historiador, ni lo saben ellos mismos. Su índole es la movilidad; conquistan, saquean, y emigran á otra parte; su patria es el territorio que poseen. Pelean entre sí y con los antiguos poseedores, hacen alianzas y las deshacen, se ayudan y se hostilizan según se lo aconseja el interés del momento. Es un estado de fermentación social. Y la misma confusión que agita al mundo en lo material y físico, reina en los principios políticos y religiosos. Las naciones marchan lentamente hacia su fin al través de este caos; esta confusión ha de traer un orden nuevo al mundo, y de aquí ha de nacer para España. una monarquía propia que hasta ahora no ha tenido. Para apreciar debidamente la revolución que va á obrarse, menester es que digamos algo de la procedencia y carácter de los nuevos invasores.

Ya no se duda que el movimiento de emigración de esas grandes masas de hombres que inundaron el Norte de Europa para desde allí derramarse por Mediodía y Occidente, partió del Asia, cuna y semillero del género humano. Tiempo hacía que estas masas de tribus bárbaras, empujadas por otras que sucesivamente iban emigrando del Asia superior, de la Escitia ó Tartaria, vivían en las heladas regiones de la Escandinavia ó Suecia, de la Dinamarca, de la Rusia y de la Germania, difundidas y como escalonadas desde la extremidad septentrional de Europa hasta las fronteras del imperio romano. La Providencia parecía haberlas colocado allí como queriendo tenerlas dispuestas para la misión que un día había de encomendarlas. La superabundancia de población, unida á la esterilidad de aquellos helados y rigorosos climas, les hacía apetecer y buscar un sol más claro y un suelo más fecundo. Tribus nómadas y guerreras, obligaban á los pueblos vecinos á cederles su territorio, y los más fuertes lanzaban á los otros de las comarcas que ocupaban, ó los forzaban á sometérseles; y los más inmediatos al imperio romano, ya empujados por los pueblos que tenían á su espalda, ya envidiosos de la fertilidad y dulzura del país meridional que delante tenían, se arrojaban á invadir las vecinas provincias

del imperio. Las márgenes del Danubio eran como la línea divisoria entre la barbarie y la civilización. Rota una vez ésta, comenzó la pelea entre los hombres de la nueva sociedad destinada á reemplazarla, ó por lo menos á refundirla.

Mientras los romanos conservaron un resto de su antiguo valor, mientras se pudo mantener en sus ejércitos la disciplina, y mientras estuvieron al frente del imperio hombres como Marco Aurelio, Constantino y Teodosio, los bárbaros, aunque repitieron las incursiones, aunque su vigor, su ferocidad y su paciencia los hacía á propósito para la guerra y los combates, no pudieron todavía fijarse definitivamente en las provincias romanas. Lo que hicieron los godos, primeros invasores y como vanguardia de los pueblos bárbaros, fué ir debilitando en lo material un imperio que la corrupción interior iba también moralmente corroyendo, al propio tiempo que ellos se dejaban ganar insensiblemente á la civilización, hasta el punto que había de convenir para la misión que estaban llamados á desempeñar. Mas cuando el imperio dejó de estar sostenido por manos vigorosas y robustas, cuando la molicie y relajación le tenían enervado, entonces, á fines del IV y principios del v siglo de la era cristiana, de todas las regiones del Norte casi simultáneamente, y como movidos por un misterioso impulso y por un agente secreto, cayeron sobre el antiguo mundo romano con impetuosidad irresistible aquellos enjambres numerosos de alanos, de suevos, de marcomanos, de hérulos, de hunos, de godos, de gépidos, de borgoñones, de vándalos, de alemanes, y de otra multitud de razas indo-escitas y germanas; que fué uno de los más grandes acaecimientos, acaso el mayor y más portentoso que se cuenta en los anales de la humanidad. De aquellos pueblos, mientras los godos al mando de Alarico saqueaban la capital del antiguo mundo, venían á España, después de haber devastado las Galias, los suevos, los vándalos y los alanos.

Los alanos, pueblo de raza escítica, habían habitado al principio entre el Ponto Euxino y el mar Caspio. Luego extendieron sus conquistas desde el Volga hasta el Tanais, y penetraron por un lado hasta la Siberia y por otro hasta Persia y la India. Invadido su país por los hunos, procedentes de las fronteras de la China, una parte de ellos se refugió á las montañas del Cáucaso, donde conservó su independencia y su nombre: otra parte avanzó hasta el Báltico, donde se asoció á las tribus septentrionales de Alemania, con los suevos, los vándalos y los borgoñones, contra los godos. Tan agrestes y feroces como amantes de la libertad, la guerra, el pillaje y la destrucción eran sus placeres. Todo el objeto de su culto un sable clavado en la tierra; su fuerza militar, como la de todos los pueblos bárbaros, consistía en la caballería, y adornaban los caparazones de sus caballos con los cráneos de sus enemigos. Entre las hordas bárbaras que inundaron el mundo civilizado, los alanos se mostraron de los más sanguinarios y crueles. Tal era la tribu que se había apoderado de la Lusitania.

Los vándalos, que se cree pertenecían á las razas puramente germánicas, habían habitado todo lo largo de la costa septentrional desde la embocadura del Vístula hasta el Elba. Habían hecho ya algunas invasiones en el imperio, y también habían peleado contra los godos. En la última irrupción venían de la Panonia. Su amor á la independencia era igual al de

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