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PUENTE ÁRABE DE RONDA (COPIA DIRECTA DE UNA FOTOGRAFÍA)

TOMO II

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obras del ingenio era tal, que para creerla necesitamos verla por tantos y tan contestes testimonios confirmada. Pero compréndese bien á costa de cuántos sacrificios, de cuánta solicitud y de cuántos dispendios hubo de adquirirse aquella asombrosa colección de 400 ó 600 mil volúmenes manuscritos que constituían la biblioteca del palacio de Meruán.

Hay que advertir, no obstante, que ni este riquísimo depósito de las producciones de la inteligencia, ni la civilización que en aquel tiempo llegaron á alcanzar los árabes, fué obra de solo Alhakem II ni de solo su reinado. La preparación venía de atrás, y era una semilla que había ido desarrollándose y creciendo. Desde que Abderramán I fundó el califato español, propúsose la dinastía de los Beni-Omeyas aventajar así en civilización como en material grandeza al imperio de sus implacables enemigos los Abassidas de Damasco y de Bagdad. El primer Abderramán había buscado ya las mayores celebridades literarias para encomendarles la educación de sus hijos, los cuales asistían á los certámenes académicos, á las audiencias de los cadíes y á las sesiones del diván. El fundador del imperio muslímico de Occidente erigió ya multitud de madrisas ó escuelas, premiaba los doctos, y hasta nosotros han llegado los elegantes versos que él mismo escribió con su pluma. Su hijo Hixem siguió las huellas de su padre y fomentó y propagó la enseñanza. Alhakem I, aunque sanguinario y cruel, era docto y le dieron el sobrenombre de el Sabio. Abderramán II oía y examinaba las producciones literarias de sus hijos Ibam y Othmán. Del III hemos visto cómo llevaba á su corte los sabios de todas las partes del mundo y los colocaba en los cargos y puestos más eminentes del Estado, cómo iba siempre rodeado de un séquito numeroso de astrónomos, médicos, filósofos y poetas distinguidos, y debíale Alhakem II su esmerada educación literaria. Este califa, ilustradísimo ya y aficionado á las letras, alcanzó un período dichoso de paz; y como el germen de la civilización existía, desarrollóse al amparo de su protección, al modo que las plantas crecen con lozanía cuando después de mucho cultivo y de copiosas lluvias aparece un sol claro, radiante y vivificador.

Una observación nos suministra la lectura de las historias arábigas. Ni un solo literato, ni un solo erudito deja de ser mencionado por sus historiadores. No se verá que omitan jamás los nombres de los doctos que florecieron en cada reinado, con sus respectivas biografías y la correspondiente reseña de sus obras. Cítase con frecuencia el fallecimiento de un profesor distinguido como el acontecimiento más notable de un año lunar. La narración de un combate empeñado entre dos ejércitos se interrumpe en lo más interesante para dar cuenta de que allí se encontraba, ó de que llegó á la sazón, ó de que murió á tal tiempo en cualquier punto que fuese tal poeta ilustre ó tal astrónomo afamado. Conócese que estaba como encarnada en aquellas gentes la apreciación del mérito literario, y así correspondía á un pueblo en que los califas eran eruditos, en que los príncipes eran bibliotecarios, y en que los guerreros soltaban el alfanje con que habían combatido para empuñar la pluma y trascribir con ella las escenas mismas en que acababan de ser actores en los campos de batalla.

Anticiparemos, sin embargo, aunque más adelante tendremos ocasión

de hacerlo observar, que era esta una ilustración más brillante que positiva, más superficial que sólida y más poética que filosófica, con cuya prevención ya no nos maravillaremos tanto cuando la veamos desapa

recer.

Tal era el estado de los dos pueblos, musulmán y cristiano, cuando murió el ilustre Alhakem Almostansir Billah. Uno y otro van á sufrir grandes mudanzas y alteraciones en su situación física y moral.

FIN DEL TOMO SEGUNDO

APÉNDICES

PERTENECIENTES AL TOMO PRIMERO

CORRESPONDENCIA DE LOS NOMBRES ANTIGUOS Y MODERNOS DE VARIAS

COMARCAS Y POBLACIONES DE ESPAÑA (1)

A

Arevacos: pueblos situados en lo más occidental de la Celtiberia á que pertenecían. Confinaban por el Norte con los cántabros y vascones, de quienes los separaba la cordillera de los montes Idúbeda; por el Oriente con otros pueblos de la Celtiberia; por el Mediodía con los carpetanos, y por el Poniente con los vacceos.

Astures: comprendían la actual provincia de Asturias y cuanto hay desde sus puertos hasta el Duero, que según Plinio los separaba de los vettones. Por Oriente llegaban hasta Peñamillera y Llanes, y de allí bajaba una línea á encontrarse con el Duero, comprendiendo cuanto había á la derecha del Esla, que era su confín con los vacceos. Por Poniente servía de límite la misma cordillera que hoy separa de Galicia las provincias de León y Zamora, y por lo que hoy es Asturias llegaban hasta Castropol.

Ausetanos: pueblos de Cataluña denominados así por Ausa su capital: su territorio estaba á la falda del Pirineo y confinaba con los lacetanos y castellanos por el Mediodía; con los indigetes por el Oriente: y por Norte y Poniente con el Pirineo, los cerretanos y los vascones.

Autrigones: confinaban por Poniente con los cántabres; por el Norte llegaban hasta la costa del mar Cantábrico é inmediaciones de Bermeo; por Oriente hasta el país de los carintios que ocupaban la parte Oriental del señorío de Vizcaya, y la Occidental de la provincia de Álava, y el de los berones que vivían en la Rioja. Por Mediodía confinaban con los cántabros coniscos.

(1) Para este índice, además de haber examinado los antiguos geógrafos é historiadores, hemos consultado y cotejado los trabajos especiales de la Academia de la Historia, de Cea Bermúdez, de Estefanía, de Cortés (don Miguel), las noticias histórico-geográficas de la España antigua del Diccionario de Madoz, y otros muchos autores que han tratado de propósito la materia Hubiéramos podido poner un larguísimo catálogo de nombres, pero hemos querido limitarnos á los más importantes en la historia, y á los que resulten más averiguados por el cotejo de unos y otros, ó probados por los modernos descubrimientos arqueológicos. A pesar de haber omitido los más dudosos ú oscuros, reconocemos no ser todavía infalible la correspondencia de los que aquí ponemos.

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