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CORONAS Y CRUCES VISIGODAS DE GUARRAZAR

1. Corona votiva del abad TEODOSIO.-2, 3 y 4. Coronas votivas. 3. Fragmento de otra. - 6. Corona de SUINTILA. 7. Remate de la misma. 8. Cruz grande votiva.-9. Id. de LUCECIO.-10. Corona de RECESVINTO. 11. Cruz votiva de SONNICA

á la inquietud y tranquilidad pública, y Recesvinto pudo cumplir su ofrecimiento de ser indulgente con los vencidos.

En los concilios es donde se retrata ya la marcha simultánea de la doble organización del Estado y de la Iglesia goda, y cómo ésta se iba absorbiendo á aquél. En el octavo toledano (652) se añaden nuevas reglas para la elección de los reyes, contrariando así más y más la tendencia al saludable principio hereditario. Establécese en él que en lo sucesivo los obispos y los grandes de palacio se reunan á elegir sucesor al trono en el mismo lugar en que el monarca hubiese muerto, y que no se reconozca por válida la elección hecha en otra parte, ó por pocos, ó tumultuariamente por el pueblo (1). Los desventurados judíos vuelven á ser víctimas de su

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tenacidad en la fe de sus mayores, y de la constancia de la Iglesia católica en perseguirlos. Los cánones cuarto hasta el octavo nos dan triste idea del estado á que iban viniendo las costumbres del clero, así como consuela ver el incesante afán de los virtuosos prelados por corregirlas y moderarlas. Ordénase que los obispos depongan á los sacerdotes y demás ministros que vivían torpemente con mujeres extrañas, y que á éstas se las encierre en monasterios, y que sean tratados como apóstatas los clérigos que con pretexto de haberse ordenado por temor volvían á casarse y á la vida seglar. Vese en todo la mezcla de religión y de política en que los concilios intervenían. Al propio tiempo que así se trataba de morigerar y disciplinar el clero, se declaraba que los hijos de los reyes sólo pudieran heredar de los padres los bienes patrimoniales que éstos tuvieran antes de haber ocupado el trono, y se obligaba á los electos á jurarlo así si habían de ser reconocidos.

La mayor gloria de Recesvinto fué haber acabado de obrar la fusión entre los dos pueblos, godo y romano-hispano, anulando solemnemente la ley que prohibía los matrimonios entre personas de las dos razas. «Establecemos por esta ley, que a de valer por siempre, que la mugier romana

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puede casar con omne godo, é la mugier goda puede casar con omne romano... E que el omne libre puede casar con la mugier libre cual que quier, que sea convenible por conseio, é por otorgamiento de sus parientes (1).»> Con esto, y con la confirmación solemne de la ley de Chindasvinto prohibiendo el uso del derecho romano y mandando se rigiesen indistintamente uno y otro pueblo por la legislación visigoda, acabaron de confundirse en un solo pueblo los que habían estado separados por las leyes: y la unidad política y civil completó la unidad de la fe.

Celebráronse en el reinado de Recesvinto algunos otros concilios que sólo trataron de asuntos eclesiásticos. Este monarca, á quien el pueblo español debió el gran beneficio de la unidad, murió en Gérticos, pequeña aldea á tres leguas de Valladolid, donde había ido con deseo de recobrar su quebrantada salud, en 672, á los veintitrés años de su reinado, el más largo que se cuenta en los anales de los godos, y en que sólo una vez se vió turbada la paz con la corta rebelión de Froya y los vascones.

CAPÍTULO VI

WAMBA

De 672 á 680

Extrañas circunstancias que acompañaron la elección de Wamba.-Su repugnancia á aceptar la corona.-Alteraciones en la Vasconia.-Idem en la Galia gótica -Famosa rebelión de Paulo.-Simulacro de coronación.-Sujeta Wamba á los vascones y á los tarraconenses.-Toma de Narbona.-Célebre ataque de Nimes.-Se posesiona de la ciudad, y hace prisionero á Paulo y á los principales rebeldes.-Solemnidad con que fueron juzgados.-Sentencia de muerte.- Indulgencia de Wamba.-Su entrada triunfal en Toledo.-Humillación afrentosa de Paulo y sus cómplices.— Notable ley de Wamba.-Flota sarracena en el Mediterráneo.-Es destruída por las naves godas.-Concilios celebrados en el reinado de Wamba.-Sus principales disposiciones. Singular traza inventada por Ervigio para destronar á Wamba.— Vístenle el hábito de penitencia, y se retira gustoso á un claustro.-Ervigio es ungido rey.

Aconteció á la muerte de Recesvinto uno de aquellos sucesos extraordinarios y singulares, que no sólo no habían tenido ejemplo en la historia del pueblo godo, sino que tal vez no le ha tenido en los anales del mundo. En una pequeña aldea de España se realizó un hecho notable, grandioso, sublime, que enseña á la humanidad á no desconfiar nunca de encontrar virtudes en los hombres.

Con arreglo al decreto del concilio octavo de Toledo, había que proceder á la elección de rey en el pequeño pueblo de Gérticos, por haber muerto allí el último monarca. De improviso y como por milagro cesan ó enmudecen las ambiciones de aquellos turbulentos grandes que se despertaban ó estallaban á cada elección: y todos los principales próceres, civiles, eclesiásticos y militares, fijan unánimemente sus miradas y dan como por inspiración su voto á un noble anciano godo llamado Wamba, por sus

(1) Fuero Juzgo, lib. III, tit. I, 1. 2.

virtudes señalado y conocido. Si justos y desnudos de ambición se mostraron en esta ocasión los electores, excedió á todos en abnegación y desinterés el electo. Rehusó Wamba el cetro que el voto unánime y general ponía en sus manos, exponiendo la debilidad de sus fuerzas para sobrellevar tan grave peso como el del vasto imperio godo. Ni las instancias y súplicas de los oficiales de la corte, ni la consideración del bien y la felicidad del Estado que delante le ponían, y que decían reclamar aquel sacrificio de su parte, nada bastaba á vencer su repugnancia, alegando siempre que no se creía capaz de remediar los males que la nación padecía: ruegos, reflexiones, razonamientos, todo era inútil: hasta que al ver tan obstinada resistencia, uno de los jefes militares de palacio se lanzó con la espada desnuda en medio de la reunión, y dirigiéndose con torvo ceño y amenazador continente á Wamba: «Si te obstinas, le dijo, en rehusar la corona que te ofrecemos, ten entendido que ahora mismo y con este mismo acero haré rodar tu cabeza (1).» A tan enérgica insinuación cedió Wamba, no sin manifestar de nuevo el sacrificio que hacía en aceptar un puesto á que no le llamaba su inclinación. Una vez obtenido su consentimiento, púsose la corte en camino para Toledo, pues sólo allí y en la iglesia quiso ser consagrado.

A los diez y nueve días de la muerte de Recesvinto recibía Wamba el óleo santo de mano del metropolitano Quírico, en medio de las aclamaciones del pueblo.

Desde su elección hasta su muerte, todo es dramático en la vida de Wamba. En el acto de la consagración, dicen las crónicas, vieron todos salir de la cabeza del ungido una abeja que voló hacia el cielo, lo cual se interpretó por signo y anuncio de la dicha que esperaba á la nación bajo el nuevo monarca (2). La piadosa traducción de este suceso se acomodaba bien á las esperanzas que con justicia se fundaban en el desinterés, en la prudencia, en el valor, en la religiosidad y la dulzura del sujeto en quien recaía.

Tuvo no obstante Wamba que comenzar por donde muchos de sus antecesores, á saber, por una expedición contra los vascones, que parecía haberse propuesto levantarse periódicamente al advenimiento de cada nuevo monarca. Llegaba ya Wamba con buen golpe de gente cerca del país sublevado, cuando recibió aviso de haberse alzado también en la Galia Hilderico, conde de Nimes, en cuya ciudad había lanzado al obispo de su silla para poner otro de su parcialidad. Urgía no dejar que cundiera por toda la Septimania una insurrección que presentaba ya un carácter harto grave. Por lo tanto envió Wamba para reprimirla con un cuerpo de tropas escogidas á uno de sus jefes más experimentados y de más reputación, Paulo, griego de origen, según tiene buen cuidado de advertir el cronista de Toledo. Tan luego como Paulo se vió lejos del rey, mandando una fuerza respetable, tentóle la ambición ó despertósele la que ya antes tu

(1) Et minaci contra eum vultu, educto gladio, prospiciens dixit: «Nisi consensurum te nobis promittas, gladii hujus mucrone modo truncandum te scias.» Julian. Tolet. Hist. Regis Wambæ.

(2) Sebast. Salmant. Chron. 1, c.

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