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dome con aquel remedio remediar dende en adelante la triste vida. Y así estuve con ello aquel día y otro gozoso; mas no estaba en dicha que me durase mucho aquel descanso, porque luego al tercero día me vino la terciana derecha, y fué que veo a deshora al que me mataba de hambre volviendo y revolviendo, contando y tornando a contar los panes. Yo disimulaba, y en mi secreta oración y devociones y plegarias decía: "San Juan, y ciégale." Después que estuvo un gran rato echando la cuenta, por días y dedos contando, dijo: "Si no tuviera a tan buen recaudo este arca, yo dijera que me habían tomado della panes; pero de hoy más sólo por cerrar puerta a la sospecha quiero tener buena cuenta con ellos : nueve quedan y un pedazo." Nueve malas te dé Dios (dije yo entre mí): parecióme con lo que dijo pasarme el corazón con saeta de montero, y comenzóme el estómago a escarbar de hambre, viéndome puesto en la dieta pasada. Fué fuera de casa, y yo por consolarme abro el arca, y como vi el pan, comencélo de adorar, no osando rescibillo. Contélos, si a dicha el lacerado se errara, y hallé su cuenta más verdadera que yo quisiera. Lo más que yo pude hacer fué dar en ellos mil besos, y lo más delicado que yo pude, del partido partí un poco al pelo que él estaba, y con aquel pasé aquel

día, no tan alegre como el pasado; mas como la hambre creciese, mayormente que tenía el estómago hecho a más pan aquellos dos o tres días ya dichos, moría mala muerte, tanto que otra cosa no hacía en viéndome solo sino abrir y cerrar el arca, y contemplar en aquella cara de Dios (que así dicen los niños); mas el mismo Dios que socorre a los afligidos, viéndome en tal estrecho, trajo a mi memoria un pequeño remedio, que considerando entre mí, dije: este arquetón es viejo, grande y roto, y por algunas partes con algunos pequeños agujeros : puédese pensar que ratones entrando en él hacen daño a este pan; sacarlo entero no es cosa conveniente, porque verá la falta el que en tanta me hace vivir: esto bien se sufre; y comienzo a desmigajar el pan sobre unos no muy costosos manteles que allí estaban, y tomo uno y dejo otro, de manera que en cada cual de tres o cuatro desmigajé su poco; después, como quien toma grajea, lo comí, y algo me consolé; mas él, como viniese a comer y abriese el arca, vió el mal pesar, y sin duda creyó ser ratones los que el daño habían hecho, porque estaba muy al propio contrahecho de como ellos lo suelen hacer.

Miró todo el arca de un cabo a otro y vióle ciertos agujeros por do sospechaba habían entrado; llamóme, diciendo: "Lázaro, mira qué

persecución ha venido aquesta noche por nuestro pan." Yo hiceme muy maravillado, preguntándole qué sería." "¿Qué ha de ser? dijo él: ratones que no dejan cosa a vida." Pusímonos a comer, y quiso Dios que aun en esto me fué bien, que me cupo más pan que la laceria que me solía dar, porque rayó con un cuchillo todo lo que pensó ser ratonado, diciendo: "Cómete eso, que el ratón cosa limpia es." Y así aquel día, añadiendo la ración del trabajo de mis manos o de mis uñas, por mejor decir, acabamos de comer, aunque yo nunca empezaba, y luego me vino otro sobresalto que fué verle andar solícito quitando clavos de paredes y buscando tablillas, con las cuales clavó y cerró todos los agujeros de la vieja arca. ¡Oh señor mío, dije yo entonces, a cuánta miseria y fortuna y desastres estamos puestos los nacidos, y cuán poco duran los placeres desta nuestra trabajosa vida! Heme aquí que pensaba con este pobre y triste remedio remediar y pasar mi laceria, y estaba ya cuanto que alegre y de buena ventura; mas no quiso mi desdicha, despertando a este lacerado de mi amo y poniéndole más diligencia de la que él de suyo se tenía (pues los míseros por la mayor parte nunca de aquella carecen); sino que agora cerrando los agujeros del arca, cerrase la puerta a mi consuelo y la abriese a mis tra

bajos. Así lamentaba yo, en tanto que mi solícito carpintero con muchos clavos y tablillas dió fin a su obra, diciendo: “Agora, dones traidores ratones, conviéneos mudar propósito, que en esta casa mala madera tenéis."

De que salió de su casa, voy a ver la obra, y hallé que no dejó en la triste y vieja arca agujero, ni aun por donde le pudiese entrar un mosquito; abro con mi desaprovechada llave, sin esperanza de sacar provecho, y vi los dos o tres panes comenzados, los que mi amo creyó ser ratonados, y dellos todavía saqué alguna laceria, tocándolos muy ligeramente, a uso de esgrimidor diestro, como la necesidad sea tan gran maestra. Viéndome con tanta siempre, noche y día estaba pensando la manera que tendría en sustentar el vivir, y pienso para hallar estos negros remedios, que me era luz la hambre, pues dicen que el ingenio con ella se aviva, y al contrario con la hartura, y así era por cierto en mí. Pues estando una noche desvelado en este pensamiento, pensando cómo me podría valer y aprovecharme del arcaz, sentí que mi amo dormía, porque lo mostraba con roncar y en unos resoplidos grandes que había cuando estaba durmiendo: levantéme muy quedito, y habiendo en el día pensado lo que había de hacer y dejado un cuchillo viejo, que por allí andaba, en parte do

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le hallase, voime al triste arcaz, y por do había mirado tener menos defensa, le acometi con el cuchillo, que a manera de barreno dél usé; y como la antiquísima arca, por ser de tantos años, la hallase sin fuerza y corazón, antes muy blanda y carcomida, luego se me rindió, y consintió en su costado por mi remedio un buen agujero. Esto hecho, abro muy paso la llagada arca, y al tiempo del pan que hallé partido hice según de yuso está escrito; y con aquello, algún tanto consolado, tornando a cerrar, me volví a mis pajas, en las cuales reposé y dormí un poco, lo cual yo hacía mal, y echábalo al no comer, y así sería; porque cierto en aquel tiempo no me debían de quitar el sueño los cuidados del rey de Francia.

Otro día fué por el señor mi amo visto el daño, así del pan como del agujero que yo había hecho, y comenzó a dar al diablo los ratones y decir: "¿Qué diremos a esto? Nunca haber sentido ratones en esta casa sino agora"; y sin duda debía de decir verdad, porque si casa había de haber en el reino justamente dellos privilegiada, aquella de razón había de ser, porque no suelen morar donde no hay que comer. Torna a buscar clavos por la casa y por las paredes, y con tablillas a tapar los agujeros. Venida la noche y su reposo, luego yo era puesto en pie con mi aparejo, y cuantos

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