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mos, echó el señor mi amo otras tantas mil bullas sin predicar sermón. Cuando se hizo el ensayo, confieso mi pecado, que también fuí dello espantado, y creí que así era, como otros muchos. Mas con ver después la risa y burla que mi amo y el alguacil llevaban y hacían del negocio, conocí cómo había sido industriado por el industrioso y inventivo de mi amo, y aunque mochacho, cayóme mucho en gracia, y dije entre mí: "¡Cuántas déstas deben de hacer estos burladores entre la inocente gente!" Finalmente, estuve con este mi quinto amo cerca de cuatro meses, en los cuales pasé también hartas fatigas.

TRATADO VI

CÓMO LÁZARO SE ASENTÓ CON UN CAPELLÁN, Y LO QUE CON ÉL PASÓ.

Después de esto asenté con un maestro de pintar panderos para molelle los colores, y también sufrí mil males. Siendo ya en este tiempo buen mozuelo, entrando un día en la iglesia mayor, un capellán della me recibió por suyo, y púsome en poder un buen asno y cuatro cántaros y un azote, y comencé a echar agua

por la ciudad. Este fué el primer escalón que yo subí para venir a alcanzar buena vida; daba cada día a mi amo treinta maravedís ganados, y los sábados ganaba para mí, y todo lo demás de entre semana de treinta maravedís. Fuéme tan bien en el oficio, que al cabo de cuatro años que lo usé con poner en la ganancia buen recaudo, ahorré para mi vestir muy honradamente de la ropa vieja, de la cual compré un jubón de fustán viejo, y un sayo raído de manga trenzada y puerta, y una capa que había sido frisada, y una espada de las viejas primeras de Cuéllar. Desque me ví en hábito de hombre de bien, dije a mi amo que se tomase su asno, que no quería más aquel oficio.

TRATADO VII

CÓMO LÁZARO SE ASENTÓ CON UN ALGUACIL, Y LO QUE LE ACAESCIÓ CON ÉL.

Despedido del capellán, asenté por hombre de justicia con un alguacil; mas muy poco viví con él por parecerme oficio peligroso; mayormente, que una noche nos corrieron a mí y a mi amo a pedradas y a palos unos retraídos, y a mi amo, que esperó, trataron mal;

mas a mí no me alcanzaron. Con esto renegué del trato; y pensando en qué modo de vivir haría mi asiento por tener descanso y ganar algo para la vejez, quiso Dios alumbrarme y ponerme en camino y manera provechosa, y con favor que tuve de amigos y señores, todos mis trabajos y fatigas hasta entonces pasados fueron pagados con alcanzar lo que procuré, que fué un oficio real, viendo que no hay nadie que medre, sino los que le tienen. En el cual el día de hoy yo vivo y resido al servicio de Dios y de vuestra merced; y es, que tengo cargo de pregonar los vinos que en esta ciudad se venden, y en almonedas y cosas perdidas, acompañar los que padecen persecuciones por justicia, y declarar a voces sus delitos: pregonero, hablando en buen romance. Hame sucedido también, y yo le he usado tan fácilmente, que en casi todas las cosas el oficio tocantes pasan por mi mano; tanto que, en toda la ciudad el que ha de echar vino a vender o algo, si Lázaro de Tormes no entiende en ello, hacen cuenta de no sacar provecho.

En este tiempo, viendo mi habilidad y buen vivir, teniendo noticia de mi persona el señor arcipreste de San Salvador, mi señor y servidor y amigo de vuestra merced, porque le pregonaba sus vinos, procuró casarme con una criada suya; y visto por mí que de tal persona no

podía venir sino bien y favor, acordé de lo hacer, y así me casé con ella, y hasta ahora no estoy arrepentido; porque allende de ser buena hija y diligente servicial, tengo en mi señor arcipreste todo favor y ayuda, y siempre en el año le da en veces al pie de una carga de trigo; por las pascuas su carne, y cuándo el par de los bodigos, las calzas viejas que deja ; y hízonos alquilar una casilla par de la suya ;. los domingos y fiestas casi todas las comíamos en su casa; mas malas lenguas, que nunca faltaron, no nos dejan vivir, diciendo no sé qué, y sí sé qué, porque ven a mi mujer irle a hacer la cama y a guisalle de comer, y mejor les ayude Dios que ellos dicen la verdad; porque allende de no ser ella mujer que se pague destas burlas, mi señor me ha prometido lo que pienso cumplirá, que él me habló un día muy largo delante della, y me dijo: "Lázaro de Tormes, quien ha de mirar a dichos de malas lenguas nunca medrará; digo esto, porque no me maravillaría que alguno murmurase, viendo entrar en mi casa a tu mujer y salir della ; ella entra muy a tu honra y suya, esto te lo prometo. Por tanto, no mires a lo que pueden decir, sino a lo que te toca, digo a tu provecho." "Señor, le dije, yo determiné de arrimarme a los buenos; verdad es que algunos de mis amigos me han dicho algo deso, y aun

por más de tres veces me han certificado, que antes que conmigo casase había parido tres veces, hablando con reverencia de vuestra merced, porque está ella delante."

Entonces mi mujer echó juramentos sobre sí, que yo pensé la casa se hundiera con nosotros; y después tomóse a llorar y a echar mil maldiciones sobre quien conmigo se había casado, en tal manera, que quisiera ser muerto antes que se me hubiera soltado aquella palabra de la boca; mas yo de un cabo y mi señor de otro, tanto le dijimos y otorgamos, que cesó su llanto, con juramento que la hice de nunca más en mi vida mentarla nada de aquello, y que yo holgaba y había por bien de que ella entrase y saliese de noche y de día, pues estaba bien seguro de su bondad. Y así quedamos todos tres bien conformes; hasta el día de hoy nunca nadie nos oyó sobre el caso; antes cuando alguno siento que me quiere decir algo della, le atajo y le digo: "Mirad, si sois mi amigo, no me digáis cosa con que me pese; que no tengo por mi amigo al que me hace pesar, mayormente si me quieren meter mal con mi mujer, que es la cosa del mundo que yo más quiero, y la amo más que a mí, y me hace Dios con ella mil mercedes, y más bien que yo merezco, que yo juraré sobre la hostia consagrada que es tan buena mujer, como vive dentro de las

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