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vándose exigir de los obispos constitucionales nombrados, antes de confirmarlos, una retractacion de sus errores.

Con esto la representacion nacional sancionó como ley el concordato despues de una discusion poco acalorada. Hiciéronse grandes preparativos para celebrar suntuosamente la consagracion de los nuevos obispos, el restablecimiento del culto católico y la paz de Amiens en la catedral de París, asistiendo á esta fiesta los cónsules y todos los dignatarios del Estado. Pero en el dia anterior a esta solemnidad, cuando todo el pueblo mostraba el mayor interés por ella, ocurrió un suceso que estuvo á punto de frustrar los proyectos del primer cónsul. Cuando los obispos sacados del clero constitucional se presentaron al cardenal Caprara para sufrir el exámen canónico, les exigió este una retractacion y abjuracion esplicita de la constitucion civil del clero, á la cual no quisieron ellos prestarse: Bonaparte les apoyó en su resistencia, mandandoles que se limitasen á declarar su adhesion al concordato y á la voluntad de la Santa Sede en él manifestada, é hizo decir al cardenal que suspendería la ceremonia anunciada para el dia siguiente, dejando sia efecto el tratado. Por último, el lega do cedió tambien de esta pretension, contentándose con que los obispos confesasen su reunion á la Iglesia y declarasen haberse reconciliado con ella, sin decir cómo ni en que términos. Asi en el dia préfijado se publicó el con cordato por las calles de París, celebrándose al mismo tiempo este gran suceso en la iglesia metropolitana, con la solempe fiesta, tiempo hacia preparada, y el concurso de Bonaparte, del gobierno, de las corporaciones y dignat rios del Estado (1).

Concordato ajustado con el emperador Napoleon en 1813.

Aunque la corte de Roma reclamó varias veces contra los articulos orgánicos, por creer contrarios algunos de ellos á los derechos de la Iglesia, duró la armonía entre ambos gobiernos hasta que en 1805 ocupó Napoleon la

(1) Thiers, Histoire du consulat et de l'empire, Capefigue, L'Europe pendant le consulat et l'Empire de Napoleon, tom. III, capítulo III.Bignon, Histoire de France depuis la paix de Tilsitt jusqu'en 1812, tomo I. Ártaud, obra citada. Dẹ Pradt, idem.

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plaza de Ancona y se arrogó el titulo de emperador de Roma. Entonces mediaron ágrias comunicaciones entre Pio VII y Napoleon, que, si por el pronto no, mas tarde dieron su fruto. El nuevo emperador, queriendo servirse del papa como de un dócil instrumento contra sus enemigos, le instó varias veces á romper con las potencias que estaban en guerra con Francia: el papa rechazó estas exigencias: el uno amenazó con la fuerza; el otro recordó su autoridad para hacer uso de las censuras canónicas. Vinieron tras esta cuestion la de la devolucion de los principados de Pontecorvo y Benavente, que habia sido antes ofrecida, ya que la de las Legaciones no habia sido nunca expresamente acordada ; la del reconocimiento por el pontifice de José Bonaparte como rey de Nápoles, sobre cuyo reino pretendia el papa un antiguo derecho de soberanía feudal; la de la aplicacion á la república de Luca del concordato de Italia, resistido siempre por la Santa Sede, y del cual habia tomado ocasion Bonaparte para hacer en Milan algunas reformas eclesiásticas, que habian sido reprobadas por Su Santidad, y la de la institucion de algunos obispos nombrados por Napoleon, cuya confirmacion detenia el papa, como única arma contra las invasiones del poder temporal. En vano se procuró una avenencia, siguiendo en Paris una prolija negociacion los cardenales Bayanne y della Genga, bajo las bases de apartar à Pio VII de su política de neutralidad, el reconocimiento del nuevo rey de Nápoles, la admision en el consistorio de un número de cardenales franceses igual à la tercera parte de los que componian el colegio, la aplicacion del concordato de Italia á las provincias venecianas conquistadas recientemente por la Francia, y la promesa de concluir otro para Alemania. El papa no pudo acceder á muchas de estas condiciones, y en su consecuencia dió órdenes Napoleon á su ejército para apoderarse de Roma y de todos los Estados de la Iglesia (1808). Pio VII entregó su ciudad sin resistir, pero protestando contra la violencia. Poco despues, el general francés Miollis, que mandaba en Roma, desterró á todos los cardenales; retiraronse de ambas cortes los respectivos embajadores; se privó al papa del gobierno temporal, aun dentro de los muros de Roma, y por último, decretó Bonaparte la incorporacion al reino de Italia de los Estados de la Iglesia. El 10 de junio de 1809 se publicó en Roma este decreto, y al dia siguiente hizo Pio VII una protesta enérgica contra

tan escandaloso abuso de fuerza, y promulgó una bula excomulgando á Bonaparte. Y como, una vez entrado el vencedor en este camino de violencias, era preciso llegar al fin, el dia 5 de julio del mismo año fué preso el papa en su propio palacio por los soldados franceses, y conducido bajo

custodia á Savona.

Este suceso causó una profunda perturbacion en la iglesia de Francia: el papa dejó de confirmar los obispos nombrados por el emperador; las facultades por tiempo limitado que tenian los obispos titulares para conceder dispensas matrimoniales, ó caducaron ó fueron revocadas; algunos de los obispos nuevamente nombrados fueron confirmados, ó por hulas en que, contra la fórmula acostumbrada, se omitia el nombre del gobierno que los habia presentado, ó por otros obispos, contra lo dispuesto expresamente en los cánones y en el concordato. Para regularizar la situacion de la Iglesia, convocó Napoleon un concilio nacional en Paris (1814), del cual fué elegido presidente su tio el cardenal Fesch. Los individuos de este sínodo, despues de haber prestado juramento de obediencia al pontifice, le enviaron algunos prelados, que obtuvieron de él ciertas concesiones, con lo cual se animó al gobierno á volver á su proyecto de reducir á Su Santidad á la obediencia del emperador. Pero el principal acuerdo de este concilio fué fijar el plazo de un año para que el papa confirmara los obispos, con la condición de que, no haciéndolo en este tiempo, pasara aquel derecho al metropolitano, y por su falta al sufragáneo mas antiguo. Nadie creia que Su Santidad aprobase nunca semejante decreto; pero, con sorpresa de todos, se vió al poco tiempo que una comision de prelados enviada á Pio VII, alcanzó de su flaqueza bulas de confirmacion, redactadas en la forma antigua, para los obispos nombrados últimamente, y un breve aprobando la convocacion del sinodo y las decisiones adoptadas en él. Aun así no quedó satisfecho el insaciable emperador, y bajo pretexto de no convenir á su dignidad la forma en que estaba concebido el breve, y quizá por no verse obligado á dejar libre al pontifice, se negó á aceptarlo, prolongando la prision de Su Santidad en Savona hasta el año siguiente de 1812, que lo mandó trasladar á Fontainebleau.

Vuelto á Francia Napoleon, despues de los desastres de Rusia, en 1812, procuró abrir negociaciones con su

augusto prisionero, à fin de indemnizarse con la fuerza espiritual de la Iglesia de parte de la moral y física que habia perdido en su última campaña. El cardenal Duvoisin, obispo de Nantes, encargado de abrir la negociacion por parte del gobierno, hizo à Pio VII las proposiciones siguientes: 1. que el papa y sus sucesores, antes de ser elevados al pontificado, prometerían no disponer nada contra la doctrina contenida de Declaracion de la iglesia galicana de 1682; 2. que dos terceras partes de los cardenales serían nombrados en adelante por los príncipes católicos, y el resto por el pontifice; 3. que Su Santidad publicaría un breve condenando la conducta de algunos cardenalés que no habian querido asistir á la ceremonia religiosa del matrimonio de Napoleon con María Luisa, en cuyo caso les volvería este á su gracia, permitiéndoles reunirse con el papa, pero exceptuando de la amnistía á los cardenales di Pietro y Pacca, por la parte que habian tenido en la bula de excomunion. Los cardenales Doria, Dugnani, Rufo y Bayanne, los obispos de Tréveris y de Evreux, y monseñor Bertazzoli, únicas personas que rodeaban al pontifice, le aconsejaron con gran empeño que accediese á un acomodamiento bajo las bases que el gobierno proponia. Napoleon tuvo con Su Santidad varias conversaciones, en las cuales hizo uso de toda su elocuencia para atraérselo ó para obligarle. Y por último, el desgraciado papa, asediado por todas partes de consejeros parciales, agoviado por el peso de los años, débil, moral y fisicamente de resultas de sus graves padecimientos, y con visible turbacion de ánimo, cedió á los deseos de Bonaparte, aceptando el concordato de 25 de enero de 1813.

Lo que se convino en este tratado, fué: 1.° que Su Santidad ejerceria el pontificado en Francia y en el reino de Italia, en la misma forma que sus predecesores; 2.° que los agentes diplomáticos de todas las potencias cerca de la Santa Sede, y los que esta tuviera en el extranjero, gozarian todas las inmunidades de los miembros del cuerpo diplomático; 3.° que los dominios que el papa poseia y no habian sido enagenados, quedarian exentos de impuestos, y serían administrados por encargados de negocios; y de los ya vendidos, se le indemnizaría con dos millones de francos; 4.° que el papa daría la institucion canónica á los obispos en los seis meses siguientes á su nombramiento, haciéndose la informacion prévia de la

doctrina y costumbres de los nombrados por el metropolitano; y si pasare aquel término sin hacer uso el papa de su derecho, daria la confirmacion el metropolitano, y en su defecto el sufragáneo mas antiguo; 5, que el papa nombraría ciertos obispados en Francia y en Italia, cuya designacion se haría despues de comun acuerdo entre amhas partes; 6. que se restablecerían los seis obispados suburbicarios, cuyo nombramiento correspondería á Su Santidad, restituyéndoles los bienes no vendidos, y procurándose indemnizarles de los enagenados; 7.° que los obispos de los Estados romanos, ausentes de sus diócesis, podrian ser nombrados por Su Santidad obispos in partibus, ó proveidos en las sillas vacantes, pero constituyendoles en el primer caso una pension igual à la renta que habian perdido; 8.° que el emperador y el papa se concertarían en tiempo oportuno para la reduccion de diócesis en Toscana y Génova, y para el establecimiento de otras en Holanda; 9.° que la Propaganda, la Penitenciaría y los archivos estarian en el lugar en que residiese Su Santidad; 10 que el emperador volveria á su gracia á los cardenales que habian caido de ella; 11 que Su Santidad aceptaba los anteriores articulos, en consideracion al estado de la Iglesia, y en la confianza de que el emperador acudiria á remediar las necesidades de la religion.

Desde que Pio VII puso su firma en este documento, no tuvo instante de sosiego: atormentábanle los remordimientos de su conciencia, y el temor del juicio que formaria el mundo católico de su condescendencia. Napoleon, satisfecho de su conquista sobre la Iglesia, permitió volver al lado del papa á los cardenales desterrados; hizo grandes regalos á los que le ayudaron à continuar șu obra, y mandó entregar 300,000 francos á Pio VII, que este se apresuró á rehusar. Los católicos se sorprendieron cuando llegó á su noticia este concordato: los cardenales desterrados no perdieron momento en manifestar á Su Santidad los males que traería á la religion su condescendencia, y así el pontífice, cediendo en parte à las instancias de sus nuevos consejeros, y en parte al grito de su conciencia propia, mandó á los cardenales que separadamente y por escrito le manifestase cada uno su dictámen sobre el concordato. Los cardenales franceses opinaron por su ejecucion, pero abriendo nuevas negociaciones para ob

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