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y

acababa de salir de ellos al momento de la revolucion.

Nariño propuso una constitucion sobre la base de la unidad. Santa Fé la adoptó, y Mariquita, Socorro Ꭹ Neiba se conformaron con ella. Iba á imitarlos la provincia de Tunja cuando se levantó en ella una oposicion á favor de los confederados. Nariño envió tropas para sostener el partido que aceptaba la nueva acta constitucional; pero Baraya que las mandaba las hizo abandonar la causa de Santa Fé y abrazar la del congreso, el cual se reunió inmediatamente, en Tunja. De una y otra parte se aprestaban para hostilizarse, envenenando así mas y mas los odios particulares y los intereses personales. Al fin vinieron á las manos.

El egército del congreso mandado por Baraya y Ricante, batió al de Nariño en Palo blanco, provincia del Socorro, y esta derrota hizo separar de Santa Fé las provincias de Neiba y Mariquita. Nariño viéndose perseguido con un encarnizamiento que parecia no dirigirse sino contra la dictadura que egercia, ofrecio su dimision que no fue aceptada por sus conciudadanos. La idea de deber pelear con hermanos paralizaba su genio marcial, y fue nuevamente batido en el combate de VentaQuemada. Ya los confederados que disponian

de mayores recursos, iban á forzarle en su última retirada: se hallaban reunidos en número de cinco mil en la montaña que domina á Santa Fé y era imposible sostener el sitio no teniendo Nariño sino apenas dos mil hombres.

En tal lance propuso á los vencedores entregar la ciudad, dejar el mando y aun salir desterrado con solo la condicion de que se respetasen las personas y las propiedades: mas el deseo de humillar á la antigua capital del reino no dejó dar el valor debido á tanta generosidad. Baraya pretendia que se rindiese á discrecion. Exasperado Nariño con tal respuesta, arenga á sus tropas; las inspira la indignacion y la desesperacion que le animan; da la orden del combate y el egemplo del heroismo, y una victoria de las mas señaladas corona al héroe al mismo tiempo que afligé al ciudadano ( diciembre de 1812).

La ciudad de Santa Fé quiso, levantando un monumento en el cuartel de san Victorino, perpetuar la memoria de este inesperado triunfo. Debe suponerse que al fin de las discordias civiles se habrá destruido este doloroso recuerdo de ellas. Por lo demas este suceso no produjo la union de las provincias, las cuales quedaron enemigas sin combatir, y

ocupadas en su organizacion y en sus debates interiores.

Cartagena, demasiado distante del teatro de esta guerra para tomar parte en ella, estaba ademas agitada por sus propios intereses. Desde los primeros dias de la insurreccion habia echado á los españoles de su territorio; pero la invasion de Venezuela los habia llevado nuevamente á él, y el vecindario de aquella ciudad, comerciante por esencia y animado por consiguiente del egoismo politico, acusaba la revolucion de que comprometia su prosperidad; se negaba á comprar una libertad á costa del crédito de los efectos públicos y de la diminucion de sus expediciones comerciales? El desorden en que estaban las provincias hacia indecorosa su alianza. En fin los réalistas de Santa Marta habian aumentado el desaliento general, separando de Cartagena por la fuerza de las armas los distritos de Tolu y de San Benito.

Al mismo tiempo una fragata inglesa, expedida de la Jamaica, llevaba la proposicion y el consejo de tratar con un virey que las Cortes enviaban á la Nueva Granada, el qual era don N. Perez que estaba en Panamá. La Junta de Cartagena se aprovechó de esta ocasion para calmar los ánimos; y envió dos dipu

tados, del Real y Piñeres, con la misma frâgata, con encargo de consentir á una sumision decorosa. Mas apenas llegaron á Panamá se les puso presos y no se les dió libertad hasta dos meses despues, y eso por dar satisfacion á las vivas reclamaciones de los Ingleses que habian sido mediadores.

Esta ceguedad de los delegados españoles acababa de hacer perder á la metrópoli una de las circunstancias mas favorables al restablecimiento de su autoridad. Si se hubiese restablecido entonces el vireynáto en una plaza marítima del primer órden, hubiera sido sos-** tenido por el interés y por la vergüenza en volver atras de todo su vecindario, y hubiera yerosimilmente puesto en peligro la independencia de la Nueva Granada. Pero aquel perjurio decidió para siempre el rompimiento de esta rica provincia con la España. Por todas partes se manifestó el resentimiento con energía; los ciudadanos mas libres se presentaron como patriotas ardientes, y por esta vez á lo menos no se hizo la guerra sino al enemigo

comun.

Cartagena envió patentes á los muchos corsarios que cruzaban el golfo de las Antillas, é inmediatamente se vió este mar cubierto de buques que atacaban y destruian los convoyes

españoles. Dos cuerpos de tropas que logró organizar el presidente Torrices, reunian en sus filas muchos estrangeros con los ciudadanos de aquel territorio; el primero, al mando del general venezuelano Cortes Campomanes, despues de haber vuelto á ocupar los distritos de Tolu y San Benito, rechazó las fuerzas invasoras que atravesaban la Magdalena; el segundo, mandado por el coronel frances Labattut, marchó en derechura sobre Santa Marta, y sé apoderó de ella; pero esta ciudad, siempre realista, restableció dos meses despues la autoridad de la metrópoli. Una flotilla, al mando de Miguel Carabaño, que llevaba algunos soldados de desembarco, se apoderó de la bahia de Zispata, el único punto donde parecia que hubieran podido resistir los Españoles. Estos no ocupaban ya en la provincia de Cartagena, sino los puestos fortificados de las orillas superiores de la Magdalena, y de ellos fueron echados por un tercer cuerpo al mando de Bolivar. Unos sucesos tan prontos y tan brillantes habian desembarazado el territorio de Cartagena, la cual desde entónces se mantuvo en una respetable defensiva.

Bolivar habia venido á pedir socorros á esta ciudad, en un momento en que la opinion

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