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ban en el fondo de su corazon el juramento de una separacion eterna. No se apuraba pues la cuestion con lo hecho hasta allí; pero ademas de haberse salvado los realistas con la suspension de las hostilidades de un desastre inevitable, se les dejaba tambien por resultas de la intimidad de las relaciones la ventaja de explicar intenciones mas rectas.

Es indudable que no habia habido incertitumbre ni hesitacion en la voluntad de una independencia nacional y soberana; pero la entrevista de Santa Ana tan tierna y tan honrosa, aunque tan imprudente como el armisticio, dió á las operaciones succesivas toda la debilidad propia de las reconciliaciones domésticas. Pareció cosa estraña que el presidente de la república escribiese al general Morillo : « Yo me lisongeo que Vm. contribuirá mucho á aclarar los negocios de América, y que los informes que Vm. dará produciran algun resultado beneficioso á la desgraciada provincia de Venezuela. Vm. ha sido nuestro enemigo; y hoy os importa ser nuestro mas fiel amigo; porque de otro modo nosotros abandonariamos nuestras promesas de Santa Ana, y echariamos por tierra hasta sus mas hondos cimientos el monumento de nuestra amistad. Nuestros enviados tienen todos los poderes necesarios; y si el gobierno

de S. M. quiere la paz, puede esta concluirse de un modo satisfactorio para todos, aun antes del mes de junio. Yo me he tomado la libertad de dirigir al rey una carta felicitándole de su subida al trono del amor y de la ley, y por el feliz dia en que se ha dejado ver la gloria de los monarcas del mundo, presentando á los Españoles el cetro de la justicia, y á los Americanos el iris de la paz. Le ruego que escuche con indulgencia la voz de Colombia que pide una existencia política. »

Al fin cedió el entusiasmo à la razon política. Como sucede siempre en semejantes circunstancias, se suscitaron muchas dificultades en la egecucion del armisticio, y el pueblo mismo hizo que sus intereses hablasen mas fuerte que las afecciones particulares. Solo se perdió una campaña.

Conociendo Morillo la situacion respectiva de uno y otro partido, y viendo que se veria precisado á volver á desenvainar la espada contra el héroe que habia llegado á ser su amigo, habia solicitado que se le exonerase de aquel mando; y habiéndolo conseguido, dejó la América el dia 17 de diciembre de 1820, despues de haber dado honor por espacio de cinco años à su título de súbdito con las prendas y abandono de sí mismo, propias de un

hombre libre. El general Latorre, que le habia ayudado muy dignamente, quedó encargado solo de dirigir los nuevos esfuerzos de la metrópoli, y de ser el testigo de sus últimas é irreparables derrotas.

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CAPITULO XII.

Nuevas reuniones de territorios á la República.-Rompimiento del armisticio. - Batalla de Carabobo, decisiva en favor de la independencia de Venezuela. - Deliberaciones del Congreso; publicacion del Acta constitucional.

NINGUN cálculo humano presentaba ya resultados favorables à la metrópoli en los parages donde davia, egercia su poder, se iba extinguiendo este como si estuviera condenado por solo el tiempo, y sin merecer que los pueblos se pusiesen en insurreccion contra él.

El general San Martin y el almirante Cochrane combatian á este tiempo para dar la libertad al Perú, y se encontraron por lo mismo en posicion conveniente para establecer algunas inteligencias en las provincias de la Nueva Granada, situadas al sur de la línea. El dia 9 de octubre de 1820 la opulenta Guayaquil, fiel hasta entónces á la España así por egoismo como por aficion, distante

cerca de cuatrocientas leguas del principal teatro de la guerra, y protegida por Quito contra los movimientos de Cundinamarca, proclamó su independencia; verificándose este acontecimiento bajo la direccion de los patriotas Villamil y Toro, sin alteraciones, sin sangre, y por la fuerza de la opinion pública.

Cuenca, situada al sud-este de Guayaquil, dió tres meses despues igual egemplo,

á

Por lo que hace á Quito, que habia sido el primer punto donde habia habido una junta insurreccional en 1809, como habia sido despues asolado aquel territorio por el terror y reacciones sangrientas, no podia bolverse á encender allí el espíritu de libertad sino lentamente; y ademas esta rica y extensa provincia que se habia conservado el título y prerogativas de reyno, reyno, la conservaban y defendian los Españoles como su última esperanza. Sin embargo, al enviarse algunas tropas de Guayaquil, pais que por su propia conservacion empezaba á ser belicoso, perdió tambien la metrópoli los distritos de Quaronda, de Riobamba y de Hambato, que eran las fronteras meridionales de la provincia de Quito.

No se conocia el armisticio en estos parages como que todavia no se habia hecho la guerra en ellos; pero la opinion pública que hacia

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