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una para sostener la guerra estrangera en nombre de sus libertades, y otra para hacer la guerra civil en América á fin de mantener allí la esclavitud.

Por su lado la república de Venezuela se disponia á arrostrar la tempestad que tronaba sobre ella desde las costas de Cadiz. Ya se habia apoderado de algunos buques españoles que estaban en sus puertos; los Ingleses le habian vendido armas; organizaba sus legiones; se hacia la guerra al poder que tenia unas provincias bajo el yugo y amenazaba á las ciudades que se proclamaban libres; el congreso, reunido entonces en Valencia segun lo prescrito por la constitucion, se ocupaba en regularizar los intereses generales y particulares de la sociedad nueva; en fin la decisión y la union de todas las clases parecia que afianzaban la independencia contra los ataques del despotismo.

El general español Monteverde habia reunido en Coro las tropas destinadas à castigar á Venezuela. Dió principio á su invasion el dia 17 de marzo de 1812 apoderándose de Siquilica y de Carora; pero los independientes avanzaron con fuerzas superiores, detuvieron su marcha y le arrancaron de las manos la victoria. De repente, el dia 26 del mismo mes, buelve esta á ser de los españoles por una de aquella

espantosas convulsiones de la naturaleza que confunden en un mismo desastre todas las ambiciones humanas. En tales casos el espanto gira por todas partes, pero la devastacion y la muerte parece que van escogiendo sus vícti

mas.

que

Caracas, ciudad señalada por sus hermosos edificios, se hunde casi toda ella, pereciendo entre sus ruinas doce mil personas (la cuarta parte á lo menos de su vecindario) y los batallones que debian defenderla : quedando apenas 1200 hombres armados. La Guaira, que es la fortaleza que defiende Caracas, y la llave marítima de toda la provincia, conservó solo unos 500 soldados de su numerosa guarnicion. Seiscientos milicianos iban á San Felipe para auxiliar las tropas acantonadas allí, llegan en el momento de la catástrofe y son sepultados con sus hermanos. Un cuerpo de 1200 hombres que estaba pronto á entrar en campaña, y pasaba su revista en Barquisimeto, así como algunas columnas que estaban en marcha y otras á la vista del enemigo, desaparecen tambien en esos abismos de destruccion. Las provisiones, los parques militares, los recursos y la esperanza para muchas campañas, son aniquilados en pocas horas, sin combates por la libertad, sin derrotas por el despotismo. Por un fenómeno

extraordinario, Monteverde y los suyos, rodeados de los mismos peligros, y testigos de tal desolacion, se miraban y se creian exceptuados de todo daño, haciendo poca atencion á estos efectos del acaso, pero llenos de orgullo atribuyéndolo á la proteccion de los san

tos.

Como los temblores de tierra son bastante frecuentes en aquellos parages, los habitantes se han acostumbrado á no llorar tales infortu nios sino como resultado de causas físicas; pero en esta ocasion el temblor fue mas fuerte que nunca, é hizo su explosion en un jueves santo, en cuyo dia, dos años antes, habian levantado los habitantes de Caracas el estandarte de la insurreccion. Esta convinacion que alentaba los soldados de Monteverde, proporcionó á este tambien algunos auxiliares entre los infelices venezuelanos.

Los clérigos, omnipotentes bajo el régimen colonial, no esperaban en el nuevo orden de cosas tener en su favor sino la veneracion comun, y raras veces sucede que los santos deberes del culto llenen los deseos de sus ministros. Así entonces exigieron del dolor público el respeto á las supersticiones y el homenage al despotismo. Decian que la cólera divina descargaba sobre la impia Caracas, foco de las

ideas de libertad, sitio de la independencia; que el cielo ayudaba visiblemente la expedicion de la metrópoli; que la revolucion era un crímen, sus autores habian incurrido en las penas del sacrilegio, y que Dios mismo ordenaba el arrepentimiento y la sumision.... Estos discursos insidiosos, repetidos por todas partes, arrastraban la multitud; es tal la fuerza de una educacion de devotos, que aun algunos hombres intruidos parecian conmovidos. Las divisiones y lo odios de partido, el terror y el fanatismo conspiraban, enmedio de las ruinas, en favor del triunfo de la tiranía.

Y enmedio de tantas calamidades; donde estan los hombres que se atrevan á encargarse de la suerte de la nacion? Miranda y Bolivar se habian retirado de los negocios públicos despues de adoptado el sistema federativo. Presentáronse entónces, y el primero, nombrado dictador, recibió del congreso la autorizacion de tomar todas las medidas que juzgase necesarias para la salvacion comun. A Bolivar se encargó la defensa de Puerto Cabello.

El dictador tenia grande autoridad y mucho zelo, pero pocos recursos. Lo largo de las distancias, la inminencia de los peligros, el temor de las defecciones, no permitian la union

de las tropas de las plazas fuertes con las que se hallaban en las ciudades disidentes; y en la provincia de Caracas como era posible hablar de patria á una poblacion dispersa entre escombros; de nuevos sacrificios á unos proprietarios que lloraban la pérdida de sus bienes; de libertad à aquellos hombres alucinados que pedian la absolucion de sus virtudes cívicas; de deberes nacionales al hijo, al esposo, al padre, á quienes los no menos sagrados deberes de tales, y el mas vivo dolor tenian constantemente abrazados á los sepulcros? Con todo en los anales de la independencia se señalará un hecho bien glorioso en semejantes angustiosas circunstancias y es, que á la voz de Miranda se ofrecieron setecientos ciudadanos salvar el honor de la repara

pública.

Habian opuesto al enemigo una larga y heroica resistencia; y Monteverde batido muchas veces, veia que se le arrebataba por las armas la ventaja que solo habia conseguido à favor de la tormenta de los elementos, cuando todavia otra vez se halló protegido por medios bien diversos del valor, á saber por el alboroto de los prisioneros de Puerto Cabello, y por la traicion de los esclavos. Debilitados los independientes por combates, bloqueados es

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