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ARMAS PERTENECIENTES A BOABDIL, ULTIMO REY MORO DE GRANADA

1y 2. Cascos (existentes en la Armeria real de Madrid)3,4 y 5. Puñal con su vaina y cuchillo pequeño. 6y7. Espada y estoque real (conservanse en casa de los Sres. Marqueses de Villaseca.)

!

Así acabó la guerra de Granada, que nuestros cronistas no sin razon han comparado á la de Troya por su duracion, y por la variedad de hechos históricos y de dramáticos incidentes que la señalaron. Y tal fué el feliz desenlace de la larga, penosa y admirable lucha sostenida por cerca de ocho siglos entre españoles y sarracenos, entre el Evangelio y el Coran, entre la cruz y la cimitarra. Acabó el imperio de Mahoma en los dominios de Occidente; España es libre y cristiana, y los Reyes Católicos Fernando é Isabel han visto cumplidos sus deseos y coronada su obra (3).

los reyes don Fernando y doña Isabel! gritaron en alta voz | Comares les tenia preparado el conde de Tendilla, y terminó los reyes de armas. El júbilo se difundió por todo el ejército. la ceremonia dando á besar sus manos á los nobles y magnaSalvas y vivas resonaron por toda la Vega. Isabel se postró tes de Castilla, y á los caballeros moros que quisieron rendir de rodillas mirando la cruz; el ejército hizo lo mismo; los pre- homenaje á los nuevos soberanos. lados, sacerdotes y cantores de la real capilla entonaron el Te Deum laudamus, nunca cantado con mas 'devocion y fervor ni en ocasion mas grande y solemne. Incorporáronse la reina y el rey, y dando á besar sus reales manos á los nobles y capitanes que les habian ayudado á terminar tan grande empresa, procedieron á posesionarse de la Alhambra, á cuyas puertas los aguardaban ya el cardenal Mendoza, el comendador Cárdenas y el alcaide Aben Comixa. El rey entregó las llaves de Granada á la reina, la cual las hizo pasar sucesivamente á las manos del príncipe don Juan, del cardenal y del conde de Tendilla, nombrado gobernador de la ciudad y del alcázar (1). «Las damas y los caballeros, dice un erudito escritor, discurrian embelesados por aquellos aposentos de alabastro y oro, aplaudiendo los sutiles conceptos de leyendas y versos estampados en sus paredes, y explicados por Gonzalo de Córdoba y otros personajes peritos en el árabe.»>

(3) Digamos algo de la suerte que corrieron despues los principales personajes moros y cristianos que figuraron en las últimas jornadas de este gran drama, y que ya no influyeron mas en los sucesos de la Península.

El Zagal. Este valiente y destronado emir no pudo resignarse á vivir reducido al estrecho señorío del territorio de Andarax, que la desgracia le habia hecho trocar por su reino. Mortificábanle los recuerdos del trono perdido: sus mismos vasallos le faltaron á la obediencia y le dieron graves disgustos y sinsabores, y mal podia tener confianza en los que ya en una ocasion habian intentado matarle. Lleno, pues, de melancolía, determinó á los pocos meses abandonar aquellos valles, y vendiéndolos

Todavía los reyes no entraron aquel dia en la ciudad (2). Todavía volvieron á los reales de Santa Fe, para disponer desde allí la entrada triunfal que se verificó el 6, dia de la Epifanía. Esta entrada se hizo con la solemnidad correspondiente á tan gran suceso. Seiscientos cristianos arrancados á la esclavitud y sacados de las mazmorras, iban delante lle-á Fernando por cinco millones de maravedís, se embarcó con algunos vando en sus manos los hierros con que habian estado encadenados, y cantando letanías y alegres himnos. Tras ellos marchaba una lucida escolta de caballeros, cuyas limpias armas y bruñidos arneses deslumbraban la vista. Seguia el príncipe don Juan vestido de toda gala, y acompañado del gran cardenal Mendoza y del obispo de Avila, electo de Granada, Fr. Fernando de Talavera, ambos en mulas con sus ropajes sagrados. A los lados de la reina marchaban sus damas y dueñas con sus mas ricos y vistosos paramentos; cabalgaba el rey en su soberbio caballo, circundado de la flor de la nobleza castellana y andaluza; y cerraba la marcha el grueso del ejército al son de marciales cajas, pífanos y trompetas, ostentando los estandartes de los grandes y de los concejos. Entró la solemne procesion en Granada por la puerta de Elvira, recorrió algunas calles y plazas, y subió á la Alhambra, donde los reyes se sentaron en un trono que en el salon de

(1) Conde, Domin., c. 43.-Pulgar, Crón., p. III, p. 133.-Lucio Marineo, Cosas memorables, lib. XX.-Marmol, Rebel. de los Mor., lib. I, cap. 20.—Pedraza, Antig. de Granada, f. 76.—Carvajal, Anal.

El ilustrado traductor de Prescott inserta aquí un trozo de un romance antiguo, copiado de un códice de mediados del siglo XVI en que se pinta con colores poéticos esta entrada de los reyes.

En la ciudad de Granada
Grandes alaridos dan:
Unos llaman á Mahoma,
Otros á la Trinidad.

Por un cabo entran las cruces,
De otro sale el Alcoran;
Donde antes oian cuernos,
Campanas oyen sonar.

El Te Deum laudamus se oye
En lugar de Alá, Alá, Alá.
No se ven por altas torres
Ya las lunas levantar,
Mas las armas de Castilla
Y Aragon ven campear;
Entra un rey ledo en Granada,
El otro llorando va;
Mesando su barba blanca,
Grandes alaridos da.

¡Oh mi ciudad de Granada,

Sola en el mundo sin par! etc.

(2) El señor Prescott no quiere creerlo así, aunque lo atestiguan autores contemporáneos, fundándose en una carta de la reina, que trae Pedraza, dirigida al prior de Guadalupe y fechada en Granada á 2 de enero. Pero ó pudo la reina escribir la carta en la Alhambra, ó puede haberse equivocado la fecha, lo cual no seria nuevo en Pedraza. Véase á Lucio Marineo, Cosas memorables, pág. 178.

fieles amigos para el continente africano, donde esperaba pasar tranquilo el resto de sus dias. Pero el tirano y avaro rey de Fez se apoderó arbitrariamente de sus riquezas, y despues de despojarle le encerró en un lóbrego calabozo, donde llevó su ruda ferocidad al extremo de hacer que Alegaba por pretexto el bárbaro africano para tan cruel tratamiento el un verdugo le abrasara los ojos con una pieza de azófar hecha ascua. haber sido el Zagal enemigo de su aliado Boabdil. El miserable proscrito salió de la prision ciego y cubierto de andrajos, y así anduvo de aduar en aduar como un mendigo, hasta que un walí que le habia conocido en tiempos mas felices, le dió amparo y seguridad, y le vistió y alimentó, suministrándole los consuelos posibles en su infortunio. Así vivió bastante tiempo, y murió excitando la compasion general con su pobreza. dichado rey de los andaluces. Tal fué el desventurado fin del valeroso Dicen que le pusieron en su vestido un rótulo que decia: Este es el desMuley Abdallah, el Zagal, penúltimo rey de Granada.

Boabdil, el rey Chico. Este postrer monarca granadino, despues de permanecer algunos dias en los reales de Santa Fe, se retiró con su familia y sus allegados al territorio de la Alpujarra, que se le habia señalado en la capitulacion. Al trasponer una colina, cuya eminencia es el último punto desde el cual se divisan por aquella parte las torres de Granada y los fértiles campos de su anchurosa vega, el desgraciado príncipe musulman refrenó su caballo, dirigió una mirada melancólica hácia el magnífico palacio árabe, reciente mansion de sus delicias, y centro de su perdido esplendor y grandeza, derramó algunas lágrimas, lanzó un hondo suspiro, dió el último adios á Granada, picó su caballo, y la perdió de vista para siempre. Cuéntase que su madre, la altiva sultana Aixa, le dijo reprendiéndole su debilidad: «Haces bien, hijo mio, en llorar como mujer, ya que no has tenido valor para defenderte como hombre.» Desde entonces los moriscos llamaron aquella colina Feg Allah Akbar; los cristianos la han llamado el Suspiro del Moro.

Vivia Boabdil con su familia y sus amigos en Cobda, lugar de su señorío en la Alpujarra, como un opulento magnate, recreándose en ejercicios y partidas de caza con galgos y azores, mas conforme, al parecer, con su suerte y con aquel género de vida que su tio el Zagal. No estaba á gusto Fernando con la permanencia del destronado príncipe moro en España; recelábase de él, le espiaba los pasos, le averiguaba sus tratos y comunicaciones, y con el deseo de alejarle se decidió á proponerle por medio de sagaces emisarios las bases de un nuevo convenio, y principalmente la enajenacion de su hacienda y Estado y su traslacion á Africa con su familia. Contestó el moro que él se hallaba contento y satisfecho con la paz de su retiro, y que no pensaba cambiarla por nada (diciembre, 1492). Mas como insistiesen los reyes con mas empeño é indicasen sus recelos é inquietudes, queriendo Boabdil tranquilizarlos trató de ir á Barcelona, donde entonces se hallaban Fernando é Isabel. El secretario Fernando de Zafra, que residia en Granada, de órden del rey Fernando entorpeció con maña y sagacidad el proyectado viaje y entrevista de Boabdil (febrero, 1493). Realizóse, no obstante, el propósito de Fernando, merced á la oficiosa intervencion de Aben Comixa, antiguo secretario, alcaide y vazir del rey Chico, que, ganado por los cristianos, le comprometió pérfida y traidoramente abusando de su nombre, y vendiendo sin órden suya á los reyes el patrimonio y haciendas de su antiguo soberano en 21,000 castellanos de oro, no olvidándose de estipular para sí condiciones ventajosas. Cuando el desleal consejero anunció á Boabdil el trato y escritura hecha con Fernando, aquel desnudó su es

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