Imágenes de páginas
PDF
EPUB

ron con gusto cuantos subsidios les fueron pedidos. Reunidas las tropas en Toledo, y encomendada la gobernacion del Estado, durante la ausencia del rey, á la reina madre doña María de Molina, se decidió, por consejo y empeño del rey de Aragon, que el ejército castellano emprendiera el sitio de Algeciras, mientras el aragonés tomaba á su cargo el de Almería. La ocasion era oportuna, y favorables las circunstancias. Habia muerto asesinado dentro de su propio harem el rey de Marruecos Abu Yussuf, y reemplazádole en el trono Amer ben Yussuf su nieto: y en cuanto á Mohammed III de Granada, ocupado en hermosear su capital con suntuosas mezquitas y lujosos baños, gozando de prosperidad dentro de su reino, pero sin aliados fuera, no estaba en aptitud de poder resistir á dos tan poderosos monarcas reunidos. Púsose, pues, el de Aragon con su flota sobre Almería mientras el castellano con su ejército y su armada avanzaba á la playa y campo de Algeciras. El emir Mohammed acudió en socorro de la plaza, «pero las copiosas lluvias y recio temporal, dice el escritor arábigo, no le dejaron hacer cosa de provecho.» Supieron los cristianos que la de Gibraltar estaba mal guardada, la cercaron, la combatieron, la tomaron y repararon despues sus muros (agosto, 1309). Sobre mil y quinientos muslimes fueron, á peticion suya, enviados á Africa. Cuéntase de un viejo musulman que al verse lanzado de su casa le dijo al rey de Castilla: «Señor, ¿qué te hecho yo para que me arrojes de aquí? Tu bisabuelo el rey Fernando me echó de Sevilla y me fuí á vivir á Jerez: cuando tu abuelo tomó á Jerez, yo me refugié en Tarifa, de donde me arrojó tu padre Sancho. Vine aquí creyendo estar mas seguro que en otro cualquier lugar de España, y hé aquí que ya no hay de este lado del mar punto alguno en que se pueda vivir tranquilo, y será menester que me vaya á Africa á acabar mis dias.» El discurso del anciano musulman compendiaba la historia de los triunfos de Castilla sobre los moros en el último medio siglo.

No faltaron al rey trabajos y disgustos de todo género en el sitio de Algeciras, y allí mismo le abandonó otra vez el versátil y turbulento infante don Juan, desamparando el cerco y arrastrando consigo mas de quinientos caballeros, entre ellos el infante don Juan Manuel (1). Quedó el rey don Fernando reducido á seiscientos hombres de armas y á su hermano don Pedro. Mas ni aquella defeccion, ni los consejos que le daban para que alzase el sitio, ni la crudeza del temporal, ni la penuria y enfermedades que su corta hueste padecia, ni el ver sucumbir de la epidemia á don Diego de Haro y á otros ricos-hombres, nada bastó á hacerle desistir de aquella empresa, «teniendo, dice la crónica, muy á corazon de tomar la villa... mostrando muy gran esfuerzo y muy gran reciedumbre, y por muchos afincamientos que le hicieron, á la cima respondió que antes queria allí morir que no levantarse dende deshonrado (2).» Acudiéronle al fin el arzobispo de Santiago, y el infante don Felipe su hermano con un refuerzo de cuatrocientos caballeros; y las copiosas é incesantes lluvias, que tenian acobardado ya al ejército castellano, se convirtieron en provecho suyo, puesto que aquello mismo impidió al rey de Granada socorrer á los sitiados. Viendo, pues, Mohammed la insistencia del de Castilla, que por otra parte el de Aragon con sus almogavares le estaba devastando las tierras de Almería, que Ceuta le habia sido tomada por el antiguo walí de Almería Suleyman ben

(1) Este don Juan Manuel era hijo del infante don Manuel, y por consecuencia nieto de San Fernando, y tio de Fernando IV. Este personaje, uno de los mas notables de la edad media española, habia casado en 1300, siendo de edad de diez y ocho años, con Isabel, hija de don Jaime de Mallorca, la cual perdió al año siguiente. Mezclado activamente en todos los movimientos de guerra y de intrigas que señalaron el principio del siglo XIV, habíanle atraido á su parcialidad el infante don Juan y don Juan Nuñez de Lara. Fué de los que pasaron con don Diego de Haro á ofrecer sus servicios al rey de Aragon y á don Alfonso de la C'erda. En el tratado de Campillo se le dió el señorío de Villena: lo fué tambien de Peñafiel, y tuvo algun tiempo la mayordomía del rey Fernando. Adquirió mas adelante gran celebridad como general y como poeta y romancero: fué autor del Conde de Lucanor, y de una crónica, que aunque breve y sucinta, contiene útiles noticias sobre los sucesos de aquellos tiempos.

(2) Crónica de don Fernando el IV, cap.

55.

Rebieh en union con los aragoneses, y que en la misma Granada se estaban urdiendo sordas tramas contra él, pidió la paz al castellano, ofreciendo entregarle Bezmar, Quesada, y otras dos plazas de la frontera, con cincuenta mil doblas de oro (3), y reconocerse su vasallo siempre que levantara el cerco de Algeciras. El rey aceptó la proposicion, y firmada la paz, retiróse á Burgos á asistir á las bodas de su hermana Isabel con el duque Juan de Bretaña (enero, 1310).

La paz de Algeciras sirvió de pretexto á los descontentos y á los conspiradores de Granada para hacer estallar mas pronto la conjuracion. Un dia á la hora del alba de la fiesta de Alfitra cercaron el alcázar muchas gentes del bajo pueblo gritando: «; Viva Muley Nazar! ¡ viva nuestro rey Nazar!» Otra infinita chusma de gente menuda, dice el historiador árabe, acometió la casa del wazir Abu̟ Abdalláh el Lachmi, y robó y saqueó el oro y la plata, vestidos, armas y caballos, destruyendo ricas alhajas, y quemando muebles y preciosos libros que tenia. Entre tanto los caudillos de la sedicion cercaron al rey Mohammed y le intimaron que, pues el pueblo proclamaba á su hermano Nazar, le daban á escoger entre perder la corona ó la cabeza. El buen Mohammed, viéndose solo, prefirió lo primero, y renunció aquella noche el reino en su hermano, el cual sin querer verle le hizo conducir á Almuñecar, donde aun sobrevivió cinco ó seis años á su infortunio. El Nazar quedó solemnemente proclamado (4). Apenas se supo en Castilla la revolucion de Granada, el rey Fernando, de acuerdo con el de Aragon, determinó hacer una nueva expedicion á Andalucía. Las córtes de Valladolid le votaron cinco servicios y una moneda forera, y el ejército castellano, conducido por el infante don Pedro, fué á poner sitio á Alcaudete, sin que el nuevo emir de Granada pudiera conseguir una tregua que pidió al de Castilla. El rey, despues de haber recorrido varios pueblos de Castilla y Leon, pasó á Jaen para incorporarse con su ejército en Alcaudete, dos meses hacia cercada por su hermano don Pedro. Al llegar á Martos mandó dar muerte á dos caballeros, de quienes se sospechaba que eran los que habian asesinado á un favorito del rey. El suplicio de estos dos caballeros hizo entonces gran ruido y adquirió despues gran celebridad histórica, así por haber ocasionado la muerte del rey con circunstancias bien singulares, como por haber dado motivo á que se le aplicara el sobrenombre de el Emplazado con que es conocido.

Cuenta la crónica, que hallándose el rey en Palencia (5), al salir una noche del palacio real el caballero don Juan de Benavides (6) de hablar con el rey, fué asaltado y asesinado por dos hombres. Sospechábase que los dos caballeros que el rey encontró en Martos eran los asesinos de Benavides, y aunque ellos protestaron ante el monarca y ofrecieron hacer una plena justificacion de su inocencia, el rey se negó á admitirla, y sin forma de proceso «mandólos despeñar de la peña de Martos.» Al tiempo de morir, «viendo, dice la crónica, que los mataban con tuerto,» esto es, injustamente, emplazaron al rey para que compareciese con ellos á juicio ante el tribunal de Dios dentro de treinta dias. Eran estos dos caballeros hermanos llamados don Pedro y don Juan de Carvajal. Hecha la ejecucion, el rey se fué al campo de Alcaudete, donde le acometió una dolencia, que hizo necesario retirarle á Jaen, donde á pocos dias recibió la noticia de haberse rendido la plaza al infante don Pedro y haberse hecho la paz con el rey de Granada. Al decir de algunas crónicas, el rey parecia haber recobrado casi enteramente la salud, como que habiendo ido don Pedro su hermano á verle acordó con él y con los ricos-hombres que fuesen al otro dia á hacer la guerra al walí de Málaga, enemigo del de Granada, con quien estaban ya avenidos. Habiendo comido el rey, se fué á dormir, y cuando entraron á despertarle le hallaron muerto. Era el 7 de setiembre (1312), y se cumplia el plazo de los treinta dias que le habian señalado los hermanos Carvajales para comparecer

(3) Crónica, cap. 56.-Conde cap. 14, dice cinco mil doblas. Part. IV. (4) Al Katib, en Conde, cap. 15.-Otros hacen á el Nazar tio de Mohammed.

(5) No en Plasencia, como dice equivocadamente Romey. (6) Romey le llama dou Alonso, que es tambien un error.

con ellos ante Dios, por cuyo motivo se le dió el nombre de Fernando el Emplazado con que le designa la historia, y era natural que su muerte se atribuyera á castigo del cielo (1). Murió de edad de veinticinco años, y habia reinado algo mas de diez y siete (2).

No dejando sino un hijo varon, el infante don Alfonso, en tan tierna edad que solo contaba un año y veinticuatro dias, el cual fué aclamado rey despues de la muerte de su padre, quedó Castilla, no bien habia salido de las turbulencias de una menoría, expuesta á las borrascas y agitaciones de una menor edad todavía mas larga.

Un acontecimiento memorable señaló los últimos tiempos del reinado de Fernando IV de Castilla, acontecimiento que fué de los mas ruidosos é importantes que cuenta la historia de la edad media, á saber, la caida y destruccion de los templarios, cuyo suceso referiremos en otro lugar, por haberse verificado con mas estrépito y solemnidad y hecho mas eco en otros reinos que en el de Castilla.

CAPITULO IX

Jaime II (el Justo) en Aragon

DE 1291 A 1327

Tratos y negociaciones de don Jaime dentro y fuera de España.-Guerra de Calabria: triunfos de aragoneses y sicilianos sobre los franceses. Deseo general de paz: dificultades para ella.---Larga vacante de la Santa Sede: eleccion de Celestino V: sus virtudes: su abdicacion.—El papa Bonifacio VIII: su carácter.-Célebre paz de Agnani: sus condiciones públicas: artículos secretos.-Renuncia el de Aragon al reino de Sicilia, á cambio de las islas de Córcega y Cerdeña.-Matrimonio de don Jaime con Blanca de Nápoles Oposicion de los sicilianos al tratado de Agnani: proclaman y coronan rey de Sicilia á don Fadrique de Aragon. — Guerra entre los dos hermanos don Jaime de Aragon y don Fadrique de Sicilia.-Sitio de Siracusa: batalla de Falconara: batalla naval del cabo Orlando; retirada de don Jaime á Cataluña: constancia y heroismo de los sicilianos: extraño fin de la guerra de Sicilia.—Curioso episodio histórico de la expedicion de catalanes y aragoneses contra turcos y griegos: aventuras de Roger de Flor: de Berenguer de Entenza: de Bernardo de Rocafort: hazañas de los expedicionarios en Grecia y Turquía: su término.-Negocios interiores de Aragon: universidad de Lérida: Union de los nobles: célebre sentencia del Justicia en las córtes de Zaragoza. Famosa cuestion entre el papa Bonifacio y el rey Felipe el Hermoso de Francia: consecuencias y hechos notables.-Aragon y Castilla: paz de Campillo: sitios de Algeciras y Almería.-Costosa conquista de Cerdeña y de Córcega.—Sabias leyes de Jaime II en las cortes de Zaragoza: por qué mereció el título de Justo. Su muerte.-MEMORABLE PROCESO DE LOS TEMPLARIOS. Crímenes horribles de que se los acusaba. Prision general de templarios en Francia.-Empeño y gestiones de Felipe el Hermoso para su total extincion.-Conducta del papa Clemente V.Concilio general de Viena. Decreto y bula de supresion.-Suplicios horrorosos de templarios en Francia.-Los templarios en Aragon, Castilla y Portugal. Declaraciones solemnes de su inocencia. Su abolicion. Aplicacion de sus bienes.-Discúrrese sobre la naturaleza y causas de este proceso.-NAVARRA. Sucesion de sus reyes.-Luis el Pendenciero. Felipe el Largo. Cárlos el Hermoso. Doña Juana y don Felipe de Evreux.

Tan luego como don Jaime II vino de Sicilia y se coronó como rey de Aragon en Zaragoza, procuró arreglar las largas diferencias que su hermano habia tenido con Sancho el Bravo

(1) «Entendióse, dice Mariana, que su poco órden en comer y beber le acarrearon la muerte.» Lo cual no extrañaríamos, pues al decir de la

de Castilla, viéndose los dos monarcas en Monteagudo y Soria, de que resultó aquel tratado de paz en que se ajustó el matrimonio del de Aragon con la infanta Isabel de Castilla, y el auxilio naval que ofreció al castellano para la guerra contra el rey de Marruecos y sitio de Tarifa: tratado que se ratificó despues en Calatayud en medio de grandes fiestas y regocijos, pero del cual quedaron muy disgustados los aragoneses, considerándole desventajoso para su reino (3).

Pero la fuerza, la energía, la vitalidad de Aragon tenian que emplearse fuera de la península española, ya por la puerta que el testamento del tercer Alfonso dejaba abierta para nuevas complicaciones con los Estados del Mediodía de Europa, ya porque reteniendo Jaime II para sí la corona de Sicilia contra lo ordenado en el testamento de su hermano y contra lo estipulado en Tarascon, quedaba expuesto á las consecuencias del enojo y mala voluntad de todos los príncipes comprendidos en aquel asiento. Así la guerra que habia estado suspensa algun tiempo se renovó en Calabria, donde por fortuna suya los aragoneses, mandados por el valeroso don Blasco de Alagon, y los sicilianos conducidos por el terrible almirante Roger de Lauria, ganaron dos señalados triunfos sobre los franceses, aprisionando el primero al general enemigo, y volviendo el segundo á Mesina con su flota victoriosa y cargada de despojos y de naves apresadas. Era ya no obstante tan general y tan vehemente el deseo de paz y tan reconocida su necesidad por todos, que nuevamente se entablaron negociaciones para ver de llegar á un arreglo definitivo, por el cual suspiraba ya todo el mundo cristiano. Repitiéronse, pues, las embajadas, las proposiciones, las entrevistas de soberanos, en que intervinieron, ó personalmente ó por representacion, el papa, los reyes de Nápoles, de Francia, de Aragon y de Castilla, y todos los demás príncipes cuya suerte se hallaba comprometida y pendiente del resultado de estos conciertos. Los puntos capitales de mayor dificultad para la concordia eran, por parte del rey de Aragon la devolucion de la Sicilia á la Iglesia, á lo cual se oponian enérgicamente los sicilianos y el infante don Fadrique, por parte de Cárlos de Valois la renuncia de la investidura del reino de Aragon; á estas estaban subordinadas otras muchas cuestiones de no escaso interés é importancia, teniendo que atender al propio tiempo el rey de Aragon á los asuntos del vecino reino de Castilla, de los cuales y de los tratados y vistas que tuvo con Sancho IV y de la suerte que entonces corrieron los hijos del príncipe de Salerno, y los del infante don Fernando de la Cerda que el de Aragon tenia en su poder, dimos cuenta en el reinado de Sancho el Bravo de Castilla.

No era pequeño obstáculo para el arreglo de la paz, en unos tiempos en que el jefe de la Iglesia por mil circunstancias generales y especiales era el alma de todas las negociaciones políticas, la larga vacante de la silla apostólica, pues desde la muerte del papa Nicolás IV en 1292, estuvo dos años sin proveerse por la profunda division que reinaba entre los cardenales, que casi siempre en conclave, no les era posible llegar á entenderse y concertarse sobre la eleccion de pontífice. Al fin, en julio de 1294, como por una especie de inspiracion se convinieron todos y sorprendieron á la cristiandad con la eleccion de un anciano y virtuoso ermitaño que hacia una vida sencillísima y oscura en Tierra de Labor. Este santo y humilde siervo de Dios, que en su consagracion (29 de agosto) tomó el nombre de Celestino V, con el deseo sincero de ver restablecida la paz envió inmediatamente al rey de Aragon

Crónica: «vínose para Jaen con la dolencia, y non se queriendo guardar dos legados, para que en union con los embajadores de Fran

comia carne cada dia y bebia vino.» Cap. 64.

(2) La Crónica antigua de este rey que muchos suponen escrita de órden de su hijo Alfonso XI, por Hernan Sanchez de Tobar, notario y canciller de Castilla, así como las de Alfonso el Sabio y Sancho el Bravo, aunque al principio coloca bien los sucesos, empieza pronto á trastocar la cronología, poniendo en unos años lo que aconteció en otros. Nótase esto especialmente en los últimos de este reinado, en que supone el nacimiento del niño Alfonso en 1309, y la muerte de su padre don Fernando en 1310. Por lo que ha sido preciso para fijar bien la cronología apelar á documentos mas seguros y á otras historias, entre las cuales ha servido mucho el Cronicon de don Juan Manuel, que publicó Florez en el tomo II de la España Sagrada.—Véase sobre esto á Ulloa, Cronología de España, en el tomo II de las Memorias de la Academia de la Historia,

cia que aquí estaban, viesen de concluir la apetecida concor

pág. 432.-Pero no sabemos cómo Romey ha podido estampar lo siguiente: «La Crónica de Fernando IV (cap. 62) dice que Alfonso XI nació el viernes 3 de agosto de 1311... La Crónica del rey don Alfonso el Onceno dice expresamente que la reina Constanza dió á luz á Alfonso XI viernes á 13 de agosto del año del Señor de mil y trescientos y once.» Ro̟mey, tom. VII de su Hist. pág. 522, not. 1.-Nosotros que tenemos delante las dos Crónicas, estamos leyendo, no lo que dice Romey, sino lo que arriba hemos dicho.

(3) Recuérdese lo que sobre las relaciones de Castilla con Aragon en el reinado de don Sancho el Bravo referimos en el capítulo 4.° del presente libro.

dia. Mas convencido luego aquel piadoso varon de que no era á propósito para tan alta dignidad y tan difícil cargo en circunstancias tales, resignó antes de cuatro meses el pontificado en la ciudad de Nápoles despojándose de las insignias pontificias (diciembre, 1284), y dejando á sus sucesores, como dice Bernardo Guido en su historia, «un ejemplo nuevo de humildad y de abnegacion, que todos habian de aplaudir y muy pocos habian de imitar.»>

Fué entonces elevado á la silla de San Pedro un personaje que por su carácter y antecedentes era el reverso de su antecesor: hábil, sagaz, activo, versado ya en los negocios del siglo y de la política, y en quien parecia verse resucitar los dias de los Gregorios sétimos, y de los Inocencios terceros: tal era el cardenal Cayetani, á quien se dió el nombre pontifical de Bonifacio VIII. Uno de sus primeros actos fué recluir en una prision á su antecesor, so pretexto de prevenir un cisma en la

[blocks in formation]

soberanos en Agnani, ciudad de los Estados pontificios, donde que tenia en su poder: un nuncio especial seria enviado á Sise hallaba el papa y el rey Cárlos de Nápoles.

Ajustóse finalmente en Anagni la deseada paz general bajo las condiciones siguientes: Jaime II de Aragon habia de casar con Blanca, hija de Cárlos II de Nápoles (2), dándole en dote cien mil marcos de plata: el santo Padre anulaba y disolvia por causa de parentesco el matrimonio antes concertado de Jaime de Aragon con la infanta Isabel de Castilla (3): el rey de Aragon restituia á la Iglesia el reino de Sicilia é islas adyacentes, salvos los derechos de Cárlos de Nápoles: lo mismo se estipuló respecto á la Calabria, y á todas las posesiones de este lado del Faro: el rey de Francia y su hermano Cárlos habian de renunciar al reino de Aragon en poder de la Iglesia, para que esta le restituyese á don Jaime, el cual le habia de poseer de la misma manera que le habia tenido su padre el rey don Pedro antes que la Santa Sede le diera al de Valois : este último recibiria en indemnizacion el condado de Anjou que le cedia Cárlos de Nápoles: el papa alzaria y revocaria las sentencias de excomunion y entredicho que pesaban sobre don Jaime de Aragon y su hermano don Fadrique, y sobre los reinos y habitantes de Aragon y de Sicilia: el aragonés restituiria á Cárlos de Nápoles sus hijos y todos los demás rehenes

(1) Murió á los diez y ocho meses, y fué despues canonizado por Clemente V. Es uno de los santos que en su catálogo cuenta la Iglesia. (2) El antiguo príncipe de Salerno, á quien tanto tiempo habian tenido prisionero los monarcas aragoneses.

(3) Por eso en la historia de este reino hemos visto á la infanta Isabel ser devuelta por el aragonés á su madre doña María de Molina.

cilia para absolver al reino y á todos los que estaban ligados con censuras eclesiásticas y reconciliarlos con la Iglesia: habria buena y firme paz y amistad entre el rey de Aragon y el de Francia, y Cárlos su hermano, por sí y sus descendientes y valedores: se revocaban y anulaban todos los compromisos y obligaciones anteriores á este convenio. Añadieron y protestaron los aragoneses que si algunos ricos-hombres ó caballeros de sus reinos iban á ayudar ó servir á los enemigos del rey de Francia, no se pudiese hacer por ello un cargo al rey de Aragon, porque era fuero y costumbre general de España que los soberanos no pudiesen prohibir á los ricos-hombres y caballeros que se salieran del reino é ir á servir á quien quisiesen. El papa tomaba á su cargo el tratar con el rey de Aragon el negocio de la restitucion que habia de hacer al de Mallorca, su tio, de las islas, lugares y castillos que le habia tomado durante la guerra, quedando los dos en la posesion respectiva de sus reinos, en los términos señalados por el testamento del rey don Pedro (junio, 1295).

Estas fueron las condiciones públicas de la célebre paz de Anagni, á las cuales se añadieron dos artículos secretos: por el primero renunciaba el rey de Aragon su derecho al reino de Sicilia, á cambio de las islas de Córcega y Cerdeña de que le hacia donacion el papa: por el segundo ofrecia el aragonés al rey de Francia cuarenta galeras armadas con su almirante y sus capitanes bien en órden para la guerra que tenia con el de Inglaterra sobre el ducado de Gascuña. Concluida la paz, don Jaime de Aragon convocó córtes en Barcelona para que la confirmasen, como así se realizó, si bien, entendido por algunos

lo de los artículos secretos, murmuraron y llevaron á mal que | niencia de esta eleccion. Un enviado del papa quiso presenel rey hubiese renunciado á la posicion cierta de Sicilia por la promesa de las islas de Córcega y Cerdeña, mas fácil de ofrecer que de cumplir, y que habria que conquistar con las

armas.

tarse á los mesineses, ofreciéndoles, á nombre de su santidad, los fueros y libertades que quisieran, con tal que aceptaran el tratado de paz. El caballero Pedro de Ansalon salió á recibirle, y á la proposicion del enviado pontificio contestó desnudando la espada: Con esta, y no con papeles é instrumentos se procurarán la paz los sicilianos, y os rogamos, si no quereis perecer, que salgais cuanto antes de la isla. Con toda esta arrogancia desafiaba el pequeño reino de Sicilia el poder de todos los grandes Estados del Mediodía de Europa. Hacíase con esto inevitable ya la guerra. El papa anuló la eleccion de don Fadrique, y nombró á don Jaime de Aragon confalonier ó confalonero de la Iglesia (3), y generalísimo de todas las tropas de mar y tierra para la cruzada que habia de servir de pretexto á una expedicion contra Sicilia, y don Jaime por su parte llamó á todos los aragoneses y catalanes que se hallaban en aquel reino; pero apenas alguno le obedeció, y casi todos abrazaron la noble causa de los sicilianos (4).

Fué el mismo don Fadrique el primero á comenzar la guerra por la parte de Calabria, apoderándose de Squilache, de

Restaba la dificultad de ejecucion por lo concerniente á la sumision de Sicilia, que era la cláusula mas delicada del tratado. El papa Bonifacio, con deseo de arreglarlo todo amistosamente, logró reducir á don Fadrique de Aragon, gobernador de aquel reino, á que tuviese con él una entrevista, que se verificó en el campo á cuatro millas de Velletri, yendo el infante acompañado de Juan de Prócida y del almirante Roger de Lauria. Luego que se vieron, ¿Sois vos, le preguntó el papa al almirante, el enemigo tan terrible y el adversario tan formidable de la Iglesia, y por quien tanta gente ha perdido la vida?-Padre santo, le contestó el almirante sin turbarse, ios responsables de estos males sois vos y vuestros predecesores (1). Habló despues á todos el pontífice con mucha templanza sobre la conducta de los sicilianos, sobre el convenio de Anagni, y sobre lo dispuesto que estaba á tratarlos con clemencia; pero don Fadrique se volvió á Sicilia sin que en aque-Catanzaro y de otras ciudades y posesiones pertenecientes al lla entrevista quedara nada decidido. A los representantes que allí dejó les propuso el papa que si don Fadrique renunciaba á la corona de Sicilia, le casaria con Catalina, hija de Filipo y sobrina de Cárlos de Nápoles y de Balduino, último emperador de Constantinopla, la cual se suponia ser sucesora legítima del imperio, prometiendo dar al infante para su conquista ciento y treinta mil marcos de oro en cuatro años. La proposicion no obtuvo respuesta; y tan distantes estaban los sicilianos de ceder á las pretensiones de Roma, que dos religiosos franciscanos que el papa envió con letras en que los exhortaba á aceptar las condiciones de la paz universal, dieron gracias de haber podido libertarse del furor del pueblo. Seguidamente enviaron los de Sicilia nueva embajada á don Jaime de Aragon para protestar contra el tratado como afrentoso y perjudicial para ellos, y rogarle que no se cumpliese.

rey de Nápoles; pero desacuerdos ocurridos entre don Fadrique de Sicilia y el almirante Roger de Lauria acabaron por separar á este, lo mismo que á Juan de Prócida, de la causa siciliana que tan esforzadamente habian sostenido, concluyendo por pasar al servicio de la Iglesia y del rey de Aragon. los mismos que habian promovido y fomentado por tantos años la independencia de Sicilia. La misma reina doña Constanza con la infanta doña Violante se fueron á Roma, donde concurriendo por llamamiento del pontífice el rey don Jaime de Aragon despues de la guerra de Murcia, se estrecharon las relaciones y lazos entre la casa de Aragon y la de Nápoles, de tan largo tiempo enemigas, con el casamiento de la infanta doña Violante con Roberto, duque de Calabria, hijo de Cárlos II de Nápoles, y heredero de los reinos de Jerusalen, de Nápoles y de Sicilia (1297). Allí dió tambien el papa Bonifacio á don Jaime II de Aragon la investidura de las islas de Córcega y Cerdeña, con arreglo á la estipulacion secreta de Anagni, en feudo de la Iglesia, á la cual habia de dar dos mil marcos de plata, cien hombres de armas y quinientos infantes, obligándose además á obrar como enemigo contra los que

despues de tan largas y terribles luchas de sus predecesores con Roma, se ligaba ahora con la silla pontificia y se comprometia á guerrear por ella contra su propio hermano. Con esto regresó á Cataluña á preparar una expedicion contra Italia, sin que á don Fadrique le sirviera ni recordarle sus deberes fraternales ni hacerle ver el derecho con que poseia la corona de Sicilia: á todo contestaba don Jaime con las obligaciones que habia adquirido para con la corte de Roma.

Llegaron estos embajadores á Cataluña casi al propio tiempo que Cárlos de Nápoles y el legado pontificio cardenal de San Clemente, que con gran comitiva de caballeros traian á la princesa Blanca para celebrar su matrimonio con el rey don Jaime, en conformidad al tratado. Verificáronse las bodas en Villabeltran (1.° de noviembre, 1295), y en esta ocasion decla-lo fuesen de la Santa Sede. De este modo el rey de Aragon, ró el rey explícitamente á los enviados sicilianos la cesion que de aquella isla habia hecho en Cárlos su suegro, noticia que los turbó, dice el cronista aragonés, como una sentencia de muerte. Entonces ellos á su vez declararon ante toda la corte y á nombre del reino de Sicilia que se consideraban legítimamente libres y absueltos de cualquier juramento de homenaje y fidelidad que le hubiesen prestado, y que por el mismo hecho estaban en el caso de buscar y elegir rey y señor á su voluntad, segun les conviniese: protesta que, admitida por el rey, fué elevada á instrumento público. Uno de los embajadores, Cataldo Ruffo, orador elocuente y fogoso, en un discurso vehemente y apasionado que dirigió á los que presentes se hallaban, les dijo entre otras cosas: Muchas veces hemos sabido y oido hablar de vasallos que han desamparado á su señor: recordad vosotros, barones, si oisteis jamás que un rey haya dejado así á sus mas fieles vasallos en manos y poder de sus enemigos. Al terminar aquella vigorosa arenga, que era una acusacion terrible contra el rey don Jaime, los embajadores rasgaron sus vestiduras en señal de dolor, y regresaron á Sicilia, desembar-y catalanas, ir á privar á su propio hermano de aquel mismo cando en Palermo vestidos de luto y con la tristeza pintada

en sus rostros.

Congregado inmediatamente el parlamento en Palermo, unánimemente fué aclamado don Fadrique de Aragon rey de Sicilia (15 de enero, 1296) y poco despues se coronó con toda ceremonia (marzo de id.) bajo el nombre de Fadrique ó Federico III (2), siendo el almirante Roger de Lauria uno de los que mas ardientemente abogaron por la justicia y la conve

(1) Nicol. Special. ap. Muratori, tom. X, p. 962.-Zurita, Anales, libro V, cap. 12.

(2) El nombre de Frederik ó Federico es el mismo que en Aragon y en Castilla se decia Fadrique.

Cosa bien extraña debió parecer ver arribar á las costas de Italia en agosto de 1298 una escuadra de ochenta galeras aragonesas mandadas por el rey don Jaime II (que acababa de restituir las Baleares á su tio don Jaime de Mallorca en los términos prescritos en la paz de Anagni), desembarcar aquel monarca en Ostia, pasar á Roma á recibir de manos del papa el estandarte de la Iglesia, dirigirse á Nápoles á verse con el rey Cárlos, tomar en su compañía á Roberto, duque de Calabria, y en union con la flota del almirante Lauria, á la cabeza de naves y tropas francesas, provenzales, italianas, aragonesas

reino de Sicilia que obtuvo su padre, que gobernó él, y en que los sicilianos se empeñaban en sostener á don Fadrique. Apoderóse el rey de Aragon de varios lugares fuertes de Calabria, y trasponiendo el Faro, fué á poner sitio á Siracusa. No desalentaron por eso ni don Fadrique ni los sicilianos; antes en varios reencuentros que tuvieron con los confederados de

[blocks in formation]

mente los ataques de la escuadra combinada por mas de cuatro meses, hasta que don Jaime de Aragon, intimidado con la pérdida de la escuadrilla de Juan de Lauria, y consternado con la horrible baja de diez y ocho mil hombres que durante el invierno habia sufrido su ejército, determinó alzar el cerco, y se retiró con no poca mengua á Nápoles para volver de allí

Aragon y de Nápoles, la victoria se declaró por los de don Fadri- | por el caballero don Juan de Claramonte, resistió denodadaque: los mesineses apresaron una flotilla de diez y seis galeras que capitaneaba Juan de Lauria, pariente del almirante Roger, cogiéndole á él prisionero: los generales de don Fadrique que mas se distinguieron en esta guerra fueron el aragonés don Blasco de Alagon y el catalan Conrado Lanza, ambos valerosos y esforzados capitanes. Siracusa, defendida vigorosamente

[merged small][merged small][ocr errors][merged small][merged small][merged small][ocr errors][ocr errors][merged small][merged small][merged small][merged small][merged small][merged small][merged small][merged small][merged small][graphic][merged small][merged small][ocr errors][ocr errors][subsumed][subsumed][merged small][ocr errors][merged small][merged small][merged small][merged small][merged small][merged small][merged small][ocr errors][ocr errors]

almirante Roger de Lauria. Don Fadrique, que durante la ausencia de su hermano habia recobrado todas las plazas que este le tomó en su primera expedicion, no vaciló en ir á buscar la armada aragonesa. El almirante Lauria habia hecho amarrar fuertemente las galeras unas á otras, todas con las proas hácia el mar, formando una especie de fortaleza marítima. Don Fadrique ordenó las suyas en dos alas, colocándose él con su capitana en medio. Preparábase, pues, una terrible batalla entre dos monarcas hermanos, que ambos mandaban guerre

Томо ІІ

ros sicilianos, catalanes y aragoneses, dispuestos á pelear encarnizadamente contra otros aragoneses, catalanes y sicilianos. Iguales banderas flotaban en ambas escuadras, y solo se distinguia la de Aragon por los estandartes de la Iglesia y las flores de lis del rey Cárlos que en ella se descubrian. Mandó el de Lauria destrabar sus naves, y poniéndolas en el mismo órden de batalla que las de don Fadrique, tambien colocó en medio la capitana, en que iba el rey de Aragon, con el duque de Calabria y el príncipe de Tarento sus cuñados. Trabóse la batalla

2

« AnteriorContinuar »