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desde sus tiernos años un tan singular afecto á los Jesuitas, que aun sin haberlos visto jamás, en sus juegos pueriles no hacían sino fabricar casas é iglesias, que llamaban templos y colegios de la Compañía. Causó no poca admiración á su padre D. Esteban Varona, hombre muy reflexivo y maduro, que aun aquellas monedas que les daba para sus niñerías y adornos, se las volvían á dar como en depósito, para el colegio que decían haber de fundar á los Jesuitas. Colocadas en matrimonios correspondientes á su calidad, la copiosa prole con que bendijo el Señor sus tálamos, no les dejaron libertad para disponer de su cuantiosa dote. Sin embargo, Da Eusebia, mujer de grande ánimo y no vulgares talentos, emprendió recorrer las casas de las personas principales, con tan feliz suceso que en breve pudo juntar una gruesa cantidad, á que se agregó el quinto de su hermana Rosa, que murió en este tiempo.

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<< Su marido D. Jacinto Hidalgo partió inmediatamente al Bayamo para comprar una hacienda, y aunque no consiguió la que pretendía, pudo conseguir otra. Vuelto al Príncipe, los dos esposos escribieron al P. Provincial Cristóbal de Escobar, y éste mandó que, por vía de misión, pasasen dos PP. (de la Habana), y de cerca examinasen los fondos y cualidad de la pretendida fundación. No tuvo efecto esta orden por justos motivos; pero los Jesuitas que no pudieron ir de la Habana, los envió el cielo de otra parte.

<< Por aquel tiempo habían los ingleses apresado un navío español cerca de Cuba, y hallándose sin bastimentos para tantas bocas, determinaron dejar en la playa alguna parte de los prisioneros. De algunos jesuitas que venían en el barco expusieron también en tierra, cerca del cayo que llaman de Confites, y fueron los PP. Juan Cubedo y José Garrucho. Habiendo llegado los peregrinos á la Guanaja (1), á diez leguas poco más del Príncipe, voló luego la noticia á Da Eusebia, sabiendo cuánto se interesaba en todo cuanto miraba á los Jesuitas. Asistidos los PP. de un nieto suyo (de Da Eusebia), llegaron á la villa, donde apenas tomado un corto descanso, hicieron por veinte días una fervorosa misión. Los vecinos no pudieron ver partir sin sentimiento unos operarios tan útiles. D. Jacinto los acompañó hasta la Habana, y desde allí con informes de los mismos PP, repitió sus instancias al P. Provincial, y éste sus órdenes al Rector de la Habana, sin determinarle sujetos. Eran entonces solos nueve y todos ocupados; se determinó, pues, ofreciéndose todos igualmente y estando todos igualmente impedidos, que se echasen suertes... Cayó la suerte sobre los padres Martín Goenaga y Antonio

(1) Con manifiesta equivocación se lee, en el P. Alegre, Guanaxara.

Muñoz, sujetos de notoria religiosidad entrambos. Los dos misioneros, hallando ser suficientes las rentas, é informado el P. Provincial, aceptaron en su nombre la donación, y dieron principio á la residencia, mientras se impetraban las licencias necesarias de Madrid y de Roma para la fundación de un colegio.» Hasta aquí el P. Alegre. Nárranse empero juntos, hechos que debieron estar separados entre sí por algún intervalo de tiempo, y no se precisa fecha ninguna determinada. Si, según parece, los PP. que aquí se mencionan como enviados de la Habana, lo fueron por el mismo P. Provincial Cristóbal de Escobar, á quien antes se habían dirigido los dos piadosos consortes D. Jacinto Manuel Hidalgo y Da Eusebia Ciriaca Varona, el año en que esto sucedió debió ser á más tardar el 1747, pues ese año terminó el P. Escobar su gobierno, empezado cuatro años antes (pues no fué triennio), el de 1743. Esta es también la misma fecha asignada á dicho suceso por D. Matías Boza en sus apuntes, citados por el abogado principeño D. Tomás Pío Betancourt que la fija en 1757, fundado en la á nuestro juicio fútil razón de que este año á 9 de setiembre nombró el Ayuntamiento de Puerto Príncipe para apoderado de los PP. de la Compañía á D. Diego Antonio de Bringas y «no es creíble », dice, «que hubieran estado diez años en esta ciudad sin tener apoderado. »>

Menos creíble nos parece á nosotros que hubieran esperado siete años á establecerse, después de obtenida la real licencia y de allegada la renta suficiente; porque, según noticia que nos da el mismo Betancourt: «Los Curas de las parroquias de esta ciudad D. Ubaldo de Arteaga y D. José Sánchez ocurrieron al Ayuntamiento suplicándole pidiera licencia á S. M. para fundar un Colegio de Jesuitas, en el supuesto que habían recogido del público 52,000 pesos real y medio, cantidad que juzgaban suficiente para la fábrica del Colegio y manutención de los Padres de la Compañía, que vinieran á habitarlo. S. M. concedió la licencia que se solicitaba, en Real Orden de 7 de octubre de 1750.>>

Para iglesia y residencia de los PP. se ofreció primero el templo que, para dedicarlo á Nuestra Señora del Carmen y con destino á los Frailes Carmelitas, habían construido, en terreno que les concedió el Cabildo en 1732 para este fin, D. Jacinto Hidalgo y Da Eusebia Varona. Estos insignes bien hechores nuestros han dejado en Puerto Príncipe justa fama de benéficos y caritativos: la tradición atribuye además á Da Eusebia la fundación del hospital de mujeres. Los Carmelitas no vinieron, y los Jesuitas no juzgaron el templo acomodado á sus ministerios, por estar en las afueras de la población. Calcagno, en su Diccionario, pone como fecha de este ofre

cimiento el año 1744.

Bien pudo ser, pues ya para entonces era provincial de Méjico el P. Escobar; y para que se lo ofreciesen á los Jesuitas, y éstos, sabida la posición del templo, no lo aceptasen, ni aun era necesario que hubiese venido padre alguno á verlo y á tratar de la fundación.

« Al principio, dice Betancourt, vivieron los Jesuitas en la casa antigua que estaba en el solar que ocupa al presente la de D. Luis Loret de Mola (1) en la calle de la Contaduría (2). Después compraron una casa en el mismo lugar que ocupa la Secretaría de cámara, que era su iglesia, y á continuación hicieron para vivienda de los Padres de la Compañía y para aulas, la fábrica que sirve de palacio á la Real Audiencia.» Téngase presente que esto se escribía poco antes de mediar el siglo XIX.

Al hacer mención del P. José de Urbiola dijimos que antes de ser rector de la Habana lo había sido, y también fundador, de Puerto Príncipe: lo cual no quiere decir que fuese de los dos primeros PP. que pasaron allá á arreglar las bases de la fundación. También insinuamos cómo este mismo Padre supo hacer frente á las dificultades que se oponían á la vida del Colegio, nacidas de la escasez de recursos. El año 1767 eran cinco los Jesuitas residentes en este Colegio, que en el catálogo de la Provincia de Méjico se llama Residencia: los PP. Miguel Gadea, superior, Joaquín Munave, Manuel Brito, Miguel Ortiz, maestro de gramática y prefecto de la Congregación de la Anunciata para jóvenes, y el hermano coadjutor Rafael Buitrón.

Este mismo año de 1767, el 14 de junio á las cinco de la mañana, se ejecutó la expulsión de los Jesuitas de Puerto Príncipe, y se procedió al secuestro de sus bienes.

(1) Un hijo de esta familia ha ingresado estos últimos años en la Compañía de Jesús.

(2) Hoy del Lugareño.

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