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el gobierno de aquel Reyno. Llegado éste á Lima, corresponde con un chasqui ó correo el que concluyedándole la bienvenida; y al despedir al embajador le obsequia con una joya de valor y la gracia de uno ó dos corregimientos de los que á la sazon se hallen vacantes, para que pase á servirlo, si no lleva ocupación que se lo estorbe; ó nombre teniente que lo ejecute por él.

«El corregidor de Piura recibe en el mismo puerto de Paita al Virrey y teniendo prevenidas literas correspondientes á su persona y familia le suministra todas las que ha menester, bagajes y lo demás necesario hasta que llegue á la jurisdicción inmediata; hace formar ramadas en aquellos sitios despoblados donde han de hacer parada; y los convoya costeandc los repuestos, hasta que el corregidor inmediato le reieva de la obligación. Llega por último á Lima y sin detenerse, pasa en derechura atravesando la ciudad como de oculto al puerto del Callao, que es el inmediato y distante de ella dos leguas y media; allí le reciben y reconocen uno de los Alcaldes ordinarios de Lima, nombrado para este fin y los oficiales militares, hospedándolo en el Palacio que tienen los Virreyes, el cual se adorna para este acto con toda ostentación.

«Al siguiente dia le van á cumplimentar todos los tribunales regulares y Eclesiásticos á quienes recibe debajo de docel, dando principio à esta ceremonia la Audiencia, á la cual siguen el Tribunal de Cuentas, el Cabildo eclesiástico, el secular y el Consulado; después continúan los inquisidores, Tribunal de Cruzada, Prelados de las Religiones, Colegios y las personas de lustre. Este día lo acompañan en la ostentosa mesa que el Alcalde le hace servir, los oidores; y á su familia to los los sujetos

distinguidos que gustan de hacerles este cortejo. «En la noche se le representa una comedia, y hay franqueza para que todas las Señoras y demás mujeres entren de tapadas como lo acostumbran, á ver al nuevo Virrey

<El día siguiente, que es el segundo de su llegada sale en un coche, que como para tal personaje le tiene prevenido la ciudad y llega hasta la Capil'a de la Legua, asi llamada por estar en la mitad de la distancia que hay desde el Callao á Lima; Alli se halla ya el Virrey que acaba y saliendo de sus coches uno y otro, hace este la ceremonia de entregarle un baston en señal de que le pasa el mando del reyno; concluído lo cual, y hecho aquel regular cumplimiento que dicta la urbanidad se separan y sigue cada uno su camino.

<Si el que llega tiene el ánimo de hacer su entrada pública en Lima dentro de pocos días, se vuelve al Callao, en donde permanece hasta el determinado; pero siendo más regular el que medie algún tiempo interin se hacen las prevenciones necesarias para ella, pasa á Lima, y desde luego se aloja en su palacio cuyo adorno está al cuidado del más moderno Oidor y del Alcalde Ordinario.

<Señalado el día para la entrada pública, limpias, y colgadas las calles, y adornadas en distancias con varios arcos de triunfo en que no luce menos el arte, que la riqueza, pasa el Virrey oculto á las dos de la tarde á la iglesia y monasterio de Monserrate, el cual queda separado de la calle por donde ha de empezar por medio de un arco y de una puerta; juntos los que han de componer el acompañamiento, monta el Virrey y toda su familia en caballos que para esta ceremonia les previene esta ciudad y abriéndose las puertas vá á incorporarse y ce

rrar la marcha del concurso la cual sigue en este orden:

«Dan principio las dos compañías de milicias, despues los Colegios, la Universidad, cuyos doctores van en trajes correspondientes de Universidad; el Tribunal de Cuentas, la Audiencia á caballo con gualdrapas y el Cabildo secular vestido con ropones de terciopelo carmesí, forrados en brocado del mismo color, y gorras; traje que solo se usa en esta función.

Los individuos del ayuntamiento que van á pié, llevan las varas de un palio, bajo del cual entra el Virrey; y los dos alcaldes ordinarios, que también visten del mismo modo sirven de palafreneros llevando asida cada uno la brida del caballo de su lado. Esta ceremonia aunque está, prohibida por las leyes de Indias se observa no obstante con la puntualidad que queda descrita por que siendo costumbre tan antigua no se han conformado en innovarla aquellos regidores, por no minorar el obsequio á los Virreyes ni atreverse ninguno á ser el primero en abolirla.

«El paseo que hace el Virrey en esta forma es algo dilatado, por que rodea varias calles hasta que últimamente entra en la plaza..

«Al día siguiente la fiesta se hace en la Catedral, y después en la Universidad con un certámen poético, en los colegios de San Felipe y San Martín.

A todas estas fiestas, siguen las corridas de toros, festejo obligado de todo buen español.

NEGROS É INDIOS

Los primeros negros fueron traidos desde el principio de la Conquista, pues el misionero D. Bartolomé de las Casas, Obispo de Chiape, so pretesto de redimir á los indios del rudo trabajo á que estaban sujetos, persuadió al Rey de España Carlos I, V. Emperador de Alemania, más conocido por el nombre de Carlos V. que gobernó hasta 1555, la conveniencia de sustituir al indio por el esclavo negro, del que dijo podía obtenerse mayor beneficio; y poco antes de la conquista del Perú, el Rev compró á los portugueses 4000 negros, que fueron los primeros que se introdujeron á las antillas españolas, conducidos por mercaderes genoveses, quienes habían comprado ese privilegio, en 25,000 ducados al mayordomo de Carlos I, privilegio que le otorgó el Emperador por ocho años.

Los primeros conquistadores trajeron á su servicio negros africanos, y en el segundo viaje de Pizarro, al Perú, obtuvo éste, licencia por el artículo 18 de las capitulaciones para la Conquista del Perú con la Reina doña Juana, en 26 de Julio de 1529, para traer libre de derechos 50 negros, de los cuales por lo menos un tercio habìan de ser de hembras.

En 1534 esto es, antes de la fundación de Lima, la cantidad de africanos ha debido ser ya grande, cuando el Cabildo de Jauja, dictó una ordenanza sobre negros, que fué repetida por el Cabildo de Lima el 11 de Setiembre de 1535, atendiendo á que hacían mucho daño á los indios; y en Enero del año siguiente, se expidió otra ordenanza prohibiendo que los negros anduviesen de noche en las calles, si no fuese con sus amos, so pena de cien azotes por la primera vez, y por la segunda les fuese quitado lo suyo.

Las penas á que estaban sujetos estos desventurados, eran tales, que no cabe ningún calificativo. Se les consideraba en peor condición que el animal mas dañino.

Si huían de su amo por seis dias, se les castraba; si la ausencia era mayor se les mataba; no podían tener tratos ni contratos con los indios; al negro que tuviese manceba india, se le castraba también y á la negra que accediese á los requilorios de algún indio se le cortaban las orejas.

Una ordenanza del Cabildo de Lima de 23 de Setiembre de 1537 sobre maizales imponía al negro que robase maiz, la pena de cien azotes la prímera vez, y por la segunda que se le cortase su natura.

Otra ordenanza aprobada por Carlos I en Madrid en 19 de Noviembre de 1555, á pedimento de la Audiencia de Lima, penaba con cien azotes y se le traspasaba la mano con un clavo, al negro que hiciese armas contra un español y en caso de herirlo ó de reincidencia se le había de cortar la ma

no.

El Gobernador Gasca dictó una ordenanza en 1o. de Junio de 1549 contra los negros cimarrones,

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