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de 1687, sacándolo de la ciudad en un guando, á hombros de los negros, con el agua al pecho. Esto aunque parece exajerado, se explica, desde que la ciudad estaba amurallada y tenian ocasión las aguas para estancarse.

Aparte de su aplaudido clima y sus baños de mar, el Callao tenía además otro aliciente para la nobleza, desde que se construyó el Palacio real á principios del siglo XVII: el gran séquito que arrastraban los Virreyes en sus contínuas visitas al Callao.

Algunos de ellos, y quizá los más, trataban de darle importancia al puerto; y cuando venian de paseo ó á despachar la armada, lo hacían casi siempre con su familia, permaneciendo en él muchos días, y hasta semanas; en cuyo tiempo y á falta de otra cosa se hacìan festejos y comedias que representaban los soldados; sin escatimar las corridas de toros, que duraban por lo general tres días.

En 1654, el Virrey conde de Salvatierra no se conformó con venir él y su familia, sino que á los dos dias de permanencia en el puerto, esto es el 6 de mayo, hizo concurrir al Callao á todo el ejército estacionado en Lima, á pasar revista, bajo penas reservadas, según el individuo, al que faltase á ella.

A los festejos antedichos pueden agregarse los religiosos, que entonces estaban en la categoría de los más importantes.

Sta. Rosa gozaba de gran prestigio en Lima y Callao, y á la recepción de la primera imágen en bulto, de esta Santa, enviada desde Roma, que llegó al Callao el 15 de Enero de 1670, el virrey vino á recibirla, de cuerpo y de color, como dice el ya mencionado Mugaburu en su manuscrito, y con el bastón de Capitán General.

A la fiesta que á esta misma imágen se le hizo aquí el 20 de Setiembre del mismo año, concurrió también el Virrey y mucha gente de Lima, á la que divirtieron con una mascarada, muy para ver, al decir del mismo Mugaburu.

A otra fiesta que se hizo el 11 de Enero de 1676, á la pura y limpia concepción de María, como dice un cronista, asistiò también el Virrey con su familia y mucha nobleza.

Esta vez tambien, como en todo festejo, hubieron tres días de corrida de toros, y la fiesta obligada de comedias por los soldados, á todo lo cual concurrieron S. E. y comitiva.

En los planos de la bahía y de la ciudad que publica Frezier en 1716 y que reproducimos más adelante, coloca el desaguadero del rio Rimac, con el nombre de rio de Lima, muy cerca del puerto. Esta circunstancia nos hizo decir en las páginas 22 y 23, que el cambio de su cauce, se debía probablemente á la catástrofe de 1746.

Una vez impreso ese pliego, hemos podido rectificar el error, examinando detenidamente el plano de la bahía que Jorge Juan y Antonio Ulloa publicaron en 1744 y que podemos llamar oficial, por haber sido levantado por orden del Rey.

En dicho plano, que reproducimos del original, se ve que el río Rimac desembocaba, en el mismo sitio que actualmente y solo un brazo de él, al que llama Ulloa, río del Callao, venía al puerto, á servir de aguada á los buques y surtir de ese líquido á la ciudad.

Queda pues aclarado este punto.

Ayer, como hoy, Lima ha sido un atractivo pa

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ra los habitantes del Callao; y en el siglo XVII, como en el siglo XX los que podían, aunque fueran empleados públicos, vivían en la capital, desatendiendo sus obligaciones, por lo que el Virrey de la Cueva hizo publicar un bando en este puerto el 20 de agosto de 1674 para que ningun capitán vivo ó reformado, ni soldado, ni contador del sueldo, ni otra persona que recibiera sueldo del Virrey pudiera ir á Lima sin su permiso y el del Maestre de Campo. Esta orden, como todas las de cierto carácter, no tuvo efecto sino en un principio; y no podía ser de otra manera, por que ayer como hoy, también, el desórden principiaba porl os de arriba, concluyen do con la condescendencia á los de abajo.

La muralla que destruyó el mar en 1746 principió á construirse por el Virrey, marqués de Mancera, á fines de 1640, fortificándose al año siguiente con artillería fundida en Lima.

Siete años fueron necesarios para la terminación de esta obra, pues en 1647 anuncia en su memoria el Virrey, el término de ella, recibiendo sòlo en 1671 el título de ciudad que le otorgó el virrey Conde de Lemus.

Esta muralla costó al pueblo 369.000 pesos, de los cuales se sacó 240.000 del ramo de sisa establecido en 1610, que producía $ 30.000 anuales, ramo iniciado para levantar el puente de piedra de Lima cuya construcción terminó también en 1640; $ 55.000 de la contribución sobre el azúcar y 74.000 que hizo erogar el virrey á diversos propietarios. Además se obligó á cada esclavo á que trabajase semana y media en esa construcción ó, en caso contrario, pagase el amo el jornal correspondiente á ese tiempo.

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