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COLECCION

DE TROZOS ESCOGIDOS

DE

LOS MEJORES PROSISTAS CASTELLANOS.

DE DON MIGUEL DE CERVANTES

SAAVEDRA.

I.

Soliloquio de D. Quijote, cuando hizo la primer salida de su aldea.

¿QUIEN duda, sino que en los venideros

tiempos, cuando salga á luz la verdadera historia de mis famosos hechos, que el sabio, que los escribiere, no ponga cuando llegue á contar esta mi primera salida tan de mañana de esta manera: «Apenas habia el rubicundo Apolo tendido por la faz de la ancha y espaciosa tierra las do

radas hebras de sus hermosos cabellos, y apenas los pequeños y pintados pajarillos con sus harpadas lenguas habian saludado con dulce y meliflua harmonía la venida de la rosada aurora, que por las puertas y balcones del manchego horizonte á los mor. tales se mostraba, cuando el famoso caballero D. Quijote de la Mancha, dejando las ociosas plumas, subió sobre su famoso caballo Rocinante, y comenzó á caminar por el antiguo y el antiguo y conocido campo de Montiel" (y era la verdad que por él caminaba), y añadió diciendo: dichosa edad y siglo dichoso aquel, adonde saldrán á luz las famosas hazañas mias, dignas de entallarse en bronces, esculpirse en mármoles y pintarse en tablas, para memoria en lo futuro. ¡Oh tu, sabio encantador, quien quiera que seas, á quien ha de tocar el ser coronista de esta peregrina historia! ruégote, que no te olvides de mi buen Rocinante, compañero eterno mio en todos mis caminos y carreras.

Vida de D. Quijote.

II.

Batalla de D. Quijote con los molinos de viento, y aventura de los frayles de san Benito.

EN esto descubrieron treinta ó cuarenta molinos de viento, que hay en aquel campo; y asi como D. Quijote los vió, dijo á su escudero: la ventura va guiando nuestras cosas mejor de lo que acertáramos á desear; porque ves alli, amigo Sancho Panza, donde se descubren treinta ó pocos mas desaforados jigantes, con quien pienso hacer batalla, y quitarles á todos las vidas: con cuyos despojos comenzaremos á enriquecer, que esta es buena guerra, y es gran servicio de Dios quitar tan mala simiente de sobre la faz de la tierra. ¿Qué તું jigantes? dijo Sancho Panza. Aquellos que allí ves, respondió su amo, de los brazos largos, que los suelen tener algunos casi de dos leguas. Mire vuestra merced, respondió Sancho, que aquellos que alli se parecen, no son jigantes sino molinos de viento; y lo que en ellos parecen brazos, son las aspas que volteadas del viento hacen

andar la piedra del molino. Bien parece, respondió D. Quijote, que no estas cursado en esto de las aventuras: ellos son jigantes; y si tienes miedo, quítate de ahi y ponte en oracion en el espacio que yo voy á entrar con ellos en fiera y desigual batalla. Y diciendo esto dió de espuelas á su caballo Rocinante, sin atender á las voces que su escudero Sancho le daba advirtiéndole que sin duda alguna eran molinos de viento y no jigantes, aquellos que iba a acometer. Pero él iba tan puesto en que eran jigantes, que ni oia las voces de su escudero Sancho, ni echaba de ver, aunque estaba ya cerca, lo que eran, antes iba dicien do en voces altas: non fuyades, cobardes y viles criaturas, que un solo caballer est el que os acomete. Levantóse en esto un poco de viento y las grandes aspas comenzaron á moverse: lo cual visto por D. Quijote, dijo: pues aunque movais mas brazos que los del jigante Briaréo, me lo habeis de pagar. Y en diciendo esto, bien cubierto de su rodela, con la lanza en el ristre, arremetió á todo el galope de Rocinante, y embistió con el primer molino, que estaba delante; y dándole una lanzada en el aspa, la volvió el viento con tanta

furia, que hizo la lanza pedazos, llevándose tras sí al caballo y caballero, que fue rodando muy mal trecho por el campo. Acu dió Sancho Panza á socorrerle á todo el correr de su asno; y cuando llegó, halló que no se podia menear: tal fue el golpe que dió con el Rocinante. ¡ Válame Dios dijo Sancho: ¿no le dije yo á vuestra merced que mirase bien lo que hacia, que no eran sino molinos de viento, y no lo podia ignorar sino quien llevase otros tales en la cabeza? Calla, amigo Sancho, respondió D. Quijote: que las cosas de la guerra mas que otras estan sujetas á contínua mudanza cuanto mas que yo pienso, 'y es asi verdad que aquel sabio Freston, que me robó el aposento y los libros, ha vuelto estos jigantes en molinos, por quitarme la gloria de su vencimiento; tal es la enemistad que me tiene: mas al cabo al cabo han de der poco sus malas artes contra la bondad de mi espada. Dios lo haga como puede respondió Sancho Panza, y ayudándole á levantar, tornó á subir sobre su Rocinante, que medio despaldado estaba; y hablando en la pasada aventura, siguieron el camino del puerto Lápice: porque alli decia D. Qui jote, que no era posible dejar de hallarse

po

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