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Francia, una declaracion de las tres potencias hecha en Viera y Petersburgo detendria á los emperadores de Rusia y Alemania, aseguraria la paz general, y cortaria las revoluciones de Levante ahora y en lo sucesivo.» «En todo caso, decia despues, si el imperio turco es arruinado en la gran revolucion que amenaza á todo el Levante, sin que lo podamos remediar, debemos entonces pensar en adquirir la costa de Africa, que hace frente à la de España en el Mediterráneo, antes que otros lo hagan, y nos incomoden en este mar estrecho, con perjuicio de nuestra quietud y de nuestra navegacion y comercio. Este es un punto inseparable de nuestros intereses, que se debe tener muy á la vista.» Y solas estas dos máximas, añadimos nosotros, bastarian para acreditar á los ojos de la posteridad y del mundo la sábia y previsora política de Cárlos III. y sus ministros. Sucesos posteriores, acaecidos en nuestros dias, han venido á confirmar lo que aquellos hombres con su clarísimo talento veian ya venir, cuando desgraciadamente España no se ha hallado en aptitud ni posibilidad de desempeñar el importante papel que entonces le hubiera correspondido en las cuestiones de Levante, ni de restablecer nuestra antigua dominacion en la costa africana, ni de impedir que otros con más resolucion y más fortuna hayan ejecutado lo que ya en aquel tiempo se temia, y que más que á otra nacion competia á la española, por su posicion, por su historia, y por sus antiguos derechos. Con menos acierto discurria el monarca en la cita

da Instruccion acerca de los Estados-Unidos de América, insistiendo siempre en la fatal idea de que las discordias que reinaban en aquellos Estados por la inquietud y amor de sus habitantes á la independencia, que tanto habia fomentado y á que tanto habia contribuido España, nos habian de ser favorables, y serian siempre causa de su debilidad.-Por último, se ratificaba en no mezclarse en las cuestiones que las naciones francesa, inglesa, holandesa ó cualquiera otra de Europa suscitáran en el Asia y en la India Oriental. Es sin embargo notable la prevencion que hacia respecto de la Compañía de Filipinas. «Por más progresos que hagan, decia, la Compañía de Filipinas y su comercio, debe abstenerse de formar establecimientos, y de imitar á la compañía inglesa, escusando usurpaciones, y dar celos á las naciones asiáticas: er una palabra, ha de ser compañía de comercio, y no de dominacion y conquistas.»

Sobre el mérito del importantísimo documento que acabamos de analizar ligeramente, nos limitamos, y no es menester más á trascribir el juicio que hace de él el primero que le dió á la estampa. «Si fuese necesario, dice, dar pruebas todavía de la rectitud y patrióticas intenciones del gobierno de Cárlos III., ninguna podria hallarse más concluyente y demostrativa que este documento. La circunstancia de reservado que tiene la Instruccion trasmitida á la Junta de Estado la realza en gran manera, porque no puede ca

ber en ella la sospecha de que haya sido disfrazada la verdad por torcidos fines, como sucede á veces con otros documentos ó manifiestos publicados por los gobiernos, para consolar ó contentar á los pueblos, encubriendo las desgracias que padecen, ú ocultándoles los desaciertos de los que los rigen. En la Instruccion no hay ni puede haber sino verdad, expuesta con candor y buena fé. Allí el soberano, como cabeza que es de la gran familia que se llama Estado, presenta á su Consejo la verdadera situacion en que se hallan los negocios, y le trasmite sus más íntimos pensamientos acerca de ellos, sin estudiados adornos, y sin más artificios retóricos que el deseo del acierto que es de suyo tan elocuente..... Los que acostumbrados á ver á la ambicion ataviarse con engañosos oropeles de patriotismo ó de virtud se muestren severos ó desconfiados en punto al mérito de los ministros de los reyes, confesarán tambien que el primer ministro de Cárlos III., que fué el que escribió esta instruccion, es no menos digno de alabanza que el monarca á quien servia, y cuyas rectas y patrióticas intenciones ejecutaba (1), »>

(1) Muriel, Gobierno del Se- duccion.

ñor Rey don Carlos III., Intro

CAPÍTULO XX.

DISGUSTOS DE FLORIDABLANCA.

MUERTE DEL REY.-SU CARÁCTER.

1787.-1788.

Intrigas contra el primer ministro.-Pretestos para desacreditarle con el rey.-Manejos del conde de Aranda.-El decreto sobre tratamientos. -Sátiras y otros escritos contra F.oridablanca.-Sospechas acerca de sus autores.-Destierros políticos.-Escribe y presenta el ministro de Estado al rey su célebre Memorial en propia defensa.-Mantiénele el rey en su gracia y valimiento.-Situacion de la Europa en ocasion que esto sucedia.-Enfermedad de Carlos III.—Tranquilidad y entereza de espíritu con que se prepara á la muerte.-Bendice y exhorta á sus hijos. Religiosa y edificante muerte del rey.-Su testamento.-Sentimiento general.-Fisonomía, carácter y costumbres de Cárlos.-Regularidad inalterable en su método de vida.-Su aficion á la caza.- -Su intachable conducta como esposo y como padre. Inquebrantable veracidad de Cárlos.-Su constancia en el cariño.-Piedad, devocion, amor á la justicia y otras virtudes de este príncipe.-Sus cualidades intelectuales.

A pesar de la evidente conveniencia de la creacion de la Junta de Estado, del mérito indisputable de la Instruccion reservada para su gobierno, y del que á

los ojos de los sábios y de los políticos contrajo el au tor de este documento memorable, esta misma obra dió ocasion y sirvió de pretesto á los enemigos de Floridablanca, como ántes hemos indicado para tratar de indisponer al monarca con su primer ministro, representándosela como una invencion para influir en los negocios de todos los departamentos á costa de rebajar la autoridad soberana; cuando en realidad de verdad, y como lo exponia el mismo conde al rey, lo que con esto disminuia era la arbitrariedad ministerial, puesto que cada secretario del despacho sometia los asuntos de su ramo al juicio de los otros, y todos juntos se sujetaban las reglas y principios consignados en la Instruccion, modificados y aprobados por el monarca, que por otra parte quedaba en libertad de conformarse ó nó con lo que le propusiera la junta de ministros.

Por otra parte, sus reformas administrativas, en cuya mayor parte se veia la tendencia á favorecer á las clases pobres y á mejorar la condicion de los hombres laboriosos así en las profesiones literarias como en las industriales, y á reducir los privilegios de la nobleza

y de las clases exentas, le habian suscitado enemigos entre estas últimas, que hablaban con cierta ironía y menosprecio de su modesta alcurnia, y de cierta familiaridad y franqueza en sus modales que conservaba á pesar de los muchos años de poder ministerial, que hubieran podido enorgullecer á cualquiera otro, y de

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