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su grande aliento, cuando aislada de todas las naciones, esteriormente desairada y sola, interiormente devorada por los partidos, teniendo que derramar sus fuerzas por ambos hemisferios, casi espulsada de las Indias Occidentales y poco menos que vencida por sus colonias, tuvo empuje para declarar la guerra á Holanda y brios para pelear sola en todas partes. Hay que hacer justicia al espíritu, á la perseverancia, á la imperturba ble impavidez de la nacion británica.

La reclamamos tambien para nuestra racion en la reconquista de Menorca, el fruto mayor que sacó España de estas guerras. La concepcion del plan, su desarrollo, el secreto con que se condujo, la marcha, el ataque, todo fué admirablemente combinado y ejecutado. El rey, el primer ministro, el enviado á esplorar los ánimos de los isleños, el general en gefe de la espedicion, capitanes, marinos y soldados, españoles y franceses, Lasta el general inglés que gobernaba á Mahon y quedó vencido, todos llenaron su deber en esta gloriosa empresa. Crillon y Murray compitieron en valor y galanteria. Aquellos isleños enloquecian de encontrarse otra vez españoles al cabo de setenta y cuatro años de estar sujetos á hombres que no hablaban su lengua. Fundado y justo fué el regocijo de toda España, y Cários III. vió cumplido uno de los dos objetos en que tenía constantemente clavado y fijo su pensamiento, en que cifraba su mas ardiente deseo y su mas vehemente afan.

No plugo á la Providencia complacerle en lo que anhelaba todavía con mas vehemencia y ardor, en la recuperacion de Gibraltar. A la Providencia decimos, porque solo acudiendo á sus altos inescrutables fines puede el humano entendimiento resignarse á no poder esplicar ni comprender cómo ochenta años de continuados esfuerzos y de gigantescos sacrificios no bastaron á España á reparar la pérdida de una hora desgraciada. La de un mundo entero nos ha sido menos costosa y menos funesta que la de esa enorme y descarnada roca enclavada en nuestro propio suelo, para ser torcedor y mortificacion de un pueblo bizarro, altivo y pundonoroso, desde el momento fatal que pasó á es→ traño dominio, Dios sabe hasta cuándo. Manejos diplomáticos hábilmente conducidos, promesas solemnes con frecuencia arrancadas, tratados y convenios sobre la base de la restitucion cimentados, cambios y equivalencias ofrecidas, largos y costosos bloqueos con perseverancia sostenidos, sitios y ataques dirigidos con inteligencia y dados con asombroso valor, caudales con profusion empleados y sin cortedad consumidos escuadras poderosas, y numerosos y aguerridos ejércitos de tierra regidos por generales de fama y por almirantes renombrados, famosas batallas campales, y combates navales maravillosamente heróicos, hasta el últi

mas prodigioso esfuerzo del ingenio del hombre y del poder de una nacion, el de las baterías flotantes, todos los medios que esta nacion, señora de dos mun

dos, empleó por cerca de ochenta años, diplomacia, ofertas, conciertos, cambios, bloqueos, sitios, caudales, ejércitos, escuadras, artificios, inventos, combates, todo se estrelló contra ese fatídico Peñon, cuyo circuito marítirao y terrestre parecia destinado para sepulcro de hombres y de naves españolas. El mismo conquistador de Mahon vió palidecer ante Gibraltar las hojas del luarel de su recien ganada corona, y Cárlos III. tuvo que resignarse á aceptar la paz sin la devolucion de su ansiada plaza: cediéronle vastos territorios en el Nuevo Mundo, y no pudo recobrar una peña en su propio reino. No le inculpamos ni por su obstinado empeño,

ni

por el resultado infausto que tuvo: el empeño era patriótico y honroso; del resultado ¿quién podia responder? Gibraltar permaneció, como permanece, en poder de ingleses. Repetimos aquí lo que hemos dicho en otra parte. «Si todavía partes integrantes de la península ibérica continúan como destacadas de este recinto geográfico, cosa es que si debe apenarnos, no debe hacernos desesperar. Aun no se ha cumplido el destino de esta nacion; si no puede ser condicion de su vida propia y especial ser dominadora de naciones, tampoco puede serlo de otras dominar dentro de las cordilleras y de los mares que ciñen su suelo. Tenemos fé, ya que no podamos tener evidencia de este principio histórico. »>

Cuando hemos calificado de poco acertada la política de Cárlos III. y de precipitada su resolución de

ΤΟΜΟ ΧΧΙ.

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envolverse en nuevas guerras con la nacion británica y de ayudar á Francia contra ella, favorociendo de este modo la insurreccion y la independencia de las colonias norte-americanas, no hemos querido significar ni que aquellas luchas no fueran sostenidas con honra, ni que de la paz dejára de salir aventajada España. Con honra grande, si bien con dolorosos sacrificios, con gloria no escasa, si bien con harto gravámen del erario y sensible aumento de la deuda pública, fueron sostenidas aquellas guerras. Y en cuanto á las condiciones de la paz, ¿para qué ponderarlas nosotros cuando los estrangeros la han llamado «la más honorífica y ventajosa transaccion diplomática de cuantas habia ajustado la corona de España desde la de San Quintin?>> Y en verdad, aparte de la restitucion ó de la reconquista de Gibraltar, única condicion que faltó para que todo fuese completo, ¿á qué más habria podido aspirarse por fruto de la paz ó de la guerra, que á revocar el ignominioso tratado de París de 1763, á asegurar la posesion de Menorca, á salvar nuestras colonias de América, á adquirir el dominio de las dos Flo ridas, y á enseñorear todo el seno mejicano?

Pero á vueltas de todas estas ventajas, surge otra cuestion de mayor trascendencia, que es á la que nos hemos referido antes. ¿Fué acertada la política de Cárlos III., fué conveniente al porvenir de una nacion que tenia tantas y tan vastas colonias en América, fomentar más ó ménos directamente la insurreccion y la У

emancipacion de los Estados Unidos, debilitando las fuerzas de Inglaterra y combatiendo al lado de la Francia? ¿Pudo influir este ejemplo en el levantamiento y en la independencia de las colonias españolas del Nuevo Mundo que al cabo de algunos años sobrevino?

II.

Un moderno historiador del reinado de Cárlos III. á quien no puede negarse ni recto y claro juicio, ni buenos y profundos estudios sobre este período, se aparta en este punto del comun sentir de los historiadores y de la opinion general de los políticos, y asevera de plano que no hubo enlace alguno entre la independencia de las colonias españolas y la guerra que produjo la emancipacion de los Estados Unidos, y que ni un solo dia se hubiera dilatado aquella aun cuando Cárlos III. presenciára inactivo esta lucha (1). Sentimos no poder estar de acuerdo con tan entendido y respetable historiador; pero sin que nosotros pretendamos que la independencia de unestras colonias fuera una consecuencia precisa de la del Norte de América, sin que queramos suponer que nece

(1) Ferrer del Rio en el capí- del reinado de Cárlos III. tulo 4.° del lib. V. de la Historia

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