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colonia del Sacramento, á que se dió una inmerecida y escesiva importancia. Fué necesario que cayéra el ministro portugués Pombal y que se pusiera á la cabeza del gobierno español el hábil Floridablanca, para que se diera un rumbo mas conveniente á las relaciones entre las dos naciones vecinas. El tratado de límites de 1777 fué un acto que dió alta idea del talento político de don José Moñino, y un acontecimiento feliz como término de antiguas desavenencias y luchas, y como base de la estrecha alianza que le subsiguió en 1778. Dobles enlaces entre príncipes y princesas de las dos familias reinantes acabaron de estrechar después aquella alianza; que si bien fué tambien de familia, cuando en estos pactos no entra como elemento esclusivo la razon de deudo, sino que concurren en acorde consonancia la razon de Estado, el afecto de la sangre, la conveniencia política, la justa proteccion de una parte y la gratitud de otra, que fué el caso de Carlos III. de España con su sobrina la reina de Portugal despues de la muerte de José I., entonces estos pactos, lejos de encerrar un gérmen de funestas derivaciones, le llevan de mútuas, legítimas y saludables consecuencias.

Alternativamente ventajosos y funestos los pactos, alianzas y confederaciones de Cárlos III. con otras potencias en los dos primeros tercios de su reinado; alternativamente cuerda y desacertada su política en sus relaciones exteriores y en sus empresas en el antiguo y en el nuevo mundo; alternativamente propicios y

adversos los sucesos militares, las espediciones marítimas, y los resultados de las guerras y de las paces, pero haciendo siempre gran figura en su tiempo la nacion española en la próspera como en la contraria fortuna, creemos que el rumbo que en el último tercio del reinado supo dar á la política exterior puede y debe satisfacer cumplidamente al español mas amante del buen nombre de sus monarcas y de la dignidad y de la gloria nacional. Si siempre es noble y digna la actitud de un soberano que se constituye en reconciliador de otros soberanos y en pacificador de naciones, es doblemente honrosa y lisonjera cuando su voz es escuchada, respetado su nombre, poderoso su influjo, y eficaz su intervencion. Grandes títulos habia adquirido sin duda Cárlos al respeto y consideracion de otras potencias, cuando su mediacion bastó á reconciliar por dos veces á Portugal con Francia, cuando logró evitar un nuevo rompimiento entre Francia é Inglaterra, cuando con sus prudentes exhortaciones llegó á alcanzar que estas dos potencias que parecian irreconciliables se entendieran hasta el punto de firmar un convenio obligándose á no intervenir con la fuerza en los negocios de Holanda, y cuando en el arreglo definitivo entre las córtes de Madrid y Londres de los puntos que habian quedado pendientes en el tratado de paz, cbtuvo de la Gran Bretaña concesiones que eran para ella verdaderos sacrificios, aun á costa de excitar murmuraciones en el pueblo y en el parlamento.

No puede leerse sin respetuosa admiracion el cuadro en que se desenvuelve el sistema general de política exterior de Cárlos III., tal como se contiene en la última parte de la célebre Instruccion reservada para la Junta de Estado. Hay que retroceder más de dos siglos para encontrar otro documento de la misma índole con que poder cotejarle, que es la Instruccion de Cárlos V. á su hijo Felipe II. al hacer en él la abdicacion de sus vastísimos dominios; pero aventaja sin duda en mérito la del tercer Carlos de Borbon á la del primer Carlos de Austria. Aunque la supongamos obra de su primer ministro, el rey la hizo suya aceptándola, y no la aceptó sin exámen, sino despues de largas conferencias y de muy detenida meditacion. No se sabe qué admirar más, si el profundo conocimiento que el soberano y el ministro mostraban tener de la situacion, de los intereses, de las pretensiones y designios de todas y cada una de las potencias y estados del mundo, si la circunspeccion y cordura con que sobre este conocimiento acordaron conducirse y manejarse con las córtes estrangeras, influyendo en todas las cuestiones europeas, y haciendo pesar en la balanza del mundo la política española, en el sentido más favorable á la paz de los pueblos, y sin ligar ni comprometer los intereses, ni el porvenir y la suerte de España á los de otra potencia alguna, ni por amiga ni por poderosa que fuese.

En las grandes perturbaciones que de nuevo ame

nazaban á Europa, Carlos III., sin consentir que se lastimase ni rebajase en nada la importancia y el poder de las naciones borbónicas, supo tambien conservar la independencia y la dignidad de su reino, negándose á formar parte de la cuádruple alianza que se proyectaba entre las dos córtes imperiales, Francia y España, sin dejarse seducir por las escitaciones ni deslumbrar por los cfrecimientos, y sin ofender á los que le buscaban ni dar recelos á los que le temian. Las lecciones de lo pasado le habian hecho cauto y prevenido, y aunque algo más tarde de lo que fuera de desear, todavía comprendió á tiempo de evitar grandes males y de hacer no pocos bienes lo que debió haber sido siempre el Pacto de Familia. Asombra el exacto conoci miento que manifestaba tener de la índole y carácter de la política inglesa, de las miras y aspiraciones de la Francia, de los designios ambiciosos de Rusia sobre Turquía, y su prevision sobre los medios de enfrenar las pretensiones de los imperios del Norte; y aparte de la cuestion de los Estados Unidos de América, en que le encontramos siempre un tanto obcecado, es á nuestro juicio maravilloso el acierto con que discurria acerca del espíritu y tendencias de cada nacion, y de la política qne con cada una de ellas convenia seguir á España.

Por último, gloria será siempre, y siempre honrará la memoria de Cárlos III. el haber acertado con esta política á colocarse en situacion de ser el único sobe

rano de Europa á quien todas las naciones volvieron la vista como al solo monarca que podia conjurar las nuevas turbaciones de que se veia amenazada y el haberlo logrado, siquiera fuese por pocos años, que tampoco alcanzaron á más los de su vida. En el caso de la Providencia hubiera querido diferir algun tiempo su muerte, no sabemos, ni es fácil adivinar cuánto y en qué sentido hubiera podido influir en los grandes acontecimientos que en Francia y en Europa sobrevinieron á poco de descender Cárlos III. á la tumba.

que

IV.

Como una de las materias que más influyeron en el órden pólítico y social fuera y dentro de España, creemos corresponde al método que nos hemos propuesto en nuestras observaciones ccnsiderar en este sitio la fisonomía que imprimió al reinado de Cárlos III. la doctrina del regalismo que él y sus hombres de Estado profesaban, y el hecho ruidoso de la supresion, en España y en otros Estados de la cristiandad, de un célebre instituto religioso, y de la expulsisn y dispersion de sus individuos; puntos que constituyen uno de los caractéres que distinguen más la política del reina

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