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tener y asegurar la tranquilidad pública. De contado los enlaces de los príncipes españoles y portugueses. sirviéronle para hacer que Portugal entrára en el sistema político de los Borbones, y aun consiguió que hiciera alianza con Francia, y que esta nacion participára de las ventajas mercantiles de que hasta entonces solo habian disfrutado los ingleses. Como mediador se presentó tambien mas adelante entre aquellas dos naciones, arreglando las disputas que se suscitaron sobre el comercio de Africa.

Inglaterra era sin duda la que habia quedado mas quebrantada y mas sentida de la última guerra, y como no faltaba quien esplotára el descontento y aun la exasperacion pública, y quien agitára y concitára los ánimos del pueblo contra el gobierno y el desacuerdo entre el gobierno y el reino, temíase que las cosas llegaran al estremo en aquella nacion. Mas por fortuna la administracion del jóven Pitt, que gozaba al mismo tiempo del favor popular y de la confianza del soberano, cambió admirablemente la situacion de la Gran Bretaña, mejoró la hacienda hasta un punto que parecia increible, y que sobrepujó los cálculos y las esperanzas de todos, afianzó la paz interior, é hizo que en lo esterior recobrára aquella potencia su anterior energía.

Orgullosa Francia con el resultado de la guerra de América tan funesto á su rival, no reparaba en su flaqueza interior. El hábil ministro Vergennes en medio

de los quebrantos del reino supo mantener el ascendiente que acababa de cobrar en las córtes de Europa, impedir el engrandecimiento de Austria conservando mañosamente su amistad, y estrechar con destreza la union con Prusia para estorbar los designios de la córte de Viena, y dividir y debilitar el imperio germánico. Y sobre todo, halagando y excitando al partido republicano de Holanda, le puso en actitud de cometer los excesos que produjeron la caida del Estatuder y el establecimiento de una nueva constitucion, principio de otros nuevos acontecimientos.

El emperador José II. de Austria habia defraudado completamente las esperanzas que su capacidad habia hecho concebir de su gobierno despues del sosiego y prosperidad que el Imperio habia alcanzado en los últimos años de su madre María Teresa. Su política esterior, propia de su genio ambicioso é inquieto, puso á riesgo de turbarse de nuevo la tranquilidad europea; pero sus locos proyectos y pretensiones respecto á los Paises Bajos se estrellaron en la oposicion abierta y decidida en Prusia, y en la diestra intervencion y secreto influjo que hemos indicado de la Francía. En la gobernacion interior habia emprendido un sistema de re ormas precipitado é imprudente, en que no respetó, no solamente las preocupaciones y los usos populares, sino ni las instituciones morales y políticas que forman la base de todo estado, dando lugar á que el descontento estallára en movimientos que hacian temer sobrevi

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niera una disolucion social. Fueron sin duda las mas notables de estas reformas las innovaciones relativas á materias eclesiásticas, que obraron un repentino y conipleto cambio en el gobierno y disciplina de la iglesia del Imperio. Todas las órdenes religiosas dedicadas á la vida contemplativa fueron suprimidas, y á las demas las relevó de la dependencia de Roma, poniéndolas bajo la sola jurisdiccion de los ordinarios: con el solo recurso á estos podian secularizarse los frailes y dejar las monjas los conventos cuando quisieran, y volverse á sus casas, disfrutando una módica pension: quitó á Roma la provision de los obispados de Milan; autorizó la enseñanza de las doctrinas protestantes en las universidades, y mejoró la condicion de los judíos; dió libertad á la imprenta, y mandó qué circuláran libremente todos los libros prohibidos, á escepcion de los que prohibiera el soberano.

Estas y otras semejantes reformas, comprendidas en las llamadas leyes Josefinas, lienaron de amargurà el corazon del pontífice Pio VI. que viendo el ningun fruto que sacaba con los Breves apostólicos que dirigió al emperador reformista, determinó, no obstante su avanzada edad y su quebrantada salud, hacer un viage á la corte imperial á exhortarle y suplicarle personalmente que revocára unos decretos que tanta perturbacion ocasionaban en la cristiandad. Tampoco con el viage consiguió nada el virtuoso pontífice; mostróse obstinado é incorregible el emperador: en

vez de ablandarle los ruegos del venerable peregrinɔ, mas tarde hizo el mismo José una visita á la ciudad sant " y á su regreso de Roma suprimió un gran número de comunidades (1).

La muerte de Federico II. de Prusia (17 de agosto, 1786), de aquel soberano á quien la admiracion de Europa y el reconocimiento de su pais dieron el título de Grande, produjo un cambio en la política general de Europa, y mas inmediatamente en las relaciones y en los proyectos de la Francia, que debia á la alianza con la córte de Berlin la preponderancia que en Alemania habia adquirido. Porque Federico Guillermo, sobrino y sucesor del monarca prusiano, sin los compromisos de su tio con Francia y sin sus prevenciones contra Inglaterra, inclinóse del lado de esta nacion, y favoreció en Holanda al Estatuder y los de su partido, y fué causa de que se restableciera el antiguo régimen derrocado por la influencia francesa. Aquí fué donde se vió la política prudente y conciliadora de Cárlos III. de España, tanto para huir de envolverse en compromisos como los anteriores cuanto para evitar que se turbara de nuevo la tranquilidad europea. Si bien no podia ver con pasiva indiferencia la preponderancia que la reciente revolucion de Holanda hacia perder á los Borbones, y manifestó

(1) Historia del Imperio.-Vi- de N. Smo. P. Pio VI. á la córte de da de José II.-Dini, Diario de la Viena.

memorable peregrinacion apostóli

su resolucion de no consentir la humillacion de la familia, haciendo preparativos de guerra y ofreciendo á Francia asistirla con fuerzas de mar y tierra si la Inglaterra la atacase, tampoco desconocia los fundades motivos de resenti.miento que tenia la Gran Bretaña, y no dejaba de exhortar al gabinete inglés á que no exasperára á la Francia con exageradas demostraciones de alborozo por su reciente triunfo en los negocios de Holanda, sino que usára de él con templanza y moderacion.

No fué sordo el gobierno británico á las prudentes exhortaciones del monarca español. Declaró que su propósito se limitaba á defender sus intereses y á intervenir en el restablecimiento del antiguo gobierno holandés, con lo que Cárlos no solo se aquietó, sino que aplaudió esta conducta; y con esto, y con proteger y apoyar el partido pacífico de Francia, acertó á llevar las cosas á un punto, que ademas de no estallar la guerra que es de presumir se hubiera encendido de nuevo sin esta prudente y eficaz intervencion, fué admirable que Inglaterra y Francia, tan enemigas y rivales, se entendieran de modo que llegáran á firmar un convenio (17 de octubre, 1787), mediante el cual se obligaban mútuamente á poner en pié de guerra sus fuerzas terrestres y marítimas, y á no intervenir con la fuerza en los negocios de Holanda; resultado de que muy fundadamente pudo vanagloriarse Cárlos III. (1).

(1) Siempre es agradable ver á los escritores ingleses hacer en TOMO XXI. 3

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