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rosla. No creais que el miedo me hace ver visiones. Al dejar | debian tener para con este pueblo. La pasion era el odio hácia á Nápoles he entregado mi vida á las eventualidades mas azarosas: desde que estoy en España me digo todos los dias: «Mi vida es poca cosa, y os la abandono.» Mas para no vivir con la vergüenza que acompaña el mal éxito. son menester grandes medios en hombres y dinero. Solo entonces la facilidad de mi carácter me podrá captar algunos partidarios. Hoy, y en tanto que todo sea dudoso, la bondad parece cobardía, y estoy dispuesto á parecer menos bueno. Para salir lo mejor posible de esta tarea repugnante á un hombre destinado á reinar, es preciso desplegar grandes fuerzas, á fin de impedir mas sublevaciones, y que haya menos sangre que verter y menos lágrimas que enjugar. De cualquier modo que se resuelvan los negocios de España, su rey no puede hacer mas que gemir, porque hay que conquistar por fuerza, pero en fin, pues que la suerte está echada, será preciso prolongar los trastornos lo menos posible. No me asusta mi posicion, pero es única en la historia: no tengo aquí un solo partidario.....>>

Ni le deslumbró su fácil entrada en la capital del reino, ni le fascinó verse proclamado rey de España. Al contrario, no solo comprendió, como el hombre de mas claro y mas recto juicio, el estado verdadero de la nacion y de la opinion pública, no solo seguia reconociendo lo crítico de su posicion, no solo se lamentaba en el seno de la confianza de los excesos de los generales y del mal comportamiento de las tropas francesas para con el pueblo, sino que vió claro el error cometido por el emperador su hermano, pronosticó que sus glorias se eclipsarian en España, y lo que es mas, tuvo la franqueza de decírselo. En carta escrita el 24 de julio desde Madrid le decia entre otras cosas lo siguiente: «El estado de Madrid continúa siendo el mismo; prosigue la emigracion en todas las clases... Enrique IV tenia un partido; Felipe V no tenia sino un competidor que combatir; y yo tengo por enemiga una nacion de doce millones de habitantes, bravos y exasperados hasta el extremo. Se habla públicamente de mi asesinato; pero no es este mi temor. Todo lo que se hizo aquí el 2 de mayo es odioso; no se ha tenido ninguna de las consideraciones que se

el príncipe de la Paz; aquellos á quienes esta pasion acusa de ser sus protectores le han heredado, y me han trasmitido este odio. La conducta de las tropas es propia para mantenerle..... Debo repetir lo que tantas veces he dicho ya y escrito á V. M ; pero no teneis confianza en mi manera de ver. Sean los que quieran los acontecimientos que me aguardan, esta carta recordará á V. M. que yo tenia razon.-Si Francia puso sobre las armas un millon de hombres en los primeros años de su revolucion, ¿por qué España, aun mas unánime en su furor y en su odio, no podrá poner quinientos mil, que serán aguerridos y muy aguerridos en tres meses?-Necesito, pues, antes de tres meses cincuenta mil hombres y cincuenta millones.— Los hombres honrados no me son mas afectos que los pícaros. No, señor; estais en un error: vuestra gloria se hundirá en España. Mi tumba señalará vuestra impotencia; porque nadie dudará de vuestra afeccion hácia mí. Todo esto sucederá, etc.»> Estas cosas, dichas confidencialmente y en correspondencia privada de hermano á hermano, repetidas despues en otras cartas, que tenemos á la vista y que no copiamos por no fatigar á nuestros lectores (1), estos desahogos del corazon expresados con la sinceridad del que habla en el seno de la intimidad y bajo el seguro del secreto, revelan perfectamente y de un modo auténtico el carácter, las condiciones, los sentimientos, la claridad de juicio del hombre á quien Napoleon habia destinado, sacrificándole, á ser rey de España, y sobre quien el pueblo en su justa irritacion y en su apasionado modo de juzgar, habia formado un concepto tan equivocado.

(1) Las que hemos citado están tomadas de las Memorias del rey José, publicadas por A. Du Casse, preciosa coleccion de documentos, en diez volúmenes, interesantísimos para la Historia de España en el período. que examinamos. Creemos que así el conde de Toreno, como otros historiadores de la guerra de la independencia que nos han precedido, y que no pudieron conocer esta obra, dada á luz muy recientemente, en 1854, habrian retratado con mas extension y en el mismo sentido que nosotros lo hacemos, el carácter y cualidades del rey intruso, si hubieran tenido á la vista la interesante y copiosa correspondencia á que nos referimos, y de que solo hemos hecho hasta ahora ligeros extractos.

LIBRO DÉCIMO

GUERRA DE LA INDEPENDENCIA DE ESPAÑA

CAPITULO PRIMERO

Primeros combates.-Cabezon: Rioseco: Bailen

1808

Principio de la lucha.—-Combate del puente de Cabezon.-Desacertadas disposiciones del general español.-Gente inexperta y colecticia que llevaba.-Derrota y retirada del general Cuesta.-Entran los franceses en Valladolid.—Fuerza Merle el paso de Lantueno y penetra en Santander.-Conducta del obispo de la diócesi.-Pasa el general francés Lefebvre el Ebro.-Bate al marqués de Lazan.-Aproxímase á Zaragoza.-Movimiento de tropas francesas en Cataluña.-Somatenes en el país.-Primer combate del Bruch.-Conflicto de los franceses en Esparraguerra. Segundo combate y triunfo de los españoles en el Bruch.-Expedicion de Duhesme contra Gerona.-Horrible saqueo de Mataró.-Gloriosa defensa de Gerona, y retirada de Duhesme.-Es enviado el general Moncey contra Valencia.-Tropiezos que encuentra en su marcha.-Bate y dispersa á los españoles en las Cabrillas.Vigorosa defensa de Valencia.-Resolucion y arrojo de sus moradores. -Retírase Moncey con gran pérdida.- Ferocidades ejecutadas en Cuenca por Caulincourt.-Andalucía: expedicion de Dupont.-Combate del puente de Alcolea.—Entrada y saqueo de Córdoba.-Artificio que empleó la villa de Valdepeñas contra los franceses.-Retírase Dupont á Andújar.-Saqueo de Jaen.-Enfermedad del príncipe Murat. -Márchase de España.-Reemplázale Savary.-Refuerzos enviados por Savary á Moncey y á Dupont.-Fuerzan los franceses el paso de Despeñaperros.-Castilla: el general Cuesta.-Envia á llamar el ejército de Galicia mandado' por Blake.—La Junta de Galicia accede á la peticion de Cuesta.-Pasa Blake á Castilla.-Fuerza y distribucion de su ejército.-Toma Cuesta el mando en jefe.—Injustificables faltas de este general.—Marcha Bassieres á su encuentro.-Batalla de Rioseco, funesta para los españoles.-Paralelo entre las cualidades y conducta de Cuesta y Blake.-Retírase el primero á Leon y el segundo al Verzo.-Entereza y lealtad de Blake.-Andalucía: refuerzos llegados á Dupont.-Distribucion y movimientos del ejército de Castaños.-Plan de ataque á los franceses.-Accion de Menjibar.-Desacertados movimientos de Vedel y Dufour.-Posicion de los ejércitos francés y español.-Memorable y gloriosísima batalla de Bailen.-Inteligencia y bravura de Reding.-Célebre capitulacion entre Castaños y Dupont.Rinde las armas todo el ejército francés de Andalucía. Es conducido prisionero á los puertos de la costa.-Insúltanle y le maltratan los paisanos. No se cumple la capitulacion.-Efecto que hizo en Napoleon el desastre de Bailen.-Impresion que produjo en toda Europa. -El intruso rey José abandona la capital de España y se retira al

Ebro.

Dado el grito de independencia y propagada la insurreccion contra los franceses en todas las provincias de España de la manera que hemos visto en el capítulo XXIV del libro precedente; rebosando de ira la nacion contra sus invasores; sacudiendo el pueblo su letargo con tanta mayor furia, cuanta era mayor la felonía con que se le habia adormecido y abusado de su buena fe; lleno de amor á su rey, á su independencia y á su religion; lanzados con igual entusiasmo y ardor en tan general sacudimiento clero y milicia, nobleza y pueblo, magistrados y menestrales, doctos y rústicos, mujeres y hombres, jóvenes, niños y ancianos; organizadas en todas partes juntas populares, y en todas improvisándose ejércitos de paisanos; pero plagadas tambien las provincias de España de tropas francesas que el emperador habia tenido cuidado de introducir y distribuir convenientemente para dominar el reino y sofocar todo conato de resistencia y de insurreccion, no podia hacerse esperar mucho tiempo el choque y ruido de las armas entre las disciplinadas huestes imperiales y las inexpertas masas de los insurrectos españoles, ayudadas de los escasos cuerpos de tropas regulares con que á la sazon contaba

para su defensa la monarquía, distraida y alejada en extraños países por arte del mismo Napoleon la flor de los guerreros españoles.

Pronto, pues, comenzó aquella noble lucha en que tanta sangre derramaron y tanta gloria recogieron nuestros padres. Y ya cuando José Bonaparte pisó el suelo español, por mas feliz que fuese su marcha protegida por numerosas fuerzas francesas escalonadas desde las fronteras hasta la capital del reino, por mas que en la corte, tambien dominada y oprimida por sus legiones, fuera solamente proclamado rey de España, en muchas comarcas de la Península ardia ya entonces la guerra, habian ocurrido ya sangrientos reencuentros entre españoles y franceses, habíanse dado acciones mas o menos reñidas, y empeñádose algunos combates serios, en que, si bien las armas francesas habian obtenido, como era de esperar de tan aguerridas huestes, fáciles triunfos sobre las bisoñas tropas y allegadizas masas de mal armados paisanos españoles, húbolos tambien en que se vió cuánto podia esperarse del arrojo y decision de los que peleaban por la independencia y por la libertad de su patria, y en el momento de sentarse el intruso monarca en el trono español pudo comprender ó augurar lo inseguro y vacilante del solio á que la sorpresa y la perfidia le habian elevado.

Despues de sofocados y castigados los movimientos de Segovia y de Logroño, segun dejamos indicado en otra parte, llamaron primeramente la atencion de los generales del imperio Santander y Valladolid, ya por la importancia de estas poblaciones y de sus alzamientos, ya por su proximidad á Burgos donde el mariscal Bessieres habia establecido su cuartel general. La circunstancia de haberse puesto al frente de la insurreccion de Valladolid un caudillo de cierta nombradía, anciano y experto, como lo era el general don Gregorio de la Cuesta, y el temor de ver cortadas las comunicaciones si no acudia pronto al remedio, le movió á atender con preferencia á aquel peligro. Así, aunque habia enviado en direccion de Santander al general Merle con seis batallones y algunos caballos, mandóle luego retroceder (5 de junio) camino de Valladolid, para que apoyara á Lassalle, que con cuatro batallones y seiscientos jinetes marchaba sobre esta última ciudad. Al llegar Lassalle á Torquemada, villa situada á la márgen derecha del Pisuerga (6 de junio), encontró el puente atajado con cadenas y carros, detrás de los cuales, así como en la iglesia y casas inmediatas, se habian apostado como unos cien vecinos de los mas animosos y resueltos. Pequeño obstáculo era para las tropas francesas así el atajo del puente como el fuego que pudieran hacerles aquellos pocos paisanos; así fué que desembarazando con facilidad el puente, y penetrando por las calles de la poblacion, en tanto que la caballería acuchillaba á sus dispersos defensores, la soldadesca se entregaba al saco de las casas, y cometia con aquellos infelices moradores toda clase de tropelías, y así fueron como las primeras víctimas de tan inexperto patriotismo. Con este escarmiento los insurrectos de Palencia, mandados por el anciano general don Diego de Tordesillas, retiráronse á tierra de Leon; y cuando entraron en aquella ciudad los franceses (7 de junio), á fin de aplacar su furia, salió el obispo á hacerles un obsequioso recibimiento, con lo cual logró que por lo menos no sufriera la poblacion otro castigo que el de una gruesa contribucion que se le impuso. Incorporada en Dueñas la division de Merle con la de Lassalle, dispusiéronse á buscar y atacar á don Gregorio de la Cuesta.

Habíase situado este general en Cabezon, á dos leguas de

pocos soldados de línea (14 de junio), sucedióle lo que á Cuesta en Cabezon, que no pudiendo los mal disciplinados paisanos resistir la acometida de los veteranos franceses, arrollados y dispersos volviéronse á sus casas, teniendo él que retirarse á Zaragoza con su escasa tropa y algunos de los voluntarios mas decididos y resueltos. Aproximóse entonces Lefebvre á aquella ciudad, á la cual estaba reservado tan gran papel en esta guerra.

Valladolid, orilla izquierda del Pisuerga, con cinco mil paisa- | y por buen espacio la entrada de la villa con sus dos piezas y nos mal armados, entre los que se distinguia por su mejor continente y actitud el batallon de estudiantes, cien guardias de Corps y doscientos caballos de línea, con cuatro piezas de artillería salvadas del colegio de Segovia. La colocacion que Cuesta dió á su gente á uno y otro lado del puente fué tan desacertada que no podia esperarse ni se acertaba á explicar en un general veterano, y así fué que el éxito desgraciado de la accion fué atribuido por algunos á despique de haberle comprometido á ponerse á la cabeza de la insurreccion, y aun se citaban palabras suyas en este sentido; pero vióse despues que no anduvo mas acertado ni mas estratégico en otros ataques en que peleó con decision y expuso mucho su persona. El ataque por parte de los franceses comenzó en la madrugada del 12 de junio. Desordenóse á las primeras descargas la caballería española que estaba en campo raso y al descubierto, perturbando á la infantería y agolpándose al puente, en que se mantenia firme el cuerpo de escolares. Mas no tardaron en ser todos arrollados, y en su atropellada huida, los unos se ahogaban al querer vadear el rio, los otros eran alcanzados y acuchillados ó presos por los franceses, siendo cortísima la pérdida por parte de estos, tanto como lo fué grande por la nuestra. Cuesta se retiró á Rioseco, donde se le incorporaron muchos insurgentes que huian por tierra de Campos: los franceses cañonearon la villa de Cabezon antes de entrar en ella por si habia alguna emboscada, ahuyentaron los vecinos, la saquearon, y siguiendo su marcha entraron sin obstáculo á las cinco de la tarde en Valladolid, donde permanecieron hasta el 16, sin hacer otro daño que desarmar á los habitantes, tomar algunos rehenes, é imponer á la ciudad una fuerte contribucion.

Acordaron entonces los dos generales efectuar la suspendida expedicion á Santander. Lassalle se situó en Palencia, y Merle volvió á las montañas de Reinosa de donde habia retrocedido. Guardaba el paso de Lantueno don Juan Manuel Velarde con tres mil paisanos y dos gruesas piezas: pero gente sin experiencia ni disciplina, desbandóse á los primeros ataques, salvándose unos por las fraguras, y fortificándose otros en una segunda línea de defensa, obstruyendo la garganta de un desfiladero con peñascos, ramas y troncos de árboles, y colocando detrás los dos cañones. Inútil fué tambien la resistencia; Merle forzó el desfiladero, los paisanos se dieron á huir despavoridos, y el general francés entró en Santander el 23. Con él se incorporó el general de brigada Ducos, que partiendo de Miranda de Ebro en direccion á aquella misma ciudad, habia forzado con insignificante pérdida la fuerte posicion del Escudo ocupada por el hijo de Velarde con otros mil paisanos. El prelado de aquella diócesi, de cuya singular conducta durante el alzamiento hablamos en su lugar correspondiente, al saber la aproximacion de los franceses á la montaña, habia montado en una mula, y pertrechado de todas armas y lleno de entusiasmo, salió á incorporarse al ejército, mas como encontrase á este de huida y desbandado, no paró hasta ganar las Asturias, yendo delante de los fugitivos, y dando con esto ocasion á que se dijera que los habia servido de guia.

Habiendo sido general y casi simultáneo el alzamiento, fué igualmente, como no podia menos de suceder, general y casi simultáneo el movimiento de las tropas francesas para ver de reprimirle y ahogarle. Al tiempo que en Castilla acontecia lo que acabamos de contar, encaminábase á Aragon desde Pamplona el general de brigada Lefebvre Desnouettes con cinco mil hombres y ochocientos caballos: pasó en barcas el Ebro por haber cortado el puente los vecinos de Tudela, arcabuceó á algunos de estos, como si fuera un crímen defender sus hogares, batió primeramente en Mallen y despues en Gallur (12 y 13 de junio) al marqués de Lazan, hermano de Palafox, que con tropa colecticia habia salido á detener su marcha, y avanzó Lefebvre hasta encontrar junto á la villa de Alagon al mismo capitan general Palafox, que con noticia de la derrota de los de su hermano, se habia ido al encuentro del enemigo llevando dos piezas de artillería, unos ochenta dragones del Rey, varios oficiales y soldados sueltos, y sobre cinco mil paisanos mal armados. Aunque Palafox defendió valerosamente Томо V

Creyendo Napoleon que tenia dominada la Cataluña, siendo, como era, dueño de Barcelona y de Figueras, y pareciéndole que podia sin peligro desprenderse de algunas fuerzas del Principado, ordenó á Duhesme que enviara á Valencia una division de mas de cuatro mil hombres al mando de Chabran, y otra de poca menos gente á Zaragoza á las órdenes de Schwartz. Mas como esta última se detuviese un dia en Martorell á causa de un aguacero, dió lugar á que avisados y apercibidos los de Igualada y Manresa tocaran el terrible somaten, llamamiento bélico propio de aquellos naturales, y con quien sin duda el emperador y sus huestes no contaban. Respondiendo á él como acostumbraban los del país, esperaron la columna francesa escondidos entre los matorrales y árboles que atravesaron en las escabrosidades del Bruch. Confiada, y con el poco órden que permitia lo quebrado del terreno, marchaba la gente de Schwartz, cuando un tiroteo nutrido que salia de entre las matas y breñas le advirtió del peligro en que su imprevision la habia empeñado. Ordenando no obstante el caudillo atacar primero en masa y despues en pelotones, logró, aunque sufriendo muchas bajas, desalojar y dispersar los paisanos. Mas tan luego como estos dejaron de ser perseguidos, y acudiendo en su socorro el somaten de San Pedor, el cual ofrecia la singular circunstancia de que un tambor era el que hacia de jefe, volvieron en Casa-Masana sobre la vanguardia enemiga. Viendo Schwartz la retirada de esta y oyendo el ruido de la caja, persuadióse de que venia tropa de línea con los somatenes, y determinó retroceder á Barcelona, llegando sin gran dificultad hasta Esparraguera, si bien molestado siempre por la retaguardia y flanco.

Constituyen esta poblacion unas seiscientas casas, que forman una larguísima calle por donde pasa la carretera. Los vecinos la habian atajado con muebles y todo género de estorbos, y cuando al anochecer entraron en ella los franceses, arrojaron sobre ellos de todas partes tejas, piedras y toda especie de proyectiles, inclusas vasijas de agua y de aceite hirviendo. Schwartz para salvar su gente tuvo que dividirla en dos trozos y hacerla marchar á derecha é izquierda para buscar el camino por fuera de la poblacion. Todavía perdieron dos cañones al pasar un puentecillo que habian falseado los somatenes, teniendo que vadear el Llobregat, y así con muchos trabajos pudieron regresar á Barcelona (8 de junio) destrozados y abatidos: primer ensayo de triunfo de los mal armados paisanos españoles sobre las disciplinadas tropas imperiales, que excitó entusiasmo grande y dió maravilloso impulso á la insurreccion en el Principado. Comprendió entonces Duhesme que no solo no podia desprenderse de mas tropas, sino de que necesitaba de las que habia enviado á Valencia, y así llamó á Chabran que se encontraba ya en Tarragona: este á su regreso halló ya sublevado el país, tuvo diferentes encuentros con los somatenes de Vendrell y de Arbós, en venganza de lo cual acuchilló hombres y saqueó é incendió pueblos, y cuando llegó á Barcelona (12 de junio), habia perdido mil de los suyos, no obstante haber salido el mismo Duhesme á proteger su retirada.

Viéndose reunidos en aquella capital, y picados de la humillacion que acababan de recibir las armas francesas, queriendo vengarse del paisanaje y volver por su honra, acordaron que salieran las dos divisiones juntas por el mismo camino que antes la primera habia llevado. Saquearon y quemaron en el tránsito muchas casas de Martorell y Esparraguera, mas al llegar al Bruch encontráronle fortificado por los paisanos, y defendido además por algunos soldados escapados de Barcelona, y por cuatro compañías de voluntarios de Lérida capitaneados por el coronel Berguez, con cuatro piezas de artillería. No sirvió á los franceses venir ahora preve

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nidos y en doble número que la vez primera; estrelláronse | Moncey con una division de ocho mil hombres, á la cual se sus ataques y su orgullo contra el indomable valor de los ca- incorporaron tambien por órden suya guardias españolas, talanes, y no pudiendo forzar la posicion (14 de junio) vol- walonas y de corps, mas de tan mala gana y por tan poco vieron atrás, y perseguidos por los paisanos entraron aver- tiempo que todos desertaron en la primera ocasion yendo á gonzados en Barcelona con pérdida de quinientos hombres. reunirse á sus compatriotas. Era sin duda el mariscal Moncey Este segundo triunfo del Bruch acabó de entusiasmar y de un hombre prudente y humano, y que hasta habia simpatizaenvanecer á los catalanes (1). do con el carácter español; pero en aquella ocasion, y mas los que no le conocian, solo veian en él un general francés. Así es que á su paso encontró los pueblos desiertos, y sin dificultad llegó á Cuenca donde se detuvo unos dias, preparándose acaso para la resistencia que preveia habia de encontrar mas adelante. En efecto, la junta de Valencia habia tomado las medidas de defensa que en otra parte apuntamos. En el desfiladero de las Cabrillas se habia situado el general don Pedro Adorno con ocho mil hombres, la mayor parte paisanos, de los cuales colocó sobre tres mil en el puente Pajazo, con una mala batería de cuatro cañones defendida por algunos centenares de suizos. Moncey llegó allí el 20 de junio, y rompiendo el fuego y vadeando algunas de sus tropas el rio, apoderóse de la batería, pasándosele unos doscientos suizos, que fué de un funesto efecto para los paisanos, los cuales á la vista de aquella desercion se dispersaron, aunque para replegarse á los desfiladeros de la montaña.

Ya no pensó mas Duhesme en enviar refuerzos á Aragon y Valencia, como Napoleon le habia ordenado, sino en cuidar de que á él mismo no le cortaran la comunicacion con Francia. Con este propósito salió de Barcelona (17 de junio) en direccion de Gerona por el camino de la marina, llevando siete batallones, cinco escuadrones y ocho piezas de artillería. En las cercanías de Mongat encontróse con nueve mil paisanos del Vallés, que con mas ánimo que experiencia en las armas fueron fácilmente envueltos y atropellados, ensangrentándose el enemigo con los que aprehendió como si le hubiera costado trabajo vencerlos. Esta desgracia no bastó á desalentar á los vecinos de Mataró que estaban resueltos á defender su ciudad con barricadas y con alguna artillería; pero las columnas francesas las deshicieron tambien y arrollaron sin grande esfuerzo, y penetrando en aquella industrial y rica poblacion, no solo la dieron al pillaje, sino que cometieron tales excesos, crueldades y violaciones de mujeres, revueltos y confundidos jefes y soldados en el crímen, que por mucho tiempo recordaron aquellos habitantes con lágrimas tan funesto y aciago dia. Por su parte los vencedores continuaron desplegando en su marcha el mismo furor y la misma inhumanidad, dejando regada con sangre la tierra que iban pisando, hasta que en la mañana del 20 se presentaron en las alturas de Palau Sacosta que dan vista á Gerona.

Gobernaba interinamente esta plaza, sublevada desde el 5, el teniente rey don Julian de Bolivar; y si bien se habian armado, como en todas partes, cuerpos de paisanos, y estaban decididos á defender la ciudad todos los vecinos, sin exceptuar los clérigos, como igualmente la gente de mar de la vecina costa, de tropa de línea solo contaba algunos artilleros y unos trescientos hombres del regimiento de Ultonia. Sin embargo, esta escasa guarnicion rechazó vigorosamente los primeros ataques de los franceses á la puerta del Cármen y fuerte de Capuchinos, aunque no pudo impedir que colocada en otra parte una batería causase daño en algunos edificios de la poblacion. Sobrevino en esto una noche oscurísima, y á favor de la lobreguez y muy á las calladas aproximóse al muro una fuerte columna, que no fué sentida hasta que estuvo muy cerca. Empeñóse entonces un horrible combate, alumbrado solo por el fuego de los disparos. Escalaron los franceses el baluarte de Santa Clara, mas un piquete de Ultonia arremetiendo á la bayoneta arrojó al foso á los que se habian encaramado al muro, y la metralla del fuerte de San Narciso obligó á retirarse á los acometedores, á excepcion de los que por quedar sin vida no pudieron hacerlo. Cuando alumbró la luz del dia, ya no se vieron enemigos; Duhesme habia hecho levantar el campo durante la noche, y tomado la vuelta de Barcelona (21 de junio), donde llegó con setecientos hombres de menos, molestado sin cesar por los somatenes. Púsose al frente de estos en Granollers el teniente coronel don Francisco Milans, que hizo á la division de Chabran perder su artillería. Y mientras esto pasaba por la costa, á la márgen derecha del Llobregat bullian los somatenes, movidos por el capitan de voluntarios de Lérida Baguet, hasta que enviado contra ellos por Duhesme el general Lecchi logró ahuyentarlos por algun tiempo, pero no impedir que en breve volvieran á aparecer.

Vimos por qué episodios tan sangrientos y por qué trances tan terribles pasó la revolucion de Valencia, hasta que con la prision del canónigo Calvo pudo la junta reprimir las feroces turbas por él concitadas, y dar al movimiento patriótico la regularidad y el ordenado impulso de que necesitaba. A sofocar aquella insurreccion envió Murat desde Madrid al mariscal

(1) Púsose en aquellas alturas una lápida de piedra en conmemoracion de aquellas dos gloriosas defensas.-En el dia han desaparecido la mayor parte de las espesuras y matorrales que entonces habia, y con el cultivo ha perdido aquel sitio mucho de su antigua aspereza.

Luego que llegó á Valencia la noticia de este descalabro, la junta comisionó á su vocal el P. Rico para que fuese á activar y esforzar la defensa del paso de las Cabrillas. Presentóse allí el 23; conferenció con el capitan Gamindez y con el brigadier Marimon: no se sabia el paradero del general don Pedro Adorno. Acordó el sistema de defensa, y colocados los nuestros entre el pueblo de Siete Aguas y la venta de Buñol, no dejaron de molestar á Moncey, que se presentó con su division al siguiente dia: pero destacado el general Harispe con los vascos franceses, gente acostumbrada á trepar por asperezas y escabrosidades, facilitó el ataque de frente, con lo cual se dió á huir á la desbandada toda la gente bisoña, abandonando artillería y bagajes, y dejando solos para disputar el paso á los franceses los soldados de Saboya, los cuales se portaron tan valerosamente que murieron los mas, quedando los restantes prisioneros con su comandante Gamindez. Perdiéronse aquel dia seiscientos hombres: Moncey avanzó hasta Buñol, desde donde ofició al capitan general de Valencia, aconsejándole le recibiese en la ciudad como amigo, y no diera lugar á que la tratara con el rigor de la guerra. Pero el P. Rico, que á costa de mil riesgos habia logrado ganar con anticipacion la entrada en la ciudad, reunió inmediatamente la junta, y animó al pueblo á la defensa, á la cual se aprestó con entusiasmo toda la poblacion.

Hízoselo saber así la junta al general francés, por conducto del comandante prisionero Gamindez, que aquel envió con el pliego, y cumplió su palabra de volver con la respuesta al cuartel general. En efecto, en tanto que Moncey avanzaba hácia la ciudad, todos los moradores, sin distincion de edad ni sexo, inclusas las comunidades religiosas, acudian á trabajar en las fortificaciones que á toda prisa se levantaban. Reparábanse las murallas, construíanse baterías, colocábanse cañones, obstruíanse las puertas con sacos de tierra, abríanse zanjas, atajábanse las calles con coches, tartanas, carros y vigas, tapábanse las ventanas y balcones de las casas con mesas, sillas y colchones, coronábanse las azoteas y terrados de gente dispuesta á arrojar proyectiles. Y entre tanto se formaba en las afueras y se situaba en la ermita de San Onofre un campo avanzado con la gente de Saint-March, y á ella se unió don José Caro, que con la suya acudió desde Almansa luego que supo la derrota de las Cabrillas, colocándose los mejores tiradores entre los algarrobales, viñedos y olivares que pueblan aquellos alrededores: formóse además otra segunda línea en el pueblo de Cuarte. A pesar de estos preparativos y de la decision de que todos estaban animados, ni una ni otra línea pudieron resistir el impetuoso ataque de las tropas francesas; una tras otra fueron forzadas, retirándose Saint-March y Caro y refugiándose los paisanos al amparo de las acequias y moreras, dejando la artillería en poder de los franceses, y situándose Moncey á media legua de Valencia (27 de junio), desde donde intimó la rendicion al capitan general conde de la Conquista.

Llevó la comunicacion, que era atenta y templada como todas las de Moncey, el coronel Solano. Asociáronse á la junta para deliberar el ayuntamiento, la nobleza y los gremios. Inclinábanse ya á la entrega el de la Conquista y otros, pero el pueblo que se apercibió de lo que se trataba se agolpó á las puertas del local gritando desaforadamente contra todo proyecto ó intento de transaccion. La junta entonces despachó á don Joaquin Salvador con la siguiente respuesta para el mariscal francés: El pueblo prefiere la muerte en su defensa á todo acomodamiento: así lo ha hecho entender á la junta, y esta lo traslada á V. E. para su gobierno. En su virtud á las once de la mañana del 28 rompieron los sitiadores el fuego contra la puerta de Cuarte y batería de Santa Catalina. Tres veces fué embestida con ímpetu la primera, y otras tantas fué el enemigo rechazado. Los certeros disparos de Santa Catalina y el fuego graneado que los defensores hacian desde la muralla le causaron no poco estrago. Faltando metralla á los de la ciudad, echóse mano de los hierros de los balcones y de las rejas de las ventanas, que partidas en menudos trozos y cosiendo las señoras mismas los sacos, daban alimento y juego á los cañones. No habia persona de dignidad, incluso el arzobispo, que no alentara con su presencia y exhortaciones á los que manejaban las armas. Los ataques á Santa Catalina fueron con igual vigor rechazados, sufriendo los franceses aun mas pérdida que en los de Cuarte, de que eran testimonio los cadáveres que iban dejando. A las cinco de la tarde mandó Moncey embestir la puerta de San Vicente, que se consideraba la mas flaca; inútil fué el empeño y la matanza grande. En los sitios de mas peligro se presentaba el popular P. Rico animando con su fogosa palabra á los defensores. Los paisanos rivalizaban en valor y arrojo con los jefes y soldados, y algunos, como el mesonero Miguel García, hicieron proezas admirables. Los cañones enemigos fueron desmontados, y á las ocho de la noche, despues de nueve horas de serio combate, retiráronse los franceses, con pérdida de dos mil hombres, al punto que ocupaban la víspera, entre Cuarte y Mislata.

Al amanecer del siguiente dia (29 de junio) avisó el vigía del Miguelete que el enemigo daba muestras de retirarse. No se habria creido tan fausto anuncio si á poco tiempo no se hubiera visto á la columna tomar el camino de Almansa. La alegría de los valencianos fué indecible, tanto como su defensa habia sido maravillosa. Esperaban que el conde de Cervellon que se hallaba en Alcira hostilizaria en su marcha á Moncey, y acaso acabaria de destruirle. Pero defraudó Cervellon las esperanzas de sus compatricios, permaneciendo en una inaccion injustificable. Otra habria sido la suerte de los que iban en retirada, si aquel general hubiere seguido siquiera el ejemplo de don Pedro Gonzalez de Llamas y de don José Caro, que con sus fuerzas los fueron hostigando hasta el Júcar, donde se detuvieron sorprendidos de no verse ayudados por el de Cervellon. Censuróse á este amargamente su comportamiento y costóle el mando, tanto como la conducta de los otros fué aplaudida y celebrada. Prosiguió pues Moncey su marcha, sin notable descalabro, hasta franquear el puerto de Almansa (2 de julio), llegando á Albacete, donde se detuvo á dar descanso á sus fatigadas tropas. Tal y tan glorioso remate tuvo la expedicion de Moncey contra Valencia (1).

(1) En honor de la verdad, Moncey en esta expedicion condújose de otro modo y no se señaló por los actos de inhumanidad que afeaban la conducta de otros generales franceses. Al dia siguiente de su inútil tentativa contra Valencia escribió al capitan general mostrándose muy afligido por la sangre que se habia derramado, y diciéndole que además de los prisioneros que antes habia enviado á sus casas sin canje alguno, le remitia los que le quedaban (que eran bastantes capitanes, oficiales, soldados y paisanos), pidiéndole en cambio al general Exelmens, coronel Lagrange, jefe de escuadron Rossetti y sargento mayor Tetart, que hechos por los paisanos de Saelices se hallaban en Valencia. La juuca no accedió á esta proposicion de rescate, diciendo que era desigual, y que además no podia responder de que llegaran á él con seguridad; y por lo tanto los retenia en rehenes hasta que recobrara su libertad Fernando VII, á lo cual contestó Moncey con otra muy sentida carta.-Sobre la expedicion y defensa de Valencia pueden verse mas pormenores en la obra del P. Colomer, en la Historia de Boix y en la coleccion de documentos relativos á la guerra de la independencia.

Como durante este tiempo habian estado interrumpidas sus comunicaciones con Madrid, y se ignoraba por lo tanto su suerte, ordenóse al general Caulincourt, que estaba en Tarancon, que marchase con su brigada sobre Cuenca. Al dar vista á la ciudad, hízole fuego un peloton de paisanos (3 de julio), lo cual sirvió de pretexto para entregar la poblacion al pillaje, y al desenfreno mas brutal de la soldadesca, que no perdonó ni casa, ni templo, ni sexo, ni edad, atormentando y asesinando cruelmente á sacerdotes octogenarios, cometiendo las mas inícuas y horribles violencias en mujeres de todas clases, despues de recibir á cañonazos al ayuntamiento y cabildo que con bandera blanca iban á implorar su clemencia. Además del feroz Caulincourt, que así manchó el nombre francés en Cuenca, fué enviado tambien el general Frere en socorro de Moncey, mas luego que se supo la retirada de este del lado de Almansa, fueron aquellos dos generales llamados otra vez á la corte, de lo cual se resintió aquel pundonoroso caudillo, y replegándose sobre el Tajo renunció á toda ulterior

empresa.

A reprimir el levantamiento de Andalucía habia sido destinado por Murat el mariscal Dupont, que llevó consigo una division de seis mil infantes y cinco mil caballos, con mas dos regimientos suizos al servicio de España y quinientos marinos de la guardia imperial. Sin resistencia atravesó Dupont las llanuras de la Mancha, franqueó las gargantas de Sierra-Morena, y avanzó por territorio andaluz hasta llegar al puente de Alcolea (7 de junio), dos leguas de Córdoba. Allí se habia situado con objeto de impedir á los enemigos el paso del Guadalquivir don Pedro Agustin de Echavarri, con tres mil hombres de tropa y mayor número de paisanos, habiendo colocado doce cañones á la cabeza del puente. La primera acometida de los franceses fué vigorosamente rechazada, pero mas empeñado el combate, sucedió lo que en todas partes en este primer ensayo de guerra acontecia, que el paisanaje, todavía no fogueado, se desbandó abandonando la tropa de línea, con lo cual pudieron los franceses escalar y forzar la posicion, apresuradamente y no con el mayor arte construida, bien que sin perder los nuestros sino un solo cañon, y conduciéndose nuestra caballería de modo que deteniendo á la francesa permitió á Echavarri hacer ordenadamente su retirada. La pérdida de este ataque fué poco mas o menos igual por parte de unos y otros combatientes.

La ciudad de Córdoba fué la que sufrió todos los estragos y todos los horrores de que el furor de la guerra puede ser capaz. A su vista se presentó Dupont en la tarde del mismo dia 7. Las puertas se habian cerrado á fin de dar lugar á hacer alguna capitulacion con el enemigo; mas estando en las pláticas disparáronse contra él imprudentemente algunos tiros, irritóse con esto el general francés, y deshaciendo á cañonazos la Puerta Nueva penetraron las tropas en la ciudad, matando y degollando habitantes sin distincion, saqueando templos y casas ricas y pobres. Todo fué objeto de la rapacidad de la soldadesca, inclusa la famosa catedral, antes célebre y magnífica mezquita de los árabes, depósito en todos tiempos y dominaciones de preciosidades y riquezas. Lo menos horrible era la rapaz codicia con que los invasores se apoderaban de las cajas particulares y públicas, los muchos millones que arrancaron de las arcas de tesorería, las imposiciones con que gravaron á una poblacion que no les habia opuesto séria resistencia. Lo sacrilego, lo repugnante, lo que apenas se concibe en soldados de una nacion culta fué la manera de profanar las iglesias llevando á ellas para brutales fines las hijas y esposas de aquellos desgraciados moradores (2). Tan abominable conducta dió tambien lugar y ocasion

(2) Por si alguno creyera que exageramos los excesos cometidos por los franceses, vea lo que dice un historiador de su propia nacion, que por punto general procura contar muy de pasada todo lo que puede desfavo recerle. «El combate, dice, tardó muy poco en convertirse en perpetracion de los mas horribles excesos, y aquella infortunada ciudad, una de las mas antiguas y mas importantes de España, fué entregada al pillaje. Los soldados franceses, despues de conquistar á precio de su sangre cierto número de casas, y dar muerte á los que las defendian, no tuvieron escrúpulo en ocuparlas y en usar de todos los derechos de la guerra, saqueándolas y cebándose mas principalmente en artículos de consumo

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