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PRÓLOGO.

Para escribir los orígenes y hechos de los pueblos de la provincia de Valladolid, encargo sumamente honroso que debo á la Excma. Diputación, he consultado, aunque con poco fruto, por lo limitado de mi inteligencia, muchos manuscritos é impresos. y un gran número de libros y memorias 1.

De los eruditos artículos, que, á mediados del presente siglo, publicó en el Semanario Pintoresco Español el malogrado literato Don Ventura García Escobar, he tomado párrafos enteros al pie de la letra. El estudio de los orígenes de los pueblos me ha llevado algún

1 Existen en el Escorial los originales de las descripciones de lcs pueblos de España que se hicieron por orden de Felipe II, y una copia de aquéllas se guarda en la Biblioteca de la Real Academia de la Historia. Con sentimiento he visto que en dichas descripciones no se halla la de ningún pueblo de la provincia de Valladolid.

tiempo. y confuso entre tantos y tan encontrados pareceres, he seguido frecuentemente la opinión de los doctos académicos Don Aureliano Fernández-Guerra y Orbe y Don Francisco Fernández y González, cuyas autoridades son tan respetables en esta clase de investigaciones. Con verdadera satisfacción hago constar que à Don Pascasio López Zarzuelo debo curiosas noticias acerca de Medina del Campo; á Don Manuel Federico González, de Alaejos; al presbitero Don Estanislao Sánchez, de Tordesillas: á Don Andrés Pérez García, autor de El libro de Cuenca de Campos, de algunos pueblos de los distritos judiciales de Medina de Rioseco y Villalón: á Don Julio Lapeyra, de Peñafiel, y á Don Rafael Quemada y Rodríguez, de Olmedo, Al Señor Don Juan Callejo, secretario de la Excelentísima Diputación Provincial, y al Señor Don Manuel Ceinos. ingeniero industrial, he consultado diferentes puntos, y más de una vez sus consejos han sido clara luz en el obscuro camino de mis trabajos. Á los Señores Don Marcelino Gutiérrez del Caño y Don Gumersindo Marcilla: el primero, archivero en el de Simancas, y el segundo, bibliotecario de la Universidad Valisoletana, cumplo con un deber, expresándoles mi agradecimiento, por los datos históricos que han tenido á bien proporcionarme. Por último, Don Eduardo de la Pedraja, entusiasta bibliófilo, ha puesto á mi

disposición algunos documentos y libros de inestimable valor.

Otros eruditos y hombres de letras me han negado su concurso, y sobre este particular repetiré las palabras de Don Modesto Lafuente: "Probablemente estos mismos serán los primeros á pregonar que la historia no sale tan enriquecida como pudiera; pues poseen ellos un documento precioso é ignorado, de que no se hace en ella mérito,, '.

He visitado los pueblos más importantes, y he contemplado las murallas convertidas en ruinas, los castillos desmantelados, los rollos casi destruidos, los monasterios reducidos á escombros, desmoronados los conventos, las iglesias destinadas á graneros. pajares ó establos de ovejas, y rotos yacen en el suelo escudos nobiliarios y blasones heráldicos, ¡Cuántos cambios y mudanzas! Todo se ha trasformado, cuando no reducido á polvo por la piqueta de un albañil ó por la reja del arade de un labrador. Góticas molduras, relieves primorosos, bellas estatuas, admirables y delicadas pinturas, retratos de santos y de sabios, bóvedas arrogantes y pilastras bizarrísimas han caido por

1 Historia general de España, t. I, Prólogo, XXI. Madrid. MDCCCL.

tierra, merced á la injuria de los tiempos, y algunas veces al vandalismo de los hombres. He visto, con sentimiento, aventadas las cenizas de varones insignes en la religión, en las letras, en las artes y en la industria. Los ayuntamientos derriban históricas puertas flanqueadas de robustos y almenados torreones, los cabildos catedrales cubren de yeso hermosas columnas de piedra, los curas párrocos destrozan esbeltas espadañas y elegantes ventanas, y los muchachos mutilan á pedradas las esculturas de los más artísticos edificios.

También he de hacer constar, con verdadera pena, que no existen archivos en las Casas Consistoriales, ni en las Iglesias: y los pocos que he registrado, estaban en desorden, v los manuscritos, llenos de polvo, incompletos y rotas sus hojas. Cuando he querido saber la causa de tal abandono, clérigos y seglares me han contestado: "los franceses realizaron tamaños males durante la guerra de la independencia,. No negaré el mal que causaron los soldados de Napoleón: pero las grandes devastaciones son obra de nuestros partidos políticos, lo mismo de los partidarios del absolutismo que de los defensores de la idea constitucional; y más que de unos y de otros, la culpa está en la pereza é incuria de los párrocos y de los alcaldes, dado que la mala fe ó el lucro de algún secretario de Ayuntamiento no haya sido

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