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observa, «que destruir la supersticion no es arruinar la religion: porque, segun dice, es pro«pio de un hombre sabio respetar las instituciones, y las ceremonias religiosas de sus ma"yores; y basta considerar la belleza del mundo «y el orden admirable de los astros, para reco«nocer la existencia de un Ser eterno y todo "perfecto, que merece la veneracion del género «humano» (1). Y en sus conferencias sobre la naturaleza de los dioses, introduce al académico Cotta, que era Pontífice, el cual atacando libremente las opiniones de los Estóicos, declara que estará pronto siempre á defender la religion establecida, de la cual ve que la república ha recibido grandes ventajas, sin que ni el sabio ni el ignorante puedan inducirle á que la abandone, y sobre esto dice á su adversario: «Es«to es lo que pienso, como Pontífice y como «Cotta; pero en concepto de filósofo condu«cidme a vuestra opinion por la fuerza de vues«tras razones; porque un filósofo debe probar«me la religion que quiere que yo abrace, en «<lugar de que yo debo creer sobre este pun«to á nuestros mayores aun sin necesidad (2) de "pruebas.>>

(1) Nam, ut vere loquamur, superstitio fusa per gentes, oppressit omuium fere animos, atque hominum imbecillitatem occupavit.... multum enim, et nobismetipsis et nostris profuturi videbamur, si eam funditus sustulissemus. Non vero (id enim diligenter intelligi volo) superstitione tollenda religio tollitur. Nam et majorum instituta tueri sacris, cæremoniisque retinendis, sapientis est: et esse præstantem aliquam, æternamque naturam, et eam suspiciendam, admirandamque hominum generi, pulchritudo mundi, ordoque rerum cœlestium cogit confiteri.. De divinatione, lib. II.

(2) Harum ego religionum nullam unquam contem.

Si queremos corroborar estos ejemplos y autoridades con la esperiencia, jamas ha habido filósofo que haya turbado el estado ó la religion por sus opiniones, las cuales ni harian ruido alguno en el pueblo, ni escandalizarian á los débiles, si la malignidad ó un celo imprudente no se esforzasen por descubrir un veneno que no hay. De donde se sigue que todo el que trabaja en poner las opiniones de un grande hombre en oposicion con la doctrina y el culto establecidos por las leyes, turba el estado y pone la religion en peligro.

115. No basta instruir á la nacion, es necesario ademas para conducirla á la felicidad inspirarla amor á la virtud y horror al vicio. Los que han tratado profundamente de la moral se hallan convencidos de que la virtud es el verdadero y único camino que conduce á la felicidad; de suerte que sus máximas no son otra cosa que el arte de vivir felices; y seria preciso ser muy ignorante en la política para no conocer que una nacion virtuosa es mas capaz que otra de formar un Estado dichoso, tranquilo, floreciente, sólido, respetable á todos sus vecinos, y formidable á sus enemigos. El interes del Príncipe debe pues concurrir con sus deberes y los impulsos de su conciencia, para empeñarla en ve

nendam putavi: mihique ita persuasi, Romulum auspiciis, Numam Sacris constitutis fundamenta fecisse nostræ civitatis, quæ nunquam profecto sine summa placatione Deorum immortalium tanta esse potuisset. Habes, Balbe, quid Cotta, quid Pontifex sentiat, Fac nunc ergo ut intelligam, quid tu sentias: á te enim philosopho rationem accipere debeo religionis; majoribus autem nostris, etiam nulla ratione redita credere. De natura Deorum, lib. III.

lar atentamente sobre materia de tan alta importancia. Que emplee toda su autoridad en hacer que reine la virtud, y se reprima el vicio, que destine á este fin los establecimientos públicos, que dirija su conducta, su ejemplo, la distribucion de las gracias, de los empleos y de las dignidades, que fje su atencion hasta en la vida privada de los ciudadanos, y que destierre del Estado todo lo que influya en la corrupcion de las costumbres. Consulte á la política, la cual le enseñará detalladamente todos los medios de llegar á este fin tan deseado, le mostrará los que debe preferir, y los que debe evitar, á causa de los peligros que los acompañan en la ejecucion, y de los abusos que pudieran insensiblemente introducirse. Solo hagamos una observacion general, y es que los castigos pueden reprimir el vicio; pero que los medios dulces son los únicos capaces de elevar á los hombres á la virtud; á la cual se les conduce sabiéndosela inspirar, y no haciendo que la hayan de abrazar por fuerza.

116. Es incontestable que las disposiciones mas felices que puede desear un justo y sábio gobierno, son las virtudes de los ciudadanos; y esta es una piedra de toque á la cual reconocerá la nacion las intenciones de los que la gobiernan; los cuales si se dedican á inspirar la virtud, tanto á los magnates como á la plebe, y sus miras son rectas y puras, estad seguros de que no tienen otro objeto en su gobierno que la felicidad y la gloria de la nacion. Pero si corrompen las costumbres, si hacen que cunda el gusto por el lujo, que se estienda la molicie y el furor por los placeres desarreglados; y si escitan á los grandes á un fausto ruinoso; cuidado, pueblo, con estos corruptores, porque su

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intencion es comprar esclavos para ejercer sobre ellos la arbitrariedad de su dominio.

Por poco moderado que sea un Príncipe, jamás echará mano de medios tan odiosos. Satisfecho con su primera dignidad y con el poder que le dan las leyes, se propone reinar glorioso y seguro, ama á su pueblo, y desea su felicidad. Pero sus Ministros por lo ordinario no pueden sufrir que se les contradiga y resista en lo mas pequeño: si les abandona la autoridad, se alzan mas insolentes é intratables que su amo, no tienen por su pueblo el mismo amor que él, y nada les importa que la nacion se corrompa con tal que obedezca. Temen el valor y la firmeza que inspira la virtud, y saben que el distribuidor de las gracias domina, según su voluntad, sobre los hombres cuyo corazon está abierto á las sugestiones y á la seduccion. De este modo una mugerzuela que ejerce el mas infame de todos los oficios, pervierte las inclinaciones de una jóven, víctima de su odioso tráfico; la incita al lujo, á la glotonería, y la hace presa de la molicie y de la vanidad, para hacerla mas á su salvo víctima de un rico seductor. La policía suele castigar á esta indigna criatura, mientras que el ministro, infinitamente mas culpable, nada en la opulencia revestido de honores y de autoridad: pero la posteridad hará justicia, y detestará al corruptor de una nacion respetable.

117. Si los que gobiernan se ocupasen en llenar la obligacion que la ley natural les impone hácia sí mismos, y en su calidad de gefes del estado; jamás darian en el odioso abuso de que acabamos de hablar. Hasta aquí hemos considerado la obligacion que toda nacion tiene de adquirir luces y virtudes, ó de perfeccionar su en

tendimiento y su voluntad, con relacion á los particulares que componen la nacion; pero esta obligacion recae tambien, y de una manera propia y singular, sobre los gefes del Estado. Una nacion, mientras obra en comun ó en cuerpo, es una persona moral (prelim. §. 2.), que tiene su entendimiento y su voluntad propia; y tan obligada se encuentra a obedecer á las leyes naturales (lib. 1. §. 5.), como todo hombre en particular, y de perfeccionar sus facultades (lib. 1 S. 21.). Esta persona moral reside en los que se hallan revestidos de la autoridad pública, y representan á la nacion, entera. Y bien sea el co+ mun consejo de la nácion, bien un cuerpo aris tocrático, bien un monarca; este gefe y representante de la nacion, este soberano, cualquie ra que ser pueda, está en la indispensable obligacion de adquirir todas las luces y conocimient tos necesarios para gobernar.con acierto, y farmarse en la práctica de todas las virtudes cont venientes á un soberano.

Y como se de impone esta obligacions en consideracion al bien público, debe dirigir todas sus luces y virtudes á la salud del éstado, que es el fin de la sociedad civil, off sb zomb 559

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118. Debe tambien dirigir, en cuanto le es posible, á este gran fin las facultades, las luces y virtudes de los ciudadanos ; de suerte que no solo sean útiles á los particulares que las poseen, sino que redunden tambien en ventaja del Estado: este es uno de los mas finos secretos del arte de reinar. Poderoso y feliz será el Estado si las buenas calidades de los subditos, yendo mas allá de la limitada esfera de las virtudes particulares, llegan á sera virtudes cívicas; cuya feliz disposicion ensalzó á la república ro

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