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mana al mas alto grado de gloria y esplendor.

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119. El gran secreto para encaminar las virtudes de los particulares hacia la ventaja del Estado, es inspirar á los ciudadanos un vivo amor en favor de la patria. Sucede entonces naturalmente, que cada uno se esfuerza por servir al estado, y porque ceda en ventaja y głoria de la nacion cuanto posee en fuerzas y talentos. Este amor á la patria es natural á todos los hombres, y el Autor de la naturaleza por su bondad y sabiduría ha cuidado de apegarlos por una especie de instinto á los lugares que los han visto nacer; asi aman á su nación, como una cosa con la cual están identificados. Pero muchas veces ciertas causas desgraciadas debilitan ó destruyen esta impresion natural; la injusticia y la dureza del gobierno conspiran á borrarla del corazón de los súbditos; y ¿cómo es posible que el amor de sí mismo inspire in. teres á un particular en los negocios de un pais donde todo se hace con objeto de complacer á uno solo? Lo contrario se observa en las naciones libres, apasionadas por la gloria y lapfelicidad de su patria. Acordémonos de los ciudadanos de Roma en los gloriosos dias de su república, y consideremos hoy á los ingleses y á los suizos. 1

120. El amor y la inclinacion de un hombre por el estado de que es miembro, es una consecuencia necesaria del amor ilustrado y razo nable que se debe á sí mismo, puesto que su propia felicidad está ligada con la de su patria. Este sentimiento debe resultar tambien de las obligaciones con que se ha cargado en favor de la sociedad; y despues de haberla prometido procurar su conservacion y ventaja en cuanto le sea posi

ble, ¿cómo puede servirla con celo, fidelidad valor, si no la ama verdaderamente?

121. La nacion en cuerpo, en cuanto á nacion, debe sin duda amarse á sí misma y desear su propio bien, sin que pueda faltar á esta obligacion, y este sentimiento es muy natural. Pero este deber mira muy particularmente al gefe ú soberano, que representa á la nacion y obra en su nombre; el cual debe amarla como el objeto predilecto y legítimo de sus cuidados y de sus acciones, en todo lo que hace en virtud de la autoridad pública. El monstruo que no amase á su pueblo, no sería mas que un usurpador odioso, digno sin duda de ser lanzado del trono. No hay reino que no debiese tener delante del palacio de su soberano la estátua de Codro, Rey de Aténas, tan magnánimo, que dió su vida por su pueblo. Este gran Príncipe, y Luis XII, son ilustres modelos del tierno amor que debe un rey á sus súbditos.

122. Me parece que todo el mundo conoce suficientemente esta voz Patria; pero como se la toma en diferentes sentidos, no será inútil que la definamos aquí exactamente. Por lo general significa el Estado de que cada uno es miembro; y en este sentido la hemos empleado en los SS. anteriores, y en el mismo se la debe emplear en el Derecho de gentes.

En un sentido mas limitado y mas dependiente de la etimología, este término significa el estado, á mas particularmente, la ciudad y el lugar que era domicilio de nuestros padres el dia en que nacimos. Y en este sentido se dice con razón, que la patria no puede mudarse, y permanece siempre la misma, por mas que nos traslademos á cualquier parte. Un hombre debe

conservar su reconocimiento y cariño por el es tado al cual debe su educacion, y del que eran miembros sus padres cuando le dieron la existencia. Pero como diversas razones legítimas pueden obligarle á elegirse su patria, es decir, á hacerse miembro de otra sociedad; cuando se trata en general de los deberes hacia la patria,. debe entenderse está voz de aquel estado de don. de un hombre es miembro actual puesto que se debe á él enteramente y con preferencia.

123. Si todos estamos obligados á amar sínceramente á nuestra patria y procurarla en cuan to dependa de nosotros su felicidad, vergonzoso y detestable crimen es dañar á esta misma patria. El que se hace culpable de este crimen viola sus mas sagradas obligaciones y cae en una infame ingratitud, se deshonra por la mas negra perfidia, puesto que abusa de la confianza de sus conciudadanos, y trata como enemigos á los que creían no deber esperar de él sino socorros y servicios. Solo se encuentran traidores á la Patria entre aquellos hombres cuyo único móvil es un sórdido interés, los cuales solo se buscan á sí mismos inmediatamente, y cuyo corazon es incapaz de todo sentimiento de ternura en favor de los demas; gente que todo el mundo detesta con justicia, como la mas infame entre todos los malvados.

124. Por el contrario se colma de honor y de alabanza á los ciudadanos generosos, que no contentos con no faltar en nada á su patria, hacen en favor de ella nobles esfuerzos, y son capaces de rendirla los mayores sacrificios. Eternos serán, como el de Roma, los nombres de Bruto, de Curcio, y de los dos Decios. Jamás se olvidarán los Suizos de Arnoldo de Winkelried,

héroe por cierto, cuyo accion hubiera merecido transmitirse á la posteridad por un Tito Livio. Sacrificóse verdaderamente por la patria; pero no como supersticioso, sino como capitan, como soldado intrépido. Este noble suizo, natural de Undervald, viendo en la batalla de Sempach que sus compatriotas no podian penetrar por los ejércitos austriacos, porque estos armados de pies á cabeza, echando pie á tierra у formando un bazallon cerrado, presentaban un frente cubierto de acero y erizado de lanzas y picas, formó el generoso designio de sacrificarse por su patria. «Amigos mios, dijo á los suizos que co«menzaban á desanimarse, voy en este dia á dar «mi vida para abriros el paso á la victoria: solo os recomiendo mi familia, seguidme, y obrad segun me veais obrar. » A estas palabras los ordenó y dispuso en la formacion que los Romanos llamaban Cuneus: ocupa él la vértice del triángulo, marcha al centro de los enemigos, y abrazando todas las picas que pudo abarcar, se echa á tierra, abriendo de esta manera á los que le seguian un camino para penetrar en este espeso batallon. Rota una vez la primera línea de los austriacos, quedaron estos vencidos, siéndoles funesta la gravedad de sus armas, y los suizos consiguieron una completa victoria (1).

(1) En el año de 1386 el ejército austriaco constaba de 4000 hombres escogidos, entre los cuales habia muchos príncipes, condes y familia distinguida, todos armados de pies á cabeza, y los suizos eran solamente 1300 hombres mal armados. El duque de Austria pereció en esta batalla con 2000 de los suyos, entre ellos 176 nobles de las primeras casas de Alemania. Hist. de la Confed. helvét. por M. de Wateville, tomo 1, pág. 183 y sig. Tschudi, Etterlin, Schodeler, Rachmann.

CAPITULO XII.

DE LA PIEDAD Y DE LA RELIGION (1).

125. La piedad y la religion influyen esencialmente en la felicidad del pueblo, y merecen por su importancia un capítulo particular. Nada

(1) Si á los lectores pareciere algo chocante la doctrina de este capítulo tengan presente que Vattel no pertenecia al gremio de la comunion romana , y que discurre segun los principios de la suya, que era la reformada.

Por tanto, el traductor se cree obligado á prevenir á los lectores que la doctrina que el autor establece desde el §. 141 hasta el 144, relativa á los derechos del príncipe sobre los asuntos religiosos, es enteramente contraria á los principios de nuestra creencia católica, segun la cual es indudable que la potestad espiritual que dió Jesucristo á sus Apóstoles para regir su Iglesia, reside tan solo en sus sucesores; así que, dimanando de ella el arreglo del culto y el de la disciplina interior del clero, el Príncipe no puede tener intervencion en cosas que no esten sujetas su potestad.

En igual error incurre cuando habla del celibato de los clérigos, y le tacha de contrario al derecho natural. Cualquiera que haya sido la costumbre en otros tiemrelativa al matrimonio de los clérigos, el tener como contraria al derecho natural una virtud que Jesucristo recomienda en su Evangelio, y que San Pablo la juzga preferible al matrimonio, es un error.

pos,

Ultimamente, no debiendo nosotros sino adoptar cie. gamente nuestras leyes fundamentales por una de las cuales se prohibe todo culto que no sea católico, la doctrina del autor sobre la tolerancia religiosa debe mirarse como contraria á ellas, é insostenible en España, por mas que se haya adoptado en casi todo el resto de la Europa.

Donde Vattel manifiesta con mas calor su protestantismo, es cuando habla de los abusos introducidos en el gobierno de la Iglesia; pero cualesquiera que estos puedan ser, los lectores conocerán facilmente que

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