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de habitantes. Ya hemos hablado de los conventos y del celibato de los clérigos; y es estraño que establecimientos directamente contrarios á los deberes del hombre y del ciudadano, y al bien y á la salud de la sociedad, hayan hallado tanto favor, y que los Pricipes lejos de oponerse á ellos, como debian, los hayan protejido y enriquecido. Un político diestro en aprovecharse de la supersticion para estender su poder, hizo que las potestades y sus súbditos se engañasen en sus verdaderos deberes, y supo cegar á los Príncipes sobre sus mismos intereses. La esperiencia parece que en fin abre los ojos á las naciones y á los soberanos, y el Papa mismo, digámoslo en loor de Benedicto XIV, el Papa trata de reducir poco á poco un abuso tan palpable: : por sus decretos á nadie se admite ya en sus estados á hacer votos antes de los 25 años. Este sábio Pontífice da á los soberanos de su comunion un ejemplo saludable, y les escita á que por fin abran los ojos, y estrechen á lo menos las avenidas de la sima que los estenúa, ya que no puedan cerrarlas enteramente. Corred la Alemania, y en sus provincias, por otra parte perfectamente semejantes, vereis los estados protestantes dos veces mas poblados que los estados católicos comparad la España desierta con la Inglaterra bullendo de habitantes ; ved las hermosas provincias de la Francia misma sin los necesarios labradores, y decidnos si miles de reclusos y de reclusas no servirian infinitamente mejor á Dios y á la Patria dando labradores á sus feraces campiñas (1). Es verdad que la Suiza católica no deja de estar poblada; pero esto es

(1) La Francia desde el tiempo de su revolucion ha

porque una paz profunda, y sobre todo la naturaleza del gobierno repara las pérdidas causadas por los conventos. La libertad es capaz de remediar los mayores males, es el alma del estado, y con mucha razon la llamaban los Romanos alma libertas.

180. Una multitud inerte y sin disciplina es incapaz de rechazar á un enemigo aguerrido, y la fuerza del estado menos consiste en el número que en las virtudes militares de los ciudadanos. El valor, esa virtud heroica que afronta los peligros por la patria, es el mas firme apoyo del Estado, la hace formidable á sus enemigos, la escusa hasta el trabajo de defenderse; y rara vez, como no sea que provoque á otro por sus empresas, se verá atacado un pueblo cuya reputacion en este punto haya llegado á consolidarse. Dos siglos hace que los suizos gozan de una paz profunda, mientras que el ruido de las armas resuena en torno suyo, y la guerra desola todo el resto de la Europa. La esencia del valor se funda en la naturaleza; pero pueden concurrir muchas causas á inflamarlo, debilitarlo, y aun destruirlo. Una nacion debe buscar y cultivar esta virtud tan util, y el Soberano prudente no perdonará medios de cuantos le dicte la sabiduría, para inspirarlos á sus súbditos. Este hermoso fuego es el que anima la nobleza francesa, que inflamada por la gloria y por la patria, vuela á los combates, y derrama alegremente su sangre en el campo del honor. ¿A dónde irian sus conquistas si este reino es

corregido sus defectos en este punto; y la mejora de su agricultura, y el prodigioso aumento de su poblacion es una prueba de lo que puede un gobierno sábio y liberal.

tuviese rodeado de pueblos menos belicosos? El inglés celoso é intrépido es un leon en los combates, y generalmente las naciones de la Europa esceden en valor á todos los pueblos del mundo.

181. Pero el valor solo no basta siempre en la guerra; pues los sucesos constantes no se deben á otra cosa, que á la reunion de todas las virtudes militares. La historia nos enseña de cuanta importancia es la pericia de los Generales, la disciplina militar, la frugalidad, la fuerza corporal, la destreza, el endurecimiento en las fatigas y el trabajo. Una nacion debe cultivar cuidadosamente todas estas virtudes; y esta es la razon que ensalzó á los Romanos á tan alta gloria, y los hizo señores del mundo. Fuera un error creer que el valor solo ha producido las acciones gloriosas de los antiguos suizos, y esas victorias de Morgazen, de Sempach, de Laupen, de Morat y otras muchas, en las que no solamente combatian con intrepidez, sino que estudiaban la guerra, se endurecian al trabajo, se instruian en las evoluciones y maniobras militares, y el amor mismo de la libertad los sometia á una disciplina, que solo podia asegurarles ese tesoro y salvar su patria. Sus tropas no eran menos célebres por su disciplina, que por su valor. Mezeray despues de haber referido lo que hicieron los suizos en la batalla de Dreux, añade estas notables palabras: «A juicio de los capitanes de una y otra parte que se hallaron en la batalla, los suizos ganaron en esta jornada por toda suerte de pruebas contra los franceses y los alemanes, el premio de la disciplina militar, y la reputacion de ser la mejor infantería del mundo. (1)

(1) Hisioria de Francia, tom. 2, pág. 888..

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182. En fin las riquezas de una nacion hacen parte considerable de su poder, principalmente hoy que la guerra exige gastos inmensos; porque no solamente las rentas del soberano ó el tesoro público constituyen la riqueza de una nacion, sino que su opulencia se estima tambien por las riquezas de los particulares. Llámase comunmente rica la nacion en que se encuentra un gran número de ciudadanos bien acomodados y poderosos. Los bienes de los particulares aumentan realmente las fuerzas del Estado, puesto que estos particulares son capaces de contribuir con gruesas sumas para las necesidades públicas; y aun en caso de grave apuro puede emplear el Šoberano todas las riquezas de los súbditos por la defensa y salud del Estado, en virtud del dominio eminente, como en adelante lo haremos demostrable. La nacion debe pues aplicarse á adquirir aquellas riquezas públicas y particulares que le son útiles, y esta es una nueva razon de cultivar el comercio esterior que es el manantial de ellas, y un nuevo motivo para que el Soberano esté siempre alerta sobre todos los comercios estrangeros que su pueblo puede ejercer, á fin de sostener y proteger los ramos que son provechosos, y cortar aquellos que motivan la salida del oro y de la plata.

183. Es necesario que el Estado tenga rentas proporcionadas para los gastos que tiene obligacion de hacer. Estas rentas pueden formarse de muchas maneras, por el dominio que la nacion le reserva, por contribuciones, por diversos impuestos etc., sobre lo cual tratarémos en otra parte.

184. La nacion debe procurar engrandecer su poder; pero valiéndose de medios justos

é inocentes; porque para legitimarlos no basta un fin laudable: deben ser tambien legítimos en sí mismos; porque la ley natural no puede contradecirse. Si proscribe una accion como injusta ó deshonesta en sí misma, jamas la permite, sea por el objeto que quiera; y cuando no puede tocar á un fin tan bueno y tan laudable, sin emplear medios ilegítimos, se debe tener este fin por imposible, y abandonarlo. Asi haremos ver, cuando tratemos de las justas causas de la guerra, que no es permitido á una nacion atacar á otra con la mira de engrandecerse, sometiéndola á sus leyes; porque esto sería lo mismo que enriquecerse un particular robando los bienes de otro.

185. El poder de una nacion es relativo, y para medirle, se toma por punto de comparacion el de sus vecinos, ó el de todos los pueblos, de los cuales puede temer alguna cosa. El Estado es bastante poderoso cuando es capaz de hacerse respetar, y de rechazar á quien quiera atacarle. Esta feliz situacion puede procurársela, bien sea por sus propias fuerzas, ya sean iguales ó aun superiores á las de sus vecinos, ya sea impidiendo que estos se eleven á una potencia predominante y formidable. Pero no podemos señalar aqui los casos y medios en que un Estado puede con justicia poner límites al poder de otro Estado, porque es preciso esplicar de antemano los deberes de una nacion hácia sí misma, y solo diremos por ahora que siguiendo en este punto las reglas de la prudencia y de una sábia política, jamas debe perder de vista las de la justicia.

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