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un modo compatible con las consideraciones que debe á su propia salud y á sus intereses. Si una nacion, por ejemplo, carece de trigo y propone comprarlo a otra, esta debe juzgar si semejante complacencia la espondrá á caer en la carestia. Si se niega á ello, no hay mas que paciencia; y no hace mucho que la Rusia cumplió sabiamente con estos deberes, porque asi como asistió generosamente á la Suecia, amenazada del hambre, rehusó á otras potencias la libertad de comprar trigo en Livonia; y sin duda por muy fuertes razones de política.

10. La nacion solamente tiene un derecho imperfecto á los oficios de humanidad; y por lo mismo no puede compeler á otra nacion á que se los conceda. La que sin motivo los niega, peca contra la equidad, que consiste en obrar conforme al derecho imperfecto de otro, pero no la causa injuria, porque esta, ó la injusticia, existen solamente cuando se perjudica al derecho perfecto de otro.

II. Es imposible que las naciones cumplan recíprocamente con todos estos deberes, si recí procamente no se aman. Porque los oficios de humanidad, procediendo de este manantial puro, conservarán su caracter y perfeccion, y veremos entonces, que las naciones se ayudan entre sí con sinceridad y de buena fe; que trabajan con entusiasmo en su felicidad comun, y que cultivan la paz sin celos ni desconfianza.

12. Veremos tambien reinar entre ellas una verdadera amistad, cuyo estado consiste en el afecto recíproco. Toda nacion debe cultivar la amistad de las demas, y evitar con cuidado lo que pudiera suscitarla enemigos: el interes predirecto convida muchas veces á las na

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ciones sábias y prudentes; y un interes mas noble, mas general y menos directo es rara vez el motivo de los hombres políticos. Si es incontestable que deben amarse mútuamente los hom, bres para corresponder á las miras de la naturaleza, y cumplir con los deberes que les impone, lo mismo que en ventaja suya propia, ¿dudarémos que las naciones tengan entre sí la misma obligacion? ¿Está en manos de los hombres, cuando se dividen en diferentes cuerpos políticos, disolver los vínculos de la sociedad universal que la naturaleza estableció entre ellos?

13. Si todo hombre debe ponerse en estado de ser útil á los demas, y un ciudadano de servir útilmente á su patria y á sus conciudadanos; toda nacion que trabaja en perfeccionarse, debe proponerse tambien hacerse mas capaz de adelantar la perfeccion y la felicidad de los demas pueblos; debe aplicarse á darles buenos ejemplos; debe evitar el presentárselos perniciosos, porque el género humano propenso á la imitacion, sigue á las veces las virtudes de una nacion célebre, pero imita mucho mas sus vicios y desaciertos.

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14. Puesto que la gloria es un bien precioso para una nacion, como lo hemos manifestado espresamente en un capitulo (lib. 1. cap. 15.), la obligacion de un pueblo se estiende hasta cuidar de la gloria de los demas pueblos. Debe primeramente contribuir, cuando la ocasion lo permita, á ponerlos en estado de merecer la verdadera gloria; debe ademas hacerles en este punto toda la justicia que merecen, y obrar de suerte, que en lo que de él dependa, todo el mundo se la haga; en fin debe dulcificar con amor, bien lejos de agriar, el mal resultado que pueden producir algunos ligeros defectos.

15. Por el modo con que hemos sentado la obligacion, se ve que está únicamente fundada en la cualidad de hombre; y por lo mismo nin guna nacion puede rehusarlos á otra bajo el pretesto de profesar religion diferente, porque bas ta ser hombre para merecerlo. La conformidad de creencia y de culto puede, sí, considerarse como un nuevo vínculo de amistad entre los pueblos; pero el que estos difieran en ella, no debe hacer desaparecer la cualidad de hombre, ni los sentimientos que la son inherentes. Ya he mos presentado (S. 5.) algunos ejemplos que merecen imitarse, y aqui tributaremos justicia al sumo Pontifice Benedicto XIV, que dió uno bien notable, y diguo de elogio. Habiendo sabido este Principe que se hallaban en Civitave chia muchos barcos holandeses con miedo de darse á la vela por los corsarios argelinos, mandó á las fragatas de la Iglesia que escoltasen á estos barcos; y su nuncio en Bruselas recibió órden de declarar á los ministros de los Estados Generales, que para S. S. era una ley proteger el comercio y prestar los deberes de la humanidad, sin pararse en la diferencia de religion.

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16. ¡Cuán grande seria la felicidad del género humano si se observasen por todas partes los amables preceptos de la naturaleza! Las naciones se comunicarian sus bienes y sus luces, reinaria sobre la tierra una paz profunda que la enriqueceria de sus preciosos frutos; la industria, las ciencias, las artes se ocuparian de nuestra felicidad, tanto como de nuestras necesidades, y lejos de medios violentos para decidir las disensiones que pudiesen originarse, las veríamos terminadas por la moderacion, la justicia y

Ja equidad. Se semejaria el mundo á una gran república; vivirian do quiera los hombres como hermanos, y cada uno de ellos seria ciudadano del universo. ¡ Ah! ¿por qué esta idea es solo un sueño lisonjero? Emana sin embargo de la naturaleza y de la esencia del hombre (1); pero las pasiones desarregladas y el interes mal enten lido estorban que veamos la realidad. Tratemos pues de aquellas limitaciones que á la práctica de unos preceptos de la naturaleza, tan hermosos en sí mismos, pueden oponer el estado actual de los hombres, y las máximas y la conducta ordinaria de las naciones. La ley natural no puede condenar á los buenos á ser escarnio y víctimas de la injusticia é ingratitud de los malvados. Una funesta esperiencia nos hace ver que la mayor parte de las naciones solo se dirigen á fortificarse y enriquecerse á espensas de las demas; á dominarlas, y aun á oprimirlas y subyugarlas si se presenta ocasion. La prudencia no nos permite que contribuyamos á fortifi

(1) Apoyémonos ademas en la autoridad de Ciceron: Todos los hombres, dice este escelente filósofo, deben constantemente proponerse hacer concurrir la utilidad particular con la utilidad comun. Aquel que todo lo quieare para sí, rompe y disuelve la sociedad humana. Y si la naturaleza nos inclina á querer el bien de todo hombre, cualquiera que sea, por la sola razon de que es hombre; es preciso necesariamente, segun esta misma «naturaleza, que la utilidad de todos los hombres sea comuu.... Ergo unum debet esse omnibus propositum, eadem sit utilitas uniuscujusque et universorum ; quam si ad se quisque rapiat, dissolvetur omnis humana consociatio. Atque si etiam hoc natura præscribit, ut homo homini, quicumque sit, ob eam ipsam causam, quod ei homo sit, consultum velit, necesse est secundum eamdem naturam omnium utilitatem esse communem. De offic. lib. 3, cap, 6.

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car á un enemigo ó un hombre en quien descubrimos el deseo de despojarnos y oprimirnos, y nos lo prohibe por otra parte el cuidado de nuestra propia seguridad. Ya hemos visto (§. 3. y sig.) que una nacion solo debe á las demas su asistencia y todos los oficios de humanidad, en cuanto puede prestárselos, sin vulnerar sus propios deberes. De donde se sigue evidentemente, que si el amor universal del género humano la obliga á conceder en todo tiempo y á todos, aun á sus enemigos, aquellos oficios que solo puedan conspirar á hacerlos mas moderados y virtuosos, porque no debe tener de ello inconveniente alguno; no está obligada á prestarles socorros que pudieran probablemente serla funestos. Por eso en primer lugar la estrema importancia del comercio, no solo por la necesidad y las comodidades de la vida, sino tambien por las fuerzas de un estado para darle medios de defenderse contra sus enemigos; la insaciable avaricia de las naciones que ansían por atraérsele todo entero, y apoderarse de él esclusivamente; por eso, repito, estas circunstancias autorizan á una nacion, dueña de un ramo de comercio, y del secreto de alguna fábrica importante, á reservar en sí misma los manantiales de la riqueza, y á tomar medidas para impedir que pasen á los estrangeros, bien lejos de comunicárselos. Pero si se trata de cosas necesarias á la vida, ó importantes á sus comodidades, esta nacion debe venderlas á las demas por su justo valor, y no convertir su monopolio en una ve jacion odiosa. El comercio es la fuente principal de la grandeza, del poder y de la seguridad de Inglaterra, y nadie la condenará con justicia, porque trabaje en conservar los diversos ramos

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