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NO VIMU

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Antes de entrar de lleno en el estudio de este trabajo, y teniendo en cuenta la gran desorientación actual, respecto a la verdadera causa de la afección que nos ocupa, así como el desconocimiento absoluto del mecanismo, en virtud del cual obran sobre los dientes las causas patológicas que se suponen ser productoras de la enfermedad, nos conviene hacer constar que no aspiramos a resolver ninguno de los dos problemas pendientes (patológico ni curativo) y sí únicamente a exponer algunas teorías más o menos razonadas sobre el concepto individual que nosotros tenemos de dicha enfermedad, sin pretender con ello despejar un horizonte tan complicado y brumoso como el de la Poliartritis crónica.

Aunque parezca trivial, y dado nuestro afán de perfección, no podemos pasar por alto la poca propiedad del vocablo designado para distinguir ésta de otras enfermedades, dedicando aunque no sea más que unas líneas de crítica sobre dicho asunto, por si pudiera servirnos de estímulo para idear un nombre que no resulte tan huero como el de piorrea y que por el contrario exprese mejor el concepto que hoy día tenemos sobre dicha enfermedad.

Entre las numerosas palabras con que se ha bautizado a dicha afección, ninguna se hizo tan popular, entre los profesionales, como la mencionada anteriormente y si ésta procede del griego, pión pus y rheo fluir y por tanto quiere decir flujo de pus, debemos de reservarla para denominar el síntoma supuración, para ésta y otras enfermedades que lo presentan. Comprendo lo complicado que es dar un nombre correcto a esta afección, toda vez que desconocemos la verdadera causa productora y únicamente conocemos los efectos y los síntomas; pero aunque para ello tengamos que fijar nuestra atención en los últimos y sin dar de mano a la palabra piorrea ni relegar al último término a otros síntomas tan importantes como el mencionado, me parece fácil buscar un nombre compuesto que nos dé una idea más real, más clara de lo que es dicha afección añadiendo a las palabras Poliartritis crónica el vocablo piógena quedando de este modo mejor diferenciada.

Creemos que una de las cosas que entraña más dificultad, es hacer una buena definición, pues así nos lo da a entender la tan conocida frase de Omnis definitio periculosa est

(toda definición es peligrosa) y si esto es efectivamente cierto, tratándose de enfermedades, de las cuales tenemos un concepto patogénico exacto, qué no ocurrirá cuando nos encontramos ante un caso como el presente, cuyos datos patológicoanatómicos y etiológicos nos son insuficientes para conocer la verdadera causa de la afección?

Sin embargo de ello y respetando las definiciones que hombres de verdadero prestigio profesional han hecho sobre la Poliartritis crónica, nosotros la definiremos en una forma concisa, diciendo: «Es una afección bucal caracterizada por la caída prematura de los dientes, debida a una destrucción alveolar, provocada por la acción de los microorganismos bucales ».

Y ya sentado esto conviene hacer una descripción detallada del mecanismo, en virtud del cual se produce la enfermedad que denominamos Poliartritis crónica piógena.

Nosotros creemos que dicha afección es producida por las mismas causas que la caries dentaria, aunque con algunas ligeras modificaciones que iremos describiendo.

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Los gérmenes que normalmente existen en la cavidad bucal están en continua lucha con los elementos defensivos de que dicha cavidad dispone, y mientras estos últimos sepan responder a su cometido, la salud bucal será perfecta, pero en el momento que por cualquier causa (local o general) exista un sitio de menos resistencia, allí acudirán todos los gérmenes ansiosos de saciar sus apetitos destructivos y entonces aparecerá la enfermedad..

Hemos tenido ocasión de observar que la reacción de la saliva influye mucho en el curso de ciertas enfermedades bucales, resultando que en bocas ácidas abundan las caries dentarias, en bocas alcalinas disminuyen éstas y aumentan las peridentales y en cambio las neutras son las que dan menor número de enfermedades, debiendo considerarse éstas como las de tipo normal y perfecto.

Estas conclusiones ponen de mînifiesto la influencia que la reacción bucal ejerce sobre las enfermedades tan corrientes en nuestra práctica profesional como son: ries y piorreas, sintetizadas así:

Enfermedades que puede originar la reacción salival, y dentifricos que deben emplearse en los distintos casos

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Es muy corriente en nuestra práctica profesional emplear el bicarbonato sódico para neutralizar la acidez bucal; también, y con el mismo objeto, entra en la composición de muchos dentifricos y no podemos olvidar lo frecuente que es su uso para neutralizar la acción del ácido sulfúrico, cuando se emplea éste en el ensanchamiento de canales radiculares. A mi modo de ver, este es un medicamento indicadísimo para combatir la hiperacidez estomacal, pero que debe desaparecer de nuestro gabinete para substituirlo por el perborato sódico que tiene sobre aquél, las ventajas siguientes desprender, en vez de ácido carbónico, que es un gas inerte en nuestra especialidad, oxígeno que es el desinfectante oral por excelencia; neutralizar en igual forma que el bicarbonato y gozar de un gusto mucho más agradable, razones muy atendibles para reducir en uno el

número de nuestros medicamentos de vitrina.

En el tiempo que llevamos dedicados a esta especialidad pudimos darnos cuenta de que en la mayoría (inmensa) de las bocas piorreicas existe una reacción alcalina que se traduce por una gran disminución en el número de caries y un aumento de sarro, y que éste, incrustándose entre la encía y el diente, actúa como una verdadera cuña, destruyendo el ligamento circular de Koliker y abriendo así una brecha en el festón gingival.

Ya destruída esta formidable barrera de protección peridental, no es

de extrañar que los restos alimenticios queden retenidos en estos espacios, no tardando en fermentar y dar origen a infinitos gérmenes que se encargarán del desempeño de distintas funciones, dando origen a la formación de los ácidos láctico, butírico y acético, los cuales actuando sobre el ligamento gingival y sobre el reborde alveolar, no solamente lo irritarán sino que lo irán destruyendo en acción combinada con los microorganismos, que tan fácil paso encuentran en su camino hacia la articulación del diente.

Pero como la naturaleza, siempre previsora, no se conforma con una sola defensa peridental, de ahí que el organismo acuda a su retaguardia y ponga en juego todos cuantos medios disponen para conseguir la destrucción del intrusismo microbiano.

Los gérmenes han servido de reclamo para que los corpúsculos blancos de la sangre emigren por diapedesis fuera de los vasos, y valiéndose de sus movimientos amiboides se dirijan hacia el lugar de donde proceden los estímulos quimiotáxicos positivos, para llevar a cabo, no solamente el englobamiento de los agentes infecciosos, sino aquellas partes de alveolo ya destruídas por los gérmenes y el cual irá seguido de un proceso digestivo, debido a la acción de los fermentos contenidos en el protoplasma de las células fagocíticas.

No nos será difícil averiguar cuándo esta lucha entre gérmenes y leucocitos se lleva a efecto, pues

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