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tribuciones considerables y mas que suficientes para cubrir los tos de administracion y demas urgéncias del bien comun en paz y en guerra; pero no llegaban á su natural destino, al fondo que el Gobierno necesita para asegurar el orden interior contra los criminales y la independéncia nacional contra los extraños. Lejos de llenar estos objetos, los únicos á que el cultivador y el artesano sacrifican gustosos parte del fruto de sus sudores, el património público repartido entre manos rapaces y ambiciosas les daba facilidad y ocasion para traer amenazada de contínuo y perturbada la quietud del réino. Los Ricoshombres de Castilla, aquella raza valerosa que habia concurrido á cimentar el Estado con su sangre y con sus proezas, no se contentaban con la consideracion y el honor, moneda en que solo pudieran recompensarse dignamente sus méritos; y aprovechándose de la flojedad de los Reyes, sirviéndoles unas veces, desirviéndoles otras, arrancaban los tesoros en prémio ó en précio de su fidelidad. Enrique IV, olvidando que los Príncipes son mas bien administradores que dueños de los caudales del erário, dejó llegar á su colmo el desorden; y las mercedes exorbitantes en juros y vasallos, los privilégios de batir moneda, los albalaes y firmas en blanco acompañaron á la contínua enagenacion de pueblos y fincas de la corona, llegándose á decir que no era Rei de otra cosa que de los caminos. Los pueblos, oprimidos con las cargas generales que se repartian cada dia entre menos contribuyentes, murmuraban de la funesta liberalidad de Enrique. Las cortes de Ocaña se lo representaron en 1469; las de Santa Maria de Nieva de 1473 alzaron el grito, y consiguieron en fin que anulase solemnemente todas las enagenaciones y grácias hechas en los diez años precedentes. Pero fuese el influjo de los poseedores ó la natural inaccion del Rei ó su muerte que siguió á poco, no tuvo lugar reforma tan necesária. En los princípios del reinado de Isabel, la guerra de Portugal hizo resaltar los inconvenientes, obligando á recurrir á la plata de las iglésias y á empréstitos gravosos para resistir á los invasores. La nacion que habia tocado y sufrido los males, anhelaba y con razon por el remédio. Sus Procuradores lo reclamaron en Toledo; y todo parecia autorizar al Gobierno para cortar de una vez en su origen abusos tan notó

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rios. Solo la delicadeza de Isabel no está aun satisfecha: no contenta con que se efectue la reforma, quiere tambien que sea á gusto de los mismos que han de experimentarla: quiere que la persuasion y el convencimiento hagan llevadero lo que la justícia y las circunstancias hacen necesário. Convoca extraordinariamente á los Grandes y á los Prelados , y espera de su lealtad que sacrificarán al bien público sus pretensiones é intereses particulares. El éxito fué el que merecian esperanzas tan honoríficas á la Réina y á sus vasallos: y en pocos meses, sin violéncia, sin amargura y sin reclamaciones, recobró su riqueza y opuléncia la corona. ¡Que es lo que no puede conseguir la razon con las armas irresistibles de la dulzura!

El primer uso que hizo nuestra Princesa de los nuevos aumen tos del erário, fué indemnizar de los perjuicios de la guerra, y socorrer con generosidad á los hijos y viudas de los defensores de la pátria muertos en su servicio. Entretanto se arreglaban de acuerdo con las cortes la forma y atributos de los tribunales supremos; se derogaban ó aclaraban las leyes antíguas; se hacian otras nuevas; se tiraban las primeras líneas para la grande obra de una legislacion armónica, de una legislacion comun á todos los domínios de Castilla; se empezaba á tratar de las reformas á que lo calamitoso de los tiempos obligaba en el clero secular y regular; se ponian las bases del concordato con la corte de Roma, de que tantas ventajas resultaron á la Religion y al Estado; en suma, se promovian todos los ramos de la felicidad pública, y se buscaban los médios de establecerla sobre fundamentos sólidos y permanentes.

Nuevo espíritu, vigor nuevo discurre por las venas y miembros, yertos hasta entonces, de la monarquia castellana: reúnense sus fuerzas, antes enflaquecidas por la division y la discórdia, y el Gobierno adquiere la robustez necesária para asegurar el orden bien general. Todavia está fresca la memoria del tiempo en que Isabel tenia á cada paso que capitular con los próceres, y en que el Arzobispo de Toledo le negaba una conferéncia que la moderacion de la Réina le pedia con instáncia; pero ya ha desaparecido aquella época de languidez y de oprobio. El Estado, poco ha debil y sin

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autoridad para sostener las leyes y refrenar la osadia de un vasallo, recobra rápidamente su natural energia, tiene ya la bastante para hacerse respetar de propios y extraños. Triste del que se atreva á interrumpir su tranquilidad y provocar su cólera: la desolacion, el estrago y la ruina serán el castigo de su loca presuncion y

atrevimiento.

Esto fue lo que experimentó el réino de Granada. Habia largos tiempos que los Reyes de Castilla no hacian progresos notables en la antígua empresa de reconquistar el pais ocupado por los moros, y las fronteras eran casi las mismas que á la muerte del santo Rei Don Fernando. Poco ó nada adelantaron sus inmediatos sucesores. La jornada de Tarifa fue mas gloriosa que útil: la muerte lastimera del héroe que la venció cortó los vuelos en lo mejor de sus años á sus victórias y hazañas. Lejos de imitarlas su hijo Don Pedro y de entrar en la gloriosa carrera que le mostraban los ejemplos de sus predecesores, hizo alianza con los infieles y aun se valió alguna vez de sus armas en las ominosas contiendas que mantuvo siempre con sus hermanos y vasallos, y que al cabo le costaron el cetro y la vida. En los reinados siguientes, los distúrbios civiles, las tutorias, la indoléncia de los Reyes y las guerras con otros Príncipes de la península habian puesto en olvido la de los mahometanos, ó reducídola á algunas entradas y talas sin plan ni consecuéncias. Los moros se habian acostumbrado á despreciar al leon que dormia. Durante la guerra con Portugal en los primeros años del gobierno de Isabel, los infieles habian penetrado en términos de Castilla, llevándolo todo á sangre y fuego. Hubo que disimular este insulto, igualmente que la arrogáncia con que se negaron pagar las párias que solian al mismo tiempo que solicitaban la continuacion de la trégua, y contemporizar prudentemente hasta que ajustada la paz con los portugueses, se ofreciera ocasion oportuna para la venganza.

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Proporcionóla en la sorpresa de Zahara la infidelidad granadina. Esta infraccion escandalosa de los tratados tuvo su desquite en la sorpresa de Alhama por ltroas pas de Sevilla casi á vista de la capital Granada. El empeño de los moros en recobrarla y el de los cristianos en mantenerla, formalizó una guerra que debia fenecer la

que duraba entre unos y otros cerca habia ya de ochocientos años.

La empresa en que se entraba de la conquista del réino de Granada, presentaba dificultades considerables. Habian pasado, es cierto, los tiempos de Tarec y Almanzor, los tiempos en que Valdejunquera y Alarcos recibian su triste celebridad de nuestras desgrácias: pero un território favorecido liberalmente por la naturaleza y de una poblacion que por lo extraordinária suponia un estado floreciente de agricultura y de indústria, cimiento y medida del verdadero poder de las naciones, abundaba en recursos y médios de ofensa y de defensa: y no siendo ni aun la décima parte de la península, solia poner en pié formidables ejércitos, superiores alguna vez en número y no siempre inferiores en valor á los cristianos. El pais fragoso, cortado de montañas y erizado de castillos y fortalezas, era poco favorable á los agresores. El entusiasmo religioso de los habitantes y la inveterada ojeriza entre ambas naciones, no dejando médio entre la victoria, la esclavitud ó la muerte era otra arma y no la menor en manos del mas debil. Tal vez y en los mismos princípios de la guerra, la fortuna miró con semblante risueño á los moros: las lomas de la Ajarquia de Málaga presenciaron la pérdida de la flor de Andalucia, pasada á cuchillo ó reducida á cautivério: levantóse en desorden y con poca honra el cerco de Loja, mandado en persona por el Rei Don Fernando. Quizás en otro reinado hubieran aflojado con esto los aprestos militares y los cristianos se contentaran, como en lo pasado, con unas tréguas poco estables que dejaban pendiente el empeño, ó cuando mas con unas párias que habian de negarse á la primera coyuntura favorable. Pero Isabel, enemiga de partidos pusilánimes, decreta la conservacion de Alhama contra la tímida prudéncia de los consejeros del Rei su esposo, recorre la frontera, infunde en los pechos el fuego sagrado del amor de la glória, y resuelve arrancar del suelo de España el império de fa

média-luna.

: Entonces fue cuando Europa miró atónita á una muger ocuparse en la formacion de planes de campaña, votar entre los viejos y experimentados capitanes, y presidir á los preparativos marciales con una inteligencia á que no habian llegado los guerreros de

las edades anteriores. No dirigirá el valor ciego las operaciones bélicas, como habia sido comun hasta aquel tiempo: la fuerza será lo que debe ser, el instrumento del discurso; y la guerra de Granada vá á abrir la escuela donde se estúdie y adelante el arte militar, y se formen los grandes soldados que durante el siglo siguiente han de hacer respetar en todas partes las banderas españolas.

Nada se omitió de cuanto podia asegurar el suceso. Suiza nos envió su invicta infanteria, Alemánia sus diestros artilleros, Inglaterra, Portugal y Fráncia sus preciados campeones. Un cuerpo numeroso de pontoneros facilitaba los pasos necesários sobre barrancos y rios, mientras que millares de gastadores desmontaban las colinas, elevaban los valles y abrian caminos por sierras impracticables. Por ellos arrastraban dos mil carros las lombardas que debian derrocar las robustas torres de los alcázares moriscos. La Réina disponia la fábrica de municiones, los acópios de pólvora, los cortes de maderas ; cuidaba de las provisiones y recluta del ejército, de la seguridad de la frontera, de la facilidad de las comunicaciones; establecia postas para ellas; y atenta á todo lo que podia contribuir al éxito feliz de la empresa, mandaba armar naves en las marinas de Vizcaya para interceptar los socorros de África, infestar la costa enemiga, y apoyar las operaciones de las tropas destinadas á la conquista.

No podian las fuerzas granadinas resistir preparativos tan formidables. Recobrose Zahara, manzana de la discórdia y ocasion de la guerra: siguió la toma de Alora, Cártama, Ronda, Íllora, Velez-Málaga: Loja, la sobérbia Loja, que antes vió y celebró la méngua de los cristianos, tuvo que humillar la cerviz y recibir el yugo. Marbella, Fuengirola y otros pueblos mejor aconsejados quisieron mas bien experimentar la cleméncia del vencedor que el rigor de sus armas.

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Los sucesos de aquella guerra mostraron que Isabel reunía á la grandeza de alma que acomete las altas empresas, á la prudéncia que las facilita y á la constáncia que las acaba, la bondad y dulce beneficéncia que corona estas otras virtudes, y es el distintivo cierto de los corazones verdaderamente grandes y generosos. Durante la guerra de Granada, Isabel ideó y estableció los

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