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7. Con todo, no nos avergonzamos de asegurar que los jesuitas encabezaban el partido que opinaba debia trasladarse la ciudad á la Mocha (1); sin que por esto creyesen faltar al respeto debido á la autoridad eclesiástica, puesto que se contentaban con apoyar el tal proyecto con sabias razones, fundadas en lo que juzgaban ser de una verdadera utilidad pública. Tampoco tenemos dificultad en consignar aquí que, habiendo sido aprobado este proyecto por el Gobernador del Reino, los mismos jesuitas delinearon el plano de la nueva ciudad, trazando sobre el terreno las manzanas y calles; aquellas de ciento cincuenta varas en cuadro, y estas de diez y seis varas de ancho, rectas y á escuadra las unas con las otras. La autoridad civil, al proceder á la reparticion de los sitios, dió á la Compañía una manzana entera en la esquina norte de la plaza. En el año siguiente de 1752 echaron los PP. en dicho terreno los cimientos (2) de una iglesia de sesenta varas de largo y quince de ancho, con tres naves, sostenidas sobre columnas, ó sean postes de madera; y para mayor seguridad en aquel clima húmedo trabajaron las paredes con ladrillo por el lado de afuera, y tabique por el de adentro: el pavimento era enladrillado, y el techo entablado con alerce. Por lo cual, cuando se definió esta singular cuestion, los nuestros tenian ya concluidos su colegio é iglesia; habiendo gastado en ello cincuenta mil pesos (3), y habiendo tenido que sufrir, en los doce años que duró dicha cuestion, la no pequeña molestia de estar repartidos unos en la antigua y otros en la nueva ciudad. En este mismo año de 1752 comenzaron los mismos á prestar un gran servicio al público, abriéndole su copiosa biblioteca (4); siguiendo el ejemplo del colegio máximo de Santiago, que acababa de abrir al público la suya mucho más copiosa; pues que constaba de quince mil volúmenes. Así procuraban los de la Compañía ser útiles á todas las clases de la sociedad, por cuantos medios estaban á su alcance.

8. La ciudad de Chillan, situada en un bajo, que, para aumento de sus estragos, se inundó completamente con el temblor, fué trasladada al llano que estaba sobre su barranca del norte, sin la menor cuestion, por ser manifiestas á todos las ventajas de este cambio de sitio y bien pocas las incomodidades, en razon de estar contiguo á ella el terreno de su nueva planta, y quedar el antiguo para chacras, muy convenientes á sus propietarios. Los de la Compañía no tendrian que trasladar su colegio, por haberlo trasladado ya á dicho llano en el año 1714, por ser demasiado húmedo el terreno que Moncada en el 1700 habia donado para el convictorio de indiecitos. Nuestra casa é iglesia de Talca se arruinaron completamente; y preciso fué comenzar de nuevo aquellas obras: lo que no acobardó á sus superiores; por tener aquella residencia una regular hacienda, que les proporcionaria recursos, ó á lo menos crédito para buscarlos. Las obras se emprendieron, pues, con diligencia; mas tardaron en concluirse, como muy pronto diremos.

9. No pasó otro tanto en la residencia de Melipilla, á pesar de no haber si

(1) Tradicion comun.-(2) Archivo del ministerio del interior.-(3) Archivo de la tesorería de este gobierno.-(4) P. Vidaurre, Historia de Chile. Fué natural de Concepcion.

do tan graves los estragos del temblor; pues no alcanzó á derribar las paredes, aunque las dejó bastante mal paradas. Pero el superior era un hombre tan pusilánime y de tan poco gobierno, que no habia sabido conservar los bienes de aquella casa cuando estaban en buen pié. ¿Cómo sabria reponerlos despues de aquella desgracia? Con los inciertos recursos, que dijimos en el cap. XV núm. 3, gastó el P. Diaz seis mil trescientos cuarenta y cuatro pesos y cuatro reales en aquella casa é iglesia; y cuando dejó de gobernarla á los cinco años, entregó mil ciento veinticinco pesos á su sucesor el P. Saralegui, que halló la chacra no solo bien aperada y cultivada, sino provista de un buen rebaño de óvejas, y la viña, además, con diez y seis mil plantas frutales, su correspondiente bodega y los enseres para la vendimia. Al año este lo traspasó todo en buen ser al P. Antonio Andoanegui, menos el numerario, reducido ya á solos cuatrocientos noventa y tres pesos. Es verdad que el P. Saralegui habia levantado un corredor de cincuenta varas de largo frente à las habitaciones. ¡Pobre residencia! El P. Andoanegui no acertó á cuidar sus cortos bienes, y por su poca actividad todo lo dejó perder. Para colmo de desdicha sobrevino el mencionado temblor de Mayo; y acabándose de acobardar con sus pequeños estragos, se presentó por Julio al Provincial, protestando que no podia llevar adelante su residencia. El Provincial juntó á los PP. consultores y se lo hizo presente, diciéndoles: «el terremoto acaba de malparar los edificios de nuestra residencia de Melipilla, y su superior no tiene con que repararla, ni de donde sacarlo; por haber consumido las cosechas, acabado con el rebaño de ovejas, estar casi del todo perdida la viña, y muy deterioradas las herramientas y demás aperos de labranza.» Al oir esto, todos fueron de parecer de que se cerrara; y su Reverencia lo decretó.

10. Felizmente lo supo el P. Antonio Diaz antes que se pusiera en ejecucion; y suplicó al P. Provincial tuviese à bien juntar de nuevo á los PP. consultores y admitirle à él en la consulta, con facultad de exponer las razones que en contra de lo resuelto se le ofrecian. Otorgósele lo uno y lo otro; y él les supo ponderar de manera la importancia de aquella residencia, y sugerir tales medios para su conservacion, que los consultores retiraron su dictámen, y el Provincial no solo revocó su órden, sino que nombró al mismo P. Diaz superior de Melipilla, asignándole seiscientos pesos anuales de subvencion, à prorrata de los colegios. Bien pronto logró este reparar la casa, la iglesia y la chacra; y para que no sucediera otro tanto en retirándose él de allí, compró por el año 1754 á Bartolomé Valenzuela la hacienda de S. José, situada al otro lado de la confluencia del Tinguiririca con el Cachapoal, en cuatro mil pesos al contado, y doce mil á censo. ¿Y de dónde sacaria este capital? Sensible nos es el decirlo; pero lo referiremos, agregando en seguida su justa reprobacion. El colegio máximo adeudaba todavía cuatro mil pesos al oficio de las misiones, y los entregó á esta residencia. No todos los PP. de la Provincia se conformaron con el uso arbitrario que hacia de estos bienes, que no le pertenecian, y lo denunciaron al P. General; quien el año de 1763 mandó, sub præcepto sanctæ obedientiæ, que aquella cantidad fuera devuelta al oficio de misiones. Y por cuan

to á la sazon la residencia de Melipilla no la tenia disponible, ordenó el Padre Provincial que la pagara el colegio máximo, como lo hizo. En las otras casas de la Compañía no serian muy grandes los estragos de este temblor: en las de por acá al norte de Chile por no haber sido tan fuerte como por Concepcion, y en las del sur por ser casi enteramente de madera sus edificios.

11. ¿Quién creyera que pudieran sentirse los efectos del referido terremoto á ciento cuarenta leguas de nuestra costa? Pues ello fué así, y de un modo imponente y en las circunstancias más aciagas, conmoviendo el temblor horriblemente las islas de Juan Fernandez. Una de estas, situada á los 33° 39′ latitud sud y 78° 50' longitud oeste de Greenwich, se habia poblado recientemente por orden del Virrey José Manso, y por la buena diligencia del Gobernador D. Domingo Ortiz, que en el año anterior habia mandado allá doscientas setenta y cinco personas, á saber: sesenta y dos de tropa; ciento sesenta y un pobladores de todas edades, sexos y condiciones; veintidos desterrados; dos capellanes, un cirujano, y quince jefes del estado mayor, con bastimentos, semillas, ganados, herramientas, armas, y municiones, y con la dotacion de seis mil setecientos sesenta y ocho pesos anuales. Las pocas casas que se habian construido, se cayeron; la mar, invadiendo la tierra, inundó el local de la nueva poblacion; un buque que estaba en el puerto se vino tierra adentro; y el gobernador de aquella isla y su Sra. esposa, que estaban todavía á su bordo, perecieron miserablemente; así como treinta y cinco personas, aplastadas por las ruinas, ó arrastradas por las olas. Sin embargo, la isla no fué abandonada: un nuevo gobernador y algunos pobladores fueron mandados allá; y se tomaron sérias providencias, que hoy se mirarian por absurdas, para socorrer frecuentemente, y fomentar la nueva colonia; siendo una de ellas, el que todos los buques que pasasen de Chile al Perú y vice-versa arribasen á aquellas islas; pero esta providencia no duró por muchos años, ni la poblacion entonces se acrecentó, ni se ha acrecentado jamás.

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TOMO 11

CAPITULO XVIII

1. Ortiz funda siete pueblos.-2. Proyecto para reducir á los araucanos.-3. El Rey pide informe al P. Villarreal.--4. Este propone la fundacion de ocho pueblos en la frontera.-5. Arbitrios para fomentar sus progresos.-6. Y despues la de otros ocho al sur del Biobio.-7. Mision circular del P. Havestadt.-8. Visita á los pehuenches.-9. Sú gran conflicto en Malahue.-10. Procesos sobre la vida, virtudes, y milagros del P. Juan Pedro Mayoral.-11. Algunas de sus virtudes.-12. Su don de profecía y de hacer milagros.—13. Respeto con que se conserva su cadáver.-14. Reparacion de la iglesia del colegio máximo.—15. Este queda desempeñado.—16. El P. Garcia trabaja la torre.-17. Consigue la fundacion del monasterio de las Rosas. -18. Se realiza.-19. Los jesuitas fueron sus confesores ordinarios.

1. Las horribles catástrofes y graves contratiempos, que unos en pos de otros se sucedian, dificultaban, pero no detenian la marcha progresiva del pueblo hispano-chileno; que, gobernado por hombres de honradez y capacidad, se empeñaba en formarse una gran nacion, despues de haber contenido, ya que no dorainado, al fiero araucano (1). El buen resultado que producian los ocho pueblos fundados por Manso, animó á Ortiz á fundar otros siete; el de Jesús en Coelemu; el de la Virgen María en Quirihue, junto el Itata; San José de Bellavista en Curicó; el de Sta. Rosa de los Andes en Aconcagua; la Ligua y Petorca en la misma provincia; y el de S. Rafael de Rosas en el Cuzco de Chuapa. De acuerdo con el cabildo, tomó varias medidas y las sostuvo con energía contra los mercaderes del Perú, para fomentar el cultivo y explotacion del trigo; con tan feliz resultado, que los diezmos del obispado de Santiago en 1752 produjeron veinticinco mil sesenta y siete pesos, y los de Concepcion once mil cuatrocientos diez y siete pesos y seis reales y medio (2). La reduccion del ejército á solas seiscientas treinta y nueve plazas proporcionó á la agricultura buen número de brazos, por los muchos soldados que fueron licenciados; como tambien à la minería. Esta se hallaba casi reducida á los lavaderos y minas de oro, que en el año 1749 recibieron un especial fomento, con la inauguracion de la casa de moneda, agenciada en Madrid y dirigida en Santiago por Francisco García de Huidobro, la cual entonces comenzó á acuñarla; por supuesto que con el sello real.

2. Diversos proyectos volvieron á formarse sobre la completa reduccion de los araucanos á vida civil y cristiana; pero tan disconformes entre sí, que no pudieron reducirse á un solo plan. Lo extraño es que, disfrutando tantos años hacia de los frutos de la paz, opinaron algunos por romperla, apelando á la guerra; cuyos funestos resultados é ineficacia para el pretendido objeto, habian experimentado ellos, sus padres y abuelos; y esto que los indios podian presentar todavía en campo de batalla de veinte á veinticinco mil combatientes,

(1) Carvallo.-(2) Memoria del Virrey Amat.

á

segun los diversos cálculos que entonces se hicieron. Por desgracia, el Gobernador era de este parecer; pero su dictámen no tuvo la suficiente aceptacion, antes bien fué contrariado por muchas personas de alta categoría, algunas de las cuales escribieron asimismo su dictámen sobre el particular. Por lo cual, él tomó el partido de formar en expediente con los tres principales proyectos, y remitirlo al Rey de España; à quien otros personajes dirigieron tambien privadamente los suyos. Confusos se encontraban los ministros del real consejo de Indias sobre la resolucion que se deberia tomar en su virtud; y no creyéndose con suficientes conocimientos para deliberar prudentemente y fallar con acierto, ocurrióse á uno de ellos el arbitrio siguiente (1): «En esta corte, «dijo, se halla actualmente el P. Joaquin Villarreal, procurador de la Provin«cia jesuítica de Chile: entreguémosle el expediente, para que en vista de él «nos informe de lo que convendrá determinar; porque ¿quién podrá hacerlo «mejor que él?» Así exclamó, ignorando aún la parte tan activa que dicho Padre habia tenido en la formacion de los pueblos fundados por Manso, y que hubiese escrito el precitado tomo sobre aquella materia. Aplaudiendo su real Majestad esta indicacion, pasó el citado expediente á dicho P., comisionándolo para que le informara sobre la materia en cuestion.

3. Aceptada la comision real, presentó al Rey á 22 de Diciembre de aquel año 1752 su informe, basado sobre los indicados dictámenes y otros documentos contenidos en aquel expediente, ó remitidos anteriormente al consejo real. Publicólo en el tomo 23 de su «Semanario erudito» Antonio Valladares de Sotomayor, sin decir que sea de dicho P., sino de D. Joaquin Villarreal; y segun esta edicion jamás dice el informante que él sea de la Compañía de Jesús, aunque lo da bastante à entender en el núm. 197. No sabemos si Valladares haria en él esta modificacion, por ser tan odiado el nombre de los jesuitas, y hasta sus producciones científicas y literarias al tiempo en que él lo publicó, ó si usaria de esta misma reserva el dicho P. al presentarlo á su real Majestad, por haberse comenzado ya esta odiosidad contra la Compañía, y no haber olvidado los graves disgustos que á esta su buena madre habian antiguamente ocasionado los arbitrios de paz del P. Valdivia. Sea como fuere, no dudamos en asegurar, y conviene con nosotros Mr. Claudio Gay, que el tal informe es produccion de dicho P. Villarreal, así por el contexto del número citado, como tambien por haberlo leido en el documento, á que nos referimos en el número anterior.

4. Despues de haber rebatido los tres dictámenes contrarios, con razones evidentes y conformes à la disposicion del real ánimo, habló así en el punto 4. «El medio más fácil y cierto y menos costoso de contener á los indios, «consiste en fundar al norte y en las cercanías de los rios Biobio y la Laja «ocho lugares de cincuenta á ochenta pobladores, prevenidos de armas, repa«ros y algunos soldados para su defensa, y de medios para su conservacion y <«<aumento; expendiendo en su ereccion ciento noventa y dos mil pesos, que

(1) Archivo del ministerio del interior.

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