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tidad. Este acto no solo fué espontáneo, sino en cumplimiento de su cargo episcopal.

2. La real audiencia dió su testimonio à ruego del P. Juan Nepomuceno Walker, procurador general de esta Provincia; quien lo solicitó, en cumplimiento de lo dispuesto en la real cédula expedida en Aranjuez el 19 de Julio de 1747, con el objeto de impetrar que el consejo de Indias permitiese venir los treinta sujetos de la Compañía, que la nona Congregacion Provincial acababa de juzgar necesarios para el desempeño de las diversas atenciones y'compromisos de nuestras casas de Chile. Por cierto que ni el P. procurador al elevar su solicitud à la real audiencia, ni esta al despacharla, pensaron en la importancia que en los tiempos sucesivos habia de tener aquel documento. Es verdad que al mismo tiempo presentó á la censura su «Historia militar, civil y sagrada de Chile» el P. Miguel de Olivares, consignando en ella no pocos de estos datos; pero tal vez querria alguno rechazarlos, ó ponerlos en duda, por ser de un hijo de la misma Compañía; lo que no hará al recibirlos de la respetable é íntegra audiencia real. Y cuenta que esta no dió su informe por simple condescendencia, sino en vista de las informaciones jurídicas hechas por los Ilmos. prelados de Santiago y Concepcion, y de las deposiciones de muchos y bien abonados testigos.

3. Por haber publicado Mr. Gay este importante documento, lo insertaremos aquí; y para mayor brevedad resumiremos en un solo cuerpo cuanto en el del Sr. Alday y en el P. Olivares se encuentra repartido; presentando ante todo á nuestros lectores un estado, ó cuadro, en que vean de un golpe de vista el número y cualidad de las casas que tenia esta Provincia de Chile; el de los sujetos y su clasificacion; los ramos de enseñanza á que se dedicaba cada colegio, y las parcialidades que recorria cada mision.

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TOMO 11

ESTADO

de la Compañía de Jesús en el Reino de Chile en el año 1762

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Segun esto tenia esta Provincia ocho colegios, dos colegios-misiones, un noviciado, dos colegios convictorios, ocho residencias, dos residencias-misiones, y

once simples misiones (+), con H. escolares, y sesenta y dos H. y cinco sujetos.

ciento ochenta y ocho PP., ciento y cinco coadjutores: por todo trescientos cincuenta

4. En el colegio máximo, no bastando sus diez PP. operarios á oir todas las confesiones en los dias de fiesta, á pesar de sentarse todos ellos en el confesonario á las cinco de la mañana en verano y á las seis en invierno hasta las once, y despues varias horas por la tarde y por la noche, salian á la iglesia los PP. profesores á confesar; y con más frecuencia lo hacian en cuaresma, en los jubileos, y en las principales festividades: tiempos en los cuales veinticuatro confesores apenas daban abasto; por confesarse con ellos tres cuartas partes de los vecinos de Santiago, y otros muchos de su campaña y de lugares bien distantes. En tales dias solia haber dos mil comuniones en nuestro templo; en el que tenian los PP. escuela de Cristo tres veces por semana, y celebraban muchas y muy lucidas funciones, esmerándose en el esplendor del culto divino, y en el aseo y adorno de los altares. Dirigian varias congregaciones; y para que las unas no perturbasen á las otras en sus prácticas de piedad, iban con una de hombres cada domingo à tenerlas en la parroquia de S. Isidro, y con otra de mujeres á la iglesia de las recogidas; y por el mismo motivo hacian el catecismo á los niños los martes por la tarde, saliendo primero por las calles con los de la escuela, que iban cantando la doctrina cristiana. Predicaban tambien en otras iglesias, sobre todo en las de religiosas. Este colegio tenia dos casas de ejercicios; una para hombres y otra para mujeres. En la primera se reunian cincuenta ó sesenta hombres cada una de las seis veces que se daban, por lo menos, al año; tres veces para personas de categoría, y tres para los pobres: estas últimas solia costearlas el mismo Ilmo. Alday. En la otra casa cabian noventa y seis mujeres, y se daban tres veces al año. Grande era el fruto que se hacia por este medio, y extraordinario el crédito que esto habia granjeado á la casa; en virtud del cual concurrian á ella de cincuenta y aun más leguas de distancia. Cuatro PP. tenia el colegio asignados para la direccion de los ejercicios; y otros los daban anualmente en los seis monasterios de religiosas, y en la casa de recogidas. En esta y en aquellas confesaban asi á las religiosas y sirvientes, como á las niñas seglares, que en algunos de ellos se educaban, y á varias señoras, que en hábito seglar estaban recogidas en los mismos. Monasterio habia en que confesaban más de seiscientas personas. Los H. escolares llevaban una vez cada semana la comida á los presos de la cárcel: al repartirsela les hacian una plática breve, pero fervorosa; y los instruian y consolaban con espirituales conversaciones mientras la tomaban. Tras estos iban los PP. á confesar á los que à ello se disponian. No olvidaban los

(+) Mr. Gay, al comenzar esta relacion en la página 174 del tomo IV, dice que eran trescientos cincuenta y cinco los jesuitas empleados en las casas de esta Provincia: número que no encontrará el lector, si suma los que dicho autor pone en cada una de las casas. Por lo tanto no extrañe la diferencia que à primer golpe de vista hallará entre este cuadro y sus datos parciales, que yo he rectificado aclarándolos, y completandolos con otros fehacientes.

hospitales, sino que los visitaban con frecuencia. Dos PP. empleaban cinco meses en dar misiones por las chacras, es decir, en toda la campaña comprendida entre el rio Maipú y el valle de Aconcagua, desde la cordillera hasta las inmediaciones de Valparaiso. Dos hacian otro tanto por el departamento de Quillota; y otros dos se extendian á una gran parte de la provincia de Coquimbo. Las clases de este colegio eran muy concurridas: á ellas asistian los Hermanos escolares de la Provincia, los cincuenta alumnos de nuestro convictorio de S. Javier (+), y tambien los diez y seis del seminario conciliar y otros muchos externos. La mayor parte de los clérigos de la diócesis confesaban ingénuamente que todos sus conocimientos se los debian á los jesuitas. Además tenia este colegio cuatro PP. y seis H. coadjutores en sus haciendas: estos para atender al cultivo material de sus campos, y aquellos para el espiritual de sus moradores.

5. Otro tanto hacian los otros colegios en las haciendas que les pertenecian; y cuando no podian destinar de fijo ningun P. para ellas, mandaban alguno allá por lo menos en los dias festivos á decir la santa misa; aprovechándose los vecinos piadosos de esta oportunidad para frecuentar los sacramentos. Los demás se confesaban cuando iban a darles mision, es decir, à predicarles por unos ocho dias y á oirlos de penitencia. Los PP. del colegio de S. Pablo eran los confesores ordinarios de las religiosas de Sta. Rosa y del Cármen alto, á donde iban los martes y sábados de cada semana por la tarde. Entonces mantenia este colegio diez PP. de tercera probacion; pero muchos años no podia, por su extrema pobreza, cumplir con este deber. Dos PP. tercerones salian con frecuencia á visitar las cárceles y hospitales, por ser una de las pruebas en que suelen ejercitarse; y con ella, al mismo tiempo que se disponian prácticamente para los ministerios, aprovechaban á los que gemian en aquellos lugares de desdicha y de dolor. A pesar de hallarse estos PP. casi exclusivamente ocupados en el estudio de su propia perfeccion, se les enseñaba el idioma araucano, por la necesidad que los más tendrian de él para el servicio de las misiones. El mismo colegio de S. Pablo enviaba cada año dos misioneros por Aconcagua hasta el rio de Choapa, ó sea hasta los confines de Coquimbo. Así en él, como en todos los demás de la Provincia, se enseñaban las primeras le

(+) El convictorio de S. Francisco Javier, aunque tan solo tenia cinco becas fundadas, de las cuales tres lo eran por el P. Alonso de Ovalle, una por D. Pedro Lecaroz Berrueta y la otra por D. Juan Nicolás de Aguirre, marqués de Montepio, solia tener cincuenta colegiales; entre los cuales reinaba comunmente la aplicacion al estudio y á la piedad. Desde el año 1753 al 1767 salieron de él dos para ordenarse de sacerdotes entre el clero secular, seis para tomar el hábito de S. Francisco, haciéndolo dos de ellos en la casa grande y cuatro en la recoleta, y nueve para entrar en la Compañía. Uno de estos fué Juan Feliz Arachȧbala, á despecho de su tio el Ilmo. Alday, que se le oponia. Este mismo prelado, habiendo fallecido Pablo Gomez á 28 de Abril de 1765, dispuso que asistiese la cruz parroquial á su entierro, á pesar de no haber asistido jamás, por enterrarse aquellos colegiales en nuestra iglesia, cuando moria alguno de ellos, en razon de ser nuestros contubernales; y los Padres, para evitar contiendas, lo hicieron enterrar á este en el cementerio comun. Constan estos datos en el libro de cuentas de aquel convictorio, que se conserva en el archivo del instituto nacional.

tras y la gramática latina; y todos los PP. se aplicaban mucho á la predicacion y confesiones dentro y fuera de casa, acudiendo así á los sanos como á los enfermos: por lo cual dice Alday, «que los jesuitas eran el paño de lágrimas de todos los necesitados. >>

6. El colegio de Bucalemu despachaba anualmente cuatro misioneros á recorrer el distrito comprendido entre el Cachapoal y el Maule, y otros á las haciendas del suyo propio. En él se educaban nuestros jóvenes humanistas; y tenia muchos sermones y otras funciones religiosas en su iglesia. En el de Concepcion se ejercitaban con poca diferencia los mismos ministeriós que en Santiago. A sus cátedras de latinidad, filosofía y teología concurrian asimismo los alumnos de nuestro convictorio de S. José, que solian ser de treinta á cuarenta, y muchos más externos. Dos ó cuatro PP. salian cada año á dar misiones por el territorio comprendido entre el Maule y el Biobio. Su rector era el inmediato superior de todos los misioneros de la Araucania; quienes en sus enfermedades y demás necesidades, así espirituales como temporales, acudian á este colegio; donde vivia el procurador general de las misiones, à cuyo cargo estaban las haciendas de Conuco y Guanquehua, pertenecientes á las

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7. Los PP. de Mendoza, además de los ministerios ordinarios en aquella ciudad, salian frecuentemente á dar misiones por su dilatado distrito, extendiéndose hasta llegar á la jurisdiccion de Córdoba, y á veces hasta la de Buenos-Aires por entre las Pampas. Y como en aquel lado de la cordillera no habia misiones permanentes para los indios, suplian ellos esta falta, segun lo permitian las exigencias de la casa, y cualidades de sus sujetos. Preciso era que estos supieran sus idiomas, por ignorar completamente el español los pampas y pehuenches, á quienes debian catequizar. Los huarpes, charruas y otras tribus al poniente de Mendoza, ó estaban acabados, ó reducidos; como lo estaban los del norte y del naciente, que por lo mismo habian aprendido lo bastante del español para poderse confesar en este idioma. Siendo estas misiones por entre indios nómadas de gran trabajo y de bien poca utilidad, se empeñaron mucho en reducirlos à pueblos los Ilmos. Melgarejo y Alday; pero en vano. Frustradas sus primeras tentativas, desistieron del empeño; mas los jesuitas no desistieron del suyo; á pesar del escaso fruto de sus excesivos trabajos, privaciones y peligros. Si un P. se rendia á tantas fatigas, ó se retiraba por otras ocupaciones, enseguida ó poco despues otro le sustituia en aquellas tareas apostólicas.

8. El colegio de Castro era á un mismo tiempo mision, y tenia otras dos bajo su cuidado; á saber: la de Achao y la de Chonchi. Por ser escasos los sacerdotes en Chiloé, los jesuitas eran llamados á todas partes; siendo verdaderamente los PP. espirituales de aquellos isleños. Estos trabajos jamás interrumpidos, la crudeza de aquel clima, la necesidad de cruzar frecuentemente en débiles piraguas canales peligrosos y golfos borrascosos, y las mil privaciones indispensables en aquellos lugares pobres, escasos de frutos y privados casi enteramente del comercio humano, bien pudieran haber acobardado á los

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