Imágenes de páginas
PDF
EPUB

dose á respetarlos y cuidarlos a todo trance. Y los de la Imperial, para darles mayor seguridad, pedian á los españoles levantasen un fuerte en su reduccion. 18. ¡Qué ventajas no se podian reportar de tan bellas disposiciones! Con todo, ninguna se logró por entonces; porque mientras el obispo, auxiliado de los PP. de la Compañía, agenciaba las paces en Nacimiento, el maestre de campo Cabrito celebraba en Concepcion junta de guerra; la cual, animada de contrarios sentimientos, destruyó cuanto habia hecho su Sria. Ilma., echándole en cara que se habia propasado en su comision, y negándole la facultad de hacer la paz: por lo cual su Sria. Ilma. tuvo que despedir á Nahuelantú y demás caciques, sin cumplirles la palabra de perdon y paz que les habia dado. En todo tiempo los militares habian sido de contraria opinion à la de los jesuitas con respecto á los naturales; con pocas, aunque nobles excepciones.

19. Aquellos los miraban como á unos bárbaros intratables, á quienes tenian que reducir con las armas, ó exterminarlos de la tierra; estos los consideraban como hombres racionales, redimidos con la sangre del Redentor, y dotados como tales de razon y nobles sentimientos, capaces de entrar en alianza y mantener amistosas relaciones con los españoles, y de abrazar la fe de nuestro Señor Jesucristo. Mr. Gay, à quien no pueden atribuírsele simpatías personales por los jesuitas, pues que no los habia conocido si no por sus obras, despues de haber leido, meditado y combinado los diversos sucesos de la historia de Chile, está por los jesuitas; y entre otras razones alega la siguiente: «¿Qué «<esperaban los jesuitas de la reduccion pacífica de los indios? Privaciones, «trabajos y peligros. ¿Qué esperaban de la guerra los militares? Ascensos, pi«llaje, esclavos y riquezas, que de otra manera no podrian conseguir: mien«tras que los jesuitas, si se hubiesen retirado de las misiones, abandonando á <«<los indios, habrian disfrutado de la quietud de sus colegios, y gozado de los <«<bienes que poseia la Compañía, y de los honores que las cátedras ó púlpitos <«<les habrian proporcionado.» Recurran nuestros lectores al tomo IV capítulo XIII del recien citado autor, y reflexionen sobre los hechos, que en el discurso de esta Historia llevamos referidos, y se convencerán de estas verdades.

20. Consideren tambien los hechos posteriores; los cuales les patentizaran cuán acertado fué el plan del P. Valdivia, varon lleno de caridad y justicia, y el de sus hermanos, herederos de su espíritu. En efecto; no ha habido paz con los araucanos hasta tanto que se les han quitado los fuertes de la tierra, y hasta que los españoles, y últimamente los chilenos se han contentado con acantonar sus fuerzas en las plazas de la frontera, à fin de custodiarla. Es verdad que se han ido apoderando de alguna parte de su territorio; pero esto ha sido lentamente, y merced á la abnegacion de los misioneros, que, estableciéndose en los puntos más avanzados de él, han servido, aun sin pretenderlo, de ocasion á los españoles para que se hayan ido estableciendo bajo su sombra entre los indios; á quienes poco a poco han comprado las tierras de que actualmente están posesionados. Posesion que se habria logrado mucho antes, á no haber sido arrojados de este Reino los misioneros de la Compañía; hombres tan beneméritos y abnegados, que se sacrificaban enteramente por los progresos y felici

á

dad del pais. Estas no son vagas conjeturas: son cálculos prudentes, basados sobre los hechos.

21. Dése una ojeada sobre los araucanos; cuyo orgullo iba domándose, disminuyéndose su arrojo, y apagándose su pasion por las armas. En el último levantamiento no mostraron la altanería y braveza que en el año 1723; ni el furor de este fué igual al de 1655, que habia sido menor al del año 1599. La comunicacion religiosa y civil con los jesuitas dulcificado habia algun tanto sus costumbres, acostumbrándolos al trato con la gente europea, calmando el odio que la profesaban, y desvaneciendo el horror con que anteriormente la miraban. Los jesuitas les enseñaron principios de moralidad y justicia; les inspiraron amor y veneracion à la divinidad y á las cosas santas; y les infundieron aficion y respeto á sus verdaderos ministros. El prestigio que adquirieron sobre ellos equivalia á un gran adelanto, y era presagio de un bello porvenir. Que un barbaro aprenda á respetar á una persona por su carácter religioso ó por sus virtudes, à contener su furia, no por la resistencia insuperable, sino por las consideraciones debidas á los ministros de un Dios de paz, y á moderar sus pasiones en su mayor efervescencia, por sola la presencia de un sacerdote indefenso, es un progreso que no lograria la filosofía, y que indica haber entrado ya por las vias de la civilizacion y por el sendero recto de la religion verdadera el pueblo á que él pertenece.

22. La grande obra de la reduccion, civilizacion y conversion de los indios de Chile iba progresando; y segun todas las probabilidades estaria ya consumada, si un decreto fatal no hubiera entorpecido su marcha, y aun héchola retrogadar inmensamente. Este decreto fué el de la expulsion de los jesuitas. Cabalmente en aquellos últimos años las misiones de estos se habian acrecentado en gran manera, y cada dia se iban desarrollando á pasos agigantados. Además de las catorce que enumeramos en el año 1762, se habian fundado las de Rio-Bueno, Kaylin, Repocura, Boroa, Maquehua, Puren viejo, Paycaví, Nahuelhuapi, y por ventura algunas más; y con el grandioso plan de reducir á todas las naciones de una y otra falda de la cordillera, hasta el estrecho de Magallanes y aun á la Tierra del fuego se habian encaminado los intrépidos jesuitas.

23. Eran tales el amor y adhesion que los indios les tenian, que el señor Guill y Gonzaga, en carta á su real Majestad del 7 de Febrero de 1766, decia: «Tengo ya treinta y nueve pueblos (querria decir misiones), fundados bajo di<«<versos títulos y advocaciones; y los naturales van levantando casas y capillas «para los misioneros; que ellos prefieren sean los PP. de la Compañía de Je<«<sús. >> Con la misma fecha participaba al Rey que los PP. franciscanos del colegio, de Chillan, misioneros de los pehuenches, pretendian serlo de los llanistas; pero que siendo una cuestion árdua, pensaba someterla al obispo, al maestre de campo y á personas inteligentes; que serian encargadas de sondear el ánimo de los llanistas, los cuales amaban mucho á los jesuitas.

24. Estos testimonios, tan concordes con los hechos, prueban cuán dispuesto tenian los de la Compañía el terreno, diremos mejor, los corazones de

los naturales á reducirse completamente. Y teniendo entonces esta Provincia tan gran número de sujetos, y habiéndose allanado los oficiales reales á permitirles la instalacion de nuevas misiones, y á facilitarles los recursos para ellas, ¿qué rápido vuelo no habrian dado á la grande obra que traian entre manos y profundamente grabada en sus pechos apostólicos; obra en la que habian empleado ciento sesenta años, para llevarla al halagueño estado en que ahora se encontraba; y la que habian regado con la sangre de cinco ú ocho mártires, y con los sudores de centenares de misioneros?

25. Verdaderamente que todo hombre que se interese por el bien de los demás, todo corazon cristiano, y con más razon todo chileno tiene que lamentar la existencia del decreto de Carlos III: el cual, no solo retardó el término de aquel alzamiento araucano, sino que cortó las lisonjeras esperanzas que acabamos de expresar; privando de tantos bienes á estos pueblos, condenando á millares de indios á vivir por un siglo entero, y Dios sabe por cuántos años más, en la barbarie, y á su propia corona..... Despojada la vemos de estas bellas y opulentas regiones, á las cuales irrogó de una plumada tantos males. Por qué delitos haya Dios enviado á España este castigo no lo sabemos, ni es dado al hombre el averiguarlo. Conjetúrelo cada uno con la debida sumision, y segun los datos históricos se lo dieren à entender.

CAPITULO XXIV

1. Advertencia al lector.-2. Los enemigos de la Compañía no toman en boca á los Padres de Chile.-3. Noticias del P. Larrain.-4. Le entregan un pliego maliciosamente.-5. Se lo quitan en Figueras, y lo llevan al Rey.-6. Lo encierran en Gerona. -7. Muere recluso.--8. Se descubre esta calumnia.-9. Transporte de Cárlos III al leer el pliego.-10. Suplantan otros documentos.-11. Desaconsejan la forma de jui– cio.-12. Decreto de expulsion.—13. Es falsa su fecha.-14. Providencias de Aranda para su ejecucion.—15. Los jesuitas presos en España.-16. Clemente XIII aboga por ellos.-17. Su arresto no fué simultáneo en América.-18. Llega á Chile dicho real decreto.-19. El Gobernador lo transmite a las provincias.-20. Dispone su ejecucion.-21. Su carta circular.-22. Texto de la que remitió á Rancagua.-23. Pliego cerrado del Gobernador á la misma villa.-24. Notificacion hecha al Ilustrisimo Sr. Alday.-25. Actitud débil de este prelado.

1. Con gran gusto y dulce satisfaccion hemos trabajado hasta el presente en esta Historia, por tener la buena suerte de exponer à nuestros lectores la marcha siempre progresiva de la Compañía de Jesús en Chile, y una serie no interrumpida de sucesos, capaces, con bien raras excepciones, de excitar una sincera piedad en algunos, una santa emulacion en otros, y en la generalidad el aplauso ó la admiracion. Mas al llegar al punto presente de ella, casi se cae de nuestra mano la pluma, resistiéndose el corazon á referir las calumnias, persecuciones, é ilegales procedimientos de que fué víctima la Compañía, y los trabajos sin cuento à que fueron condenados, como los demás de sus hijos, los sujetos de esta Provincia: los cuales, despues de haber comido, cargados con el sambenito de la proscripcion, un escaso bocado de pan, amasado con lágrimas, en tierras extranjeras, y sufrido toda clase de privaciones, disgustos y aun peligros, á que sucumbieron muchos, murieron todos lejos de su amada patria; menos seis, à quienes tampoco les fué dado el consuelo de exhalar su último suspiro en el seno de su querida madre, ni de verla restablecida en su país. Por cierto que ante este cuadro de lástimas nos callaríamos, á no saber que las calumnias, persecuciones, trabajos, desprecios, y aun la misma muerte, sufridos sin culpa, honran á los verdaderos hijos de un Dios crucificado; y que los sobrellevados con heróica resignacion por los antiguos PP. y H. de esta Provincia serán otros tantos florones que adornarán su corona. Los narraremos, pues, y con diligencia; por ser ellos, además, lecciones no menos importantes y provechosas, que las que nos dieron con su regular observancia en los claustros, con su sabiduria en las cátedras, y con su celo, por fin, ejercitando los ministerios sagrados en las iglesias, cárceles y hospitales, recorriendo con frecuentes misiones, así el territorio habitado por el colono español y el indígena ya reducido, como el poseido por los bárbaros; ó hasta viviendo de asiento entre estos últimos, para procurar su conversion y civilizacion.

20

TOMO 11

2. Ufanos los mal llamados filósofos y verdaderos impios de aquel tiempo, padres y maestros de los de hoy, por los triunfos que acababan de conseguir contra los jesuitas de Portugal y de Francia, continuaron con mayor denuedo en asestar sus envenenados tiros contra los de España y de sus vastas colonias; desenfrenándose con lengua mordaz contra sus bienes, sus instituciones, su doctrina y sus operaciones; en una palabra, contra todo lo que les pertenecia; aunque respetando casi siempre su moralidad y religiosidad. Para alucinar á las gentes y rendir el ánimo del Rey Carlos III, aducian hechos, que adulteraban, ó fingian haber sucedido en lejanas tierras, sobre todo en las posesiones españolas de ultramar, como en las Antillas, Méjico y Paraguay; pero sin tomar en boca á los jesuitas de Chile, ó por ignorar, con su menguada sabiduría, que existiera en esta pequeña y retirada colonia una floreciente Provincia de la por ellos tan odiada Compañía de Jesús, ó por creer bastarian al logro de sus depravados intentos fábulas tan de bulto como la del reino de Nicolás I, cuya soñada fundacion achacaban á los PP. que tan útil y gloriosamente trabajaban en la postrera de aquellas tres posesiones españolas. Sin embargo, en los últimos y más críticos momentos les tocó su vez á los PP. chilenos; de uno de los cuales se sirvieron maliciosa y traidoramente para arrancar del católico Monarca el mencionado decreto de expulsion.

3. Este fué el P. Tomás Larrain, hijo de la ilustre familia de este nombre, venido del Reino de Quito al de Chile (1) antes del año 1736. Con esta ocasion, al tomar la solana de la Compañía de Jesús, entró en esta Provincia el P. Tomás; pero algo despues pasó á prestar importantes servicios á la de Quito. Leyó, efectivamente, ciencias especulativas en la universidad de S. Gregorio de aquella capital, con mucha aceptacion, por ser varon doctísimo; y habiendo sido, además, superior de varios colegios de aquella Provincia, y adquirido con esto opinion de singular prudencia, fué nombrado por procurador á Roma (2) en la Congregacion Provincial de Junio del año 1765; en la cual fué nombrado por su segundo el P. Bernardo Recio, natural de España, y misionero de santa vida. Llegados entrambos al puerto de Sta. María despues de una larga navegacion, continuaron su viaje para Madrid; y trataron con el Rey y sus ministros los asuntos que les habia encargado su Provincia; especialmente los relativos á las misiones del Marañon. Evacuadas sus diligencias en aquella corte, partieron para la de Roma entrado ya el año 1767.

4. Al tiempo de partirse, les entregaron, à nombre de Monseñor Lázaro Opicio Pallavicini, nuncio de la Santa Sede en la nacion católica, un gran pliego bien envuelto, cerrado y sellado; suplicándoles se sirvieran entregarlo en Roma al cardenal Torreggiani, secretario de Estado de su Santidad. Ellos, viendo el sello del Sr. nuncio, sin averiguar si era verdadero ó falsificado, recibieron el pliego atentamente, comprometiéndose á llevarlo á su destino, sin la menor sospecha del engaño. Dirigiéronse por la via de Barcelona; y tras

(1) Mr. Claudio Gay, Historia de Chile, tomo III, cap. LIV y tradicion.-(2) P. José Boero, en la Vida del P. Pignatelli, lib. II, § 7.

« AnteriorContinuar »