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«cesaban: nos dirigíamos ya á la Virgen Santísima, ya á S. Francisco Javier; «ora á nuestro Sto. P. Ignacio, ora á otros santos. Nuestros votos no fueron «atendidos. Como no habia ningun buque español en el puerto, se nos embar«có á principio de cuaresma en tres buques chilenos; y nos dirigimos al Ca«<llao, con el objeto de reembarcarnos allí para Europa. La fragata Perla llevó «ciento ochenta, la Trinidad sesenta y nueve, el Valdivieso sesenta; y otros «tantos (+) fueron embarcados á bordo del Ntra. Señora de la Hermita.»

S

18. Este buque se hallaba en tan mal estado, que el capitan y demás oficiales rehusaron hacerse á la vela, sin que de antemano se reparase; y al recibir la nueva órden de partida, protestaron (1) no ofrecer suficiente seguridad las reparaciones que se le habian hecho. Sin embargo, insistió en su órden el Gobernador; y el buque no llegó al Callao, por haber naufrado en el mismo puerto de Valparaiso (2). El P. José Ignacio Guzman murió de resultas de este naufragio: los demás PP. y H. salvaron sus vidas, gracias á los esfuerzos propios ó ajenos; y reembarcados no sabemos en que buque, llegaron, por fin, al Callao; desde donde partieron más tarde para Europa. Aunque no hubo quien reclamase contra los ministros reales, por haber así expuesto la vida de sesenta jesuitas, que al fin eran hombres, cristianos, y españoles, odiados, sí, por la secta y sus cómplices y hechuras, pero no convencidos de ningun delito, sino todo lo contrario, no faltó quien reclamara por los intereses materiales perdidos en aquella nave. Nosotros mismos hemos leido en el archivo de este gobierno el expediente iniciado sobre la materia; aunque no el fallo que se le diera : que probablemente seria ninguno, tratándose como se trataba de exigir la responsabilidad de sus actos á la primera autoridad del país, que obraba en esto en nombre del Rey. Cosa en aquellos tiempos del todo desacostumbrada; y aun por muchos tenida como crímen, de lesa Majestad cesárea. Los misioneros de Chiloé fueron embarcados directamente para el Perú entrado ya el año 1768; pues que el último casamiento que hizo el P. Marquesta en la mision de Achao (3) fué el 9 de Diciembre; dia en el cual bautizó, asimismo, la última criatura. Desde el año 1660 llevaban hechos los PP. ochocientos setenta y dos bautismos en aquella mision, que servia tambien de parroquia.

19. Al fin de la cuaresma del 1768 quedaban en Chile tan solo diez y ocho PP. y nueve H. coadjutores, por ancianos decrépitos, ó enfermos, depositados en los conventos de las otras órdenes religiosas; con la pension de ciento ochenta pesos anuales los PP. y de ciento cincuenta los H. Despues veremos cómo á los más de estos se les hizo salir de este Reino. Por el año 1770 ya solo quedaban en él los PP. Javier Irarrazábal, por demente, é Hilario Pietas, por sus graves enfermedades; y despues este tuvo que arrastrarse hasta la hacienda de Colchagua, viajando á cortos trechos, y en los momentos en que sus males

(+) Con los veinte embarcados en el Peruano, son trescientos ochenta y nueve.—(1) Archivo del ministerio del interior.-(2) Mr. Gay y Eizaguirre se equivocan al decir que perecieron. En la Biblioteca del mismo Eizaguirre se hallaba un Diario manuscrito de aquel tiempo, y nota lo que acabo de decir al dia siguiente del naufragio. Ahora se conserva en la biblioteca nacional.-(3) Archivo de aquella parroquia.

le dejaban algun alivio, para terminar allí sus dias; y aquel fué enviado á Lima en 1771. ¿Seria posible que entre cuatrocientos once jesuitas no hubiera más individuos que tuviesen justo motivo para eximirse del destierro, en razon de estar moral y hasta físicamente imposibilitados, por ser enfermos, ó ancianos débiles ó achacosos? En Santiago veintinueve PP. y diez y seis H. coadjutores, al tiempo de su arresto, comprobaron, por testimonio de los médicos, cómo no podian emprender aquel largo viaje, ó por su edad, ó por sus graves enfermedades. Otros seis de la Serena, y algunos de otras casas, se hallaban con idéntica imposibilidad. Uno tenia noventa y cinco años de edad; cuatro, más de ochenta; y trece, más de setenta. Cinco murieron antes que se embarcaran sus compañeros; y tres algo despues, sin contar los que perecieron en alta mar. Carlos III, sin embargo, à quien, por antifrasis sin duda, llamaron los francmasones el piadoso, llevó su odio á la Compañía de Jesús hasta el sepulcro. ¡Quiera Dios que la tierra de él le haya sido tan lijera, como lo fué la del suyo á la Compañía, por él muerta y sepultada; pues que, como su Capitan Jesús, tuvo esta la inefable dicha, nunca otorgada á los malos reyes, de resucitar al tercer dia, ó sea á los treinta años de su extincion, de entre los muertos.

20. El pueblo chileno miraba con asombro este cúmulo de injusticias; y el ánimo de la mayor parte de los vecinos experimentaba una irritacion, que solo pudo contener el profundo y hasta exagerado respeto que en aquellos tiempos se tenia á la autoridad real; á la cual se obedecia, fuese justo ó injusto lo que mandaba, de una manera incondicional y absoluta; abandonando al solo juicio divino el castigo de sus más evidentes extralimitaciones, abusos y tropelías. Sin este respeto y obediencia exagerados hácia una institucion humana, que, por un error casi universal, se consideraba entonces como de origen inmediatamente divino, atribuyéndole una prerrogativa que ha querido Dios que fuera exclusiva del Papado, de poco habrian servido las medidas coercitivas é imponentes, que de antemano tomó el pérfido ministro Aranda, y las severas providencias que sucesivamente fué dictando, como diremos en su lugar. Y menos fuerza habrian tenido aún para calmar al pueblo la brutal energía con los pequeños y la villana cobardía ante los grandes y poderosos, con que Guill y Gonzaga supo cumplir lo mandado por el Rey, dando de mano á sus propios sentimientos y convicciones; así como la tristísima y bochornosa circular, consignada ya en el cap. XXIV, núm. 24 de este libro, que expidió á las comunidades religiosas aquel mismo dia el obispo de esta diócesis ; deseoso de conciliar lo inconciliable, es decir, la pecaminosa, y por lo tanto indebida sumision de él y de todos á las órdenes evidentemente tiránicas é injustas del Soberano, con su amor, que hasta entonces habia parecido entrañable, para con la Compañía de Jesús.

21. Más que la oficiosidad servil é indigna de las autoridades subalternas, civiles y eclesiásticas, contribuyó, sin duda alguna, al mantenimiento del órden público, la resignacion, paciencia y serenidad de ánimo, con que los hijos de la Compañía soportaron aquella gravísima tribulacion y manifiesta injusticia; sin abrir sus labios, ni publicar un solo renglon contra el real decreto, que

los condenaba á un perpétuo destierro, ni contra los abusos que, al ponerlo en ejecucion, cometian contra sus personas los ministros inferiores. Solo unos varones fuertes, acostumbrados habitualmente á la obediencia regular, y animados de aquel espíritu vigoroso, resignacion heróica y serenidad de ánimo impertérrita, que inspira el cristianismo aprendido con toda su perfeccion, pudieron mantenerse tranquilos y aun contentos, como lo hicieron los hijos de la Compañía, víctimas de tan desapiadada persecucion y borrascosa tormenta.

22. Testimonio de ello son las muchas composiciones, así en prosa como en verso, con que se despidieron de sus parientes, amigos y bien hechores aque-. llos ínclitos mártires de Cristo; si tal nombre puede darse á los que, por su amor, y sin culpa alguna, sufrieron el despojo de todos sus bienes, la prision, el destierro y la deportacion à remotos paises extranjeros; resignados á sufrir hasta la muerte por su santo nombre, como la padecieron siete por lo menos en la mar, y otros, que no pudieron resistir á las privaciones y fatales consecuencias de tan larga navegacion. De todas sus composiciones solo pondremos aquí, para digna conclusion de este tercer libro, doce estrofas, de las veintiocho que contiene una de ellas, inédita todavía, que hallamos en poder de un respetable prebendado de esta catedral iglesia; y seis de otra, publicada por la Revista Católica, el 18 de Setiembre de 1852, núm. 2771, con tener veinte y cinco, por no molestar tanto á nuestros lectores.

DESPEDIDA DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS

al Reino de Chile y á la ciudad de Santiago

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LA COMPAÑÍA DE JESÚS

se despide de la ciudad de Santiago por estas liras (+)

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