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«aprobada en alguna manera por la Iglesia la opinion del milenarismo? Tal vez «bastaria el que únicamente se prohibiese su impresion en Roma; pero si esto «no fuese suficiente, consideren los ilustrados y respetables personajes, que <«componen la Congregacion del Índice, lo que convenga hacer.» Estos asi lo cumplieron; pero sin tomar su resolucion definitiva, antes de obtener el parecer de otro teólogo consultor, y fué el P. Viglio. Al ver que este en casi todo se conformaba con el P. Zechinelli, y despues de haber considerado maduramente el asunto y los informes de los cuatro consultores, pronunciaron su solemne fallo, diciendo simplemente: Prohibetur in quoqumque idiomate; y desde aquel dia, 6 de Setiembre de 1824, la citada obra del P. Lacunza está en el Índice de los libros prohibidos.

24. De estos antecedentes podemos deducir que esta obra no fué simplemente suspensa, sino verdaderamente prohibida; y no por mera cautela de evitar ruidosas é inútiles cuestiones entre los católicos, sino por motivos intrínsecos á la misma obra, y á causa de los daños que las doctrinas en ella contenidas podrian causar. Es verdad que ni la obra, ni su autor, ni su sistema fueron censurados por la Sagrada Congregacion, y que la prohibicion recae simplemente sobre la obra y no sobre el sistema expuesto en ella. Con todo, creemos conveniente advertir que, si bien la mayor parte de las censuras, y aun las más graves, hechas por los mencionados teólogos consultores, recayeron sobre el modo de probar que Jesucristo habia de venir al mundo en gloria y majestad, mucho tiempo antes del juicio universal, para reinar visiblemente en él, fué tambien reprobada por tres de ellos esta misma proposicion, despues de haber demostrado los débiles y equívocos fundamentos en que estriba, y cómo tiene en alguna manera contra sí la unánime reprobacion de los sabios, doctores y santos de los quince últimos siglos; sin que tenga en realidad de verdad la aprobacion de los tres primeros, aunque puedan favorecerla algunos de los que vivieron en ellos.

25. El tino con que el P. Lacunza ha sabido depurar su milenarismo de las bajezas é ignominias, que lo hicieron condenar en Cerinto, Apolinario, y otros antiguos sectarios; la habilidad con que lo ha coordinado, de manera que forme un sistema filosófico noble, magnifico y halagüeño, y las muchas autoridades de la Sagrada Escritura, testimonios de los Santos Padres, y demás razones, con que ha acertado á corroborarlo de un modo capaz de alucinar, no solo á las gentes sencillas, sino tambien á personas doctas y de buen entendimiento, no han bastado para evitar su prohibicion. La maternal piedad con que la Iglesia mira por el honor de sus hijos ilustrados y virtuosos, que en sus elucubraciones literarias proceden de buena fe y con la debida sumision à la Santa Sede, ha impedido que su memoria haya sido oscurecida por la Sagrada Congregacion, y condenada su obra con mayor rigor. Los demás hijos de la Iglesia debemos respetar el fallo de esta; aunque apreciemos el mérito del hombre erudito, que empleó veinte y dos años, por lo menos, en escribir una obra sabia é ingeniosa, que será un perpétuo testimonio de su gran talento, profundo saber y constante laboriosidad. ¡Ojalá que hubiese tomado.

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un tema más digno de su virtud y religiosidad, ó que al exponer el suyo, biese usado constantemente de más moderacion, sin dejarse arrastrar del acaloramiento, que produce frecuentemente la discusion de graves materias! ¡Honor, pues, al hombre de mérito; y caritativa compasion por sus equivocaciones y deslices! Existen tambien varias composiciones poéticas suyas, y de oratoria sagrada, que algun tanto lo honran.

26. De otro género fueron las obras del P. Diego José Fuensalida: no tan voluminosas, por cierto, ni tan alarmantes como la del P. Lacunza; pero de objeto más digno y de mérito superior. Siendo simple estudiante de teología en el colegio máximo de esta ciudad cuando la expulsion, vino á concluirla en Ímola; y luego fué nombrado prefecto de los casos de conciencia; que en el destierro proseguian, conforme al instituto, los PP. y H. teólogos de esta Provincia (1). La fama de excelente moralista que adquirió entre los nuestros, y fué justamente reconocida por los extraños, movió al seminario conciliar de Imola á nombrarlo su catedrático de teología moral por el año 1783.

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27. Probablemente habrian sabido sus ilustrados directores ser de Fuensalida el opúsculo anónimo: Lettera d' un ecclesiástico turinese ad un ecclesiástico di Bologna, impreso en Turin el 26 de Julio de 1781, para vindicar la obra del P. Iturriaga: De ratione dies obeundi; y un tomo en cuarto, á no ser que con él ensayara su profesorado, publicado en Asís aquel mismo año de 1783, bajo el nombre de Cayetano de Brescia, con el título siguiente, traducido al español: Observaciones crítico-teológicas sobre el Análisis del libro de las prescripciones de Tertuliano por D. Pedro Tamburini. La valentía, claridad y fuerza de razones con que refuta los errores de este sectario del jansenismo, gustaron de manera á las personas eruditas, que al año siguiente de 1784 se reimprimió en el mismo lugar, con muchas anotaciones añadidas por el autor, y con la carta preliminar que este dirigia al profesor Tamburini. En este año publicó tambien en italiano, y con el nombre de Antonio Bonelli, por la misma imprenta de Octavio Sgasiglia, su Proceso teológico sobre la clausura de los monasterios de las monjas, contra Pio Cortesi, autor del libro intitulado: la Monja amaestrada; confutando sus errores sobre la clausura religiosa. Producto de su elevado ingenio son tambien las dos obras siguientes (2): Perfecta concordia entre la doctrina de las controversias del venerable cardenal Belarmino y la de su célebre Catecismo: disertacion en dobles respuestas al Rmo. señor D. Juan Bautista Guadagnini, arcipreste de Civitade en Valcamónica, diócesis de Brescia, publicada en Venecia año 1791; y Su propia defensa y de los predicadores sagrados, que tratan con valor los argumentos relativos á la verdad de la fe; inserta por el P. Zacaria en la obra intitulada: Prediche polemiche sopra S. Pietro è i suoi succesori, è il loro Primato. Di Denneville. Con prefazione è note degli editori.

28. Estas obras y su ejemplar conducta le habian granjeado tal estimacion,

(1) Caballero. Biblioteca S. J.-(2) Los PP. Backer en su Diccionario bibliográfico añaden estas dos obras á las mencionadas por Caballero.

que el Sr. D. Gregorio Chiaramonti, al ser ascendido al cardenalato, y trasladado á la sede episcopal de Imola, lo tomó, á pesar de ser extranjero, por su teólogo y examinador sinodal; cargos que desempeñó tan á satisfaccion de aquel Emmo. prelado, que, habiendo sido electo romano Pontífice en el año 1800, lo invitó á que se trasladara con él á Roma, para condecorarlo con el sublime grado de teólogo pontificio: alto honor que no quiso aceptar, por su mucha humildad y singular modestia. No era Chiaramonti el único prelado que apreciaba á nuestro P. Fuensalida, y queria aprovecharse de sus conocimientos; sino tambien otros de Italia y fuera de ella. El Sr. D. Francisco de Lafitau, obispo de Sisteron, le suplicó tradujese al italiano la obra que él acababa de escribir en francés, titulada: Los fraudes del jansenismo usados en Franpor los quesnelistas, y renovados en nuestros dias en Italia por sus secuaces, señaladamente en Pavía y Pistoya; ó bien, Respuestas á varias anécdotas dirigidas á su autor.

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29. Accedió con gusto á esta súplica, así por respeto à tan ilustre personaje, como por la materia de aquella obra; y dió á luz su traduccion, por la susodicha imprenta, en 1788, asumiendo otra vez el nombre de Cayetano de Brescia. Con el de José Antonio Rasier, publicó dos años despues en italiano su Análisis del concilio diocesano de Pistoya, celebrado en Setiembre de 1786 por el Ilmo. y Rmo. Escipion de Ricci, obispo de Pistoya y Prado ; ó sea, Ensayo de los muchos errores contra la fe contenidos en el mismo concilio. Ya antes habia escrito y publicado contra este concilio dos enérgicas cartas el P. Juan Manuel Cepeda, natural de Chile; pero nuestro Fuensalida, llenando perfectamente su programa, manifestó con diligente, riguroso y bien detallado exámen los errores que se contienen en él, y los refutó victoriosamente. Cuánto contribuiria este su trabajo á que el Papa Pio VI condenara las actas, y ochenta y cinco proposiciones de aquel concilio, por su bula Unigenitus, expedida en Roma el 28 de Agosto de 1794, no lo podremos asegurar; mas, contribuyera poco ó mucho, siempre es cierto que prestó con él un grande y muy meritorio servicio à la Iglesia. Ya habia estallado en Francia la sangrienta revolucion del año 1789; los nuevos republicanos extendian sus doctrinas disolventes y antirreligiosas por todas partes; y cualquiera que se opusiese directa ó indirectamente á sus ideas impías ó revolucionarias, exponia á gran peligro su bienestar y aun su vida. Nuestro P. Fuensalida lo comprendia muy bien; sin embargo, no titubeó en exponerse á todo ello, por su entrañable amor à la religion, é irreconciliable odio á la herejía. Otros opúsculos, animados del mismo espíritu, escribió en aquellos azarosos tiempos; aplaudiendo los buenos católicos, y especialmente los sabios, su piedad, erudicion é intrepidez.

CAPÍTULO X

1. La Compañía se conserva en Prusia.-2. Y tambien en Rusia.-3. Eligen alli los PP. Vicario General, y Pio VI lo aprueba.-4. Los antiguos jesuitas se reunen en sus colegios de Parma.-5. Se restablece alli la Compañía por el Papa.-6. Se levanta el destierro á los de España.-7. Justicia é iniquidad de esta disposicion.

1. Habiendo asentado al principio de este libro que el triunfo de los filósofos sobre la Compañía de Jesús no habia sido completo, por grande que hubiese sido, y que el breve de su extincion, aunque expedido por el Jefe de la Iglesia, no habia conseguido su efecto en toda ella, tiempo es de que probemos estas proposiciones, que no pocos habrán leido con estrañeza y tal vez reputado por falsas. Veamos, pues, en este capítulo dónde y de qué suerte se conservó la Compañía, y quiénes fueron los que la ampararon en su tribulacion, salvándola de la furiosa saña de sus poderosos enemigos, y preparando los pasos por donde vino á ser restablecida en la universal Iglesia de Cristo. Federico, rey de Prusia, al saber la expedicion del mencionado breve, al punto se empeñó con el mismo Clemente XIV para que permitiese á los jesuitas quedarse en su reino, manifestándole la necesidad que de ellos tenia, sobre todo para la educacion de la juventud; y si no consiguió la contestacion de aquel Pontífice, su silencio, y la no intimacion del breve por el ordinario del lugar, justificaban entre tanto su existencia de ellos en aquel reino. Fallecido Clemente XIV, repitió Federico sus instancias ante su sucesor; y Pio VI le otorgó benignamente (1) que se conservasen allí in statu quo, como en efecto lo hicieron durante la larga vida de aquel soberano. Algun tiempo despues de su fallecimiento, viéndose los jesuitas precisados á dispersarse, quedaron algunos en aquel reino y otros se replegaron á los colegios de Rusia.

2. Su augusta emperatriz Catalina II resistió varonilmente á las instigaciones de los filósofos, y á las amenazas de las demás cortes, jactándose de que ella sola podia hacer la guerra á toda la Europa, y que esta no podia hacérsela á ella en sus Estados; y protestando que estaba resuelta á defender con las armas á los PP. de la Compañía de Jesús, si alguno intentase arrebatárselos de su imperio. «Si los reyes, añadia, de Portugal, Francia, España y Dos-Sicilias <<han tenido libertad para echarlos de sus reinos; yo tambien la tengo para con<«<servarlos en mi imperio. Si ellos han creido tener motivo para desterrarlos, «yo creo tenerlo para ampararlos. » De un modo análogo habria querido aquella señora proceder con el romano Pontifice; mas los PP. le protestaron que su primer deber era obedecer al Papa. Mandóles entonces que estuvieran quietos, mientras ella trataba este asunto con su Santidad; quien le concedió los retuviese in statu quo (+). Pio VI confirmó esta concesion; y para mayor tran

(1) P. Boero en su Clemente XIV, lib. II, § 16.-(+) Como larga y sólidamente lo prue30 TOMO 11

quilidad de los jesuitas, la emperatriz se la comunicó al P. Czerniewicz, su Provincial, en su contestacion fecha el 13 de Enero de 1776, y en una carta privada los consoló con ternura maternal y los animó á recibir novicios.

3. Asegurados con estas y otras prendas de que era la voluntad de la Santa Sede que continuara existiendo en Rusia la Compañía de Jesús, se reunieron treinta PP. profesos para la Congregacion General, comenzada el 10 de Octubre de 1782, con el beneplácito de la emperatriz; y el 17 de Octubre eligieron por su Vicario General al susodicho P. Czerniewicz. Para confirmar esta eleccion y tratar otros asuntos de gravedad, fué enviado á Roma por la emperatriz el P. Benislawski, antiguo jesuita de la Lituania, y entonces propuesto obispo para la coadjutoría, que se iba á erigir, del arzobispado de Mohilow. En presencia, pues, de este enviado oficial pronunció Pio VI por Marzo de 1783 estas solemnes palabras (1): Approbo Societatem Jesu in Alba Russia degentem ; approbo, approbo. En adelante procedieron los PP. con toda seguridad, en virtud de estas y otras ulteriores aprobaciones privadas, observando dentro y fuera de sus casas el instituto de la Compañía; en la cual admitieron no solo á los que habian pertenecido á ella, sino tambien á los que de nuevo pedian su admision. Al P. Czerniewicz sucedióle el P. Lenkiewicz, en cuyo gobierno comenzó la Compañía á restablecerse fuera de la Rusia.

4. Observando D. Fernando de Borbon, duque de Parma, los graves daños que en sus Estados habia causado la no existencia de la Compañía de Jesús, pensó restablecerla. Mas comprendió que, siendo infante de España, debia marchar con cautela, para no frustrar sus piadosos intentos. Por medio del P. Carlos Borgo, consiguió que los antiguos jesuitas se reuniesen como simples sacerdotes, en varias de las casas y colegios que les habian pertenecido; y fueron muchos, así italianos, como españoles los que lo hicieron, por amor al recogimiento y á la enseñanza; aprovechándose de lo que ellos creian ser una mera tolerancia. Los buenos resultados que esta providencia producia consolaban en gran manera al piadosísimo duque; pero sentia la instabilidad y corta duracion que su obra podria tener, si no las tomaba más serias y de efectos más permanentes. Por este motivo escribió el 27 de Julio de 1793 á la emperatriz de Rusia (2) se dignara permitir pasasen á sus Estados tres PP. de la Compañía, para promover su restablecimiento en ellos; y otra el 23 del mismo mes y año al P. Gabriel Lenkiewicz, suplicándole se los enviase, y tales que pudiesen llevar a cabo aquella grande empresa. Catalina II, muy ufana al ver realizado su pronóstico de que los príncipes Borbones le pedirian jesuitas, dió con gusto el permiso; y el P. Vicario General envió al P. Antonio Messarati, con el cargo de Vice-Provincial, y á los PP. Luis Panizzoni, y Bernardo Scardiolo, que llegaron á Parma por Febrero de 1794.

5. No bien supo el serenísimo duque que estaban en camino, cuando es

ba el P. Boero en el tomo II, § 19 de sus «Observaciones sobre la Historia del Papado de Clemente XIV, escrita por el P. A. Theiner, del Oratorio.»-(1) Cretineau Joli, lib. VII, cap. vi. -(2) P. Boero, Vida del P. Pignatelli, § 5.

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