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cribió, con fecha 20 de Enero de 1794, una larga carta al Sumo Pontífice, suplicándole encarecidamente autorizase el restablecimiento de la Compañía en sus Estados. Pio VI se lo concedió privadamente y con ciertas restricciones, por no ofender á la corte de Madrid. «Cuidad, le dijo, que no se meta ruido. «Usen el vestido comun á los clérigos de este país. Admitan novicios enhora«buena; pero que vayan á Rusia á hacer los votos.» Motivos suficientes hay para creer que el Emmo. Sr. Chiaramonti fué el portador de esta concesion apostólica. El paso era muy peligroso, y no podia confiarse á cualquiera. El obispo de Imola, que tanto apreciaba á los jesuitas, desempeñaria con gusto esta comision y se merecia la confianza del Papa. La contestacion que el duque de Parma habia obtenido del rey de España, antes de iniciar este restablecimiento, de que hiciese en sus Estados lo que fuese de su agrado, no le inspiraba la suficiente confianza, por estar aún en el ministerio de Madrid los condes de Aranda y de Floridablanca; sin embargo, lo realizó; y tan pronto como estos cayeron de la gracia del soberano, le dió mayor extension y publicidad.

6. En España hubo asimismo por aquel tiempo alguna reaccion en favor de la Compañía; pues que, muerto ya Cárlos III, y habiendo tomado la mayor parte en la direccion de los negocios del reino Manuel Godoy, titulado despues príncipe de la paz, se decretó en Noviembre del año 1798 por Carlos IV que cuantos habian pertenecido á la Compañía de Jesús volvieran á España, so pena de perder la pension que se les pasaba (1). ¡Triste condicion la del hombre malo! Apenas sabe hacer un bien, sin que al mismo tiempo haga un mal.

7. Levantar el destierro al inocente, que inicuamente fué condenado á él, es un acto de justicia y un gran favor; pero no siempre lo será, sino todo lo contrario, el forzarlo á que vuelva á su país. ¿Con qué derecho se podia negar la pension al anciano, al enfermo y al achacoso, que no podian ponerse en viaje? ¿Y porqué motivo se le habia de quitar al sano y robusto, que prefiriera quedarse en Italia? ¿Era esto algun delito? ¿No podrian tener, á más de la libertad connatural al hombre, muchos y muy justos títulos para no salir de alli? El que por sus méritos habia conseguido una colocacion honrosa; el que tenia entre manos algun grave negocio; el que estaba ocupado en importantes obras de caridad ó piedad; y aun si alguno se hubiese proporcionado sus comodidades para pasar la vida, ¿no podria quedarse con razon y justicia? Pero se trataba con desvalidos jesuitas, en quienes ni los filósofos ni los reyes, que se habian dejado dominar por ellos, reconocian, al parecer, los derechos comunes á la humanidad. ¿Y de la Provincia de Chile cuántos usarian de aquella gracia peregrina? Bien pocos; y con triste suerte los más de estos pocos. Su número ya estaba reducido à la tercera parte, no pasando de ciento veinte los que sobrevivian (2) al cúmulo de trabajos y privaciones que habian sufrido. Mas, antes de entrar en la narracion de este importante suceso, permítasenos insertar aquí las pocas necrologías y noticias biográficas, que, de los hasta entonces fallecidos, hemos podido recoger.

(1) Carta autógrafa del P. Juan Marcelo Valdivieso escrita en 1803, contando estos sus trabajos.-(2) Archivo del Jesús de Roma.

CAPÍTULO XI

1. Necrologia del P. Olivera.-2. Vida del P. Jofré.—3. Familia del P. Javier Varas. 4. Entra en la Compañia.-5. Hace sus estudios, y se ordena.-6. Es ministro del convictorio de S. Francisco Javier.-7. Administra la hacienda del noviciado.-8. Es procurador del colegio máximo.-9. Conserva su fervor.-10. Promueve el culto divino.-11. Repara los estragos del temblor.-12. Es superior de Valparaiso—13. Va de segundo procurador á Roma.-14. Regresa á América.-15. Su destierro á Italia. -16. Su provincialato.-17. Su retiro despues de la extincion.-18. Su santa muerte.-19. Necrología del P. Boza.-20. Vida del P. Esquivel.-21. Su apostolado en Chiloé.-22. Sus virtudes y santa muerte.-23. Vida del P. Luis Corbalan en Chile. -24. Su vida en Italia.-25. Su última enfermedad.-26. Su santa muerte.-27. Vida del P. Valdivieso hasta su destierro.-28. Sus virtudes.-29. Sus escritos.— 30. Su muerte.-31. Su sepultura.-32. Vida del P. Morales en Chile.-33. Sus virtudes y muerte en Italia.-34. Necrologia del P. Ambert.

1. En el archivo del Jesús de Roma se conserva un libro con este rótulo: Elogia mortuorum; el cual, al mismo tiempo que nos comunica la vida y virtudes de los PP. y H. de la Compañía, más sobresalientes por su virtud y letras, fallecidos despues de la expulsion, nos demuestra tambien que en ella jamás pereció su espíritu. El breve de Clemente XIV pudo destruir esta órden religiosa, disolver los vínculos que unian á sus hijos entre sí, cortar las relaciones con que los súbditos dependian de sus superiores, y hacer que ni estos ni aquellos estuvieran obligados en conciencia á cumplir las reglas y constituciones del instituto compuesto por el gran patriarca S. Ignacio; pero no alcanzó á impedir que muchos de ellos las observaran, segun las circunstancias se lo permitian. Una de las sabias instituciones de este santo fundador fué la de que se llevase razon de cuantos pasasen á mejor vida, anotando sumariamente los hechos y virtudes de los que en algo hubiesen sobresalido, y pudieran servir como de modelo á los demás. Pues esto se continuó haciendo aun despues de la extincion; y no solo por los PP. italianos, que quedaban en su suelo natal, sino tambien por los desterrados allá de estas lejanas regiones. Merced á esta adhesion de los jesuitas secularizados al cumplimiento de las constituciones de la órden á que habian pertenecido, podremos dar aquí más ó menos cabal noticia de algunos de nuestros PP. antiguos. Sea el primero el P. Mateo Olivera, natural de esta ciudad de Santiago, quien poco antes de la extincion pasó á recibir el premio de sus heróicas virtudes, à 25 de Mayo del año 1771, siendo de edad de setenta y un años y cincuenta y siete de Compañía; en la que era profeso de cuatro votos. Por algunos años desempeñó dignamente el cargo de superior. Fué un ángel en sus costumbres, y de una paz inalterable; por lo cual sufrió con invicta paciencia así los males comunes de la expatriacion, como tambien los agudos dolores de pecho, con que le probó por largo tiempo la providencia divina, y á pesar de los cuales no se le oyó

jamás un solo quejido. Su constante resignacion sirvió de aliento á sus compañeros de infortunio; y es para nosotros una prenda segura de su eterna salvacion.

2. El P. Pedro José Jofré nació en S. Juan de Cuyo el año 1712 de una señora tan virtuosa, que, segun la voz comun, se oyeron músicas celestes en su muerte. Su hijo se esmeró desde niño en imitar sus virtudes; y aplicado á los actos de piedad, se inclinó á seguir la carrera eclesiástica, que, en efecto, emprendió jovencito todavía. Despues de concluidos sus estudios, y de haberse doctorado en sagrada teología, se ordenó de sacerdote; y el obispo, prendado de su virtud y letras, lo obligó á aceptar el vicariato de aquella ciudad ; que él rebusaba, por el bajo concepto que de sí mismo tenia. Este cargo ni le envaneció, ni lo distrajo; sino que lo indujo á abandonar el mundo y á encerrarse en alguna religion, para entregarse con más sosiego al ejercicio de las virtudes; única aspiracion de su alma pura. Resuelto à entrar en la Compañía, renunció su vicariato, é hizo mayores esfuerzos para conseguir fuera aceptada su renuncia que los que hiciera el más ambicioso para conseguir un puesto elevado y lucrativo. Al fin lo consiguió; y los superiores, informados de la notable santidad del pretendiente, lo admitieron con gusto à 6 de Abril de 1751. Fué de grande edificacion para todos el ver à un hombre de treinta y nueve años, constituido en dignidad, y con fundadas esperanzas de mayores ascensos, retirarse á una vida llena de humillaciones, para participar más de lleno de la cruz de Cristo. Antes del destierro comun hizo la profesion de cuatro votos. Siendo todavía sacerdote secular habia fundado en su patria la casa de ejercicios, dotándola de suerte, que se pudieran dar en ella cuatro tandas ó corridas al año. Contribuyó tambien con gruesas limosnas à la construccion de la bella iglesia de aquel colegio. Así en Chile como en Italia fué admirable por su grande abstraccion de las cosas del mundo; como quien andaba de contínuo todo absorto en el amor de Dios. Por el santo temor de ofenderle jamás miró á mujer alguna, ni queria hablar con ellas sin notoria necesidad, y entonces con gran cautela. Despues de la extincion, estando ya ciego, una mujer se le entró sencillamente en su pieza. Recelándolo él por el metal de la voz, le preguntó si lo era; y al oir que sí, al punto la mandó salir más que de prisa. Al fin, á los sesenta y tres años de una vida verdaderamente santa, entregó su espíritu en manos del Criador el 24 de Febrero de 1775, contando ya veinticuatro años de religion.

3. Dos meses y siete dias despues falleció uno de los varones más recomendables que en sus últimos tiempos tuvo esta Provincia de Chile, á saber; el P. Francisco Javier Varas y Aguirre, nacido en la ciudad de la Serena de Coquimbo el 10 de Setiembre de 1718, de una familia distinguida de este Reino, no menos por su antigua nobleza, que por su notoria virtud. Su padre, D. Luis Varas y Covarrubias, fué siempre de intachables costumbres y de incorrupta justicia en cuantos empleos ejerció en la capital de este Reino, su patria, y en la ciudad de la Serena; donde se casó y murió, siendo corregidor y justicia mayor. Su madre, D. Agustina Aguirre Irarrazábal, una de las damas más cumplidas

de su tiempo, por las dotes de alma y cuerpo que la adornaban, juntaba á su noble estirpe un genio tan angelical y una virtud tan verdaderà, que aun en su avanzada edad siempre se hizo amar y venerar de cuantos la trataban. Fué Javier el quinto de los hijos de este matrimonio feliz, al que Dios bendijo con cuatro varones y tres mujeres. El menor de ellos murió jovencito; el mayor tomó estado de matrimonio, y tuvo una numerosa familia; el segundo vistió el hábito de nuestra Señora de la Merced, y despues de haber obtenido por la enseñanza los grados de presentado y de maestro, renunció las prelacías de su órden, consagrándose con voto especial á los ministerios espirituales con los prójimos. En cumplimiento de su voto dió repetidas veces los ejercicios de S. Ignacio á sus correligiosos, predicaba con frecuencia en su iglesia, y era muy asistente al confesonario, dirigiendo muchas almas por el camino de la perfeccion. Su muerte, acaecida en la casa grande de Santiago, fué muy sentida de los extraños y domésticos, por ser à todos notoria su virtud eminente, acompañada de un mérito singular. Las dos hijas mayores se casaron ventajosamente; y la tercera ofreció á Dios su virginidad en el convento de carmelitas descalzas de esta capital, titulado de S. José.

4. Javier, que, por su afabilidad y genio festivo, era desde niño las delicias de sus padres y tiernamente amado de sus hermanos, aprendió las primeras letras y la gramática latina con los PP. del colegio que la Compañía tenia en su pueblo; y al mismo tiempo progresó mucho en la piedad y demás virtudes propias de su clase y edad. El talento que manifestó en estos primeros estudios y los adelantos que hizo en ellos, le inspiraban fundadas esperanzas de aventajarse en la carrera de las letras, y de lograr por ella una honrosa colocacion en el siglo. Con todo, el menosprecio de los bienes mundanos y el ardiente amor de los celestiales pesaron más en la balanza de su despejada razon y acertado juicio; y por lo mismo, se resolvió á tomar el estado religioso. Las órdenes de S. Francisco y de la Compañía de Jesús fueron único objeto de su deliberacion, por ser las únicas que á la sazon observaban en Chile la vida comun. Aunque tierno en la edad, creyó prudentemente que solo donde reinase la vida comun perfecta podia vivir con el despego de las personas y cosas del siglo, necesario á todo religioso para alcanzar la perfeccion de su estado. Al fin prefirió la Compañía; y suplicó á su confesor y á su maestro le alcanzasen el permiso de su madre, pues su padre ya habia fallecido. El uno y el otro, temiendo que su resolucion no pasase de mera veleidad, en razon de tener solos quince años, le contestaron que lo encomendase á Dios por medio de María Santísima, de quien era singularmente devoto; mas viendo, despues de muchos meses, que perseveraba en sus propósitos, se lo comunicaron á su señora madre; que gustosa le dió su consentimiento, no obstante el profundo pesar que le causaba el desprenderse de un hijo de tan bellas cualidades y lisonjeras esperanzas. Teniendo que ir aquel año de 1734 á visitar aquel colegio el P. Provincial José de Irarrazábal, pariente inmediato de ella, aguardaron su llegada, para pedirle su admision; la que otorgó tan pronto como supo las prendas naturales y las virtudes del pretendiente. Al regresar á Santiago lo llevó consigo; y el

dia 20 de Noviembre lo admitió en el noviciado de S. Borja. Indecible es el regocijo que experimentó nuestro Javier al verse ya en la casa del Señor, contado en el número de los hijos de la Compañía. En ella emprendió la vida religiosa con tanto fervor, y en breve tiempo adelantó tanto en la virtud, que era el modelo de sus connovicios, y objeto de edificacion á los antiguos. Su modestia, su devocion, su piedad, su humildad y su puntual observancia, aun de las reglas más pequeñas de su santo instituto, se hacian notar de toda la comunidad. Estas virtudes no fueron como flores de primavera, que pronto se marchitan, sino sazonados y permanentes frutos de un corazon enteramente consagrado al servicio divino: así es que por toda su vida fué tan modesto, devoto, humilde, obediente y observante de sus reglas, como lo habia sido en el noviciado.

5. Hechos los votos del bienio, estudió humanidades y retórica en Bucalemu, y enseguida filosofía y teología en el colegio máximo, con el aprovechamiento que sus talentos prometian. En ambos colegios, á la par que era aplicado al estudio, lo era á la virtud. Sumiso á sus superiores y profesores, no solo cumplia exactamente su órdenes, sino tambien sus más lijeras insinuaciones; acudia puntualmente á las distribuciones escolares y espirituales; y era afable y obsequioso con sus condiscípulos, á quienes enfervorizaba en el amor de Dios, con sus santas y amenas conversaciones. Con este ejemplar tenor de vida comenzó, continuó y acabó su carrera escolástica; á que dió fin con el acto público de toda la teología, al que le obligaron sus superiores, à despecho de su humildad. Por estar la diócesis de Santiago en sede vacante, lo enviaron con otros diez y seis H., una vez terminados sus estudios, á la de Concepcion, para recibir las sagradas órdenes. En este viaje comenzó á dar muestras de aquella sabia, no menos que provida economía, que, con tanta edificacion y provecho de su Provincia, practicó despues por muchos años. Estando todavía despoblada gran parte de los campos intermedios, y no habiendo posadas donde habia poblacion, tuvieron que llevar consigo que comer y en que dormir. Nuestro H. Javier, animado de su humildad y caridad fraterna, y llevado de su genio atento y obsequioso, se dedicó à servir á sus compañeros; los cuales le dieron por gracia el título de procurador, que le confirmó el P. que los acompañaba. Aceptólo con gusto, por el trabajo que le imponia en favor de sus hermanos. Así estos podian descansar al apearse del caballo, mientras él agenciaba y preparaba lo necesario para su alimento y reposo. Al regresar á Santiago, lo mandó à la Serena el Provincial, para que su madre tuviera el consuelo de oirle la primera misa. Túvolo, y sumamente grande aquella piadosa señora. Ella y sus parientes se empeñaron en que demorase allí algun tiempo, y el rector de aquel colegio se ofreció á recabar del Provincial se lo dejase de operario; mas el neo-sacerdote no aceptó este ofrecimiento, ni se detuvo más dias que los prescritos por su Reverencia.

6. Nombrado ministro del convictorio de S. Javier, ejerció este, no menos molesto que delicado cargo, con tal provecho y edificacion de los colegiales y con tanto agrado y satisfaccion de su rector, que todos sintieron vivamente su

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