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Julio de 1801 por Provincial de Cerdeña al P. José Piras. Quince PP. y siete H. coadjutores se reunieron en el colegio de Cállari en menos de tres meses, y otros muchos hicieron luego otro tanto; á pesar de que el fallecimiento de la reina, la venerable María Adelaida Clotilde, y la renuncia de Cárlos Manuel en favor de su hermano Victor Manuel hicieron peligrar aquella empresa, que se acometia en virtud de concesiones verbales. Los aciagos tiempos que transcurrian, el miserable estado de la Italia, invadida por las armas francesas, y dominada en gran parte por las mismas, no permitian otra cosa. El nuevo rey tuvo que contentarse por entonces con apoyar indirectamente á los jesuitas; pero en 1807 ya dió en la forma acostumbrada un decreto á su favor; con lo cual el número de sus casas é individuos se aumentó.

9. Nápoles pasó más adelante. Su rey Fernando, arrepentido de haberse dejado engañar de los filósofos en 1767, al ver las fatales consecuencias que á su reino ocasionaba la falta de los jesuitas, determinó llamarlos de nuevo, y confiarles especialmente la educacion de la juventud. La mayor parte de los que él habia desterrado de sus Estados ya no existia ; y los ciento sesenta y seis que sobrevivian, no estaban competentemente autorizados por el Papa para satisfacer sus deseos. He aquí porqué escribió al Vicario de Jesucristo, suplicándole tuviera á bien de dar su paternal aprobacion al proyecto que tenia formado de restablecer la Compañía de Jesús en los dominios de su corona. Accedió gustoso el Papa Pio VII á sus deseos; y el 30 de Julio de 1804 dirigió al P. Gruber un breve, con el cual hacia extensivo al reino de las Dos-Sicilias el restablecimiento de la Compañía, concedido para la Rusia. El P. Gruber habia sido nombrado Vicario General el 30 de Julio de 1802, por muerte del P. Kareu, á quien saludó en su agonía el emperador Alejandro. Este acto de amistad ó de atencion inspiró confianza al P. Gruber para presentarle el breve que su Santidad habia dado en favor de la Compañía, á instancias de su padre é inmediato predecesor en el trono; y su Majestad cesárea no puso la menor dificultad en autorizarlo por un decreto oficial. Con esto pudo él en adelante sacar de Rusia los PP. necesarios para restablecer ó fomentar la Compañía en otros países. De la curia romana se pasó un traslado del citado breve à Don Fernando de Nápoles; y el mismo dia en que se recibió en aquella ciudad comulgaron solemnemente en accion de gracias el rey, la reina, el príncipe y las princesas de la familia real (1).

10. El pueblo correspondió á las demostraciones de religiosa gratitud y contento de su soberano, tan pronto como vió restablecida en aquel reino la Compañía de Jesús por decreto de 6 de Agosto de 1804. De los antiguos jesuitas napolitanos solo tres, gravemente achacosos, dejaron de acogerse de nuevo al seno de su amada madre; y á él se acogieron tambien en aquel reino muchos PP. españoles, y entre ellos algunos de esta Provincia de Chile. El Padre Francisco Ríos, natural de Santiago, hombre de gran capacidad, que habia sido teólogo del Ilmo. Sr. Alday, estaba (2) aún con los PP. de Sicilia por el

(1) Cretineau-Joli.-(2) Gloria posthuma.

año 1814, contando ya ochenta y ocho de edad. El emperador de Austria no tuvo tanto valor como el rey de Nápoles, aunque no le faltase la buena voluntad; pues recibió con alegría á Paccanari, fundador de los PP. de la Fe, con el designio de prepararlos para la Compañía, y'encargó al senador veneciano Rezzónico negociase su union con los jesuitas de la Rusia Blanca, en su viaje á S. Petersburgo.

11. Esta diligencia fracasó por culpa de Paccanari. Sin embargo, algunos de sus discípulos, reunidos de Italia y del Austria, y muchos más de los Padres del Sagrado Corazon, instituidos con el mismo objeto por el P. Varin en Francia y en los Paises Bajos, se fueron á Rusia para entrar en la Compañía, despues de su canónica restauracion. Otro tanto hicieron algunos PP. de Inglaterra; y el P. Gruber, Prepósito General, nombró, en virtud de otra autorizacion pontificia, por Provincial de la Gran Bretaña y territorios dependientes de ella al R. P. Marmaduke Stonne (1) á 22 de Mayo de 1803; pero con la condicion de que no vistiesen hábito propio: única restriccion impuesta por Pio VII al dar aquella autorizacion. En seguida se reunieron en Stonyhurst todos los jesuitas ingleses securalizados por Clemente XIV, que sobrevivian repartidos por la Gran Bretaña. El 25 del mismo mes y año los PP. Juan Carroll, y Leonardo Neales, no obstante de ser aquel obispo de Baltimore y este su coadjutor, escribieron al P. Gruber se sirviese reconocer como hijos de la Compañía á los PP. antiguos, que en Norte-América suspiraban tambien por esta felicidad; y su Paternidad muy Reverenda los recibió por tales, y nombró superior de la mision de la Marilandia al P. Molineux.

12. El Papa miraba con placer estos progresos de la Compañía, y deseaba ardientemente su total restablecimiento; pero, no pudiéndolo decretar, por el colmo de desgracias que unas tras otras descargaban sobre la Iglesia en aqueIlos aciagos tiempos, se contentó, mal de su grado, con su restablecimiento parcial, abriendo los caminos para que se extendiese á diversas naciones, hasta tanto que, sobreviniendo dias más felices, recobrase la libertad de accion, que tan trabada por entonces tenia. Entre tanto su Santidad la amparaba en sus Estados, permitiendo que en algunas ciudades de ellos tuviesen colegios verdaderos los renacientes jesuitas, que, por la guerra, habian tenido que abandonar varias de las casas de Sicilia y Parma, y dando acogida en Roma y en todas partes á muchos de los demás. Ciento y quince somos, escribia desde Roma el P. Juan Marcelo Valdivieso (2), los jesuitas refugiados en esta casa del Jesús. No era el único chileno alojado en ella: unos se habian reunido allí por economía; y otros para vivir con más sosiego religioso y menos peligros espirituales, ó por el consuelo de vivir en una de sus casas antiguas. El mismo P. Valdivieso se saboreaba al escribir: habito uno de los aposentos de nuestros muy RR. PP. Generales. Casi todos los no imposibilitados por su ancianidad ó achaques estaban ocupados en el servicio de las cárceles, hospitales, parro

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(1) P. Valdivieso en carta autógrafa, que conserva su familia.-(2) En la carta recien citada.

quias, cátedras, y demás destinos propios de un eclesiástico. Con haber en Roma gran número de clérigos, los jesuitas eran buscados con preferencia para todos los ministerios penosos, á causa de ser bien conocidas sus aptitudes de virtud y sabiduría, y su amor y aplicacion constante al trabajo (1). El Papa lo sabia muy bien, y lo apreciaba dignamente; y por lo mismo se inflamaban más y más en su corazon los deseos que habia concebido de restablecer para toda la Iglesia la órden religiosa, que tan laboriosos y beneméritos hijos habia criado.

13. Hemos dicho que, aguardando la oportunidad de realizar estos sus deseos, procuraba su reaparicion en varias partes, ya en una ya en otra forma, segun las circunstancias del lugar y tiempo lo permitian. Veamos ahora la manera cómo extendió tambien à Chile estos sus paternales cuidados. Los parientes del P. Vidaurre y varios vecinos de Concepcion recuerdan todavía cuán provisto volvió este en el año 1800 de facultades pontificias en favor de sus compatricios; y el P. Diego Villafañe vino enviado del mismo Pio VII con la patente de misionero apostólico para la Araucania; recomendándole Su Santidad la conversion de los indígenas, sin atentar en lo más mínimo, ni aun indirectamente, contra su independencia, y mirando más bien por ella. Dicho Padre, aunque tucumano de nacimiento, estuvo efectivamente en la frontera de Arauco; y buscaba una ocasion oportuna para llenar su mision. Por desgracia, en aquel entonces la guerra de la independecia puso en alarma hasta á los indios; y tratar de convertirlos en tales circunstancias era cosa completamente inútil. Estas se prolongaban y agravaban de año en año, ni era fácil preverles el fin; y he aquí porqué, desesperado de poder realizar su mision evangélica, se retiró á su patria (2). El mismo sentimiento animaba al P. Vidaurre, é idéntica resolucion tenia en favor de los araucanos; y probablemente este seria el objeto con que pasó de Santiago á Concepcion. Sus parientes recordaban aún pocos años ha cuánto ansiaba por consagrarse á su conversion. Si las benéficas intenciones de Pio VII no se verificaron en este punto, se realizaron al fin en otro más trascendental, cual fué la tanto por él y por todos los buenos deseada restauracion general de la Compañía; como lo referiremos, despues de haber relatado lo poco que sabemos de los varones ilustres de nuestra Provincia de Chile fallecidos en este período.

(1) P. Valdivieso en la carta autógrafa ya citada.-(2) El Sr. D. Pedro Peña, Pbro., siendo cura del Nacimiento, lo supo de boca del mismo P. Villafañe; y siendo profesor de filosofía en el instituto nacional, se lo refirió al Ilmo. Sr. Valdivieso, arzobispo de Santiago, quien me lo contó.

CAPÍTULO XIII

1. El P. Lacunza en Chile.-2. Su vida en Ímola.—3. Escribe su Venida del Mesías. -4. Su muerte.-5. Necrologia del P. Morales.-6. Noticias del P. Fuensalida.— 7. Vida del P. Francisco Funes.-8. Vida del P. Santalices.-9. Necrologia del P. Ulloa.

1. Sin rechazar el fallo de la Sagrada Congregacion del Índice, de que hemos hablado anteriormente, sobre La Venida del Mesías en gloria y majestad, ni faltar al respeto que á ella le es debido, esta ilustre ciudad de Santiago se gloría de contar entre sus hijos al P. Manuel Lacunza, nacido el 19 de Julio del año 1731. Sus padres D. Manuel y D.' Juana Diaz, de noble alcurnia, aunque de mediana fortuna, le dieron una educacion esmerada y religiosa, é hicieron que aprendiera las primeras letras, la gramática latina y la retórica en nuestro colegio máximo. La iglesia de este estaba frente de su casa; en cuyo solar tienen actualmente sus sesiones las cámaras de esta República (+). El 7 de Setiembre de 1747 fué admitido el jóven Lacunza en la Compañía; y hechos los votos del bienio, y repasadas las humanidades en Bucalemu, vino al mencionado colegio á seguir sus estudios de filosofía y teología, que cursó con notable aprovechamiento. Recibidas las sagradas órdenes, hizo su tercer año de probacion; confiándole los superiores la instruccion y direccion espiritual de los más jóvenes (1). Despues, y probablemente aun antes de ella, fué profesor de latinidad; pero, no bastando esta sencilla ocupacion á satisfacer la viveza y actividad de su genio, dedicóse al estudio de la geometría y astronomía; aunque con poco éxito, por carecer de los aparatos y demás utensilios necesarios para adelantar en las tales ciencias. Algo mejor lo obtuvo en la predicacion, en que se mereció cierta celebridad; á pesar de no ser su estilo el más perfecto y acabado. El 2 de Febrero de 1767 hizo la profesion de cuatro votos; y medio año despues fué deportado, como todos sus hermanos, primero á Cádiz y enseguida á Italia; y fijó, como ellos, su residencia en Ímola.

2. La inaccion à que se vió condenado en aquel destierro le dió tiempo y ocasion para consagrarse á un profundo estudio de la sagrada Biblia; y el libro del Apocalipsis fué el objeto constante y predilecto de sus meditaciones. A nuestro humilde juicio su propia desgracia, las maquinaciones de que los jesuitas se veian víctimas, y la fatal condescendencia del romano Pontífice con los filósofos y poderosos de la tierra en contra de la Compañía, contribuirian bastante á exaltar su imaginacion, de modo que hallase en algunos versículos y capítulos de la Sagrada Escritura el sentido que nadie habia imaginado. Separado canónicamente de sus hermanos por el breve de Clemente XIV, él se separó, por afecto á la soledad, hasta materialmente de ellos, buscando un humil

(+) Esto se escribia por el año 1865.—(1) Biografía universal, impresa en Barcelona 1832.

de alojamiento, primero en el arrabal, y despues dentro del recinto, pero junto à la muralla de aquella ciudad. Dos habitaciones de un piso bajo le proporcionaron el retiro apetecido; y para vivir más solitario, ni sirviente buscó. Se servia él á sí mismo, hasta en procurarse y prepararse la comida. A ninguna persona admitia dentro de su casa; de la cual solo salia despues de las diez de la mañana para decir la santa misa, y comprar á su regreso los comestibles de aquel dia. Por la tarde solia dar un paseo, siempre solo y por el campo; y por la noche, despues de la cena, iba, como á escondidas, á pasar un rato con algun amigo. Vuelto á su casa, estudiaba, meditaba, ó escribia hasta rayar el alba; hora en que se recogia á descansar. De genio antes vivo y alegre, se volvió retirado y taciturno, al verse en país extranjero, y perseguido por todas partes, sin más crímen que amar á Jesucristo y ser de su Compañía.

3. No es de extrañar, pues, que un método de vida tan extraordinario le inspirara ideas no comunes à las personas de su siglo, ni es de admirar tampoco que, velando constantemente en las tinieblas de la noche, desenterrara sistemas sepultados en el olvido, ó encerrados en añejos pergaminos, que nadie tocaba, ó que nadie leia, aunque casualmente alguno diera con ellos al revolver papeles antiguos. El milenarismo llamóle fuertemente la atencion, y le cuadró primorosamente para su idea primordial de consolar á los amantes seguidores de Jesucristo, perseguidos por la justicia; empero, como cristiano de todo corazon y criado siempre religiosamente, no pudo abrazarlo en la forma que Cerinto y Apolinario. Precisado se vió á conciliarlo con los principios de la moral cristiana, y con las sentencias de los Santos Padres. Su profundo ingenio y su prolongado estudio supieron inventar esta conciliacion, depurando aquel sistema de los crasos errores y principales defectos, en razon de los cuales la mayor parte de ellos lo habian desechado; y limitándolo á la forma con que fué casi admitido por alguno de los mismos en los primeros siglos del cristianismo. Revistiólo, además, de ciertos detalles halagüeños y circunstancias sublimes y agradables, que su idea preconcebida y sus hábiles combinaciones le hicieron deducir del sagrado texto, con ilacion más o menos lógica; pero siempre con tales apariencias de serlo, que hizo aparecer su sistema como probable, y pudo arrastrar el asenso hasta de muchas personas ilustradas y de buena fe. Si Lacunza erró en el modo de exponer y probar que Jesucristo volveria al mundo en gloria y majestad, y si no acertó con el genuino sentido del reino de Cristo, cuyo advenimiento él mismo nos enseñó á pedir en el Padre nuestro con aquellas misteriosas palabras: Adveniat regnum tuum, no fué por mala voluntad, ni por una sistemática presuncion de abandonar, siguiendo caminos extraordinarios, el comun sentir así de los sabios y del pueblo cristiano de su siglo, como de los Santos Padres y doctores de la Iglesia en todos los anteriores. El deseo de descubrir una verdad, que el Señor anunció á los hombres, sin dignarse manifestárnosla clara y circunstanciadamente, y la persuasion de que seria dado á un hombre estudioso y aplicado á la oracion correr el misterioso velo que nos la oculta en las Sagradas Escrituras, le pondrian en empeño tan difícil y arriesgado.

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