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4. Es cierto que el P. Lacunza se aplicó seriamente al estudio, y que invocaba mucho la gracia del Espíritu Santo. Cuando ballaba una cuestion difícil de resolver, ó un texto, que no acertaba á explicar, decia á su amanuense el P. Gonzalez Carvajal, por cuyo testimonio esto nos consta: Suspendamos el trabajo, hasta pedir con más instancia la ilustracion divina; y yendo con él á alguna iglesia, despues de largo rato de oracion, se levantaba de ordinario con luz suficiente, que él creia ser de Dios, para continuar el trabajo interrumpido. A las veces insistia por muchos dias en la oracion, dejando suspenso aquel punto, hasta poderlo exponer de un modo conveniente. Al comenzar el presente siglo Lacunza ya tenia escrita su obra; y aunque avanzado en edad, no variaba su modo de vivir. Así fué que el 17 de Julio de 1801 se halló su cuerpo hecho cadáver en un pequeño pozo de agua, junto à la ribera del rio que baña los muros de aquella ciudad, en el cual cayó probablemente dando su acostumbrado paseo; sin que, por andar solo, nadie le pudiera favorecer. Así terminó su vida este grande ingenio, á los setenta años, menos tres dias, de edad; pero su obra no pereció, segun dijimos en el cap. IX núm. 17, ni es fácil perezca su memoria (+).

5. El P. José Morales, natural de Santiago de Chile, entró en la Compañía el año 1748, teniendo ya veintidos años de edad. Fué á hacer su profesion de cuatro votos à Italia, despues de haber terminado sus estudios y ejercitado los ministerios espirituales en su país; los que continuó en el destierro, cuando las circunstancias se lo permitian, por ser muy aficionado á ellos (1). Tuvo, asimismo, gran caridad para con los pobres. Cuando se halló libre para disponer de sus acciones, comió siempre con un pobre á la mesa; y el jueves santo daba de comer á trece. Para socorrer las necesidades de estos infelices se despojaba á las veces aun de las cosas necesarias á la vida; de suerte que pudo muy bien ser titulado el padre de los pobres. Sumamente mortificado y humilde, usaba una cuerda al cuello sobre las carnes; y notándoselo en una enfermedad el amigo que le asistia, le contestó que lo hacia para tener amarrado al borrico. Fué devotísimo de la Santísima Virgen, y promovió mucho su devocion. Su muerte, acaecida el 12 de Abril de 1803, á los setenta y siete años de su edad y cincuenta y cinco de Compañía, correspondió fielmente á su santa vida.

6. En el 1.o de Octubre del mismo año pasó á mejor vida el P. Diego José Fuensalida, con muerte repentina. A lo dicho sobre este P. en el cap. IX número 27, solo tenemos que añadir aquí que, nacido en esta ciudad de Santiago el 12 de Noviembre de 1744 de D. José y de D. Cipriana Sierra, entró en

(+) El P. Diosdado Caballero en su Suplemento á los Escritores de la Compañía, los Padres Backer en su Biblioteca de los mismos, la Continuacion del diccionario bibliográfico de Feller, la Bibliografia universal, traducida y compendiada por unos literatos españoles, é impresa en Barcelona en 1832, y el Análisis de su Venida del Mesias, que encabeza la edicion hecha en Londres por Ackermann, dan noticias de su vida y tambien de su obra. De unas y otras nos hemos servido al redactar los renglones aquí escritos, agregándoles algunas noticias habidas por tradicion de personas ilustradas y fidedignas.-(1) Archivo del Jesús de Roma. Elogia mortuorum.

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TOMO 11

nuestro convictorio de S. Javier el 24 de Abril de 1755, y salió de él para entrar en la Compañía el 20 de Junio del 1759. No serian sus padres muy ricos; pues que quedaban debiendo de su pension cincuenta y tres pesos (1), de los que se les perdonaron treinta y tres. Fué el jóven Fuensalida muy juicioso y aplicado al estudio; por lo cual no salió á su casa, ni aun siendo colegial, ninguna temporada. No es, por lo tanto, de extrañar viniera á ser un sabio tan profundo; mucho menos habiendo continuado con la misma aplicacion al estudio en su destierro, sin soltar los libros ó la pluma de su mano hasta la muerte; que le sobrevino teniendo cincuenta y nueve años de edad y cuarenta y cuatro de Compañía. Fué hombre muy humilde, á pesar de sus relevantes prendas, excelentes publicaciones y elevados puestos en que se vió colocado. A falta de más noticias biográficas suyas, pondremos aquí en su elogio la contestacion que de sí mismo dió al P. Caballero, cuando le preguntaba si, á más de las antes mencionadas, habia escrito alguna otra obra, para insertar el título en su Bibliografia (2). «El escritor de estas obras es un hom<«<bre de mediano ingenio, suficientemente instruido en lo que toca à la teolo«gía; pero de ninguna manera digno del nombre de teólogo. Sin embargo, en <«<una cosa es eminente; y es que no solo sufre con poca paciencia á todos los <«<herejes, en especial á los jansenistas, sino que, á serle dado, no permitiria, «ni por un solo momento, quedaran impunes dentro de los confines de la Igle«sia de Cristo. >>

7. Merece tambien ser colocado entre los varones ilustres de esta Provincia el P. Francisco Funes, que, habiendo nacido en S. Juan de Cuyo por el año 1726, entró en ella por el de 1740, y llegó á hacer la profesion de cuatro votos (3). Acostumbrado desde jovencito á la exacta observancia de las santas reglas y á una rigurosa puntualidad á las distribuciones domésticas y órdenes de sus superiores, se impuso, despues de la extincion de la Compañía, un método de vida verdaderamente religioso; y lo observó con exactitud y constancia, sin dispensarse de él ni un solo dia. La oracion, la santa misa, las visitas al Santísimo Sacramento y el estudio tenian repartidas las horas, que no necesitaba para el indispensable descanso. Completamente abstraido de todas las diversiones y esparcimientos del ánimo, aun de aquellos que una persona piadosa puede tomarse sin faltar á su deber, tenia mucho tiempo para emplearse en los recien indicados ejercicios de piedad y estudio. Cuando se veia obligado á salir á la calle, iba siempre con tal modestia y circunspeccion religiosa, que edificaba á cuantos lo encontraban. Con todo, padeció graves tentaciones; y para evitarlas ó vencerlas afligia su cuerpo con frecuentes disciplinas y otras varias mortificaciones, y sufria con resignacion, y aun con gusto, los trabajos que Dios le enviaba. Fué inalterable la paciencia con que por más de un año soportó una grave enfermedad de estómago, que lo postró en cama, y al fin le quitó la vida. En los tres últimos dias de ella, con ser excesiva su sed, no tomó

(1) Archivo del instituto nacional. Libro de cuentas del colegio convictorio de S. Javier.(2) P. Caballero en su Bibliografia.—(3) Archivo del Jesús de Roma. Elogia mortuorum.

ni una gota de agua; deseoso de padecer más y más por su Señor. Para alentarse á mejor sufrir aquel trabajo y los demás dolores y angustias, precursores de su muerte, estuvo los tres últimos dias abrazado con una devota imágen de Jesucristo crucificado; à quien entregó plácidamente su espíritu el 4 de Abril del año 1804, á los setenta y ocho años de su edad y sesenta y cuatro de Compañía.

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8. Diez y seis años tenia Luis Santalices, nacido en Santiago de Chile de la noble familia de este apellido, cuando se sintió llamado por Dios à la Compañía; mas su padre no accedió pronto á sus deseos, por haber formado otros designios, en atencion á los buenos talentos que en él reconocia. No desistió de su intento nuestro jóven Luis, sino que manifestó de nuevo á su padre los motivos que le asistian para tomar aquella determinacion; buscó personas de respeto que se los hicieran presentes, y le suplicó con tantas lágrimas, que no tardó en ablandarle el corazon y convencer su entendimiento (1). Entonces fué cuando su padre, bañado tambien en lágrimas, le dijo: Ve, hijo mio, donde te llama el Señor. Obtenida esta licencia, fué admitido por los superiores de la Compañía el 24 de Julio de 1734; y despues siguieron su ejemplo otros dos hermanos suyos. Terminados sus estudios con provecho, y habiendo pasado por las pruebas prescritas en el instituto á satisfaccion de los superiores, le dieron la profesion de cuatro votos. Su talento no se limitó solo á la literatura, sino que se extendió tambien à la recta y próvida administracion de las cosas temporales. Estando para cerrarse por segunda vez la residencia de S. Juan, por la escasez de sus recursos, fué enviado á ella de superior; y no solo evitó su ruina, sosteniéndola con decoro, sino que tambien adelantó su capital, y fabricó su preciosa iglesia. Los beneficios materiales que con esto á aquel pueblo proporcionaba, y los espirituales que su celo prodigaba al vecindario, no bastaron para libertarlo de una gravísima calumnia; de que lo sacaron victorioso su inocencia y religiosa resignacion. Por ser de corazon grande y generoso supo perdonar á sus calumniadores; y no obstante la penuria en que halló aquella residencia, socorria abundantemente á los pobres. En setenta y dos años de religion siempre dió nuestro P. Luis pruebas inequívocas de sus virtudes sólidas y perfectas, acompañadas de una circunspeccion religiosa, que infundia respeto y veneracion á cuantos lo veian, y de una afabilidad tan sincera y cordial, que de todos se hacia querer. Especialmente devoto de la Santisima Virgen', de nuestro P. S. Ignacio y de S. Javier, fundó sus funciones en el colegio de S. Juan. Al fin de sus dias quiso el Señor probar su virtud con una larga y penosa enfermedad de hidropesía al pecho; y su Majestad divina halló que el espíritu del buen P. no se habia debilitado, sino más bien fortificado con la vejez. Con invicta paciencia sufrió agudos dolores, hasta entregar su alma al Criador el 13 de Mayo de 1806, á la avanzada edad de ochenta y ocho años.

9. El P. Agustin de Ulloa, nacido en la ciudad de Concepcion de Penco en

(1) Archivo del Jesús de Roma. Elogia mortuorum.

1737, entró en la Compañía en 1754, é hizo la profesion de cuatro votos en su destierro de Italia. Dotado del valor que á los penquistas caracterizaba, lo empleó, no en pelear contra los araucanos, sino contra sí mismo (1). Sus penitencias fueron tan extraordinarias, que, no contento con las que él hacia por sí mismo, se hacia disciplinar ásperamente por mano de otro, y en las vigilias de Nuestra Señora hasta derramar sangre. Su vestido siempre fué pobrísimo. Visitaba á los enfermos, y los consolaba y asistia personalmente. Animado desde jóven con verdadero espíritu de obediencia, jamás tuvo dificultad alguna en sujetarse á las órdenes de sus superiores. «En su enfermedad, concluye «el escritor de este su reducido elogio, nos dió admirables ejemplos de pa«ciencia y conformidad con la voluntad divina.» Fué grande su devocion al Santísimo Sacramento, al que entonces recibió con gran edificacion; y así, lleno de consuelo, y con una dulce esperanza, pasó al eterno descanso el 1.° de Febrero de 1807, de edad de setenta años, y cincuenta y tres de Compañía.

(1) Archivo del Jesús de Roma. Elogia mortuorum.

CAPITULO XIV

1. Suerte de los enemigos de la Compañía.—2. Castigo de las naciones que la persiguieron.-3. Prosperidad de sus favorecedores.-4. El Papa recobra su sólio.—5. Determina restablecer la Compañía.-6. Publica su bula.-7. Texto de ella.-8. Devuelve sus bienes á la Compañía.-9. Los PP. antiguos vuelven á incorporarse á ella. -10. Roma se regocija.-11. Todo el orbe católico acata la bula de Pio VII.

1. La grande obra de la restauracion de la Compañía de Jesús, despues de cuarenta y un años de su extincion, cuando ya las nueve décimas partes de sus hijos habian descendido al sepulcro y los demás estaban agobiados bajo el enorme peso de las graves tribulaciones y padecimientos que hemos referido, ó á lo menos indicado, será la consoladora materia de este capítulo. Mas antes de entrar en la narracion de este importante suceso, no será fuera de propósito averiguar qué se habia hecho entonces de sus perseguidores. Casi todos habian sido llamados tambien al tribunal divino, y habian oido la irrevocable sentencia de aquel juez que no es aceptador de personas. ¿Y qué suerte habian corrido acá en la tierra? De algunos consta haber sido desgraciada; y larga tarea seria investigar la de cada individuo en particular. Por esto nos contentaremos con echar una rápida ojeada sobre aquellas naciones en general, cuyos gobiernos tomaron parte en la destruccion de la Compañía. Nadie ignora las calamidades que las afligieron á fines del siglo pasado y á principios del presente; y aunque no nos conste de un modo cierto el motivo por que el Señor se las envió, creemos, sin embargo, haber sido en castigo del enorme delito que habian cometido contra el mismo Jesucristo, privándole á mano airada de los servicios que le prestaba una corporacion religiosa extendida por todo el mundo y enteramente consagrada á promover la gloria de su nombre y la salvacion de las almas redimidas con su sangre. La serie de los sucesos nos precisa á juzgar de esta manera; por ver que cada una de estas naciones participó de aquellas calamidades à proporcion de la parte que tuvo en el mencionado crímen.

2. En Francia fué donde los filósofos, de consuno con los jansenistas, tramaron la fatal conjuracion, y de donde, como de un foco comun, se esparcieron las ideas malignas, que, fascinando los entendimientos y exaltando las malas pasiones, conmovieron á tantos personajes contra la inocente Compañia de Jesús, sobre todo en las cortes de ciertos príncipes, que tambien se dejaron arrastrar ó alucinar. Pues bien; la Francia fué la primera que experimentó sobre sí el pesado golpe de la divina justicia; y despues de ella, y aun por medio de ella, lo sintieron las demás. ¡Ah! ¡cuántos millares de franceses perdieron su vida en los cadalsos, como su rey, á más de los tres millones (1)

(1) Cálculos publicados en Francia poco despues de aquellas guerras.

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