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sioneros jesuitas bautizaban á los hijos de los indios infieles, dejándolos en poder de sus padres; no obstante la fundada presuncion de que, cuando adultos, pocos vivirian segun la ley que por el santo bautismo abrazaban. Expongamos sucintamente estas razones; pues así parece pedirlo la gravedad y trascendental importancia de la materia.

18. La experiencia habia enseñado que dos terceras partes, y á veces tres cuartas partes de los párvulos así bautizados, morian antes de llegar al perfecto uso de la razon, y que de los sobrevivientes raro era el que no se hallara durante su infancia en grave peligro de la vida; caso en el cual admiten los teólogos ser lícito el bautizarlos: lo que rarisima vez era posible cuando llegaba este crítico momento. Sus padres, por otra parte, ó eran bautizados, ó ό infieles puramente negativos, que los dejarian en plena libertad de vivir como ellos quisieran; y ellos podrian vivir cristianamente, por tener en su tierra, ó en lugares no demasiado remotos sacerdotes católicos, que los instruyeran y administraran los sacramentos; lo cual no les seria dificultoso por el celo con que estos recorrian los diversos territorios de la Araucania, segun lo permitia la mayor o menor tranquilidad del país, que siempre esperaban lograria mantenerse en paz (1). Entre los bautizados, por fin, no faltaban algunos que vivieran cristianamente; y en la hora de la muerte muchos se confesaban y renunciaban á la pluralidad de mujeres.

19. Si en los lugares de cristianos antiguos, donde, por la corrupcion de las costumbres y trastorno de las ideas, la mayor parte de los adultos lleva una vida estragada, y cae en un criminal olvido de las prácticas religiosas, y aun en aquellos en que muchísimos se entregan al indiferentismo, ó se revuelven como lobos rabiosos contra su piadosa madre la Iglesia santa, se administra el santo bautismo á los párvulos, no obstante el triste presentimiento de que la mayor parte de los que lleguen á edad adulta serán tan ignorantes é impíos como sus padres, aun viviendo en pueblos civilizados, y con todos los auxilios de la religion, ¿porqué no se podrá bautizar á los hijos de los neófitos, ó de infieles meramente negativos, por el temor de que en edad varonil no cumplirán con todos los deberes religiosos, à causa de entregarse á vicios probablemente menos criminales ante los ojos del Señor que los de los cristianos recien indicados? ¡Ojalá que cuantos, arrastrados de un celo excesivo por el respeto debido al carácter que imprime en el alma el santo bautismo, pretendian impedir ó reprobaban los bautismos de los párvulos araucanos, hubieran mirado la conducta tal vez de los suyos, los excesos del comun del pueblo de su nacimiento, ó recordado sus propias infidelidades! ¡Cuántos habrian con esta sola refiexion mudado de parecer!

20. Si los santos apóstoles y los PP. de los primeros siglos hubiesen seguido las rígidas opiniones de ciertos teólogos y canonistas en este punto, no es de creer que se hubiera propagado tan rápidamente el cristianismo. Los que tengan que misionar todavía en Arauco, ó entre naciones colocadas en análo

(1) Archivo del ministerio del interior.

gas circunstancias, mediten seriamente la conducta de aquellos, más bien que las opiniones de estos; reflexionen con cuán poco se contentaban ; y no quieran juzgar por el brillante cuadro, que presentaron las iglesias de Jerusalen y Alejandría, á todo lo demás del cristianismo en su primer siglo y en los subsiguientes.

21. Ya que hemos tocado este punto, vamos á revelar una carta muy secreta, que el P. José Ignacio Burges, entonces misionero de Puren, escribia á su Provincial el año de 1703, contestando à la que este le habia escrito, comunicándole el deseo que le habia manifestado la sagrada Congregacion de propaganda fide de tener una relacion detallada de los bautismos, casamientos, confesiones y demás fruto hecho en estas misiones (1). Su contenido era el siguiente: «No conviene dar la razon que se desea; no sea que, viéndose en Roma el crecido número de bautismos, y el reducido de matrimonios, é informados del mal resultado que tuvieron los tres mil matrimonios bendecidos por el P. Bernardo de la Barra, lleven à mal el bautismo de los párvulos, por no comprender las circunstancias especiales y exigencias de estas pobres gentes. Nosotros podemos tuta conscientia, y debemos como misioneros, á quienes está confiada la salvacion de estas almas, bautizar á los párvulos, desde que es un medio eficaz para mandar cada año millares de almas al cielo, justificado por tantas razones intrínsecas, y autorizado no solo por la tolerancia de todos los obispos de Chile, sino tambien por el cánon de la sínodo diocesana, compuesta de sacerdotes instruidos y conocedores de las cosas peculiares del país. >>

22. Este mismo P. Burges prestó en aquel año un importante servicio al Gobernador y á todo este Reino. En efecto; habiendo llegado à su colmo el descontento de los vecinos de la frontera y del ejército que la defendia, tomaron la resolucion extrema de apelar á las armas contra su capitan general el Sr. Ibañez, que los tenia reducidos à la última miseria. A los vecinos de la sola ciudad de Concepcion, pobre y tan poco poblada, que apenas contaria unas mil almas (2) entre españoles, morenos, indios y mestizos, les habia sacado, con pretexto injustificable, diez y siete mil pesos (3); y á las tropas en actual servicio poco ó nada les habia pagado en aquellos años, á pesar de haber llegado el real situado; montando á cuatrocientos noventa y un mil novecientos seis pesos lo que se les adeudaba. Las guarniciones de las plazas de Yumbel, Arauco y Puren se conjuraron abiertamente. Los de la primera se vinieron bien armados hasta Concepcion, donde se hallaba el Gobernador; que les salió al encuentro y los apresó. Con este escarmiento se retiraron los de la frontera; mas, observando que Ibañez los seguia con fuerzas superiores, hicieron alto en una posicion ventajosa, resueltos à pelear hasta vencer ó morir.

23. Llegado el momento crítico y deplorable, en que los españoles iban á derramar su sangre los unos á manos de los otros, escándalo felizmente jamás

(1) Archivo del ministerio del interior.-(2) Carta del Ilmo. Sr. Montero de Aguila á su real Majestad.-(3) Córdoba y Figueroa, lib. VI, cap. xv.

visto hasta entonces en Chile, dispuso la providencia divina que se hallase allí el expresado P. Burges (1). Este, cual ángel de paz, se pone de medianero, se presenta á los revolucionados, y les habla con tal energia, que les hace deponer las armas y rendirse al Gobernador; quien, por su parte, les concede el indulto, por la mediacion y bajo la garantía del jesuita; que con gran prudencia zanja las dificultades, y reconcilia los ánimos tan gravemente ofendidos.

24. Y cuenta que ni él, ni sus conmisioneros estarian mejor pagados que las tropas; pues que el real erario les adeudaba cincuenta y siete mil seiscientos cincuenta y siete pesos, como consta en el archivo del ministerio del interior, por el reclamo jurídicamente comprobado que elevó al gobierno el Padre procurador general. Lo peor era que no solo dejaban de satisfacerles á su tiempo el salario llamado sínodo, que el católico Monarca les habia asignado, sino que, en virtud de un nuevo y arbitrario arreglo, aquel se les rebajó notablemente. Ya Pobeda se lo habia rebajado á quinientos pesos para cada misionero; mas ahora Ibañez señala para todos ellos en comun cuatro mil ochocientos pesos anuales, suponiendo que serian de ocho á nueve las misiones, y estas servidas por un solo misionero, cuando le constaba existir las de Buena-Esperanza, Sta. Fe, Sta. Juana, S. Cristóbal, la Mochita, Arauco, Puren, Imperial, Boroa, Repocura, Colué y Chiloé; con dos PP. á su servicio la mayor parte de ellas. Y no ponemos aquí las de Tolten el bajo y Valdivia, porque estas se pagaban del real situado de esta plaza; y siempre con los setecientos treinta y un pesos, dos reales de su primitiva asignacion (2). Y aunque dos ó tres de las trece mencionadas misiones fuesen servidas por un solo P., siempre eran veintitres ó veinticuatro los ocupados en ellas; y por tanto acreedores á que por lo menos se les dieran, no los cuatro mil ochocientos pesos, contra toda justicia y razon asignados por Ibañez, sino los once mil quinientos, ó los doce mil, que segun su número, y la bien ó mal introducida rebaja de Pobeda, les correspondian.

25. No era pequeña, como ven nuestros lectores, la diferencia. Con todo los jesuitas no solo se callaron por entonces, sino que, como si tal atropello no sufrieran en sus intereses materiales, solicitaron y recabaron de este despótico Gobernador que les fundase otra mision en un lugar bien remoto; y por lo mismo, más peligroso y falto de los recursos necesarios para la vida civil. Resignados á sufrir trabajos y privaciones, se consolaban con la esperanza de hacer el bien; y prescindiendo de las faltas de su Excelencia, quisieron aprovecharse de la buena voluntad, que, por otra parte, en él reconocian para con los pobres indígenas. Y en verdad que fué bastante feliz en mantener la paz con ellos, y en fomentar los progresos de la civilizacion entre los indios reducidos y amigos. Persuadido de cuánto podian ayudarle los de la Compañía á

(1) Córdoba y Figueroa, lib. VI, cap. xv.-En el archivo de la real audiencia (hoy de los tribunales de justicia) se halla un largo expediente sobre el proceso seguido contra los jefes de este motin, y en él se menciona la intervencion del P. Burges.—(2) Informe del Padre Covarrubias, publicado por Mr. Gay Historia de Chile. 4

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conseguir estos fines, se sirvió de ellos en los casos ocurrentes y en sus nuevas empresas; y por su parte, fuera de la intolerable y caprichosa disminucion del sínodo, apoyó y fomentó en todo lo demás las anteriores. Sobre todo amparó al nuevo colegio de indiecitos en Chillan, y las misiones fundadas por su inmediato antecesor. A estas añadió la trabajosa é importante de Nahuelhuapi, como referiremos en el capítulo siguiente. Mas antes permítasenos concluir este con una sucinta biografía del P. Miguel de Viñas, que tantos servicios prestó á esta Provincia hasta su muerte.

26. Nacido este en Cataluña, y hecho jesuita allí mismo, pasó al Perú; de donde vino á Chile en 1680. Aquí lo hicieron catedrático de teología, y luego rector del colegio de S. Javier. Siéndolo todavía, la Congregacion Provincial lo envió por su procurador á Roma. En este encargo manifestó una rara prudencia, desempeñando con acierto todos los negocios confiados à su cuidado; algunos de los cuales eran, por cierto, bien graves y complicados. Vuelto á Chile con la lucida y numerosa mision que habia reunido en Europa, fué dos veces rector del colegio máximo, algunos años catedrático de teología y al mismo tiempo examinador sinodal. A más de esto, predicaba frecuentemente, con voz viva y expresiones elocuentes, que movian y convencian á su auditorio. Muchos de sus sermones se imprimieron; y aunque se resienten de los defectos de su siglo, tienen bastante mérito, por su vasta erudicion sagrada y profana; y en aquel tiempo eran muy apreciados. La oracion fúnebre que predicó en la muerte del Ilmo. Sr. de la Puebla, hizo mucho ruido aun entre los sabios. Escribió igualmente un curso completo de filosofía, á saber, lógi– ca, metafísica y principios de física, en estilo peripatético; pero con solidez y tino, sobre todo en la metafísica. Se imprimió en Génova en 1709 en tres tomos de á fólio mayor.

CAPITULO V

1. Situacion de Nahuelhuapi.—2. Fué mision del P. Mascardi.—3. El P. Felipe determina restablecerla.-4. Es rector de Chiloé.-5. Su venida á Santiago.-6. Consigue el permiso de los superiores.-7. Y la autorizacion del gobierno.-8. Inaugura su mision.—9. Los indios le enseñan los rezos.-10. Sus costumbres.-11. Su pobla– cion.-12. Llega allá el P. Guillermo, y el P. Felipe va á Chiloé.-13. Doctrina á sus conductores.-14. Vuelve á Nahuelhuapi.-15. Premia el Señor la conducta intachable de algunos.—16. El P. Felipe va á Valdivia.-17. Muerte consoladora de una india, y de un niño.-18. Recorren las tolderias con singular fruto.-19. Un hechicero abofetea al P. Felipe.-20. Le exigen ofrendas para el huecubú.—21. Una india lo salva.-22. Muerte del P. Felipe.-23. Fruto de la mision de Culé.

1. En la falda oriental de los Andes, entre los 39° de latitud sur y el estrecho de Magallanes existen vastas regiones, fáciles de recorrer, por no tener encumbradas serranías, ni espesos bosques, ni muchos rios caudalosos; las cuales estaban en aquella época pobladas de numerosas tribus salvajes. En medio de ellas se halla una espaciosa laguna de agua dulce, llamada Nahuelhuapi; de la cual sale el caudaloso rio Limay, uno de los principales afluentes del rio Negro, que desemboca en el mar de la Patagonia donde existe hoy dia la ciudad del Cármen. Aquellas remotas y pacíficas gentes habian excitado la conmiseracion de los jesuitas, que, lastimados de su abandono é infidelidad, deseaban ardientemente ampararlos, comunicarles las verdades del santo Evangelio y ponerlas en camino de salvacion. Para centro de operaciones de la nueva conquista, que para el Reino de Cristo habian resuelto emprender, escogido habian aquella laguna, por estar á los 41° 2′ latitud sur, y á los 70° 44′ longitud oeste de Greenwich; y por lo tanto, con facilidad de entrarse en ella ya por Valdivia, ya por Chiloé. Su clima no era benigno, por hallarse en tal latitud á unos quinientos ochenta y cuatro metros de elevacion sobre el nivel del mar, con una gran serranía al naciente, y otras menores al sur, y considerables lomadas al norte, continuacion ó extremos de las cuchillas que se desprenden de la cordillera de los Andes; cuyos picos culminantes están constantemente cubiertos de nieve, enfriando extraordinariamente aquellas regiones.

2. Sin embargo, prefirieron aquel punto á otros de clima más bonancible, por la posibilidad de evangelizar desde allí á los indios poyas, puelches y pehuenches, y otras muchas tribus, que vagaban al norte y al sur de la gran laguna, y se extendian tambien hacia el nacimiento de ella. Este habia sido el teatro de las apostólicas tareas del venerable mártir el P. Nicolás Mascardí, por el cual tanto habian suspirado los de la Compañía, como dijimos hablando del P. José de Zúñiga, y á donde pretendian abrirse paso por Culé, segun arriba advertimos; y Dios se lo abrió por Chiloé, enviando allá al intrépido

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