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misionero, de quien daremos á continuacion una sucinta noticia, ya que no podrá ponerse su biografía despues de su muerte, por no haber podido adquirir la que de él escribió su compañero el P. Guillermo.

3. Este era el P. Felipe Vanden-Meren, llamado vulgarmente de la Laguna, por significar su apellido en el idioma flamenco «de los mares ó de las lagunas.>> Habiendo nacido en Malinas á 8 de Octubre del año 1667 (1), vino á Chile con el P. Viñas; y fué enviado á las misiones de Chiloé en el de 1702. Corriendo aquel archipiélago, segun costumbre, llegó á las islas de Calbuco; y en los dias que demoró en ellas fueron allá algunos indios puelches, naturales de la provincia de Nahuelhuapi, á solicitar la amistad de los españoles, y á pedir misioneros, asegurando que ellos y sus gentes todavia se acordaban de las oraciones y doctrina que treinta años atrás les habia enseñado el Padre Mascardi; cuyas virtudes recordaron con elogio, particularmente el amor y caridad con que los habia tratado. Suplicaron al P. Felipe que tuviese á bien de irse á sus tierras, protestando que lo tratarian bien, le levantarian casa é iglesia, oirian sus doctrinas, y procurarian todos hacerse buenos cristianos. Él, recibiéndolos con gran cariño, les manifestó el consuelo con que oia sus ofrecimientos, y el deseo que tenia de secundar sus buenos propósitos. En testimonio de su amor y aprecio les hizo algunos obsequios, y les brindó con un vaso de vino, que ellos no quisieron recibir, alegando haberles encargado el P. Mascardí que no lo bebiesen (2). Pasando más allá de estos cumplimientos dos ó tres de ellos le dijeron que se querian confesar. Esta peticion sorprendió gratamente al P. Felipe, quien, antes de acceder á ella, quiso examinarlos en la doctrina; y reconociendo que no solo la sabian de memoria, sino que la entendian, y particularmente la santidad y la eficacia del sacramento de la penitencia, y las disposiciones necesarias para recibirlo, los confesó.

4. Desde entonces creyó haber llegado al término de sus deseos, y encontrado la preciosa margarita, que venia buscando desde Flandes. No pudiendo partir con aquellos puelches, por no tener el permiso necesario de sus superiores, ni del gobierno, les prometió que iria á sus tierras cuanto antes pudiera; y desde luego se resolvió á vencer cuantas dificultades se ofrecieran para aquella empresa, aun previendo, como preveia, que no serian pequeñas. Pero veamos cómo dispuso Dios las cosas, para que las allanase más fácilmente. Poco despues, es decir, por Diciembre de aquel mismo año llegó un pliego del muy R. P. General para esta Provincia, en el cual venia nombrado rector de Chiloé el P. Matías Merlebek; y por haber este fallecido, fué nombrado en su lugar nuestro P. Felipe. Juntamente vino facultado el P. Provincial para darle à este la profesion de cuatro votos, sí, despues del exámen de universa philosophia et theologia, lo hallaba con la ciencia competente. Por Marzo de 1703 recibió el P. Felipe su patente de rector, y la órden de venirse á Santiago, si se resolvia á dar su exámen.

(1) Catálogo de la Provincia de Flandes de aquella época, el cual se conserva en Malinas. —(2) P. Olivares, cap. xvii, § 7.

5. Muy perplejo se halló con esto; sintiendo el retirarse por algunos meses de sus caras misiones, y tambien el renunciar á la profesion de cuatro votos, no por vanidad o ambicion, sino por no dejar de cumplir lo prescrito en nuestro instituto. Resuelto estaba á la renuncia, cuando en el dia de san José, por cuya intercesion creia haber recobrado la salud en el año antecedente, sintió una vehemente mocion interior que le decia: «No te he hecho rector para que «te quedes en Chiloé, sino para habilitar tu persona, y facilitarte que vayas á «Santiago á tratar de la mision de los poyas, y que trabajes en ella hasta la «muerte. Para esto está detenido este buque en el puerto: resuélvete; y al «punto tendrá viento favorable.» Persuadido el P. de que esta habla le venia de Dios, resolvióse á seguirla. Por hallarse á la sazon en el puerto del Chacao, pronto logró embarcarse; y navegando con viento favorable hasta Valparaiso, llegó á Santiago á principios de Abril.

6. Al mes de su llegada dió su exámen general; y á 19 de Mayo, dia de la pascua del Espíritu Santo, hizo la profesion solemne de cuatro votos. Consagrado así irrevocablemente y por toda la vida al servicio del Señor, negoció con los superiores el permiso para fundar su deseada mision. No le fué difícil conseguirlo, por desearlo ellos tanto como él; y viendo que espontáneamente se ofrecia á esta árdua empresa, resuelto à superar las grandísimas dificultades que presentaba, y á sufrir las excesivas privaciones é indecibles trabajos que en lugar tan remoto necesariamente le aguardaban, le dieron de su parte el permiso que pedia, con tal que él mismo agenciase el del Gobernador. Por creer sumamente difícil el conseguirlo, acudió primero á las oraciones de los nuestros, de las religiosas y de otras almas piadosas; y negociando así el favor del cielo, se presentó á su Excelencia, y entabló su peticion de un modo que, 'por singular, merece ser contado.

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7. Puesto en su presencia, pidió un crucifijo; y con él en las manos, se hincó, y leyó devota y fervorosamente este voto: «Yo, Felipe de la Laguna, de «la Compañía de Jesús, prometo à la santísima Trinidad, delante de María san<«<tisima y de toda la corte celestial, que diré treinta misas y ayunaré treinta «dias á pan y agua para la prosperidad eterna y temporal del Sr. Gobernador «y presidente D. Francisco Ibañez de Peralta, caso que me concediese hoy lo «que vengo á pedirle à favor de los indios puelches y poyas.» Sorprendióse su Excelencia; y creyendo, en virtud del fervor y sencillez del P., que aquel era negocio de Dios, lo despachó favorablemente (+). Faltaba aún el acuerdo de la junta, que no se obtuvo hasta el 1.° de Octubre, en que la fundó jurídicamente, con quinientos pesos de sínodo para cada uno de los PP. misioneros (1); pero, como se sabia que esta no desairaria á su presidente, se dió por

(+) Así lo refiere el P. Olivares en el cap. xvII, § 7 de su Historia de la Compañía. Mas el P. Nyel en las Cartas edificantes, tomo V, pag. 22 de la edicion francesa dice: «que el buen «P. habia escrito este su voto en un papel, y que habiéndosele perdido por la calle, habia «sido presentado al Gobernador, el cual lo estaba leyendo cuando el P. le pidió audiencia.»> La edicion de las mismas en aleman expresa el hecho con las mismas circunstancias en una carta, que parece ser resúmen de la recien indicada.-(1) Archivo del ministerio del interior.

cierta su fundacion. Divulgóse esta noticia por toda la ciudad, y la recibieron todos con tanto entusiasmo, que, no obstante la pobreza de este Reino, en solos tres meses que el P. Felipe demoró en Santiago, le dieron de limosna los adornos y las alhajas necesarias para la casa é iglesia, y tres mil pesos en plata, para subvenir á los demás gastos de la nueva mision.

8. Con estas provisiones partió hácia ella á 13 de Noviembre (1); y vencidas con grande intrepidez todas las dificultades del largo camino, que hizo por tierra, pasando por Valdivia, llegó solo á Nahuelhuapi el 23 de Diciembre; porque en el camino se le enfermó en tanto grado el P. José María Sessa, su compañero, que no pudiendo proseguir su viaje, se vió precisado á refugiarse á la mision más inmediata, con el objeto de curarse. En Nahuelhuapi fué muy bien recibido de Huepú y Bartolomé Canicura, indios puelches, y de Maledica, indio poya, los cuales desocuparon un toldo, ó sea rancho armado con cueros de vaca y de caballo, situado en la márgen boreal de la laguna; y hospedándolo en él lo trataron lo mejor que fué posible à su cortedad y pobreza.

9. Lo que más complació al celoso misionero fué que Canicura recordaba todavía, despues de treinta años, las oraciones y doctrina que habia aprendido del P. Mascardí (+); por cuya mano habia sido bautizado (2). Y las recordaba de manera, que fué repitiendo así el Padre nuestro, el Ave-María, el credo y otras oraciones, como las preguntas y respuestas del catecismo, con tal precision y claridad, que el P. Felipe las iba escribiendo; cosa que le fué muy útil, por diferenciarse bastante de la de los araucanos la lengua de aquellos puelches. Aprendiólas el P. de memoria; y cada dia las rezaba con todos los indios que allí habia; los cuales pronto se aumentaron, porque, divulgándose la noticia de su llegada, venian de la caza, su ocupacion ordinaria, y de sus habitaciones distantes, á obsequiar al misionero y á oir sus pláticas y sermones.

10. Al hablar del P. Mascardí ponderamos las buenas disposiciones de estas tribus, que en ciertos puntos no estaban tan maleadas como las de la Araucania; sin embargo, se hallaban mucho más atrasadas que ellas en cuanto á gobierno é ideas morales y religiosas. La autoridad de los ulmenes ó caciques y de los toquís ó gobernadores generales se usaba poco, y no estaba tan bien reglamentada. Por lo contrario, hasta las mujeres gobernaban algunas veces. Reconocian la necesidad del matrimonio; pero admitian la poligamia, y hasta la poliandria; y este vicio, tan raro aun en las naciones más bárbaras, tenia lugar entre ellos con la mayor frecuencia, y con regular armonía; pues cuando el un marido salia á la caza, el otro le sustituia, y para cuando saliesen los dos, algunas mujeres tenian hasta un tercero, sin que de ordinario fuese esto causa entre los maridos de celos ni de discordias. Los vicios contra la naturaleza no eran frecuentes, pero se miraban con poco horror; á no ser el atentar

(1) Carta del P. Nyel en la coleccion alemana de las Cartas edificantes, rotulada: NewWelbot.-(+) Lo repetimos para que enmudezcan los que decian que los jesuitas no enseñaban la doctrina á sus indios.-(2) P. Olivares, cap. xvII, § 7.

contra la vida, ó la persona del prójimo. La idea de un Dios criador, ó no existia entre estos puelches, ó erá tan confusa, que no la daban claramente á conocer; pero sí reconocian la existencia de una causa oculta, que les podia hacer el bien y el mal. A ella atribuian todas las cosas buenas ó malas, cuya causa inmediata no comprendian; y la llamaban chahuelli, así como los araucanos la llamaban huecubú (1). No les faltaban frutas silvestres con que hacer chichas, para embriagarse de vez en cuando; pero no eran muy dados á este vicio.

11. La poblacion no podía ser mucha; puesto caso que el país, por su excesiva frialdad, pocos frutos producia; y no teniendo bosques, tampoco podia ser abundante la caza, de la que principalmente se mantenian sus moradores. Con todo, como la jurisdiccion era muy dilatada, por no decir que sin límites conocidos, tomada en junto la gente que lo habitaba no era tan poca, que no subiera su número à muchos millares de personas. Esta mision se llamó de Ntra. Señora de los pehuenches y puelches; aunque los PP. decian de los puelches y poyas. Indios pehuenches son los que moran en los pinares, que se dan abundantemente en las faldas y quebradas de la cordillera. Puelche quiere decir indio del naciente; por lo cual daban los chilenos este nombre á los de Nahuelhuapi, y estos se lo daban á los de las Pampas. Los que vivian á uno y otro lado de la laguna de Nahuelhuapi se llamaban poyas; denominándose del norte los que vivian de allí hácia Mendoza, y del sur los demás. De las relaciones hechas por los misioneros se deduce, como acabamos de indicar, que entonces su número ascendia á muchos millares. Y ahora ¿cuántos son? Los reconocedores de nuestros dias ni rastro han encontrado de humanos vivientes al oeste de dicha laguna; rarísimas familias se han conservado al naciente de ella, y algunas más se encuentran bajando por el rio Limay.

12. Un mes estuvo solo el P. Felipe, ocupado en hacer los ejercicios espirituales, y en catequizar unas cuarenta personas, que halló reunidas. Otra importante diligencia, que en aquellos dias practicó, fué buscar el lugar más á propósito para la mision; y creyó serlo uno situado en un buen puerto, al norte de aquella laguna navegable, à la que se dió el nombre de Nahuelhuapi, ó sea, isla del tigre, en atencion à una isla de este nombre, que está en medio de ella. Prefirió el misionero este lugar, á causa de hallarse en aquel costado el mayor número de indios. Por haberse tomado con empeño en estos últimos años el reconocimiento de aquellas regiones, y haber querido, cuando menos los periodistas, dar á entender al público que los nuevos colonos alemanes eran descubridores de rios y lagunas navegables antes desconocidos, extractaremos las noticias que de ellos nos da el P. Olivares (2), y copiaremos una carta del mismo P. Felipe. La laguna de Nahuelhuapi, formada con las aguas que se descuelgan de la cordillera por el rio Frio y otros torrentes, tiene doce leguas de largo y de cuatro á seis de ancho, sin contar algunas ensenadas. Despues se va angostando, y forma un rio grande como el de Maipú, llamado comunmente

(1) P. Olivares, cap. xvII, § 8.-(2) P. Olivares, cap. xvi, § 8.

el Limay; que á unas veinte leguas afluye en el rio Negro, el cual desemboca en el mar atlántico en el Puerto del Carmen, llamado comunmente Patagones. A la vista de Nahuelhuapi, por el oeste, está el volcan de Anon, cerro que se eleva unos tres mil metros sobre el nivel del mar; por lo cual descuella sobre los demás, hallándose por su altura siempre cubierto de nieve. A este volcan le daban tambien los naturales el nombre de Tronador; porque habian notado, ó creido notar, que cuantas veces pasaba alguien junto à él, despedia como un gran trueno; por el cual pretendian saber los poyas cuándo les iba gente por aquel lado. El mismo P. Olivares asegura que en su tránsito lo oyó tronar dos veces. Como la causa de tan espantable ruido, y precisamente en tales circunstancias, les era desconocida, y en razon de su sencilla piedad temian aquellos PP. que estuviese algun demonio encerrado allí, con ánimo de impedir pasasen los misioneros á convertir aquellas gentes á nuestra santa fe, lo exorcizaban, mandándole que saliese de la montaña, y no inquietase á los pasajeros. Y aun se dice que este fenómeno no es privativo de este volcan; sino que se experimenta con frecuencia en otros cerros de Catamarca y Tucuman. De ser el hecho verdad, nos hallaríamos, á nuestro modo de entender, con una especie de detonacion eléctrica, cuya causa inmediata y más probable no pasamos á explicar, por no creerlo propio de este sitio.

13. En vez del P. Sessa fué mandado á Nahuelhuapi el P. Juan José Guillermo, que llegó allá el 20 de Enero de 1704; y á los dos dias de su arribo partióse el P. Felipe de la Laguna á Chiloé, en busca de operarios, herramientas y otros objetos, para trabajar su casa é iglesia (1). He aquí la carta, con que él mismo dió razon de su viaje. «A 22 de Enero salí para Chiloé, nave«gando unas lagunas horribles, no sin riesgo de la vida, por ser las embarca«ciones de estos indios pequeñas y malas; anduve las dos montañas á pié, por«que no se puede de otra suerte; y es el camino tan malo, que no tengo yo «palabras para explicarlo. Tambien se pasa un rio caudaloso llamado Peulla, «<sobre piedras agudas y guijas; y este es el mayor trabajo, porque se ha de «vadear más de veinte veces, y en algunas partes llega á la cintura y más; «y está tan rápido, que si alguno cae en su corriente, tiene gran riesgo de la «vida. Pasé la primera montaña descalzo, con una cruz, y trayendo en una «bolsa el breviario y mis libros de devocion. Llegando á la cumbre tuvieron «estos nuevos catecúmenos compasion de mi debilidad; y por verme los piés «<algo lastimados, me obligaron á calzarme unas zapatillas de cuero de vaca «<crudo, que traian hechos para sí. Son á manera de botines; y con esta corta <defensa y reparo tuve algun descanso y alivio; aunque apenas me podia man«<tener en pié, trepando por árboles caidos, y palos atravesados, pasando por «<muchos y penosos pantanos. En una isleta del rio Peulla encontré con dos «españoles de Chiloé, y eran Miguel Velasquez y Lucas Almonacid, con seis «indios de Calbuco; y admiré la providencia de Dios con esta mision, y para <«<con mi persona; porque, á no haber venido esta gente tan impensada, hubié

(1) P. Olivares, cap. xvII, § 8.

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