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ronado como Inca, en tanto que la insurreccion se propagaba á las provincias inmediatas. Gracias á la presencia casual del teniente coronel Villalta, y á la decision del obispo y de los eclesiásticos seculares y regulares, se organizó la resistencia y se salvó la ciudad.

Pero el ejemplo y las proclamas de Tupac-Amaru propagaron instantáneamente el fuego de la rebelion á todas las provincias situadas entre el Tucuman y el Cuzco; pocas poblaciones se mantenian por el rey: en Chayanta se renovaron los desórdenes, exacerbándolos, en vez de aplacarlos, la audiencia de Charcas con poco prudentes medidas: la prision de Tomás Catari en la ciudad de La Plata irritó á dos de sus hermanos, que no tardaron en reunir siete mil indios, con los cuales se presentaron amenazadores é insolentes delante de la ciudad pidiendo algunas cabezas, poniéndola en consternacion y obligando á hacer cortaduras en las calles para su defensa. Una partida que tuvo el arrojo de salir á buscar los rebeldes hubiera perecido toda á no protegerla en su retirada varias columnas de la ciudad (16 de febrero, 1781). De cobarde era motejado por los vecinos el comandante general don Ignacio Flores, y de tal manera se vió ya picado en su honra que tuvo que disponer una salida con las milicias y paisanos, en la cual ahuyentaron los indios haciendo prisioneros á los Cataris, que murieron en horca.

Mas la satisfaccion de este pequeño triunfo fué bien pronto turbada con la noticia de los terribles excesos y trágicas escenas ocurridas en la villa de Oruro, donde los indios, excitados por dos hermanos turbulentos, y no obstante los esfuerzos del celoso corregidor Urrutia y de algunos buenos patricios, como tambien de las comunidades religiosas, cometieron horribles asesinatos, habiendo español á quien arrancaron de entre los pliegues del manto de la Virgen de los Dolores para clavarle el puñal. Las alarmas allí se reproducian todas las noches con caractéres tan sangrientos, que los mismos hermanos Rodriguez que habian provocado la sedicion tuvieron que pedir auxilio á los españoles para escarmentar aquellas hordas de foragidos.

Y todavía estos horrores no eran comparables á los que en otros puntos estaban perpetrando los feroces indios. Aquí degollaban dentro de un templo á cien sacerdotes y mil personas más, sin reparar en edad ni en sexo; allá sacrificaban barbaramente á un español con su esposa y seis hijos, entre ellos uno apenas salido del seno materno; en otra parte acababan á golpes á un respetable párroco al pié del ara santa y con el Señor Sacramentado en las manos. Los eclesiásticos y los corregidores eran las víctimas que escogian con frecuencia aquellos tigres de raza humana. Cuerpos de tropas fueron enviados de Buenos-Aires, que con actividad asombrosa salvaron largas distancias

en persecucion de aquellos desalmados rebeldes, por entre asperezas y desfiladeros, distinguiéndose por su decision el teniente coronel de dragones, don José Reseguin, que guiado y auxiliado por algunos celosos párrocos, sorprendió en Tupiza (17 de abril, 1781) al caudillo de los sediciosos y á ciento sesenta más de los principales de ellos. Sofocó las turbulencias de otros pueblos, condenó al último suplicio á los cabezas de motin, y entró triunfante en La Plata. Servicios semejantes estaba prestando por otro lado la columna mandada por el teniente coronel capitan de granaderos de Saboya don Cristóbal Lopez, y merced á los esfuerzos de tan bizarros gefes iban siendo escarmentadas las salvages hordas de la provincia de Buenos-Aires, aunque les faltaba mucho todavía para volverle el reposo, casi toda ella rebelada y hecha teatro de crímenes horrendos (1),

Era, no obstante, Tupac-Amaru quien acaudillaba en el Perú mas formidable y mejor dirigida hueste, como quien tenia mas representacion por su linage y aventajaba á todos en despejo. Instantáneamente habia reunido una falange de diez mil hombres, y hay

(1) Relacion compendiosa de los principales hechos acaecidos en la sublevacion del Perú, que principió en mayo de 1780.-Carta del obispo de Cuzco al de la Paz.-Angelis, Coleccion de obras y documentos relativos à la historia antigua y moderna del Rio de la Plata.-Informe del fiscal de la audiencia de Cha

cas sobre la tragedia ocurrida en la villa de Oruro.-Partes de Reseguin y del gobernador Mestre al virey de Buenos-Aires.-Lista de los corregidores que han muerto en las sangrientas manos de los indios sublevados desde la provincia de Tinta, etc.

quien afirma que llegaron á agruparse en derredor de su bandera hasta sesenta mil, de ellos casi una tercera parte armados á la europea. Montaba él un caballo Ibanco, y vestia un lujoso trage, con ciertas insignias que simbolizaban la soberanía (1).

Era el empeño principal de este caudillo apoderarse del Cuzco, antigua capital de los Incas sus ascendientes. Con arrogancia se presentó delante de ella al frente de millares de indios al comenzar el año 1781. A batirle salieron diferentes veces los poquísimos soldados españoles que habia en la ciudad, pero auxiliados por los comerciantes y por los mismos eclesiásticos, que bajo el mando del dean del cabildo se presentaron armados en socorro de aquellos pocos valientes, lograron obligar á Tupac-Amaru á replegarse sobre su provincia, y á reconcentrar allí su gente; bien que probablemente le movió más á ello la noticia de haber salido contra él fuerzas de Lima mandadas por el mariscal de campo don José del Valle, y por el visitador don José Antonio de Areche, los cuales incorporando á las tropas veteranas los muchos indios auxiliares que se les ihan presentando llegaron á reunir

(1) Ferrer del Rio, que consagra á esta rebelion un capítulo entero, á la cual William Coxe dedica dos solas páginas, describe así el trage del cacique rebelde, tomándolo de una relacion contemporanea: Trage azul de terciopelo galoneado de oro, y eucima la camiseta ó unco de los indios, cabriolé de grana, sombre

ro de tres picos, y como insignias de la dignidad de sus antepasados, llevaba un galon de oro ceñido á la frente, y del propio metal una cadena al cuello, con un sol al remate. Sus armas eran dos trabucos naranjeros, pistolas y espada.-Historia de Carlos II. libro V., cap. 5.

un cuerpo de diez y siete mil hombros, número admirable, atendiendo á que todas las tropas españolas estaban ocupadas en la guerra de la Gran Bretaña.

Hácia la provincia de Tinta se encaminó el general Valle (9 de marzo, 1781), dividida su gente en seis columnas. Penosa por demás y á prueba de paciencia y sufrimiento fué la marcha: áspero y escabroso el país, cortado por riscos y montañas, de cuyas cumbres y laderas los hostigaban manadas de indios; lluvias, nieves y granizadas; falta de mantenimientos; poblaciones abandonadas y desiertas; refriegas continuas con los eneinigos emboscados; no hubo género de trabajos y penalidades que no pasáran, hasta que al fin divisaron el campamento de Tupac-Amaru en una escarpada eminencia, orilla de un rio. Logró Valle desalojarlos de allí, trepando valerosamente sus veteranos hasta la cima de la montaña. Al siguiente dia batieron y derrotaron los españoles á un cuerpo de más de diez mil rebeldes, entre los cuales estaba Tupac Amaru, que merced á la ligereza de su caballo se salvó vadeando el rio con no poco riesgo de su persona. Entró Valle con su gente en la ciudad misma de Tinta, de donde habia huido la familia del cacique. Las disposiciones que tomó para perseguirla dieron su fruto. El coronel don Ventura Larda tuvo la fortuna de aprisionar al famoso Tupac-Amaru: su muger Micaela Bastidas, sus dos hijos Hipólito y Fernando, y

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