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selini, que aprobó el soberano, y que fueron revalidadas después (1786). De este modo se completó el sistema pacífico que se habia propuesto Cárlos III. para sus fines políticos con las potencias infieles.

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Así pudo decir un poco mas adelante con fundada satisfaccion el conde de Floridablanca en su célebre Memorial al rey: Tiene ya V. M. por estos medios libres los mares de enemigos y piratas desde los reinos de Fez y Marruecos en el Océano hasta los últimos dominios de! emperador turco en el fin del Mediterráneo. La bandera española se ve con frecuencia en todo el Levante, donde jamás habia sido conocida, las mismas naciones comerciantes que la habian perseguido indirectamente la prefieren ahora con aumento del comercio y marina de V. M. y de la pericia de sus equipages, y con respeto y esplendor de la España y de su augusto soberano.

«Se acabó en estos tiempos la esclavitud contínua de tantos millares de personas infelices, y el abandono de sus desgraciadas familias, de que se seguian indecibles perjuicios á la religion y al Estado, cesando ahora la estraccion contínua de enormes sumas de dinero, que al tiempo que nos empobrecian pasaban á enriquecer nuestros enemigos, y á facilitar sus armamentos para ofendernos. En fin, se van poblando y cultivando con indecible celeridad cerca de trescientas leguas de terrenos los mas fértiles del mundo en las costas del Mediterráneo, que el terror de los piratas

habia dejado desamparados y eriales. Pueblos enteros acaban de formarse con puertos capaces para dar salida á los frutos y manufacturas que proporciona la paz y la proteccion de V. M. De todas estas cosas vienen avisos contínuos, que V. M. recibe, y no cabe la relacion de ellas en este papel. »

«Asegurada la paz externa (continuaba Floridablanca), pensó V. M. en darle, si es posible, mayor seguridad con los enlaces que adoptó entre su real familia y la de Portugal.

Comprendiendo, en efecto, Cárlos III. la conveniencia de estar en estrecha amistad y alianza con una nacion tan vecina, como que forma parte de la península ibérica, destinada á ser hermana de la española, ya que no fuesen las dos, como en otro tiempo, una misma, dedicóse á estrechar con nuevos lazos las relaciones de parentesco que unian ya las familias que ocupaban ambos tronos. Y así, con el sigilo con que acostumbraba á tratar estas cosas, negoció y llevó á cabo el doble enlace de su tercer hijo el infante don Gabriel con la infanta de Portugal doña María Ana Victoria, y el de la infanta doña Carlota, primogénita del príncipe de Asturias, con el infante don Juan de Portugal, hijo segundo de aquellos monarcas. Las dobles bodas se celebraron en Lisboa y en Madrid (marzo y abril, 1785), con general alegría de ambos pueblos, y no sin alguna envidia de otras naciones, que no dejaban de conocer las ventajas de la union polí

tica de los dos reinos peninsulares. El gusto con que Cárlos III. hizo estos matrimonios le mostró bien en la generosidad y largueza con que remuneró á todos los que habi n intervenido en los tratos (1).

No dejó de agriar el contento de estas bodas la muerte del infante don Luis, hermano del rey, que sobrevino á los pocos meses en el pueblo de Arenas (7 de agosto 1785). Este principe, á quien Cárlos amaba mucho, y á quien frecuentemente llevaba consigo en las espediciones de caza, vivia retirado desde que contrajo matrimonio desigual, ó de conciencia, bien que con el permiso del rey su hermano, con doña Teresa Vallabriga, dama aragonesa de una ilustre familia de aquel reino, de la cual dejaba tres hijos, que Carlos III. tomó bajo su proteccion, y prometió recomendar á la del que le sucediera en el trono, fiando desde luego su educacion al arzobispo de Tole

(1) «A nuestro embajador en Portugal, conde de Fernan Nuñez, se le dió plaza con sueldo en el Consejo de Estado; al marqués de Lourizal, embajador en Madrid, se le dió el Toison; á don José de Galvez, que leyó y firmó las capitulaciones, el titulo de marqués de la Sonora, libre de lanzas y anatas; al marqués de Llanos, que pasó á las entregas, plaza tambien efectiva en el Consejo de Estado; al duque de Almodóvar el empleo de mayordomo mayor y caballerizo de la infanta portuguesa; se ofreció encomienda para su hermano el Patriarca que hizo los matrimonios; y en fin, hasta los capellanes de Honor de la jornada obtuvieron pensiones

y otros particulares algunas gracias de la munificencia de V. M.-Floridablanca, Memoria.-Fernan Nuñez, Compendio.

Quiso el marqués de Lourizal, añade aquel ministro, persuadirme que correspondia concederme el Toison, como gracia que se habia hecho á varios ministros de Estado mis antecesores, y aun al marqués de la Ensenada sin serlo....... Repugné y contradije á Lourizal..... diciendo que mi premio consistia en la satisfaccion que resultaba á V. M. de mis tales cuales servicios, sin intriga ni maniobra para mis adelantamientos, etc.>>

do don Francisco Lorenzana (1). Cárlos dió muestras de haber sentido mucho la muerte de su hermano

menor.

De otro género eran los disgustos con que seguia mortificándole su hijo el rey de Nápoles. En otra parie hemos hablado ya del desórden de aquella corte y de los escándalos de aquel palacio, producidos por los desarreglos del rey, y por las ligerezas y falta de recato de la reina tan contrario á la severidad de costumbres de Cárlos, y al órden y moralidad que se advertia en todo lo que le rodeaba. Cuantos esfuerzos habia hecho el monarca español para apartar de tan mal camino á sus hijos los reyes de las Dos Sicilias y para moralizar aquel palacio y aquella córte que no podia menos de mirar con interés, habian sido infructuosos y tanto, que tomó el partido prudente, aunque doloroso, de no comunicarse con su propio hijo. Solo cuando le vió totalmente estraviado en política como lo estaba en la vida privada, y que amenazaba una

(1) Este infante don Luis, último hijo de Felipe V. y de Isabel Farnesio, es el que obtuvo el capelo de cardenal á la edad de diez años; mas no teniendo temperamento á propósito para el celibato, ni carácter para acomodarse á la severidad y pureza de costumbres que aquel estado, y mas en el que ocupa altas dignidades, requiere, renunció la mas elevada de la iglesia española, solicitando le autorizase el rey su hermano para poderse casar con la dama que fuese mas de su

agrado. Alcanzado el real permiso, casó el infante don Luis (junio de 1776) con doña Teresa de Vallabriga, bien que sometiendose á la privacion de los títulos y honores á que le sujetaba la reciente pragmática real de 23 de marzo de 1776 sobre matrimonios desiguales.-Los tres hijos que dejó el infante don Luis fueron, el que luego veremos cardenal de Borbon y arzobispo de Toledo, la condesa de Chinchon, y la duquesa de San Fernando.

ruptura escandalosa por la imprudente conducta de Fernando á consecuencia de los matrimonios de los infantes é infantas españolas y portuguesas, creyó de su deber aconsejarle que separase al ministro que así le precipitaba, lo cual bastó para que se le imputára que queria influir y aun mandar en Nápoles. Amargamente y como un padre justamente resentido se quejaba Cárlos de la ingratitud de su hijo, y de su comportamiento con el padre á quien debia el trono, y con los ministros españoles y todo lo que pertenecia á España (1).

Era en verdad la única córte que á la sazon causaba disgustos á Cárlos III. Con las demás estaba bien, y fué el período en que pudo entregarse con más sosiego á las mejoras de la administracion interior, que fueron muchas, como luego habremos de ver, restándonos ahora dar una idea de la política del gobierno español para con las demas potencias, despues de las anteriores guerras y de las recientes paces y alianzas que acababa de celebrar.

Confiesan los historiadores estrangeros, y en esto hacen justicia á Cárlos, que en esta época no solo procuró evitar que España se viese comprometida en nuevos conflictos á causa de las animosidades que habia dejado la guerra anterior, sino que empleó, y no sin fruto, su intervencion con otras naciones á fin de man

(1) Instruccion del rey al em- cia entre Aranda y Floridablanca bajador de Viena. Corresponden

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