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La publicacion de las Obras de don Manuel José Quintana1, tan conocidas y estimadas de todo el mundo, es, sin embargo, una novedad en la BIBLIOTECA DE AUTORES ESPAÑOLES, pues ningun otro autor vivo figura en este magnífico panteon literario que la constancia de un particular va labrando á las glorias nacionales. Verdad es que por una parte la fama no ha aguardado á la muerte de este eminente escritor para calificar de verdaderamente clásicas sus producciones, y que por otra, el SEÑOR QUINTANA, que frisa con los ochenta años, hace tiempo arrimó á un lado la ilustre pluma que tantos laureles le ha valido en ambos mundos ; mas ya que no ha concluido diferentes escritos que tenia proyectados, felicitémonos á lo menos de ver reunidas en un tomo las obras que han suministrado y suministran á la juventud tan útiles lecciones, y de que la buena salud de su venerable autor le permita en su edad avanzada prestar este último é importante servicio á las letras españolas.

Cuando se trata de un escritor tan justamente celebrado como el' SEÑOR QUINTANA, es ocioso detenerse en encomios que no pueden añadirle el menor realce. Cuantos han leido sus odas, sus vidas de españoles célebres, sus críticas literarias, le rinden un tributo de admiracion y respeto, le estudian como á uno de los maestros mas doctos, y le proclaman á una voz patriarca de nuestra literatura y uno de sus mas insignes restauradores; pues hallándose esta postrada y corrompida cuando el SEÑOR QUINTANA Vió la luz del mundo, recibió lecciones del inolvidable Melendez Valdés, y fué entre sus alumnos positivamente el mas esclarecido y el que después se ha levantado á mas merecida gloria.

¿Quién ha podido negarle jamás el renombre de gran poeta? La musa del patriotismo le ha inspirado sus mas altas concepciones, y los ecos majestuosos de sus cantos enardecieron el corazon de los hijos de España en la época por siempre memorable en que el opresor de Europa fué por ellos vencido y humillado. Presentó dignamente en la escena al héroe de Covadonga, celebró las proezas del magnánimo defensor de Tarifa, evocó la sombra del vencido en Villalar por la fortuna, llamó á juicio en el panteon del Escorial á los reyes que encadenaron á España, estragándola con victorias adquiridas á fuerza de montes de oro y de raudales de sangre; ensalzó la paz que dió nombre á un príncipe, puesto en la mas alta grandeza y sumido luego en el mas imponderable infortunio; ensalzó la empresa del que propagó en América la vacuna, lloró la rota de Trafalgar, tronó formidable contra la usurpacion francesa, y se extasió viendo el armamento unánime de las provincias españolas. Tambien consagró su acento á la magia de la hermosura, á los pesares de la ausencia, á las glorias del canto y á las maravillas del baile. Hubiéranle bastado para inmortalizarse sus brillantes odas Al mar y A la invencion de la imprenta; pero la musa del patriotismo fué constantemente la predilecta de QUINTANA ; tanto, que con leer sus poesías y saber algo de historia contemporánea, se puede venir en conocimiento de la suerte que en los años de 1814 y 1823 cabria al que enriqueció la literatura española con tesoros tan inapreciables.-En el entusiasmo es un Tirteo, un Pindaro en la grandeza, y un Horacio en la severidad; sus odas servirán siempre de modelo donde quiera que se hable la hermosa lengua de Cervantes.

No contento el SEÑOR QUINTANA Con haberse perfeccionado en las reglas del buen gusto estu

La impresion de las obras que comprende el presente tomo ha sugerido al señor don Antonio Ferrer del Rio, sincero admirador del señor QUINTANA, el artículo que insertamos y que nos ha remitido con este objeto. Agradecidos, como es nuestro deber, al favor que nos dispensa, sentimos únicamente que no le haya sido posible explanar mas sus reflexiones, y completar así el interés con que nuestros lectores recibirán este volúmen.

VI

diando á nuestros poetas de todos los tiempos, coleccionó sus obras selectas y las dió á la imprenta en obsequio de la juventud, no sin enriquecerlas con observaciones y noticias y juicios críticos, que en lo relativo á la poesía, sobre que versan exclusivamente, enseñan y satisfacen mas que lo que otros eruditos antiguos y modernos han escrito acerca de la propia materia en historias mas ó menos extensas de la literatura de nuestra patria.

Tambien el lauro de historiador ilustre orla dignamente las sienes del gran poeta. Plutarco español pudiéramos denominarle por el propósito que concibió de escribir las vidas de nuestros varones célebres. Majestuoso en la narracion como Tito Livio, profundo como Tácito en los juicios sobre las personas y los sucesos, diestro en la manera de abarcarlos y ponerlos en relieve como Salustio, á cada página se descubre la clásica educacion literaria con que el SEÑOR QUINTANA ha sabido beneficiar su eminente talento. ¡Lástima que en España haya estado tan poco generalizada la aficion á los estudios graves, y que esta enfermedad diste mucho todavía de curarse radicalmente! Vergonzoso es en verdad que mientras de las Vidas de españoles célebres se ha vendido dificilmente una edicion no muy numerosa en su patria, se hayan agotado siete en los Estados Unidos. Si un historiador no gozara inefables delicias en revolver archivos, y hojear legajos, y descifrar documentos malamente borroneados, para ilustrar la época á que dirige sus investigaciones y procurar el triunfo de la verdad y la enseñanza de los estudiosos; si después de haber dado cima á largas y penosas tareas, no recibiera el pláceme de los hombres doctos de todos los países; si no viera sus obras juzgadas con aplauso en las revistas extranjeras, mientras en los periódicos españoles deben aspirar únicamente á que se inserte tal cual anuncio de ellas, consagradas como están sus columnas, fuera de la parte política, á pregonar un dia y otro las glorias y alabanzas de las bailarinas y cantantes extranjeras, que por cada noche de funcion reciben lo que bastaria á mantener durante un año á dos familias honradas; si no se sintiera animado del noble deseo de dejar en el mundo alguna noticia mas de su existencia que la partida de bautismo de su parroquia, y un nombre en la losa de su sepultura, que sea conocido y respetado por mas individuos que los de su familia; ciertamente que deberia arrojarse la mas brillante pluma con ademán desdeñoso y con enérgico menosprecio.

Afortunadamente el SEÑOR QUINTANA, cuyo glorioso renombre nos ha inspirado tan sentidas quejas, es celebrado en toda América y Europa, y reimpresas ó traducidas, sus obras se encuentran en todas partes. ¿Qué importa pues que al fin de una vida laboriosa, y después de lograr que nadie le dispute la primacía literaria, viva modestamente y atenido á su haber de jubilado?

Dentro de pocos dias se manifestará en uno de los teatros de la corte el panorama del Misisipi hermosamente trasladado á un gran lienzo, y una noche y otra se verán llenas las localidades todas con gran aplauso del público y de los diarios, á quienes parecerán escasos los mas insignes elogios. Y entre tanto el hombre observador encontrará desiertas las librerías en que, gracias al SEÑOR QUINTANA, pueden verse en un panorama mucho mas precioso al Cid Campeador, personificacion eterna del heroismo y la constancia ; á Guzman el Bueno, que en magnanimidad y esfuerzo patriótico no cede á nadie la palma; á Roger de Lauria, el marino mas célebre que se halla en los fastos de las naciones desde el predominio de Cartago hasta el descubrimiento del nuevo mundo; al príncipe de Viana, respetable por sus virtudes, admirado por sus talentos, simpático por sus tribulaciones; à Gonzalo de Córdoba, conocido por el Gran Capitan entre propios y extraños; à don Alvaro de Luna, que medio siglo antes que Cisneros hubiera acabado con el anárquico poder de los magnates, si no hubiera querido para sí lo que les quitaba á ellos, y si como enérgico y entendido, pudiera llamársele sencillo y desinteresado.

No pequeña parte de sus investigaciones ha dirigido el SEÑOR QUINTANA á la historia de América, por cuya suerte se interesa de una manera verdaderamente amorosa. Desde que elogiando la empresa de la propagacion de la vacuna, puso en boca de aquella region privilegiada

estos versos:

Los mismos ya no sois; pero ¿mi llanto
Por eso ha de cesar? Yo olvidaria

El rigor de mis duros vencedores;
Su atroz codicia, su inclemente saña,
Crimen fueron del tiempo, y no de España;

mostró claramente el SEÑOR QUINTana su modo de pensar sobre la conquista de aquel hemisferio así, alabando el gran mérito del descubridor del mar del Sur, Vasco Nuñez de Balboa, y del conquistador del imperio de los Incas, Francisco Pizarro, se declara por la opinion exagerada del llamado apóstol de las Indias, Fray Bartolomé de las Casas. Crueldades hubo en las conquistas del mundo de Colon y de Isabel I. ¿Qué hazaña de estas no las produce, aun en los tiempos actuales, en que el buen sentido va tributando su admiracion y sus aplausos á otro espectáculo que al de las batallas, y á otros héroes que los perturbadores de la paz del mundo? De gran peso es para nosotros el parecer del SEÑOR QUINTANA; pero nos atreveriamos á decir que su grande amor por la justicia le hace muy severo contra los que, seguidos de un puñado de hombres, que en el dia, con mas recursos y medios ofensivos, no bastarian para apoderarse de un desmantelado castillo, plantaron la cruz del Gólgota y el pendon de Santiago en dilatadísimas regiones.

Al SEÑOR QUINTANA se atribuye tambien el manifiesto de la junta Central á los americanos, en que se les llamaba á entrar en la condicion de hombres libres, como si hasta entonces hubieran sido esclavos, como si las leyes de Indias no fueran una elocuentísima protesta contra las declamaciones que han producido la independencia y la ruina, y amenazan la disolucion de hermosos países, prósperos y tranquilos bajo el cetro de España. Hoy mismo es allí una opinion proverbial esta que trascribimos y que pudiera considerarse hija de un ciego patriotismo; es el pensamiento dominante en la Historia de la revolucion de Méjico que está dando á luz el juicioso y muy ilustrado guanajuateco don Lúcas Alaman, que fué representante de su país nativo en las cortes españolas de 1820.

Entre las vidas de españoles célebres figuran, aunque insertas en la parte literaria, las de Cervantes y Melendez Valdés; superior la primera á cuantas se han escrito de aquel grande hombre, hija la segunda del amor de un discípulo á su maestro.

Por las vicisitudes y persecuciones del SEÑOR QUINTANA carecemos de tres importantes tragedias: Roger de Flor, Blanca de Borbon y el Príncipe de Viana; por su escrupulosidad y por el deseo de aclarar un punto histórico no tenemos entre las vidas de españoles célebres la del duque de Alba, ya casi concluida; pues habiendo visto insinuado en algun escritor que aquel personaje habia intercedido por los condes de Hors y de Egmont, no quiso pasar adelante sin confirmar con algun documento accion tan digna de loa; y no habiéndolo encontrado, ha preferido arrinconar lo escrito á decir una alabanza sin estar convencido de ella, ó á hacer al de Alba ejecutor de una crueldad, teniendo la duda de si en verdad se opuso á ella.

Termina el presente volúmen con unas cartas escritas á lord Holland, sobre la revolucion española, que por primera vez salen á la luz pública, y merecieran haber salido de la oscuridad hace mucho tiempo. Son documentos muy notables, escritos con concienzuda mesura y en el sentido de la opinion mas avanzada, precisamente en el tiempo en que mas arreciaban los peligros y las persecuciones.

Siento carecer de habilidad y tiempo para pagar un tributo de admiracion al hombre á quien tanto debo en mi carrera literaria: sus afectuosos y profundos consejos me han servido de guia, y sus sinceros aplausos de aliento para arrojarme á nuevas tareas. Tome á lo menos en cuenta el SEÑOR QUINTANA, y sírvame para mis lectores de disculpa, la circunstancia de que le dedico los últimos instantes que permanezco en Madrid, su patria y la mia, puesto ya el pié en el estribo para retirarme á realizar un deseo que de tiempo atrás me anima: que el gran Cárlos III tenga una historia de su célebre reinado escrita por pluma española.

Madrid, 31 de diciembre de 1851.

ANTONIO FERRER DEL RIO.

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