Obras escogidas, Volumen2

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Librería de los Sucesores de Hernando, 1910 - 444 páginas
 

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Página 66 - ¡Pobrecita princesa de los ojos azules! Está presa en sus oros, está presa en sus tules, en la jaula de mármol del palacio real; el palacio soberbio que vigilan los guardas, que custodian cien negros con sus cien alabardas, un lebrel que no duerme y un dragón colosal.
Página 142 - Se escucha el ruido que forman las armas de los caballeros, los frenos que mascan los fuertes caballos de guerra, los cascos que hieren la tierra y los timbaleros, que el paso acompasan con ritmos marciales.
Página 115 - Por eso ser sincero es ser potente; de desnuda que está brilla la estrella; el agua dice el alma de la fuente en la voz de cristal que fluye de ella.
Página 155 - Los que auscultasteis el corazón de la noche, los que por el insomnio tenaz habéis oído el cerrar de una puerta, el resonar de un coche lejano, un eco vago, un ligero ruido... En los instantes del silencio misterioso, cuando surgen de su prisión los olvidados, en la hora de los muertos, en la hora del reposo, sabréis leer estos versos de amargor impregnados...
Página 66 - ¡Calla, calla, princesa —dice el hada madrina—, en caballo con alas, hacia acá se encamina, en el cinto la espada y en la mano el azor, el feliz caballero que te adora sin verte, y que llega de lejos, vencedor de la Muerte, a encenderte los labios con su beso de amor!
Página 143 - Las bellas mujeres aprestan coronas de flores, y bajo los pórticos vense sus rostros de rosa; y la más hermosa sonríe al más fiero de los vencedores.
Página 89 - La espuma, impregnada de yodo y salitre, ha tiempo conoce su roja nariz, sus crespos cabellos, sus bíceps de atleta, su gorra de lona, su blusa de dril.
Página 136 - Juventud, divino tesoro, ¡ya te vas para no volver! Cuando quiero llorar, no lloro, ¡ya veces lloro sin querer!
Página 118 - La latina estirpe verá la gran alba futura: en un trueno de música gloriosa, millones de labios saludarán la espléndida luz que vendrá del Oriente, Oriente augusto, en donde todo lo cambia y renueva la eternidad de Dios, la actividad infinita. Y así sea Esperanza la visión permanente en nosotros, ¡ínclitas razas ubérrimas, sangre de Hispania fecunda!
Página 133 - Las estrellas son vuestras. (Apenas brilla, alzándose, el argentino sol y la estrella chilena se levanta...) Sois ricos. Juntáis al culto de Hércules el culto de Mammón; y alumbrando el camino de la fácil conquista, la Libertad levanta su antorcha en Nueva York.

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