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8.a Consiguiente á los principios anunciados en la base anterior, se proclamará el más inviolable respeto á las personas y propiedades, el completo sacrificio de agravios y resentimientos particulares, y la más exacta disciplina militar.

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Y 9. Se prohibirá toda estorsion á los pueblos, prescribiéndose que en los suministros que fuere necesario exigírseles para el servicio público, se observe la mayor regularidad, y la más exacta cuenta y razon para precaver todo abuso.»

Mina, uno de los principales actores en aquellos sucesos, estendió sus proclamas, de acuerdo en un todo con tales bases, que halló muy conformes con sus ideas, diciéndolo así á la junta, y añadiéndola en otro escrito, que habia llegado el dia de presentarse en la lid, por lo que opinaba que sus indivíduos debian permanecer reunidos para la continuacion de todos los negocios pendientes y los que pudieran ocurrir.

Así lo acordó la junta, que subsistió reunida, á pesar de la ausencia de su vocal don Vicente Sancho, quien como jefe militar, iba á las órdenes de Mina.

Procediendo con la mejor armonía, á pesar de los que trataban de romperla, se adoptaron por unos y otros las primeras providencias para la invasion en España. Al general Espinosa se le previno pasase los Alduides, á la Banca, encargarse del mando de la provincia de Navarra', desde el valle de Roncal hasta Vera, en relevo del coronel Barrena, que tenia este encargo y debia operar á sus órdenes.

Barrena y Sarasa, estaban destinados por Mina para invadir con sus reclutas las montañas de Roncesvalles, á las órdenes de Espinosa, con los oficiales don Leon Iriarte y don Juan Ignacio Noain.

El general Plasencia debia entrar por Oloron, llevando á sus órdenes al coronel don Patricio Dominguez, á Moncasi, al canónigo Barber y otros conocedores del país, con doscientos soldados.

Lopez Baños con las tropas reunidas en Perpignan, se reuniria á Mina.

Los generales Quiroga, Burriel y Castellar, y el coronel Gutierrez Acuña, Corral y otros, tenian tambien su destino.

Todo así dispuesto á principios de octubre, comenzó á introducirse la discordia entre los mismos jefes, cuando más necesaria era la union. Mina trató entonces de acelerarlo todo para no dar lugar á la lucha de las pasiones, y si el general Mendez Vigo, y los coroneles Valdés y De Pablo-Chapalangarra-, no quisieron ponerse á sus órdenes, aunque si auxiliarle obrando independientes, todos los demás jefes, en vista de esta falta de union, se reunieron y espontáneamente redactaron y fir maron un acuerdo reconociendo por general en jefe para la empresa de libertar á la patria de la esclavitud en que se encontraba, al teniente ge

neral don Francisco Espoz y Mina, sometiéndose enteramente á sus órdenes con arreglo á la ordenanza (1).

INVASION LIBERAL.

LX.

Noticioso el gobierno español de los proyectos de los emigrados, acercó tropas y realistas á la frontera, y espidió el famoso decreto de 1.o de octubre, prodigando la pena de muerte hasta por tener correspondencia con los emigrados; retrocediéndose al funesto año de 1825, pues hasta el decreto de 18 de agosto se renovó.

Con más precipitacion que cordura, y hostigado por los franceses, penetró el primero en España por la parte de Valcárlos el coronel De Pablo; hízole frente Eraso con sus realistas, y al arengarles el liberal le contestaron con una descarga de la que cayó herido, muriendo á poco, ejecutando los realistas horribles atrocidades sobre su cadáver.

Sin temor á este resultado invadió Valdés la Navarra por Urdax, el 13, con unos 420 hombres; Gurrea penetraba á la vez por la parte de Jaca, y Mateo y Baiges en Cataluña por la Junquera, siendo éste rechazado a poco, pues ni se le unieron los que se le habian ofrecido, ni supo conducirse debidamente, y á Grases, Miranda, San Miguel, y á los que trabajaban por la parte de Perpiñun, se les pasaba el tiempo en conferencias y preparativos, en vencer algunas veces obstáculos, y en crearlos otras, aunque sin mala intencion.

En los primeros dias de setiembre marcha don Evaristo San Miguel á Perpiñan, con Cuetos, para disponer de acuerdo con Grases, Miranda y Gurrea la entrada en Cataluña, y solo encuentra 400 ó 500 hombres, sin armas ni vestuario, sin inteligencias en el interior con plazas ni con cuerpos; que unos obraban con demasiada prudencia como Miranda, y otros, como Milans, con demasiada precipitacion, que estaban rodeados de espías del conde de España, que pasaban los dias en la inaccion é incertidumbre, y cuando del 21 al 25 se estaban haciendo los preparativos para entrar, á pesar de los gastos que habia que hacer, comparados con los fondos que tenian, entraria la gente vestida á la cosa

(1) Firmaron este acuerdo en Bayona el 9 de octubre 1830 los generales Butron, Espinosa, Lopez Baños, y Plasencia, el brigadier Sancho, los coroneles Lasaña, San Clemente, Alejandro O'Donnell, Fermin de Iriarte, Jáuregui, Corral, Amor, Cea, Aranza, y Arbilla; los comandantes Ariño, Velarde, Oro, Lillo y Castañon; los tenientes coroneles Losada, Coloria y Alonso y el intendente Marquina, adhiriéndose además Miranda, San Miguel, Milans, y Grases, que residian en Perpiñ an, y Vazquez, Roselló, Gurrea y Dominguez que estaban en otros puntos de la frontera, aun cuando muchos no lo hacian de buena voluntad.

ca, se consumia el dinero, habia impaciencia, se aumentaban las dificultades de entrar, y como si esto no fuera bastante, los catalanes que se hallaban en Perpiñan formaron una junta que entendiese en los negocios de su país, escluyendo á los que no eran catalanes: ninguno tenia una peseta, pero se constituyeron; dieron el mando á Milans y el de segundo á Baiges, se adhirieron algunos oficiales, á los que se dejó de pagar por orden de San Miguel, se aumentó la discordia, aun cuando mediaron cartas y conferencias, y en medio de esta situacion empezaron las invasiones dispuestas en Bayona.

A la vista de las autoridades y de todo el pueblo de esta ciudad, revistó Mina su gente en la noche del 18, contando trescientos hombres, y cincuenta que constituian la compañía sagrada, compuesta toda de oficiales, algunos de ellos ancianos, que hacian el oficio de soldados de la patria. Municionó á todos á la luz de las antorchas que alumbraban aquella escena, animóles y se emprendió acto contínuo la marcha. Allí iba de jefe de estado mayor O'Donnell, don Alejandro, é iban los generales Butron y Lopez Baños, los coroneles don Fermin Iriarte, y Jáuregui, que marchaba de vanguardia; encargado de la hacienda, el ex-teniente don Florentino Arizain; de pagador, don Ignacio García; de capellan, don Agustin de Apezteguia, y á su lado los paisanos don Vicente Castilla y don José María de la Trueba. De ayudantes de Mina, don José Perez de Mesa y don José Clemente. Y Amor, Oro, Lasaña y otros, tomaron tambien parte de varios modos.

Al amanecer del 19 descansaron en el bosque de Zugarti, término de Saint-Pe, y al anochecer continuaron la marcha, apareciendo con el nuevo dia cerca de Vera. Poco antes en Oliete, último lugar de Francia, se presentó á Mina el jefe de una columna de tropas francesas que observaba sus movimientos, diciéndole que tenia órden de desarmarle; pero mostró le faltaba la voluntad, y se dieron ambos la mano, deseándose mútua felicidad.

El 20 permaneció Mina en las alturas de Vera, repartió las proclamas para que circularan por los pueblos; dió la órden del dia, y publicó el bando general.

En la proclama que dirigió á los españoles, les decia que era llegado el dia de mostrarse á la faz del mundo con la nobleza y dignidad propias de la nacion. «Marchitados en 1823 los laureles adquiridos en la guerra de la independencia, y hollados todos nuestros derechos, desde entonces, y como de tropel, han caido sobre la nacion desgracias, persecuciones, muertes; gobernando á los españoles el capricho, la desenfrenada codicia, la arbitrariedad siempre, la crueldad á veces.-No recordemos ya tamaños males sino para poner término á ellos, uniéndonos los hijos de tan desdichada patria con un lazo fraternal é indisoluble.

TOMO I.

17

No proclamemos el absolutismo ni la licencia: imitemos á la Francia, que acaba de darnos el ejemplo trazado en otro siglo por la Inglaterra: imitemos sus instituciones, y echaremos las dos grandes bases de la prosperidad de los Estados: la libertad y el órden. La nacion española, por medio de sus representantes, y amaestrada por la esperiencia, adoptará un gobierno que asegure los derechos de los españoles y las prerogativas de la corona: abrirá las fuentes de la riqueza pública. terminará las desavenencias de América, pondrá coto al espantoso derroche de los caudales públicos y á los fraudes introducidos en el crédito, y hará respetar la deuda y contratos anteriores. A mí me toca ahora animar á los españoles, y acelerar la llegada de tan venturoso dia: á este fin volvemos á España, acogeremos á los que se nos unan, y establecemos por divisa: Olvido de lo pasado; union, libertad, y órden para el porvenir.»

Tal es el resúmen de aquella proclama sin fecha, esparcida en el «Campo del honor y de la reunion de los españoles. >>

En su segunda, fechada en 19 de octubre, recordaba Mina á los militares, sus compañeros, sus anteriores hechos en pro de la libertad española, imitados en Nápoles, Portugal y el Piamonte; el proceder del ejército francés cuando la revolucion de julio en París; deduciendo de aquí el deber en que estaban de seguirles y de unirse, deponiendo ante las aras de la patria resentimientos, pasiones é intereses, para hacer renacer la confianza, establecer la union, y afianzar el imperio de la ley.«Militares del ejército, milicianos provinciales, voluntarios realistas allá vamos con los brazos abiertos y con los pechos desnudos. Venid á reuniros con nosotros: allá vamos á abrazaros á todos como hermanos. ¡Execracion eterna al primero que dispare! ¡Que la sangre fratricida selle su frente indigna para siempre! Nosotros nunca seremos los agresores, y vosotros, antes de serlo, pondreis la mano sobre vuestros nobles pechos, cubiertos acaso de gloriosas cicatrices, y vuestros corazones os dirán si vale más ser los instrumentos viles del despotismo, que los generosos restauradores de la libertad. »

A los milicianos provinciales les decia que el gobierno les arrancaba de sus labores y del lado de sus familias para tomar las armas, y «¿contra quiénes? Contra nosotros, que ningun mal os hemos hecho; contra nosotros, que proclamamos unas leyes que tanto favorecen á los labradores; contra nosotros, que somos vuestros paisanos y vuestros hermanos.» Les estimulaba á desoir los consejos de quienes les incitasen á encender la guerra civil, que sería la recíproca matanza, el mútuo esterminio, la viudez de sus mujeres y horfandad de sus hijos, y les ofrecia el regreso al seno de sus familias.

A sus compatriotas y camaradas se dirigia en una corta proclama, resumiendo lo que decia en las anteriores, y concitando á dar el ejem

plo de obediencia á la voluntad comun, y de respeto y sumision á la conveniencia pública.

El último de los documentos, que señaló Mina con el número 5, era un bando que honra á los insurrectos (1).

Con tales precedentes, se aproximó á Vera al amanecer del 21, con la columna en órden de combate, enviando á Tolosana como parlamentario de paz, á los doscientos cincuenta carabineros que guarnecian la casafuerte, al mando de dou Claudio Ichazo, quienes al oir el toque de parlamento huyeron en varias direcciones. Corrió Mina tras ellos para que se le unieran, pero era tal su pavor, que no le atendieron, temiendo ser degollados por haber hecho fuego dias antes á la partida de Lequia. Si hubieran oido al parlamentario, todos se agregan á Mina, y quizá tuviera otro éxito la empresa. Pero la espedicion de Lequia, además de haber sido infructuosa, desbarató el influjo moral que habria dado la union de aquellos doscientos cincuenta hombres, cuyo aumento material era importante.

Omitiremos dar cuenta de los combinados planes de invasion, para darla de los hechos, que fueron los que tuvieron consecuencias.

Con la entrada de Mina en Vera retrocedieron las fuerzas que acosaban á Valdés, que era tambien de los invasores por la parte de Urdax, y se puso en comunicacion con él, tratando de hacerlo con De Pablo, cuando supo su desgraciado fin en Valcárlos, cuyo incidente causó á Mina tristes presentimientos.

El 22, dejando una pequeña guarnicion en Vera al mando de Mendiondo, fué á acampar en las alturas de Lesaca, donde se le reunieron el 23 don Agustin de Jáuregui, Sancho y otros. El 24 se avistó con Valdés, y el 25, enviando á éste á ocupar el campamento que dejaba, se movió para llamar hácia sí las fuerzas que le salian al frente. Al medio dia llegó á las alturas de San Marcial, y destacando alguna fuerza sobre Irun, ahuyentó á sus defensores, y le ocupó sin dificultad.

Hasta entonces no hallaban contrariedad los invasores; pero Llauder, que les perseguia, se mostró activo, el temporal les empezó á perjudi car, y la abundancia con que antes se lisonjeaban se convirtió en es

casez.

Despues de algunos sufrimientos, se reunieron la mayor parte de las fuerzas en Vera, donde pasaron la noche del 26. Mina quedó separado de ellas. Al siguiente dia emprendió um movimiento contra la retaguardia de una columna enemiga, que desde Guipúzcoa, en combinacion con

(1) Véase, número 21.

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