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contribuyeron las medidas que tomó Cristina en cuanto fué habilitada el 6 de octubre, para el despacho de los negocios

Al dia siguiente saludó el público alborozado sus primeras providencias, el indulto á los presos, y la apertura de las universidades literarias: y á pocos dias enjugó muchas lágrimas y abrió más y más á la esperanza el corazon de los liberales el célebre decreto de amnistía, que restituyó á su patria á los más ilustres ciudadanos, y en que tanta gloria cupo á don José Cafranga.

Ya habia este ministro, tolerante y justo, espuesto al rey la legalidad de conferir á la reina el despacho de los negocios, citándole ejemplos históricos, con que decidió su ánimo á firmar el decreto de 6 de octu bre; y cuando se trató de la amnistía, la presentó á SS. MM. como un acto de reparadora justicia más bien que de gracia, pues los que se hallaban en presidio habian cumplido el tiempo de sus condenas, y la mayor parte de los desterrados. Recibióse, sin embargo, como un favor el decreto del 15, y al aparecer el dia inmediato en su reimpresion las palabras de bien à pesar mio (1), con que demostraba Cristina sus deseos de que no hubiera esclusion alguna, ya que la hacia de los «que tuvieron >> la desgracia de votar la destitucion del rey, y los que habian acaudi»llado fuerza armada contra su soberanía,» (2) llegó á su colmo el entusiasmo por Cristina.

Igual al júbilo que causó entre los liberales este decreto, fué el sentimiento que esperimentaron los carlistas, sentimiento que se aumenta ba á la par que se afirmaba la vida del rey, no con mucho contento de estos, porque veian agruparse alrededor de la cuna de Isabel á los constitucionales.

Si fuera de palacio se iha engrosando este partido, en la régia cámara la infanta doña Luisa Carlota se mostraba con energía defensora de Isabel, animando con su decision á Cristina, tanto por amor á la princesa, como por rivalidad á doña María Francisca. Así se la vió en todas aquellas críticas ocasiones, al frente de todos los planes con que fueron destruidos los que fraguaban los carlistas, y estimulando á su hermana Cristina en favor de los liberales, que la debieron muchos beneficios.

(1) Tal vez sea equivocada nuestra opinion sobre este hecho, que no será, sin embargo, destituida de fundamento. Nosotros creemos que no fué un error de imprenta ese elocuente bien á pesar mio, que tanto cautivó á los liberales al otro dia, sino un golpe maestro de política, que revela el mayor talento, y que tanta fuerza dió y puso tau en relieve esas frases, mostrando todo lo que se debia esperar de su autora. Asi se comprendió tambien entonces por las personas de razon.

(2) Véase el documento núm. 23.

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El relevo de las autoridades, y las consecuencias que trajo consigo la modificacion de la política, despertando las esperanzas de unos y destruyendo las de otros, encendian el fuego de las pasiones, ardientes en uno y otro sentido en algunos puntos de la Península. Fueron más allá; y traspasando los mares, produjeron en la pacífica Mallorca una bullanga, á causa de no estar iluminado el teatro de Palma el dia del cumpleaños de la princesa Isabel, á pesar de haber ofrecido la oficialidad del regimiento de Soria, por medio de su coronel don Baldomero Espartero, costear el alumbrado.

En el Ferrol, donde se hallaba de gobernador militar y político don Tomás Zumalacarregui, coronel del regimiento infantería de Estremadura, 14 de línea, pudo haber serios conflictos, por las antipatías que mediaban entre la tropa de línea y la marina; pero fueron prudentes las autoridades. Sin que ningun resultado confirma se los planes de que se culpó á Zumalacarregui, mostróse gravemente ofendido de que se pusiese en duda su lealtad; y aunque mediaron lisonjeras manifestaciones entre el jefe del arsenal y el de la plaza, despues de haber estado próximos á un rompimiento, separóles un abismo, que fueron ensanchando posteriores acontecimientos.

En Santiago, fué serio el proyecto: tratóse de reunir á los voluntarios realistas bajo pretesto de ejercicio, dar la voz de alarma, impedir la salida del general Eguía, y proclamar á Cárlos V; pero faltó valor para la ejecucion.

No sucedió lo mismo en Alicante: los voluntarios realistas, al ver el entusiasmo con que acogian los liberales el decreto de amnistía, se presentaron de uniforme y en grupos por las calles, para imponer y castigar á los que no victoreaban al rey absoluto; permitiéndose el gobernador de la plaza algunos escesos contra los liberales, por lo que fué depuesto.

Fray Lorenzo de Bélgida, religioso capuchino, y don José Armengol, comandante de realistas, avanzan más, y forman una partida, saliendo al campo. Reclutan alguna gente, pero perseguidos, caen prisioneros, y son enviados al presidio de Ceuta; licenciándose y dándose pasaporte para los pueblos de su naturaleza á seis comandantes, once exentos, ocho brigadieres, diez sub-brigadieres, cincuenta y seis cadetes y trescientos dos guardias de corps, por la conjuracion que tramaron y las autoridades impidieron.

Revolvíanse en diferentes puntos los hombres más entusiastas é impacientes de ambos partidos, y se esparcian papeles subversivos, haciéndose de este modo comprometida la situacion del gabinete, sin que Sanara mucho la de los liberales con algunas proclamas, como la que interceptó Quesada en el campo de Gibraltar aclamando á don Pedro de Portugal rey de España.

Crecia la inquietud. Podia muy bien compararse el Estado á una nave envejecida en medio de un mar borrascoso, impelida por contrarios vientos; y aun sin saber que derrotero tomar. Apremiaban tanto las circunstancias, que hubo de dirigirse la reina á la nacion, esponiendo sus desvelos en obsequio de la prosperidad de una monarquía á que se gloriaba pertenecer; porque «tambien soy española, decia, por orígen, por eleccion y por cariño.» El piadoso amor de los españoles para con su rey, añadía, habia interesado su ternura hasta el estremo de no sosegar sin obtener las providencias que se habian publicado, las que se anunciarian, y las que se creian capaces de cicatrizar las llagas que debilitaban el cuerpo del Estado; y si estas providencias, bendecidas por los hombres sabios y prudentes, eran desatendidas por algunos pocos obcecados, que postergaban el bien palpable á quiméricas esperanzas de por. venires inciertos, caería sobre su cuello la cuchilla ya levantada, cualquiera que fuese el conspirador ó cómplices, entendiéndose tales, los que osaren aclamar, ó seducir á los incautos para que aclamasen otro linaje de gobierno que no fuese la MONARQUIA SOLA Y PURA (1).

ZEA.

LXIX.

Tambien en el estranjero preocupaba la marcha política del gobierno español. Cada uno la comentariaba, avanzando en sus juicios hasta donde le llevaban sus pasiones.

Zea, desconocido en España, fué recibido con frialdad, aguardandose para juzgarle sus primeros actos Agradó verle condenar tácitamente el sistema de Calomarde, que huia á la sazon disfrazado de fraile, y se previó una época de bienestar para la nacion. Y si bien dictó un motivo honroso Ꭹ nacional sus primeros actos, pronto los partidos les interpretaron á su sabor, hallando el liberal en aquellas providencias un motivo de reaccion favorable á su causa, y juzgándolas los absolutistas como el guante arrojado en medio del palenque de la suya.

(1) Decreto de 15 de noviembre de 1832, publicado en Gaceta estraordinaria.

Zea, al notar esta tempestad que dentro y fuera del reino se formaba, creyó prudente conjurarla, y espidió al efecto su famosa circular de 3 de diciembre de 1832, manifestando que habia llegado á noticia de la reina, que habian cundido en el estranjero ideas equivocadas acerca del estado de cosas en España, atribuyéndose á su gobierno miras que nunca habia tenido, y suponiéndole la intencion de variar de sistema, por lo que deseosa de desvanecer estos errores, para evitar las funestas consecuencias que si se acreditasen pudieran acarrear, le ordenaba hiciese clara y sencilla manifestacion de la marcha invariable que de conformidad con la espresa voluntad del rey, estaba firmemente resuelta á seguir, así en la administracion del reino como en las relaciones con los aliados y amigos.

Congratúlase por el honroso decreto de amnistía, diciendo que, «la reina está decidida á llevarle á debido y cumplido efecto, con una perseverancia igual al espíritu de generosidad que lo ha dictado; que ha tomado tambien S. M. otras providencias, con solo el designio de promover la union, la concordia y la felicidad de sus pueblos; que la religion. en todo su esplendor; los reyes legítimos en toda la plenitud de su autoridad; la completa independencia política; las antiguas leyes fundamentales; la recta administracion de justicia, y el sosiego interior, que hace florecer la agricultura, el comercio, la industria y las artes, son los bienes que anhela el pueblo español..... y por tanto S. M. la reina se declara enemiga irreconciliable de toda innovacion religiosą ó política que se intente suscitar en el reino, ó introducir de fuera para trastornar el órden establecido, cualquiera que sea la divisa ó pretesto con que el espíritu de partido pretenda cubrir sus criminales intentos. Más no por eso debe entenderse que S. M. se negará á adoptar en los diferentes ramos de la administracion pública, aquellas mejoras que la sana política, la ilustracion y los consejos de los hombres sábios y verdaderamente amantes de su patria indiquen como provechosas.... »

Ofrece luego, será conservada y respetada la independencia de España, así como esta guarda la fé de los tratados; y protestando que no se quebrantaria la neutralidad con Portugal, en tanto que usen de la misma conducta las demás naciones, hasta la solucion de la lucha que entre sí empeñaron los dos príncipes de la casa de Braganza; concluye manifestando sus deseos de ver consolidada la paz general de Europa, y prescribiendo á todas las autoridades se ciñan estrictamente á cuanto va manifestado, como «acuerdo unánimemente aprobado en el consejo de ministros que la reina se habia dignado presidir en persona.>>

Zea trataba de establecer en España su favorito despotismo ilustrado, sin comprender era imposible aunar las estremas opiniones de los partidos, cuya division se profundizaba rápidamente, sirviendo para comple

tarla el acto que tuvo lugar el último dia de 1832, en el que con real aparato declaró solemnemente el monarca «nulo y de ningun valor y efecto, como arrancado en las angustias de su enfermedad y por sorpresa» el decreto que derogaba la pragmática-sancion de 29 de marzo de 1830.

Zea confiaba en sus esfuerzos, y al ver la oposicion que sus mismos compañeros mostraban á algunos de sus actos, les puso en el compro miso de amoldarse completamente á sus ideas, ó abandonar sus puestos, como lo hicieron más adelante Fernandez del Pino, Encima y Piedra y Ulloa.

Más desembarazado aun Zea con la destitucion de otros elevados personajes, que no participaban de sus opiniones, se le presentaba espedito el camino y parecia que no habia de hallar obstáculos su marcha política. Gozaba del favor del monarca, tenia prestigio en el estranjero, y en el reino no estaba aun la oposicion fuertemente pronunciada, por que era demasiado diplomático para que se decidiera con franqueza por ninguno de los partidos. En verdad que tampoco trataba con más personas que con los representantes de las naciones estranjeras, con quienes pasaba muchas horas en discusiones diplomáticas, hablando á cada uno en su respectivo idioma. Encerrado casi siempre en la secretaría, creia gobernar desde ella la nacion, creyendo conseguirlo con una policía que le abrumaba diariamente con multitud de partes, y chismes, de los que daba cuenta exacta al soberano.

PROCLAMAS Y PASQUINES.

LXX.

Interesaba á los amigos de don Cárlos sostener el espíritu de sus numerosos correligionarios, y empezaron á escribir proclamas y pasquines que por su enérgico laconismo, y por el poco recato de las espresiones halagaban á los suyos del vulgo, é inflamaban su fanatismo. Diariamente aparecia alguno en diferente sentido, dándoseles importancia en Avila, en Aguilar de Campóo, en Leon, Madrid y otras poblaciones. En la primera fué depuesto el comandante general don Juan Bautista Guergué, tio del don Juan Antonio á quienes veremos despues al frente del ejército carlista.

Entre las proclamas que circularon, fué la más notable, y la que más alarmó al gobierno, una que apareció en Guipúzcoa (1); causó más sen

(1) Véase el documento, número 24.

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