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sacion por ser el primero de estos documentos clandestinos, esparcidos por los agentes de don Cárlos.

No fueron estériles estos llamamientos: en Villaverde y otros pueblos, se organizaron varias partidas realistas bajo la enseña de «no reconocer los derechos de la rcina, y si solo al rey mientras viviese; y muerto éste, al infante don Cárlos.» Protegidos por algunos párrocos que les facilitaban recursos, vagaron unos cuantos dias, hasta que acudieron tropas y se dispersaron, cayendo varios prisioneros.

Cupo esta suerte á don Juan Bautista Campos y España, jefe principal de aquella sublevacion. Vino á Madrid preso; y «en atencion á las declaraciones que hizo en descubrimiento de la conspiracion y de la existencia de la junta revolucionaria, por comision de la cual habia obrado; y por la indulgencia ofrecida por S. M. por aquellas revelaciones, se le indultó de la pena capital, y se le devolvieron sus grados y condecoraciones militares, confinándole á la plaza de Ceuta.»>

En Madrid se trató de alterar la tranquilidad pública; hubo grupos, tiros al aire, vivas al rey y mueran los negros, peroraciones en los cafés de la Estrella y de los Dos Amigos; pero intervino la tropa, y se apaciguó el naciente tumulto.

REEMPLAZO DEL CONDE DE ESPAÑA.

LXXI.

En Barcelona, existia un objeto de cruda saña para los catalanes: el conde de España. Al presentarse á reemplazarle Llauder, á quien intentaron detener en el camino el conde de España y Villemur, desobedeciendo de este mcdo las órdenes soberanas, el pueblo se agrupó al paso de su nuevo jefe, demostrando un júbilo, que no exageró Llauder en su parte. En medio de estas manifestaciones, sale el conde de España á felicitar á su sucesor, y su presencia trasforma los sentimientos de aquel pueblo gozoso, que insulta y apedrea al que á tantos catalanes lanzó á la eternidad. No pasaron á más vias de hecho los descontentos: les halagaba la ventura de su nueva situacion, y dejaban marchar y perdonaban al que hasta en sus últimos momentos de mando parecia ser su mision afligir á la humanidad, pues hizo cuanto estaba de su parte para impedir los efectos de la amnistía, é inutilizó papeles que salvaban á muchos desgraciados (1).

(1) Retirado en Oust, donde poseia una módica hacienda, estaba siempre en la cama para eludir la órden del gobierno francés de trasladarse á Orleans, bajo la vigilancia de la alta poli

Culpábase á los emigrados de abusar de la generosidad con ellos tenida; y prescindiendo de lo justa que pudiera ser aquella generosidad, «<amnistiar á los emigrados, á los encausados, á los proscriptos y perseguidos del bando liberal, en aquel instante, dice un escritor (1) en su interrumpida Historia de la Regencia de Cristina, no era ciertamente otra cosa que llamarles en ayuda de la monarquía, y contratar con ellos una muy descubierta alianza. Desde ese punto no entraban los liberales como perdonados, no se olvidaba el liberalismo; entraban como auxiliares manifiestos, y habia de dárseles parte en el poder, y habia de tenerse consideracion con sus ideas. La amnistía era su convocacion contra el partido de don Cárlos: era levantar su estandarte, proclamando tal á la princesa Isabel.»>

ULTIMOS PLANES DE LOS EMIGRADOS

LXXII.

Mina se puso de acuerdo con los españoles que residian en los Estados Unidos, y con el gobierno de Méjico, si bien infructuosamente; por lo cual se limitó á contar con recursos propios, y no de estraños, que eran gravosos.

Los nuevos proyectos de invasion exigen la presencia de Mina cerca de Cádiz: así se lo avisan al menos: y sin embargo de las pasadas traiciones, se decide á no escusar esta prueba que se esperaba de él, y antes de partir, dirige una circular á todos sus comisionados de dentro y fuera de España, previniéndoles que era llegado el momento de aprestarse para obrar cada uno en su círculo, como siempre les aconsejaba, y que de su celo y buen deseo, esperaba que con todos sus esfuerzos y sin tardanza, apoyarian el alzamiento, tan luego como comprendiesen se habia efectuado en cualquier punto de España.

Para procurar Mina llamar la atencion del gobierno francés, y aun del español, hácia diferente sitio del que se dirigia, hizo publicar comunicados sobre su aparicion en la frontera, como si amagara una invasion por los Pirineos. Burlando así la vigilancia de la policía, salió de París el primero de junio, en compañía de un hermano del banquero Ardoain, entrando ambos en la silla de posta á la misma puerta de la embajada de España.

cía: desdeñábanle sus paisanos y no ocultaban, segun cartas que tenemos à la vista, que ninguno de sus compatriolas le reconocían á él ni á su familia por condes de España, sino por monsieur Saint Serni, que era el verdadero apellido de la Casa y familia.

(1) Don Joaquin Francisco Pacheco.

TOMO I.

20

A su llegada á Baulogne, arribó un vapor enviado desde Londres por don Juan Alvarez y Mendizabal, para conducirle á Inglaterra; y desde su capital, con el supuesto nombre de Mr. Pelet, y acompañado de don Antonio Seoane, y de Vallesa, marchó para Falmouth y allí se embarcaron en la balandra Suallver.

El 23 de junio llegaron á la bahía de Gibraltar, y los que les llevaron á aquellas aguas, les suplicaron se volviesen, haciendo de esta manera sumamente crítica su situacion; pues á su arribada se les presentó la sanidad para hacer la visita de costumbre, y hubo de disfrazarse Mina de marinero para no ser conocido.

Salvado este peligro, enviaron avisos á Cádiz; se mantuvieron á la capa veinte y seis dias, cruzando sobre el cabo de San Vicente, hasta que cansados de esperar y faltos de víveres se dirigieron á Lisboa al abrigo de la escuadra británica, y despues á Oporto, donde desembarcaron. Aquí recibieron las contestaciones de Cádiz, que les convencieron de la falsía y mala fé con que obraban algunos comisionados, de lo cual pudo convencerse más detalladamente Vallesa, cuando volvió á aproximarse á Gibraltar.

Tambien queria volver Mina, pero consiguieron disuadirle de tan temerario proyecto sus buenos amigos, y permaneció en Oporto hasta que fué precisa su salida del reino lusitano, pues ya era temida en él su permanencia, y tornó á Inglaterra, donde se dedicó á cuidar de su salud, pues los acontecimientos que iban teniendo lugar en la Península, se presentaban como la aurora de un nuevo y lisonjero porvenir para los emigrados, á quienes ya se empezó á abrir las puertas de la patria.

1833.

PARTIDO CRISTINO.

LXXIII.

Llegamos al año que inauguró una nueva época en el país. Fin del primer tercio del siglo XIX, es comienzo de un período de más importantes vicisitudes que las esperimentadas hasta entonces. Todo iba á cambiar en España: su situacion político-administrativa presentaba vastísimo campo para un hombre de genio y de patriotismo. La Providencia no le deparó: solo nos dió guerreros, que nada tuvieron de héroes: el héroe ha sido la nacion.

Restablécese el rey, y se halla con fuerzas para dirigir las riendas del gobierno; pero al encargarse de ellas, quiere le ayude su esposa, y asista al despacho de los negocios para su más completa instruccion. Y

para darla una prueba, ó más bien dársela al público, de lo que le satisfacian todos sus actos, la dirige una amorosa carta en la que manifestándola lo que debia á sus incesantes cuidados, porque «jamás abrió los ojos sin que la viese á su lado, y hallase en su semblante y en sus palabras lenitivos á su dolor; jamás recibió socorros que no fuesen de su mano, debiéndola los consuelos en su afliccion y en alivio en sus dolencias,» la decia que en virtud de haberla confiado las riendas del gobierno, vió con júbilo la singular diligencia y sabiduría con que habia dirigido los negocios, y satisfecho sobre-abundantemente á su confianza; que todos los decretos que habia espedido..... que todas sus determinaciones, sin escepcion, eran de su mayor agrado, como las más sabias y oportunas para la felicidad de los pueblos. Dábale por esto las más fervientes gracias, así como por los desvelos en su asistencia, por cuyos tan señalados servicios viviria siempre en su corazon la gratitud, como un nuevo estímulo y justificacion del amor que le inspiraron desde el principio sus talentos y sus virtudes, gloriándose y felicitándola de que, habiendo sido las delicias del pueblo español desde su advenimiento al trono, para la dicha del rey y para la ventura de ella, seria desde entonces el ejemplar de solicitud conyugal á las esposas y el modelo de administracion á las reinas (1).

Asombro causó á todos la publicacion del decreto y la carta: los carlistas, los mismos absolutistas, no acertaban á esplicarse, como sin hacer el rey traicion á sus antecedentes y á sus sentimientos, podia aprobar la conducta de Cristina; y los liberales, por las mismas consideraciones, no esperaban tal sancion del autor del decreto del Puerto de Santa María. Veian alguna paridad entre el 7 de marzo y el 4 de enero, y nada de buen grado esperaban de su constante enemigo. Unos y otros creian al monarca fascinado por la reina, y desde entonces atendieron más á Cristina que al moribundo Fernando. Los liberales la deificaban: la odiaban los carlistas. En derredor de aquel nuevo ídolo se formó un partido: no podia aun llamarse liberal y se llamó cristino; pero era sinónimo, porque eran las mismas sus aspiraciones, y sus afiliados, los liberales, que no dudaron del triunfo al recibir en secreto las armas.

Este acontecimiento puso término á la espectativa del opuesto ban

(1) Con la misma fecha, 4 de enero de 1833, espidió el siguiente decreto.

«Queriendo manifestar mi gratitud y desvelos incomparables que he debido en mi enfermedad á mi muy cara y amada esposa, y mi satisfaccion por el acertado desempeño con que ha correspondido á mi soberana confianza en el despacho de los negocios, durante mi convalecencia, mando que se acuñe una medalla, para perpetuar la memoria de tan esclarecidas acciones-Tendréislo entendido, y dispondreis su ejecucion.-Está rubricado de la real mano, etc.»

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do: manifiestas las tendencias del régimen asi inaugurado, deslindada la situacion, no tenian otro remedio los carlistas que, ó resignarse ó pelear, y en tal estremo, no era dudosa la eleccion, tratándose de españoles.

Ambos partidos se prepararon, comenzando sus aprestos.

El rey fué en esta ocasion consecuente, y siguió, por amor á su esposa y á sus hijas, la senda inaugurada por Cristina, única de salvacion para ellas, y aun para él mismo, en el estado á que habian llegado las cosas. Cada dia avanzaba más en este camino, y proveyendo á las necesidades públicas dió en 2 de febrero, nueva organizacion á los ayuntamientos, liberales para aquel tiempo, pues quitaba á las municipalidades el ignominioso carácter que les daba la anterior ley, haciendo á los pueblos de peor condicion que á las familias en su particular administracion. No se les dejaba todavía la libertad que otros reyes les concedieran, no se respetaban los privilegios otorgados por anteriores monarcas y antiguas Córtes, pero se destruian al menos arbitrarias providencias del Consejo de Castilla, que se oponian á los buenos principios y al buen régimen de los pueblos.

De todos modos el decreto del 2 fué una gran mejora, que aplaudieron los pueblos y que fué considerada como provisional, y el primer paSo que las necesidades públicas reclamaban.

ABARCA.

LXXIV.

A medida que avanzaba el gobierno en las reformas, los carlistas adelantaban sus proyectos, no dándoles su impaciencia la suficiente calma para esperar la oportunidad.

Entre los varios acontecimientos notables que mostraban la inquietud en que estaban los ánimos de los carlistas, referiremos únicamente los de Leon.

Hallábase allí de obispo don Joaquin Abarca, el aprovechado estudiante en Huesca, el buen legista en Zaragoza, donde se recibió de abogado, cuyo bufete trocó por un beneficio eclesiástico, que fué el primer escalon de su brillante carrera sacerdotal, ascendiendo de oposicion en oposicion hasta la fiscalía de la curia episcopal de Huesca, desde donde fué á las prisiones de Zaragoza, por su ardiente patriotismo cuando la invasion francesa. Ganó luego por su talento dignidades eclesiásticas, y fué nuevamente interrumpida su carrera en 1822, por desobedecer las órdenes del gobierno constitucional.

Su destierro en Francia, fué el mérito que contrajo para que Fernan

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